Bloquear el petróleo: la opción atómica de Haftar en la guerra de Libia.
La actual fase de la guerra civil en Libia, ha llegado a su punto culminante con la sorprendente suspensión de la exportación de petróleo por parte de la Corporación Nacional de Petróleo de Libia (NOC por sus siglas en inglés), y la negativa de facto por parte del general Haftar de asumir el acuerdo de la Cumbre de Berlín, que se celebró el domingo 19 de enero.
La opción de detener la exportación de petróleo es una auténtica opción «nuclear» en el conflicto libio, que daña de forma desproporcionada a todas las facciones en conflicto y a la población del conjunto del país. Sin ventas de petróleo, el dinero para las fuerzas militares y la población libias deja de fluir y representa una catástrofe para todos.
De mantenerse el cese de exportaciones ha declarado la NOC (a casi todos los puertos libios), la cifra de exportación podría reducirse a solamente 78.000 barriles diarios, algo que no ocurría desde lo más álgido de la guerra del año 2011 y solo por unos pocos meses, aun estando bajo bombardeos de la OTAN.


A primera vista, a los observadores no iniciados en el conflicto libio, puede resultar extraño que voluntariamente Libia deje de exportar petróleo, especialmente cuando el país sigue fraccionado en diferentes facciones y la infraestructura petrolera está diseminada por todo el territorio del país.
Es extraño que todos los bandos enfrentados decidan dejar de exportar petróleo, dispararse en el pie y quedarse todos sin dinero. No es que se hayan producido fuertes bombardeos contra la infraestructura petrolera, sino que es meramente una decisión de las autoridades.
Antecedentes
Lo primero que hay que tener en cuenta para comprender esta extraña situación, es que la actual guerra civil en Libia es muy distinta a la Guerra Civil del año 2011. Esa guerra acabó con la muerte de Gadafi, siguiendo a continuación una fase de frágil paz entre diferentes facciones y unas elecciones en 2012 para elegir al Congreso Nacional General (GNC).
La fragilidad e inestabilidad (sin guerra) de la situación política, se evidenció ante la opinión pública mundial cuando la embajada de EE.UU. en Bengasi fue asaltada en septiembre de 2012 (inmortalizada en la película «13 horas: los soldados secretos de Bengasi».
Esta inestabilidad y precariedad en la situación de seguridad fue un caldo de cultivo para la expansión del ISIS y otros grupos islamistas (como Anshar al-Sharia) a lo largo del país.
La influencia islamista se dejó sentir también en el gobierno libio del GNC, cuando comenzó a legislar normativas claramente islamistas y salafistas, siendo especialmente llamativo cuando a finales de 2013 se votó imponer la sharía y, por ejemplo, se segregó a mujeres de hombres en las universidades.
Además, el parlamento y gobierno se negaron a celebrar las elecciones que se habían acordado para enero de 2014, ya que pretendían perpetuarse en el poder.
Todo esto generó una fuerte reacción por parte de los sectores menos islamistas, que comenzaron a organizar una respuesta. Se inició entonces un periodo prebélico que fue escalando hasta que el general Khalifa Haftar, lanzó la Operación Dignidad en mayo de 2014, lo que inició una nueva guerra civil que llega hasta nuestros días.
Los objetivos de Haftar eran arrebatar el poder a las milicias islamistas que se habían diseminado por Libia (especialmente contra las de Bengazi), aunque la Operación Dignidad también fue un intento (fracasado) de tomar el poder en la capital libia (Trípoli) contra el GNC.
El conflicto siguió escalando cuando varias de las milicias de Misrata (muy poderosas) tomaron el aeropuerto de Trípoli y se hicieron fuertes en la capital, apuntalando al gobierno islamista de Trípoli.
Por su parte, Haftar y los que se oponían al gobierno de Trípoli, organizaron elecciones en las que los islamistas tuvieron una sonora derrota, conformándose un nuevo Parlamento en Tobruk (House of Representatives en la denominación anglosajona).
No obstante, estas elecciones tuvieron muy escasa participación, por lo que no fueron aceptadas, ni por los islamistas, ni por el gobierno de Tripoli que emanaba del GNC, y no reconocieron al nuevo Parlamento de Tobruk.
De este modo, Libia quedó dividida entre Tripoli y Tobruk, además de por una miriada de milicias locales, yihadistas, tribus, etc. Esta fractura nacional y guerra civil que se inició en 2014 conforman el marco conflicto en el que hay que encuadrar los intentos de Haftar por tomar Trípoli.
La guerra que se inició en 2014 entre los islamistas de Tripoli y las fuerzas que lidera Haftar en nombre del Parlamento de Tobruk, prosiguió durante un tiempo hasta que la expansión del ISIS, Ansar al-Sharia y otros yihadistas, obligó a disminuir mucho la intensidad de esa guerra civil, para reconducir esfuerzos para combatir a esos grupos yihadistas.
Ese cambió en la dirección de esfuerzos, ahora centrados en combatir al ISIS, fue inducida por fuerte presiones de la comunidad internacional. En añadidura, para tratar de impedir que la guerra civil fuera un obstáculo en la lucha contra el ISIS y el yihadismo, la comunidad internacional presionó para que en diciembre de 2015 se firmara el Acuerdo Político Libio por el que se trataba de reconciliar a los bandos enfrentados.
Este acuerdo generaría un gobierno de unidad nacional (denominado GNA por sus siglas en inglés), basado en Tripoli, que sustituiría al anterior gobierno (del GNC), manteniéndose además el Parlamento de Tobruk.
No obstante, en Tripoli hubieron intrigas y conflictos, ya que no todos las facciones y grupos apoyaban el nuevo gobierno del GNA y la reconciliación. Varias milicias siguieron apoyando al GNC y no fue hasta 2016 que finalmente el GNA, con Sarraj al frente, se estableciera en el gobierno de Trípoli. Aunque la lucha continuó contra varias milicias hasta 2017.
Así las cosas, el ISIS y otros grupos yihadistas fueron disminuyendo su poder e influencia progresivamente. No obstante, las tensiones entre las fuerzas de Haftar (LNA) del Parlamento de Tobruk y el gobierno de Tripoli (el GNA de Sarraj) continuaban latentes.
Estas tensiones fueron incrementándose a medida que la amenaza del yihadismo iba siendo suprimida, y hacia mediados de 2016 el Parlamento de Tobruk decidía dejar de reconocer al GNA de Trípoli como gobierno legítimo de Libia.
Por su parte, el LNA (autodenominado Ejército Nacional Libio) de Haftar (apoyado por Tobruk) fue capturando espacios clave en la mitad Este de Libia, como Bengazi y la ciudad de Derna (Tripoli está en el Oeste de Libia), consolidando la base de poder de Haftar en el oriente del país.
La nueva fase de ofensiva contra Tripoli
Ya con el Este consolidado, hacia la primavera de 2018 Haftar y el LNA estaban preparados para intentar tomar el resto de Libia, lo que requería tomar en primer lugar los campos de petróleo del suroeste de Libia, en la región de Fazzam (campos de el-Shahara y Elephant), que estaban bajo control de milicias de tribus tebu y tuareg.



Los avances de Haftar fueron inicialmente lentos en Fazzam. No obstante, los apoyos externos a Tobruk y Haftar (Emiratos Arabes Unidos, Egipto, Arabia Saudí, Rusia) fueron incrementando los recursos disponibles del LNA (la posición de EE.UU. es errática, apoyando a veces a Haftar y otras la autoridad del GNA).
Por ello, hacia fines de 2018 y los primeros meses de 2019, Haftar ya controlaba esos campos de petróleo cruciales, que (como se ve siguiendo las líneas del mapa desde el campo de el-Sharara) proporcionan el petróleo que se exporta vía Tripoli (terminales de Zawiya, al Joufi, Mellitah y al Bouri).
Llegados a este punto, lo lógico pudiera parecer que Haftar debería cortar el petróleo a Tripoli, para así asfixiar económicamente a sus rivales. Pero la situación no es tan sencilla.
Cabe destacar que Haftar ha conseguido la mayoría de sus avances no empleando simplemente la fuerza bruta, sino que (además de la violencia militar) sobre todo se ha basado en negociaciones, sobornos y extorsiones, para ganarse el favor de las tribus y milicias locales, induciendo a que cambiaran de bando.
Aunque el dinero que logró esos cambios de bando fue principalmente saudí (no del petróleo libio), si Haftar cortaba el suministro de petróleo a Tripoli, las milicias que ahora le apoyaban dejarían de tener su fuente regular de ingresos.
El Banco Central y la Corporación de Petróleo como piezas centrales de poder
La forma en que se reparte el dinero y las rentas de la exportación de petróleo en Libia es mucho más extraño de lo que se pueda imaginar. El petróleo se exportar solamente bajo la autoridad del consorcio público de la NOC (National Oil Corporation), reconocido internacionalmente y que está bajo la autoridad del gobierno de Trípoli.
Aunque Haftar domina ahora todos los campos de petróleo principales y casi todas las terminales de exportación, al carecer de autoridad legal para vender y exportar por su cuenta (algo que solo puede hacer la NOC), solo podría vender y exportar mediante el contabando ilegal de petróleo. Aunque el tráfico ilegal de petróleo es factible, este solo puede hacerse en pequeñas cantidades (no millones de barriles al día).
No pueden llenarse grandes barcos cisternas de petróleo y vender en los mercados internacionales mercancía ilegal, ya que los sitios y personas que hicieran esas compraventas se enfrentarían a sanciones y la persecución penal de las autoridades de los principales países del mundo (donde están situados los mercados internacionales).
Es decir, como el gobierno legal y reconocido internacionalmente es el del GNA (fruto del consenso de 2015) y la NOC depende del GNA, es la NOC la única que puede vender ese petróleo de forma legal en el exterior.
Por otra parte, el dinero de la ventas debe ser depositado en el Banco Central de Libia, que también depende del gobierno del GNA. Ese dinero, no obstante y sorprendentemente, no es apropiado unilateralmente por el gobierno de Tripoli, sino que se reparte por toda Libia, llegando mucho del dinero a las zonas controladas por Tobruk (donde está buena parte del petróleo, infraestructura de refino y de las terminales para exportar).
Por lo tanto Haftar no podía simplemente cortar permanentemente el petróleo a la zona de Tripoli, hasta que el descalabro económico les indujera a rendirse, ya que todo el dinero y la gestión de la exportación la hace Tripoli mediante la NOC y el Banco Central.
Por otra parte, cortar el flujo de petróleo que llega a la zona de Trípoli (como la terminal de Zawiya), podría soliviantar a las tribus afines a Haftar en Fazzam que cambiaron de bando durante 2019.
Abril de 2019, comienza el asalto a Tripoli
Por tanto, sin poder cortar el petróleo a Tripoli, Haftar no tenía más remedio que asaltar la capital libia sin cerrar su principal fuente de ingresos. El asalto contra Tripoli, después de conquistar Fazzam, se reinició en abril de 2019 por parte de Haftar.
Esta ofensiva sería denominada como Operación Inundación de Dignidad (rememorando la Operación Dignidad de 2014) y se ha ido dilatando en el tiempo hasta este mismo momento.

Aunque Haftar no podía cortar el petróleo al GNA, sí gozaba del apoyo financiero saudí, de drones de ataque de Emiratos Arabes Unidos, el apoyo de Egipto y mercenarios provenientes de Chad y Sudán, por lo que el equilibrio de poder le era favorable.
Con todo, tomar Tripoli iba a ser una tarea complicada por la extensión de la ciudad, las estrechas calles y la presencia de varias de las poderosas milicias de Misrata, teniendo los de Tripoli la ventaja de tener que librar una batalla defensiva.

A pesar de lo complicado de la tarea, el LNA de Haftar fue haciendo progresos, especialmente desde que los mercenarios rusos de Wagner se unieron (septiembre) a la lucha en cantidades no despreciables (hasta 2000 según algunas fuentes, seguramente menos), inclinando la balanza decisivamente del lado de Haftar.
Lo que ya parecía una derrota inevitable del GNA fue lo que terminó provocando la intervención directa de Turquía, enviando miles de yihadistas sirios (enero 2020) y militares turcos para las tareas más técnicas y apoyo (en lugar de unidades de maniobra y de choque).
La implicación directa de Turquía (acordada en noviembre y autorizada en diciembre de 2019) amenazaba con estancar permanentemente la guerra civil libia o que escalase a un gran conflicto en el Mediterráneo. Esta guerra implicaría a Turquía (y el apoyo de Qatar) contra Egipto y Grecia (con el apoyo saudí y de Emiratos). Egipto de ninguna manera podía permitir que Turquía vuelva a los tiempos otomanos de intervenir en el Norte de Africa.
Los que sepan historia recordarán cómo Mehmet Alí independizó Egipto del dominio otomano a mediados del siglo XIX, que fue un efecto de la Guerra de Independencia Griega (1821-29) contra los otomanos (que los debilitó), lo que a su vez desencadenó la Primera Guerra Turco-Egipcia (1831-33).
Además, hay rivalidades dentro de Europa, con Italia apoyando a Tripoli, y Francia a Haftar, por lo que es importante impedir que la situación escale demasiado.
Es en este contexto en el que sucede la cumbre en Berlín entre los principales actores, para intentar encontrar una salida diplomática o por lo menos contener el conflicto, evitando que escale a una situación descontrolada entre varias importantes potencias Europeas, Turquía y Egipto.
Turquía quiere impedir una derrota total de Tripoli porque, junto con Qatar, le ha estado apoyando desde 2011 siguiendo una agenda neotomana de dominar el mundo islámico. Además, también en la misma agenda neotomana, está la pretensión de ser la potencia estratégica dominante en el Mediterráneo oriental, como en el conflicto del gas que tiene con varias potencias, motivo por el que acordó una sorprendente ZEE con Libia recientemente.
Por otra parte, cabe destacar que Turquía no pretende invadir Libia, sino que simplemente trata de impedir la derrota del gobierno amigo del GNA.
La opción nuclear en la guerra Libia
La implicación directa turca y el resultado de la cumbre de Berlín, que apuntaban a que el conflicto quedase estancado y congelado para impedir que escalase, fue lo que ha terminado generando la actual situación en la que la NOC ha decidido cerrar la exportación de petróleo en varios puertos y terminales.
La decisión se debe a que pocos días antes de la cumbre de Berlín, Haftar decidió emplear el arma «atómica» de cortar el suministro de petróleo a Trípoli. Como el Banco Central y la NOC reparten por el país los recursos en función de salarios, pensiones y la producción según diferentes zonas, si Haftar corta el suministro de las terminales controladas por Trípoli, el flujo de dinero a las zonas del GNA cae de manera muy considerable.
Hay que tener en cuenta que sin el premio de la conquista de Tripoli, las milicias que apoyan a Haftar tienen muchos menos incentivos de seguir la guerra, ya que no se podrá repartir los beneficios de la victoria, la distribución de concesiones, etc, algo que ha sido una motivación implícita en muchas de las milicias y grupos en apoyar al LNA y Haftar.
Una situación indefinidamente estancada podría ser una catástrofe para Haftar, ya que podría desintegrar el conglomerado de grupos armados que le apoyan más allá del ejército del LNA.
Además, la intervención turca enviando miles de yihadistas sirios ha causado un escándalo en Libia, decayando la legitimidad del GNA, y muchas de las milicas y tribus han respaldado la opción nuclear de cortar el flujo de petróleo como medida de presión extrema
Dado que Haftar goza de apoyo financiero saudí (y de los dinares falsos que ha hecho circular con ayuda rusa), es posible que sus cálculos se basen en que crea que puede durar más tiempo sin petróleo a lo que podría hacerlo Tripoli. Es una opción nuclear que causará grandes daños mutuamente, pero el GNA quizás tenga menos capacidad logística para resistir.
Con ese pulso económico, Hafter conseguiría si no la derrota del GNA, por lo menos concesiones adicionales en el reparto del dinero que se hace vía la NOC y el Banco Central, para así poder mantener unida también indefinidamente a sus grupos armados a cambio del nuevo dinero disponible.
Todo este conjunto de acontecimientos, son los que explican que las autoridades libias hayan decidido adoptar la sorprendente decisión de suspender la exportación de casi todo su petróleo.
El resultado de ese pulso y la lucha entre Hafta y el LNA contra el gobierno del GNA aún está por decidirse, pero que se haya optado por la decisión nuclear de cortar las exportaciones de petróleo, indica que probablemente se haya llegado al punto culminante en esta lucha.