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Yemen se halla una situación humanitaria crítica, en medio de una guerra estancada y una estructura institucional inestable. El proceso de paz se encuentra en punto muerto, en un contexto económico de crisis que acentúa una profunda y sostenida crisis humanitaria, sumado a los crímenes de guerra y al bloqueo exterior.

Todo esto resulta en inestabilidad aguda, falta de unidad interna en las facciones y una política contraterrorista inefectiva. Aunque muchas de estas cuestiones preceden la guerra de 2014, la mala gobernanza y la tensión social se vieron exacerbadas por la rebelión hutí, un aumento de la presencia de Al Qaida, un gobierno secesionista en el sur y un gobierno internacionalmente reconocido a penas presente, mínimamente salvaguardado por la intervención de la coalición militar saudí y emiratí.

Saná, Yemen, en enero de 2009, antes de las primaveras árabes. Autor: Ferdinand Reus de Arnhem, Holanda

En primer lugar, la guerra civil divide un país afectado por el intervencionismo extranjero. El conflicto armado local confronta a los hutíes, Ansar Allah oficialmente, con la coalición progubernamental, compuesta por el gobierno internacionalmente reconocido de Hadi y el Consejo de Transición del Sur. A esto se ha sumado la intervención militar liderada por Arabia Saudí, que intensificó la conflictividad al entrar en Yemen para salvar el gobierno.

Hoy en día, la tregua auspiciada por las Naciones Unidas no se logró prorrogar y se reanudaron las hostilidades en octubre de 2022. Aunque los combates de alta intensidad no se han retomado, sí que han tomado lugar choques armados en la línea de frente. En esta tesitura, es difícil que se mantenga el statu quo sin una tregua acordada por las partes. Este punto muerto en el que se encuentra el país, sin un proceso político con vistas en una salida de la guerra, permitirá continuar y podrá agravar la alarmante situación humanitaria.

En términos regionales, Arabia Saudí asegura estar dispuesta para la paz y así poder salir del embrollo político que ha sido Yemen; Irán, por su parte, partidario de los hutíes, afirma que desea desescalar tensiones con los saudíes. Ambas predisposiciones benefician la perspectiva de una salida política para la guerra. Sin embargo, la armada saudí, por ejemplo, aún impone el bloqueo marítimo a todo el territorio hutí, incluyendo la capital, Saná.

Además, por su lado, las fuerzas hutíes se encuentran desarrollando capacidades militares navales, aumentado así las zonas de posible confrontación. Asimismo, la oposición iraní a las negociaciones nucleares bien puede agravar las tensiones regionales y aumentar la presencia estadounidense en Oriente Medio: por ejemplo, en enero de 2023, la armada de los Estados Unidos incautó una embarcación con armamento ligero que zarpó de Irán, presuntamente destinada a las autoridades hutíes.

La capital hutí Saná después de los ataques aéreos del 9 de octubre de 2015.

En cierta manera, la gran presencia de voces extranjeras en el diálogo para la paz puede alienar a los actores locales, impidiendo la participación popular en la construcción del futuro del país, aumentando el malestar social. A esto se suma la impunidad de los crímenes de guerra, que lleva a una desconfianza generalizada en contra de la comunidad internacional y los mecanismos de resolución pacífica de controversias.

Es más, Arabia Saudí continuamente pide al Consejo de Seguridad de la ONU la inclusión de los hutíes como organización terrorista, dañando las prospectivas de diálogo, que ya han sido criticadas por cortoplacistas. Esta inclusión haría más difícil mediar y negociar entre partes, ya que una de ellas sería excluida de la mesa al ser denominada como terrorista.

En segundo lugar, Yemen se encuentra en una crisis humanitaria y social muy grave, sobre todo debido a la guerra. Veinte millones de personas necesitan ayuda humanitaria: incluyendo el hambre, desplazados internos y refugiados, un sistema sanitario desmantelado y grandes bajas civiles, entre otros. La crisis alimentaria global, intensificada por la Guerra Ruso-Ucraniana y la incertidumbre acerca la estabilidad del Acuerdo sobre el Grano del Mar Negro, hacen escalar los precios de los alimentos en Yemen. Esto, a su vez, se traduce en agitación e incluso disturbios, acentuando la polarización política en contra de las autoridades locales y las potencias extranjeras.

La ya frágil economía del país se ve agravada por la depreciación del rial yemení. Igualmente, las administraciones públicas de los territorios controlados por los hutíes están infrafinanciadas. Es por esto por lo que la mayor parte de funcionarios no han cobrado un salario regular desde hace años, ya que no hay ningún acuerdo sobre embargos financieros ni sobre quién debe pagar qué entre los hutíes, el gobierno Hadi y los saudíes.

En rojo el territorio controlado por el Gobierno liderado por Hadi, en verde el territorio controlado por el Comité Revolucionario (Hutíes), en amarillo el territorio controlado por el Consejo de Transición del Sur y en blanco el territorio controlado por Ansar al-Sharia/Al Qaeda. Fuente: Attribution-Share Alike 4.0 Internationa

El statu quo se puede fácilmente desestabilizar debido a la represión, tensiones tribales preexistentes y a la crisis económica y humanitaria. Además, la guerra civil, iniciada como un levantamiento focalizado contra la corrupción y la mala gobernanza, pone en riesgo politizar la división entre chiitas zaidíes y los suníes.

Finalmente, cabe destacar que el problema de fondo de Yemen es su naturaleza de estado fallido. La inseguridad en el país se ve radicalmente condicionada por una inestabilidad institucional sostenida y una multiplicidad de gobiernos vistos como legítimos por la población.

A su vez, el mismo gobierno reconocido internacionalmente está coyunturalmente aliado con la administración secesionista del Sur y facciones armadas fundamentalistas, lo que fácilmente se podría girar en su contra. Y por último, aunque menor, el riesgo severo de ataque terrorista persiste. Al Qaeda en la Península Arábica lleva a cabo atentados con artefactos explosivos improvisados, secuestros, tiroteos, coches-bomba y otros, lejos de la mirada del gobierno de Hadi, que se centra casi única y exclusivamente en los hutíes.

Yemen se encuentra en una encrucijada, pero en una en la que los yemeníes tienen poco o nada que decir, ya que los líderes de las diversas facciones locales y las dinámicas regionales hacen difícil una cierta estabilidad en el estado actual de estancamiento de las hostilidades, por no hablar de paz.

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