Medio de comunicación independiente

Por Iván López Miralles

El pasado lunes 9 de noviembre de 2020, fue el Aniversario de la caída del Muro de Berlín.

Dos sistemas económicos. Dos visiones culturales. Dos pueblos con tradiciones e influencias contrapuestas. Hace unos días se cumplía el aniversario de la caída del Muro de Berlín, uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia reciente que ponía fin a una etapa de segregación.

Con las heridas todavía abiertas derivadas de la Segunda Guerra Mundial, daba comienzo un reto económico sin precedentes que pondría en jaque a todas las autoridades económicas del momento; con la reverberación de una inquietante pregunta: ¿Cómo unificamos dos sistemas monetarios completamente distintos?

Pongámonos en situación. La Unión Soviética ha caído y por ende ha colapsado una forma de entender el orden internacional, llevándose por delante sus aspiraciones de posicionarse como una potencia global sin precedentes. En este marco caótico, Alemania se enfrenta a una doble disyuntiva. Por una parte, tenemos a la República Federal Alemana, modelo occidental con influencias de las potencias vencedoras de la Guerra caracterizada por una economía de mercado que, dentro del contexto internacional, podríamos considerarla como una potencia con capacidad para influir en el orden económico internacional.

En contraposición, la República Democrática Alemana, con influencia soviética y caracterizada por una economía planificada que distaba mucho de ser considerada una potencia económica, con escasa capacidad para marcar la pauta en los mercados internacionales.

Los problemas, sin embargo, no tardarían en aparecer. En primer lugar, en el ámbito monetario tenemos dos monedas completamente distintas. Por un lado, el marco de la República Federal, y por otro, el marco de la República Democrática. Sin embargo, éste último no es divisa, es decir, no se encuentra cotizando en los mercados internacionales de manera que, a priori, las autoridades económicas no poseían ningún instrumento que les permitiera cuantificar cuánto vale una moneda respecto a la otra.

Es en este punto dónde surge el concepto de paridad de poder adquisitivo. Este término económico hace referencia a la equivalencia que existe a largo plazo entre dos monedas y los precios de las economías a las que pertenecen esas monedas. Éste fue el instrumento que planteó el Bundesbank, lo cual les permitiría obtener la valoración de ambas monedas. El procedimiento sería muy sencillo: se cogería esa masa monetaria y se convertiría a la nueva moneda, reduciendo al mínimo la distorsión y manteniendo la capacidad de compra de los consumidores.

¿Dónde está el problema entonces? El Bundesbank parecía haber dado con la tecla y tenía un plan de acción coherente que iba a intentar mantener a toda costa la estabilidad de precios. Lo que nadie tenía en mente era que el gobierno alemán hiciese caso omiso a la propuesta del banco y llevase a cabo una estrategia completamente distinta: un tipo de cambio 1 a 1.

Esta situación es fácilmente visible con un ejemplo: pongamos la situación de que un determinado ciudadano de la República Democrática posee 100 marcos de su país del este y, como consecuencia de la unificación con un tipo de cambio 1 a 1, esos 100 marcos del este se le convierten en 100 marcos de la Alemania Occidental. ¿Resultado? Han ganado poder adquisitivo. El tipo de cambio 1 a 1 es conocido también como tipo de cambio ficticio, es decir, provoca un incremento repentino de la demanda.

Foto: Helmut Kohl, considerado el padre de la reunificación alemana.

Ahora nos podríamos preguntar, ¿y cuál fue la respuesta del Bundesbank?, no podía quedarse de brazos cruzados. Evidentemente no lo hizo, y utilizó una de las herramientas anti inflacionistas más populares, una subida de los tipos de interés. Sin embargo esta medida no quedaría exenta de consecuencias en el medio/largo plazo y sería la responsable de la crisis de divisas que se producirá en la primera mitad de la década de los 90.

El colapso del bloque soviético propició la unificación y reestructuración económica de un país que en la actualidad se consolida no solo como motor económico de la Unión Europea, sino como una potencia global capaz de marcar con sus acciones y decisiones la agenda internacional.

Foto: Karl Otto Pöhl, presidente del Bundesbank hasta 1991, cuando dimitió por sus contradicciones con el proyecto monetario de unificación.

Un país que ha sufrido hasta la extenuación desde las sanciones por reparaciones de la Primera Guerra Mundial, lo que le llevó a un récord de inflación en tiempos de paz con una variación interanual de los precios de 10.000.000 %, hasta el agotamiento y hambrunas de la población alemana posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

El análisis de la historia reciente permite no tropezar dos veces en la misma piedra. Las consecuencias económicas posteriores a la Unificación Alemana no sólo provocaron la crisis de divisas de la década de los 90, sino que aplazó uno de los proyectos más importantes en el cual el cooperativismo y la ambición por una meta común se unieron con el objetivo de establecer una moneda única, el euro.

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