Milicias Bálticas: la respuesta a la ofensiva rusa
En estos últimos meses, la escalada de violencia entre Rusia y Ucrania y el despliegue de tropas y misiles a territorio bielorruso ha generado un clima de alta tensión en la región báltica. Los gobiernos de Estonia, Letonia y Lituania se han alineado bajo una misma dirección: reagrupar a sus cuerpos militares y consolidar una mayor esfera armamentística ante una posible ofensiva rusa en sus fronteras que pondría en riesgo el mapa geopolítico europeo.
Frente a las diferentes maniobras rusas que se perpetúan cerca de sus territorios nacionales, varios voluntarios se han sumado a las filas de las ya consolidadas milicias paramilitares, que han existido durante décadas en estos países. La situación geográfica y demográfica de estos tres estados, sumado a la dolorosa historia que comparten durante la ocupación soviética a partir de 1940, ha reafirmado el rol y participación de estas organizaciones en la defensa de su soberanía nacional.

Los miembros de estas organizaciones insisten en que su principal característica no es la ideología política sino la voluntad de sus participantes: proteger las fronteras de sus países para poder prevenir cualquier ataque por parte del gobierno ruso en un futuro cercano.
La caída de la URSS: el resurgimiento de los grupos paramilitares bálticos
Durante varios siglos estos pueblos han sufrido una importante dominación por los diferentes países vecinos de la región: daneses, suecos, alemanes, polacos y rusos, lo cual justifica la consolidación de un gran sentimiento nacional acompañado de la defensa de su identidad cultural, lengua y territorio.
Las distintas adversidades y las presiones externas a las que se enfrentaron cada una de estas repúblicas han llevado al establecimiento de diferentes grupos nacionalistas paramilitares que, desde sus principios, lucharon por el reconocimiento y la defensa de su independencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las tres repúblicas bálticas fueron anexionadas por la Unión Soviética, la cual ejerció un control absoluto sobre la población local y sus organismos centrales. Esta situación llevó a que se restringiese la actividad y participación de las diferentes agrupaciones militares nacionalistas en dichos territorios, ya que las mismas se contraponían al centralismo soviético.

En la década de los 90, los tres estados recuperaron su independencia y, con esta, la posibilidad de reconstruir nuevamente su organización política y militar, enfocada principalmente en la defensa de su soberanía nacional ante la amenaza de su viejo y conocido vecino.
Liga de Defensa de Estonia
“Los soldados de fin de semana”. Así es como llaman los estonios a aquellos ciudadanos que pasan durante años sus fines de semana entrenándose en los diferentes campos de preparación militar de la Liga de Defensa de Estonia, la mayor organización paramilitar voluntaria del país.
Su objetivo, el cual sin duda alguna alude a la historia defensiva del país y la relación con Rusia, es garantizar la preservación de la independencia, la soberanía del estado, la integridad de su territorio y su orden constitucional.
Fue fundada en 1918, como sucesora de una de las primeras milicias del país, Omakaitse,y desde sus inicios realizan tareas de guardia nacional para preservar el orden en la sociedad. Los años 20 estuvieron marcados por una larga y amplia sucesión de actividades que hicieron que la organización paramilitar recibiera un importante reconocimiento por parte de sus ciudadanos y el gobierno nacional.

La consolidación de nuevas unidades, actos de conmemoración y elaboración de estatutos avalados por el orden político del Estado, hicieron que la Liga de Defensa de Estonia jugase un papel fundamental en el apoyo de la sociedad civil.
Con la ocupación soviética a partir del 17 de junio de 1940, comenzó la liquidación tanto de la República de Estonia como de la Liga de Defensa. Al igual que en Lituania, la organización y sus miembros quedaron suprimidos de toda actividad. Los años de dominio soviético obligaron a que la organización quedase inactiva hasta su última refundación en 1990, acompañada de la independencia del país.
En 1991 el Consejo Supremo de la República de Estonia restableció los derechos de la Liga de Defensa como organización legal. Un año más tarde, la Liga de Defensa se incluyó en las Fuerzas de Defensa como una agrupación de defensa nacional, la cual permanece así hasta el día de hoy.
A nivel estructural es, sin duda, la organización más amplia y sofisticada de la región, ya que está dividida en cuatro “Distritos Territoriales de Defensa” que constan de quince unidades regionales (malevs) con presencia en la mayoría de los casos en las zonas fronterizas del país.

A su vez, cuenta con tres subunidades dedicadas a diferentes ciudadanos y objetivos en concreto: la Organización de Defensa Voluntaria de Mujeres, el Cuerpo de Niñas de la Liga de Defensa y el Cuerpo de Niños de la Liga de Defensa. Estos dos últimos fueron creados con el fin de promover y aumentar el sentimiento patriótico, prepararse para la defensa de la independencia de Estonia desde muy jóvenes y, ya cuando sean mayores, sumarse voluntariamente a las filas de la Liga.
A día de hoy, los 15.000 voluntarios que integran la Liga de Defensa, independientemente de su sexo y edad, son un pilar fundamental en la estructura social del país. Sus miembros realizan todo tipo de tareas: desde ser asistentes de la policía para garantizar la seguridad de algunos eventos y apoyar a los bomberos en caso de incendios forestales (ocurren con cierta frecuencia en el país debido a las características de su territorio), hasta la participación en entrenamientos internacionales con otros cuerpos paramilitares bálticos.
Su estrecha colaboración con el ejército nacional y otras fuerzas de la OTAN, sumado a su excelente organización y la captación constante de nuevos voluntarios, explican el motivo por el cual Estonia se posiciona como la nación con las capacidades defensivas más desarrolladas de todos los estados bálticos.
Unión de Fusileros de Lituania
Las particularidades de su historia, la larga tradición y una reputación controvertida por su colaboración con la Alemania nazi durante la lucha por la independencia en 1940, hacen de la Unión de Fusileros un caso diferente al resto de organizaciones de los países bálticos.

Fundada el 27 de junio de 1919 en Kaunas, la segunda ciudad más importante del país, la Unión de Fusileros de Lituania es la organización paramilitar voluntaria con mayor reconocimiento nacional. Como su nombre indica, es una agrupación de ciudadanos lituanos que ofrecen voluntariamente su tiempo y esfuerzo para la protección de su nación.
Inicialmente, la Unión fue creada como una sección de tiro dentro de la Unión Deportiva de Lituania. Sin embargo y debido a las diversas acciones militares que comenzaron a determinar la historia del país desde su independencia, sus líderes y fundadores reconfiguraron la organización con la finalidad de servir como defensores de su ciudad.
Con el paso de los años, la organización comenzó a tener un gran reconocimiento en todo el país, lo que la llevó a convertirse en un estandarte y un pilar fundamental en la tradición de Lituania. De esta manera, la Unión de Fusileros pasó a tener tres áreas principales de actividad: cultura, deporte y entrenamiento militar, las cuales permanecen activas hasta el día de hoy.
De esta forma, los miembros de la organización no solo centran su trabajo en acciones vinculadas a lo bélico, sino que también realizan actividades recreativas como conciertos, teatros, prácticas deportivas, etc. Todo esto llevo a la construcción y establecimiento de los denominados “centros de fusileros” en todas las ciudades y pueblos donde se establecían miembros de la organización. Los centros sirvieron como lugares de encuentro, administración y entrenamiento por todo el país.

Posteriormente, cuando el dominio soviético volvió a anexionar a Lituania en 1944, los miembros de la Unión quedaron completamente restringidos de participar en dicha organización, que ponía en peligro la centralización y control del gobierno de Moscú.
Después de que el país declarara su independencia en 1990, la organización experimentó un renacimiento y reconstrucción que se observa hasta el día de hoy. La amenaza rusa y las diferentes acciones que ha empleado su vecino, Bielorrusia, han llevado a que varios ciudadanos de diferentes edades continúen con el legado de sumarse voluntariamente a la Unión.
La popularidad de la misma por todo el territorio nacional derivó en la creación de una unidad dedicada únicamente al entrenamiento de jóvenes menores de 18 años, que comienzan su camino voluntario en la Unión de Fusileros.
Los entrenamientos para estos jóvenes son bastante duros y exigentes. Largas caminatas cargando armas falsas y bolsos pesados que imitan al material de combate que siempre suelen llevar los voluntarios adultos en las campañas, campamentos nocturnos en mitad de los bosques que abundan en el país o ejercicios prácticos y teóricos de preparación para el combate, entre otros, son las prácticas más destacadas que definen a estos encuentros intensos de capacitación.
Guardia Nacional de Letonia
A diferencia de los casos anteriores, la Guardia Nacional de Letonia es una organización más recientes en el tiempo ya que fue fundada el 23 de agosto de 1991, dos días después de proclamarse la independencia del país, por lo que no cuenta con una gran trayectoria histórica.

Desde su establecimiento, el Consejo Supremo de la República de Letonia la ha reconocido como una organización militar pública voluntaria de autodefensa, lo que quiere decir que cualquier ciudadano del país puede enlistarse y formar parte en alguno de los dieciocho batallones que la componen.
Con el paso de los años, la organización se ha convertido en un miembro de respaldo fundamental hacia las unidades regulares de las fuerzas terrestres del país, teniendo como principal objetivo la defensa del territorio nacional en todo momento, realizando funciones de logística y apoyo de combate.
Al igual que en Estonia y Lituania, la Guardia Nacional cuenta con una organización juvenil dedicada únicamente a los jóvenes, a la que pueden ingresar voluntariamente a partir de los diez años hasta los veintiún años. La Guardia Juvenil fue establecida en 1992 por el Ministerio de Defensa, es el movimiento juvenil más grande de Letonia que cuenta con más de 8.000 voluntarios y los miembros que allí se presentan son entrenados y capacitados militarmente a través de diferentes campamentos anuales que se desarrollan en distintas áreas del país.
Los argumentos de la voluntariedad: Nacionalismo, patriotismo y temor
El patriotismo y el sentimiento nacionalista son los dos grandes componentes que justifican la decisión voluntaria de todos los miembros que se unen a la defensa de su país. La necesidad y autoexigencia de entender que no es suficiente con la participación de las Fuerzas Militares Nacionales para hacer frente a la amenaza rusa en sus fronteras. Esto anima a todos los miembros a hacerse un hueco en sus rutinas diarias (en el caso de los adultos) y entrenarse constantemente.
A modo de ejemplo, en el caso de la Liga de Defensa de Estonia, dentro de los paramilitares voluntarios hay ciclistas, ex combatientes, cazadores, ganaderos, ingenieros, banqueros, etc. Esto es un reflejo de la diferencia existente en cuanto a cualidades y características que hay entre sus miembros pero que, a su vez, no es un impedimento para la formación y la unión de un sentimiento común nacionalista que sirve como patrón determinante en las diferentes unidades.
También, a través de las campañas propagandísticas que llevan a cabo las diferentes organizaciones en sus redes sociales, se difunde un discurso motivacional y que proyecta a estos miembros como un ejemplo para los demás ciudadanos del país, con el objetivo de que estos sigan el mismo camino.
El respeto a los valores nacionales y la identificación de estos individuos como defensores y guardianes de las fronteras, funciona como patrón para atraer a más miembros que no solo ven en la amenaza rusa el gran factor que los lleva a alistarse.
El temor y el miedo de que los países bálticos podrían ser el próximo objetivo del Kremlin ha incitado a que más de 10.000 jóvenes de diferentes edades se inscriban en los distintos cuerpos paramilitares de forma completamente voluntaria. Como ya se ha mencionado, históricamente estos países siempre se han preparado militar y defensivamente ante la realización de posibles maniobras por parte de la potencia vecina.

No obstante, desde la crisis de Crimea y la Batalla del Donbas la mayoría de estas organizaciones han recibido cifras récord de voluntarios. Este es el caso de la Unión de Fusileros de Lituania, que desde entonces ha recibido alrededor de 2.000 solicitudes para unirse a la organización, que actualmente cuenta con 12.000 voluntarios.
Incluso antes de la guerra en Ucrania, varias encuestas arrojaron datos en los que se demostraba que muchos de los ciudadanos de estos países estarían dispuestos a participar en la defensa de su territorio. Estos informes ayudan a explicar los motivos por los cuales muchos de estos individuos deciden pasar su fin de semana de tiempo libre entrenando y preparándose para un posible ataque.
La posesión de armas emitidas por el Estado de Estonia en sus respectivos hogares también es un resultado de la larga preparación y el entrenamiento que reciben los miembros de la Liga. Cuando estos ya completaron su larga formación voluntaria, los ciudadanos pueden tener sus herramientas de combate “por si acaso”.

De esta manera, en caso de darse un repentino ataque, el país no solo quedaría protegido por los cuerpos militares oficiales, sino que sus propios ciudadanos nacionales son los que se sumarían a la defensa del país.
El caso de las milicias bálticas es un claro ejemplo de la importancia que tiene la memoria histórica de un Estado en la construcción de su identidad nacional. Sin la transmisión de estos relatos que marcaron la independencia de los tres países bálticos, no sería posible explicar la popularidad de dichas organizaciones y el respaldo nacional que estas mantienen en todas las generaciones hasta el día de hoy.