Las políticas exteriores de España: desde el Govern hasta la Meca
Por Yago Rodríguez
Recuerdo que el director de la revista Ejércitos y yo estuvimos en el Dubai Air Show de 2019, una de las grandes ferias de aeronáutica militar del mundo. Todos los españoles que asistimos nos llevamos una impresión parecida: países como Rusia, Estados Unidos, Ucrania o Italia tenían su propio segmento dentro del evento y dentro de él se encuadraban todas sus compañías. De esta manera compartían gastos, clientela y hacían marca nacional...
Los puestos españoles eran otra cosa. Eran pocos y estaban dispersos e incomunicados, cada empresa hacía las cosas como podía e intentaba sobrevivir. Volveremos sobre esta historia más adelante.

En el pasado más que "política exterior" había reinos, ejércitos y diplomacia, pero con el tiempo estas cuestiones se transformaron y ampliaron sus misiones. Los reinos se convirtieron en Estados y junto a ellos prosperaron grandes empresas y administraciones locales con intereses internacionales propios. Los ejércitos se supeditaron a los ministerios y estos a la "política de defensa", mientras que la diplomacia amplió sus horizontes a través de la cooperación, el poder blando y otras formas de actuar que fueron englobadas por eso que se llama "política exterior".
Como es sabido, la política exterior dejó de ser patrimonio exclusivo de los Estados hace ya varias décadas. El mejor ejemplo son ciertas multinacionales: Compañía de las Indias Orientales, United Fruit Company, Esso, Facebook...
Recordemos como United Fruit Company auspició varios golpes de estado en el Caribe para mantener sus lucrativas ventajas productivas o como la compañía de hidrocarburos Esso es famosa por emplear una suerte de ejército de contratistas para garantizar la seguridad de sus instalaciones en parte de África.
Este fenómeno también es aplicable a otros tipos de actores, como administraciones territoriales (Generalitat de Cataluña), partidos políticos (Partido Popular Europeo), organizaciones no gubernamentales (Amnistía Internacional).

Es cierto que a veces más que una política exterior definida estos actores tienen solo acción exterior. La diferencia es que actuar en el exterior no implica un grado de coherencia o de sistematización. Precisamente los Estados se caracterizan por integrar su acción exterior en el marco de una política exterior de mayor alcance.
Con todo, la explotación económica de ciertos recursos estratégicos, ciertas empresas públicas y privadas, la seguridad y la defensa, la diplomacia y otros elementos, conforman una panoplia firmemente imbricada en el interés de Estado, en el bienestar de un país.
Pensemos en el caso de Indra, que trabaja con software y semiconductores, fabricando desde radares aéreos hasta las máquinas para verificar, fabricar y expedir DNIs. Su trabajo es fundamental en proyectos que afectan a la seguridad (policía), a la defensa (radares de alerta temprana), a la economía (contratos de exportación) y todo esto afecta a nuestro Cuerpo Diplomático: desde unos atentados cometidos por unos terroristas de origen argelino hasta un incidente en el espacio aéreo con Marruecos pasando por la mejora del I+D y de la internacionalización de la economía española.
Naturalmente esta convergencia de intereses y actores dentro y fuera del Estado sucede en todos los países, sin embargo donde estas sinergias funcionan mejor es allá donde el Estado funciona como aglutinante y permite encauzar los esfuerzos de distintos ministerios, administraciones y empresas.
No nos referimos necesariamente a un capitalismo de Estado a la francesa, donde las empresas públicas y el Estado son casi uno solo, pero si al menos a un grado de cooperación más elevada. Por ejemplo, en aquel Dubai Air Show el Departamento de Defensa de Estados Unidos no solo fomentó que empresas de defensa y start-ups estadounidenses entraran en el pabellón "U.S.A.", sino que solicitó a la Fuerza Aérea y a la Marina que enviaran aparatos como el F-22 Raptor o el E-2 Hawkeye para hacer acto de presencia y realizar algunas exhibiciones.
Más allá de eso va la Integrated Review británica de este 2021, donde apuestan por una revisión que analiza las políticas del Foreign Office y del Ministry of Defence como si de un solo corpus político se tratara, a la vez que aboga por una mayor cooperación interdepartamental.
En el caso español todo esto es muy escaso. Sí, el CNI colabora con nuestros embajadores, sí, a veces hay un agregado militar para asesorar al embajador, sí, en ocasiones la ministra de Exteriores y la de Defensa acuden juntas a determinadas reuniones, y posiblemente mantienen llamadas telefónicas, sí, el MINDEF intenta apoyar a nuestras empresas dentro de España y de Europa...

Pero a la vez hay varios ámbitos en los que mejorar. Muchos de los agregados militares son oficiales mayores a punto de jubilarse con una estancia y un interés limitado en su aparente trabajo, un embajador no tiene por qué mover un dedo para ayudar a lograr un contrato de exportación importante para un sector estratégico de nuestra economía, de tal manera que se pasa a depender de la buena voluntad del embajador de turno para que apoye o al menos no torpedee a nuestras propias empresas.
Si dentro del Estado ya hay mucho que mejorar, no digamos cuando abordamos la política exterior de otros entes públicos y privados nacionales. Todas las Comunidades Autónomas han desarrollado algún tipo de acción exterior, si bien el caso catalán destaca por encima del resto. La Generalitat gasta más dinero que el Estado en hacer lobby en Washington D.C. ¿Cómo se explica semejante disparate? Incluso se puede admitir una razonable sospecha sobre el uso que la Generalitat y quienes ocupan su sillón le dan a su "red de embajadas", que fácilmente parecerían una suerte de MAEC (Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación) encubierto.
No en vano, la página de "Exteriors" del Govern se presenta a si misma como un "Ministry for Foreign Action, Institutional Relations and Transparency" con un lenguaje propio de un Estado no de una región. Obviamente no es la única iniciativa de acción exterior que podría surgir de Cataluña, por algo se ha hablado de la Marca Catalunya como diferenciador de la Marca España.

Las empresas españolas en el Dubai Air Show hacían -como expresó durante una entrevista el director de Ejércitos- "la guerra por su cuenta", todo un ejemplo de los problemas de nuestra política exterior, que a veces deja fuera a empresas estratégicas, otras veces consiente actores internos que desvían sus fuerzas y hasta a veces casi reman contra la política exterior estatal, pero sobre todo reina la falta de coordinación entre distintas administraciones.
Podríamos hablar de los gastos en materia de Cooperación que efectúan las CCAA, del poder blando que parece querer usar la Generalitat, de la falta de integración de otras herramientas del Estado o de la acción exterior de Madrid o Barcelona. Sin embargo, con todo lo expuesto nos parece que el problema ya está esbozado.
Solo queda recordar que cuando hemos logrado una mayor integración de las instituciones del Estado y de las empresas nacionales hemos conseguido mejores resultados. Cuando la intervención de Juan Carlos I dio al traste con la jugada de Sarkozy para conseguir el contrato ferroviario de Medina a la Meca, o cuando el Cuerpo Diplomático ayudó a solucionar la crisis diplomática de las "bombas inteligentes" con Riad, que pudo haber salpicado al gigantesco contrato de las corbetas Avante 2200 de Navantia, o cuando el MINDEF y el MAEC actuaron firmemente durante la Crisis de Perejil... Coordinarse permite hacer más con menos y mejor.
La conclusión es clara. Hace falta integración de las administraciones estatales, lo que implica concretar itinerarios, objetivos comunes y mecanismos de coordinación eficaces con otras administraciones territoriales, así como empresas públicas y privadas y cualesquiera otros actores relevantes para España.