Matrículas y diplomacia, el día a día del norte de Kosovo
Tarde de domingo en Kosovo. Tranquilidad. Cotidianeidad. Así lo describen los habitantes de Mitrovica, una ciudad en el norte de la región. Si uno ojea el mapa de la localidad, en el centro de ésta un puente que atraviesa el río Ibar crea una barrera que traspasa el terreno físico y penetra en el psicológico.
Un reflejo o simple pista de la situación en el norte de Kosovo. En una ribera, serbokosovares, en la de enfrente, albanokosovares, la étnica mayoritaria de Kosovo con más del 80% de la población. A una orilla del río banderas serbias, en la contraria, albanesas. Y en medio, una patrulla de los Carabinieri italianos para controlar, desde hace años, la situación. Más al norte de la región, varios camiones crean una crisis diplomática entre Kosovo y Serbia.

En la medianoche del pasado 31 de julio se implementó el nuevo acuerdo por el cual las personas que transcurran a Kosovo con documentos de identidad serbios recibirían un documento expedido por Pristina con una validez de 90 días. En lo referente a los vehículos tendrán que hacer un “pit stop” en la frontera (si Serbia emitió al coche una matrícula para ciudades kosovares de mayoría serbia) para cambiar su placa por las oficiales kosovares.
Esta acción derivó en lo que se conoce como “la crisis de las matrículas”. En la parte serbia las medidas son recíprocas. Ante esta situación, y la recomendación de la Embajada de Estados Unidos en Pristina, el Gobierno de Kosovo decidió aplazar un mes, hasta el 1 de septiembre, la aplicación de la prohibición de documentos y matrículas. Pero esto no es nuevo.
En 2021 el Gobierno de Kosovo instauró la obligación de que los conductores serbios usasen una matrícula provisional de 60 días cada vez que accedieran a su territorio. Acción que provocó en septiembre que los aviones y helicópteros del ejército de Serbia sobrevolasen la línea fronteriza por el aumento de la tensión. Las barricadas y el despliegue de unidades especiales kosovares volvieron a inundar las carreteras y por ende las redes sociales de vídeos de una supuesta “guerra en los Balcanes”. Mientras tanto, la gente se agachaba para poner cinta aislante negra en la matrícula y tapar los símbolos serbios o kosovares.
Desde la independencia unilateral de Kosovo en 2008, las rencillas entre Belgrado y Pristina se han mantenido como algo relativamente habitual. El último roce acabó con camiones de gran tonelaje cruzados en las carreteras y varios tiroteos que, como constató posteriormente la policía kosovar, no se saldaron con ningún herido. Todo ello azuzado con las noticias de la actualidad bélica en el viejo continente tras la invasión rusa de Ucrania, con comparaciones sin sustento entre ambos conflictos y sumándose noticias falsas a la actualidad kosovar.

Ni a Serbia ni a Kosovo les interesa volver a comenzar una guerra, ya que desembocaría en el final de la ya lenta integración europea, en sanciones que dinamitarían la economía y una desestabilización en la región que daría al traste con cualquier proyecto que se haya impulsado desde las diferentes capitales balcánicas desde que llegó la paz a la región. Prueba de ello, como destaca el medio Balkan Insight, es que se reunirán próximamente en Bruselas los mandatarios de Serbia, Aleksandar Vucic, y de Kosovo, Albin Kurti, en el marco de las negociaciones impulsadas por la Unión Europea.
Tras horas de confusión y desinformación, el Gobierno del primer ministro Kurti emitía un comunicado condicionando el aplazamiento de la decisión a la retirada de las barricadas colocadas por los serbokosovares en protesta por la medida. La nota indicaba que la decisión fue tomada tras una reunión con el embajador estadounidense en Kosovo, Jeffrey Hovenier.
Por su parte, el presidente serbio Vucic aseguraba que se encontraban trabajando "en que se calmase la situación". También pidió a los representantes internacionales ayuda para que Kosovo aplazara sus decisiones y continuara con el diálogo para la solución de los problemas. El director de la Oficina del Gobierno serbio para las relaciones con Kosovo, Petar Petkovic, acusó a las autoridades kosovares de fomentar "una crisis muy grave", reconociendo que en el polémico domingo se estuvo, asegura, al borde del “conflicto”.
Más tarde otro actor principal en Kosovo entraba en acción. A las 23:17 de la noche el Twitter de KFOR, la Fuerza Internacional de Seguridad para Kosovo liderada por la OTAN, comunicaba en un escueto tuit, sin ninguna palabra, pero sí una captura de pantalla de un comunicado de prensa, lo siguiente: “La misión KFOR encabezada por la OTAN está monitoreando de cerca y está preparada para intervenir si la estabilidad se ve comprometida, de acuerdo con su mandato, proveniente de la Resolución 1244 de 1999 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.

El mismo comunicado admitía que se mantenía el contacto con los representantes de las organizaciones de seguridad de Kosovo y el jefe de Defensa serbio, y que la OTAN también apoyaba el proceso de normalización entre Pristina y Belgrado a través del diálogo facilitado por la Unión Europea, pidiendo a todas las partes que continuaran las negociaciones. “Es importante que esto continúe. Esto es fundamental para la paz y la seguridad regionales”, sentenciaba el comunicado. Dos días más tarde la normalidad volvió a las carreteras kosovares.
Otro actor importante, como se ve en las históricas negociaciones, es la Unión Europea. Bruselas creó en 2011 una vía de comunicación entre ambas capitales con el fin de solucionar el conflicto congelado y poner las primeras piedras para el camino europeo de Kosovo, abriendo las puertas de los 27 a Belgrado.
Aunque actualmente se encuentra en un periodo de estancamiento, ha servido para realizar avances en materia política y social entre ambas capitales. Uno de los últimos pasos ha sido que una compañía serbia comenzará a distribuir electricidad en el norte de Kosovo (el gobierno de Pristina apenas tiene un control o presencia útil en esa área), regulando su actividad en esta zona.
El candente final del siglo XX
Con la muerte de Josip Broz “Tito” en 1980 el nacionalismo del serbio Slobodan Milosevic se apoderó de la dirección del Estado yugoslavo. Antes de fallecer el mariscal, Kosovo fue reconocido en 1974 como provincia autónoma dentro de Serbia, al igual que Voivodina, pero sin alcanzar el estatus de república como tenían Bosnia y Herzegovina, Croacia, la actual Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia y Eslovenia.

Precisamente Milosevic en el discurso de Gazimestán, pronunciado en 1989 bajo la famosa torre reconstruida en época socialista, azuzó el enfrentamiento entre serbokosovares y albanokosovares en la conmemoración de los 600 años de la batalla de Kosovo (supuso la derrota del Principado de Serbia frente al Imperio otomano que comenzó su extensión por la zona, pero donde murió, según los registros históricos, el único sultán otomano, Murad I, siendo asesinado por el caballero serbio Milos Obilic).
Un año más tarde, y en mitad de una espiral de tensiones étnicas, Serbia anuló oficialmente este reconocimiento de autonomía a Kosovo, disolviendo la cámara legislativa kosovar y ordenando el cese de los directores de todos los medios de comunicación en lengua albanesa. La independencia de Kosovo es exprimida con asiduidad por el sentimiento nacionalista serbio.
Desde que se entra en territorio de Serbia (o incluso zonas fronterizas de Montenegro o Bosnia y Herzegovina), las pintadas o reivindicaciones son continuas respecto a la soberanía de Belgrado sobre Kosovo. En la capital serbia un señor con una pancarta anclada a una farola reivindica a diario a través de charlas la posesión serbia de Kosovo. A su izquierda, el ministerio de Defensa yugoslavo con las cicatrices aún visibles del bombardeo de la OTAN, a su derecha la frase en inglés en una gran pancarta atada a unos árboles “Serbia sin Kosovo sería como un humano sin corazón”.
En otro punto de la capital serbia una acampada se cuela frente a la estampa del parlamento. Si en el año 2000 una excavadora impactaba en la fachada para derrocar al régimen de Milosevic, en 2022 varios hombres acampan día y noche, ayudados de cerveza, y con pancartas del mapa de Serbia incluyendo a Kosovo y banderas de Rusia enlazadas con la serbia.
Kosovo, en el pensamiento serbio, es considerado como uno de los pilares de su historia y lugar de fundación de la iglesia ortodoxa serbia. En mitad del revuelo causado por esta crisis, Bozidar Delic, comandante retirado del ejército yugoslavo que estuvo al frente de una brigada implicada en ataques contra aldeas albanesas en Kosovo, fue designado como uno de los siete vicepresidentes del parlamento serbio.
En 1999, con la guerra dinamitando cualquier resquicio del ejemplar Estado multiétnico que había sido Yugoslavia a mediados del siglo XX, y tras decenas de miles de muertos y centenares de miles de refugiados, la OTAN se desplegó en Kosovo con 50.000 soldados en la misión KFOR, en la que durante algunos años participó Rusia. La intervención se hacía necesaria por las acciones terroristas del Ejército de Liberación de Kosovo (partidarios de una unión con Albania en lo que se consideraba la Gran Albania) y por la persecución sistemática del régimen de Milosevic a la etnia albanesa, traducido en masacres y fosas comunes.
Debido a la falta de acuerdo entre las partes enfrentadas, la OTAN intervino en el conflicto con los históricos y polémicos bombardeos a Yugoslavia (contra la sede de la radiotelevisión estatal serbia, que causó la muerte de 16 civiles y que Amnistía Internacional calificó de "crimen de guerra", contra el puente ferroviario de Grdelica y la Embajada china en Belgrado) para frenar la limpieza étnica y por ende el éxodo de la población albanesa.
Cuando la contienda llegó a su final, el territorio quedó bajo la administración de la ONU. En febrero de 2008 Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia, que ha sido reconocida por más de 90 Estados entre los que no se encuentran, por ejemplo, Rusia, Ucrania, España, India, Marruecos, Grecia o Cuba.

Washington tiene un poder clave en Kosovo. No por albergar Camp Bondsteel (una de las principales bases militares en el extranjero de los Estados Unidos), sino por ser el país que más hincapié hizo en la independencia del Kosovo, de ahí que en las calles de Pristina se vean estatuas del expresidente Bill Clinton, murales con su rostro o un bulevar que también lleva su nombre.
Nuevo horizonte en Kosovo
La inestabilidad política es un fenómeno en auge en Europa y la región de Kosovo no queda exenta. La estadística es clara: los gobiernos kosovares no duran más de una media de dos años. La convocatoria electoral en febrero de 2021 que llevó a Kurti al poder se inició en diciembre de 2020 ante la decisión del Tribunal Constitucional de Kosovo de señalar como ilegítimo el nombramiento de la coalición liderada por Avdullah Hoti, del partido Liga Democrática de Kosovo, debido a que un voto clave de un diputado era ilegal al poseer antecedentes penales en los últimos tres años.
Pero Hoti llegó al poder por la moción de censura lanzada contra el actual presidente Kurti, del partido Vetevendosje (Autodeterminación), tras 51 días en el cargo después de las elecciones de octubre del 2019. Los comicios fueron históricos por dejar de lado a los partidos de la vieja guardia.
A finales de 2020 se fue fraguando la dupla del partido nacionalista de izquierdas. El exguerrillero Hashim Thaci dimitió como presidente al ser detenido y acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad en la guerra kosovar por el Tribunal Especial para Kosovo. Vjosa Osmani, nacida en Mitrovica, perteneciente a Vetevendosje, ocupó el cargo tras ser elegida.
El presidente Albin Kurti se labró su popularidad en las calles a través de manifestaciones contra el régimen de Milosevic y la represión que ejercía contra la mayoría albanesa de Kosovo a finales de la década de los 90, costándole varios años de cárcel y ganándose el apodo del “Che Guevara de Kosovo”.

Kurti fue detenido en 2015 por arrojar gas lacrimógeno contra el Parlamento cuando se iba a firmar un nuevo acuerdo que trastocaba el sistema fronterizo con Montenegro y dotaba de más autonomía a los municipios con mayoría serbia. Debido a este incidente puede ser primer ministro, pero no diputado. Tras este historial los votantes de Kurti no esperan que se acongoje frente a Vucic, por ello buscan en él un posicionamiento feroz y convencido.
Las barricadas son algo cotidiano en la vida de los habitantes del norte de Kosovo cuando la crispación política se desboca. Carreteras, cruces fronterizos e incluso el famoso puente en Mitrovica se vio afectado por estos cortes.
Desde una excavadora levantando el pavimento hasta unas macetas con flores separaban las dos partes de una ciudad que es el reflejo de la división étnica que aún existe en Kosovo y que parte de las nuevas generaciones pretende dejar atrás al cruzar los puentes que unen a albanokosovares y serbokosovares.
Como información adicional, a principios de agosto se celebró el festival de cine Dokufest en la sureña ciudad de Prizren, sin barricadas ni tambores de guerra. El futuro de ambas regiones apunta más a la paz y al entendimiento que a la guerra.