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En la primera parte vimos cómo poco después de los atentados del 11-S el profesor de ciencia política David C. Rapoport, docente en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), publicó un artículo académico proporcionando una perspectiva histórica sobre las “olas de terrorismo”.

Frente a la idea de que la irrupción del terrorismo salafista-yihadista era un acontecimiento extraordinario y sin igual, Rapoport explicaba que el mundo había vivido cuatro sucesivas oleadas de movimientos terroristas. Esas oleadas habían respondido a diferentes ideologías y contextos políticos, siendo el 11-S consecuencia última de una gran oleada de terrorismo de carácter religioso.

Reunión del presidente Reagan con los combatientes por la libertad afganos para discutir las atrocidades soviéticas en Afganistán. 2/2/83.

En la segunda parte vimos que el concepto lanzado por Rapoport fue muy bien acogido en el mundo académico y de think-tanks. Así, proliferaron los artículos buscando los patrones que permitieran identificar la quinta ola. Uno de esos autores es Robert J. Bunker, que decidió aplicar el concepto de Rapoport al fenómeno de las insurgencias en su trabajo de Old and New Insurgecy Forms.

Lo relevante del trabajo de Bunker es que no hizo un trabajo empírico de búsqueda de patrones entre los fenómenos de violencia política, sino que hizo un trabajo de revisión del estado de la cuestión. Así, identificó, clasificó y ordenó 56 términos acuñados por investigadores para definir diferentes formas de insurgencias y terrorismo.

Bunker buscó las similitudes entre unos conceptos y otros, además de las aportaciones de cada cual, para crear sus propias metacategorías. En la segunda parte repasamos las cuatro formas pasadas y las cuatro formas presentes de la insurgencia y el terrorismo identificadas por Bunker, quedando pendientes las cinco formas futuras.

La primera forma emergente señalada por Robert J. Bunker es la “sectaria sangrienta”. Se trata de grupos armados articulados en torno a una secta religiosa con “prácticas sectarias, mundos utópicos, anhelos apocalípticos e incluso prácticas de sacrificios humanos” (2016:47).

Áreas afectadas por la rebelión del Ejército de Resistencia del Señor desde 2002. Autor : Ras67

Esa peculiar combinación la encontramos en el mundo del narcotráfico mexicano, con ejemplos como la Familia Michoacana o los Caballeros Templarios. En África, tenemos en Uganda el caso del Ejército de Resistencia del Señor (LRA en inglés). Ese grupo fue célebre durante un tiempo gracias a una campaña en redes sociales para llamar la atención sobre sus atrocidades e incentivar las operaciones para capturar a su líder, Joseph Kony.

Según Robert J. Bunker también en el caso del Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIS en inglés). Su carácter de secta apocalíptica dentro del Islam es frecuentemente pasado por alto, quizás porque se requiere de un conocimiento de la teología musulmana y de las ideas manejadas por el grupo para entender su verdadera naturaleza (Gozalbo, 2015).

La segunda forma emergente señalada por Robert J. Bunker es la “neourbana”. Se trata de la aparición de grupos armados en ciudades ferales (véase “Ciudades ferales, ciudades salvajes”) y en asentamiento informales (slums, favelas, villas miseria...) donde el factor clave no es el elemento ideológico, como la violencia de los grupos de ultraizquierda tras Mayo del 68, sino la aparición de bandas criminales que aprovechan la falta de la presencia del Estado. Bunker señala como ejemplos de ciudades donde encontrar las características de este tipo de insurgencia emergente a Karachi, Río de Janeiro, Lagos y Nairobi (2016: 49).

Uno de los fenómenos asociados a este tipo de insurgencias es la preocupación en las fuerzas armadas estadounidenses por el combate en megaciudades, las ciudades de varios millones de habitantes, considerando las tendencias demográficas del planeta: el aumento de la población urbana (que superó el 50% en 2008), las proyecciones sobre el aumento de las ciudades con varias decenas de millones de habitantes y la concentración del aumento de la población mundial en África y Asia (Pérez, 2018).

Las dos formas de insurgencias que hemos visto son calificadas como emergentes por Robert J. Bunker porque recogen ejemplos y tendencias existentes. Las dos siguientes las califica como insurgencias potenciales, como podría aparecer en el corto o medio plazo.

El primero caso potencial es el de las insurgencias “virtuales”. Bunker se refiere a aquellas que operan única y exclusivamente en el ámbito de las redes de información y no se trata de una organización existente en el ámbito físico operando simultáneamente en el ámbito virtual. Inicialmente sería un fenómeno protagonizado por seres humanos, pero Bunker apunta que en un futuro encontraríamos a inteligencias artificiales llevando a cabo los ataques.

El uso de ciberataques por parte de actores no estatales con fines políticos no es nada novedoso. La iniciativa “Hackitvismo” del grupo de hackers Dead Cow Cult ayudó a popularizar el término en 1999. Poco años después, aparecería el colectivo “Anonymous”. Sin embargo, los fenómenos más relevantes en esta década protagonizados por actores no estatales en Internet han estado relacionados con la ciberdelincuencia, como el robo de datos y el ransomware.

Esto probablemente se deba a que los incentivos económicos sean mucho más poderosos a la hora de atraer talento que los meramente políticos y a que Internet ha sido mucho más un lugar de acción para grupos que operan en el mundo físico que un espacio donde han surgido grupos con una identidad política propia y exclusiva del mundo virtual.

Miembros de Anonymous con máscaras de Guy Fawkes, utilizada por el personaje V (Vi, Ve o Uve, dependiendo el país) de la novela gráfica y película V de Vendetta, de Alan Moore, en Los Ángeles, 10 de febrero de 2008. Autor: Vincent Diamante

El segundo caso potencial es el de las insurgencias apoyadas por China en la nueva era de competencia entre potencias. Se trataría de fuerzas insurgentes que recibirían apoyo de Pekín allí donde haya un gobierno hostil en zonas de competencia entre Occidente y China por recursos, mercados e influencia. El fenómeno sería una repetición de las dinámicas de la vieja Guerra Fría, donde Estados Unidos apoyó a insurgencias que luchaban contra gobiernos aliados del bloque comunista en lugares como Afganistán, Angola y Nicaragua.

Mientras que el bloque comunista apoyó a insurgencias armadas que luchaban contra gobiernos aliados de Occidente como fueron los casos de Zaire, Bolivia y Vietnam del Sur. La lógica de fondo es el alto coste que tendrían los enfrentamientos directos en un mundo globalizado e interconectado, con lo que el enfrentamiento indirecto se convierte en la estrategia más atractiva (véase “Hacia un mundo de guerras subrogadas”).

Por último, como caso aparte tenemos un posible acontecimiento potencial en el largo plazo y que entra dentro del terreno de la especulación. Bunker habla de insurgencias y enfrentamientos entorno a cyborgs. Se refiere a un futuro en el que los avances de biotecnología, inteligencia artificial, implantes, etc. permita a un grupo de seres humanos privilegiados mejorar sus capacidades físicas para crear un mundo de enormes desigualdades. Ese fenómeno nos permitiría hablar de humanos que se han convertido en seres superiores, más allá de lo humano (“transhumanismo”).

Bunker no aclara quién sería el protagonista de las hostilidades, si los privilegiados que aprovecharían sus nuevas capacidades o los desposeídos en esa sociedad altamente desigual. El concepto nos remite a la categoría de insurgencias plutocráticas del presente (véase la segunda parte), en el que señala las capacidades de vivir al margen de la ley que tienen los multimillonarios, moviéndose entre fronteras, estableciendo sus negocios en paraísos fiscales y siendo capaces de influir en los gobiernos gracias a la capacidad de movilización de lobbies que les proporciona su fortuna.

Autor: Iecs

Conclusiones

El trabajo de Rapoport y la síntesis de Bunker son relevantes porque estimulan la imaginación sobre el futuro al que nos encaminamos. Si repasamos las formas de insurgencia y terrorismo que se plantean,  encontramos ideologías que fueron protagonistas del siglo XX y el cambio al presente siglo, como el anarquismo, el comunismo y el salafismo-yihadista. Así que la pregunta relevante obvia es qué clase de ideologías nuevas podrían surgir en las próximas décadas que sean usadas para justificar formas de violencia política.

La categoría de autoritarismo chino de Bunker para hablar de la nueva era de competencia entre potencias no ahonda lo suficiente en la posibilidad de que llegue el día en el que Pekín exporte su modelo político. Mientras tanto, las insurgencias apoyadas por Pekín (y Occidente) podrían encajar en cualquiera de los otros modelos, así que esta categoría podría ser reconsiderada.

Por último, el trabajo de Bunker llama la atención sobre las desigualdades crecientes y potenciales de un planeta en el que vemos cómo multimillonarios viajan al espacio mientras grandes masas de población viven en grandes áreas de viviendas precarias donde el Estado no opera. El descontento con un mundo desigual servirá de combustible para nuevas formas de acción política

REFERENCIAS

BUNKER, Robert J. Old and New Insurgency Forms. Strategic Studies Institute, Carlisle, 2016.

GOZALBO, Manel: “El Califato del fin del mundo”. Sabemos Digital, 6 de junio de 2015.

PÉREZ, Jesús M.: “El futuro urbano de la guerra irregular”. Revista Ejército, nº924. Abril 2018. Páginas 14-22.

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