Oakland Port, las infraestructuras de Estados Unidos, en el ojo del huracán
Por Yago Rodríguez
Aguas cristalinas, oleaje espumoso deslizándose suavemente sobre las playas, decenas de veleros moteando la bahía y la ciudad de San Francisco en el horizonte... Y ante este bucólico paisaje se yergue el puerto de Oakland, que significa -literalmente- "Robledal", el principal puerto exportador de la costa oeste de la primera potencia mundial, la joya de los Estados Unidos de América en el Pacífico. Efectivamente, Oakland importa y exporta aproximadamente un 50% de las mercancías que gestiona.

En plena década de 2020 Oakland está en ebullición, igual que lo está toda la región del Indo-Pacífico que empieza en India y concluye a las puertas de Robledal. Y es que las mayores potencias del mundo se dan cita en este enorme estadio en el que China y Estados Unidos se disputan la hegemonía de la humanidad desde sus mismísimos puertos y centros productivos, hasta sus respectivas marinas de guerra.
Es en medio de esta vorágine donde se encuentra Oakland, que como nodo logístico de EEUU se convierte en un espejo de los retos -y de las esperanzas- de la primera potencia mundial para mantener su músculo geopolítico.

El puerto ha movido de 2,3 a 2,4 millones de contenedores estandarizados en los últimos 2 años, y de sus instalaciones dependen decenas de miles de puestos de trabajo directos e indirectos en California, además de que sus mercaderías impactan en la vida de más de un millón de personas en Estados Unidos.
Que Oakland sea uno de los escasos puertos exportadores de EEUU no es casualidad... Los vientos y la evaporacion de agua en la frontera del océano Pacífico generan un particular microclima en la línea costera californiana, penetrándola y humedeciéndola, creando un paisaje de campos fértiles y árboles frutales.

La huerta californiana cuenta con viñedos, nogales, limoneros, pepinos y muchos otros productos que el mercado asiático devora.
Sin embargo, Oakland, al igual que el resto de las infraestructuras de Estados Unidos pasa por una fase de reorientación crítica, una fase que decidirá el futuro de sus infraestucturas y de la competición contra una China que acaba de modernizar todo su parque logístico.
El gran reto
Como nos explica una de las intendentes del puerto, el grueso de las infraestructuras elementales de Oakland fueron construidas en la década de 1960 -como sucede con casi todas las autovías y puentes de Estados Unidos- así que existe la necesidad de seguir modernizando un puerto que tiene terminales muy modernas, pero otras algo anticuadas.
Como nota simbólica, algunas de las mayores grúas del puerto fueron construidas en la década de 1990 en las acerías y bureaus de diseño de las compañías chinas, cuando Pekín y Washington aún gozaban de unas excelentes relaciones bilaterales.
En estos momentos sólo el 10% del tráfico del Robledal cruza el canal de Panamá y se dirige al Atlántico, ya que casi todos los buques ponen rumbo al Atlántico Norte, a Europa, prácticamente ignorando África, para disgusto de los periodistas ghaneses que se quejan del abandono del África occidental, puesto que se encuentra sola a expensas de la influencia de China.

La mitad de los productos de la huerta californiana que parten de Oakland se dirigen a Japón y Corea del Sur, mientras que China ocupa más de un 10% de las exportaciones, aunque la importancia de esta última ha decrecido paulatinamente a medida que se ha agravado la guerra comercial.
Hasta hacía no tanto, la RPC constituía un destino preferente para el puerto de Oakland, cuyos buques surcaban el Pacífico con rumbo a Hong Kong o Macao cargados de desechos, acero reciclado, microelectrónica... Hoy, en cambio, las tarifas introducidas por las autoridades chinas y la pandemia afectan de lleno a Oakland.
Efectivamente, las consecuencias de la pandemia aún se dejan sentir en los puertos norteamericanos. Para empezar, justo antes del coronavirus, Oakland había llegado a gestionar hasta 2,5 millones de contenedores anuales, mientras que en los últimos dos años esa cifra no supera los 2,3-2,4 millones. Además, los hábitos del consumidor se han alterado y en estos momentos los almacenes están a rebosar de mercancías que no se consumen.
Un mercado que no mantiene su crecimiento, infraestructuras necesitadas de inversión, guerra comercial con China... Los retos son múltiples y justo por ello las autoridades están tomando la iniciativa a todos los niveles para modernizar Oakland.
En busca de soluciones
Para asegurar las inversiones que permitan modernizar el puerto hay una llave mágica: el puerto verde, the "Zero Emissions Seaport".
La portavoz del puerto, Marilyn Sandifur, nos explicó que, en su estricta opinión, el consumidor del futuro estará tan concienciado que deseará saber cuál es la cadena logística seguida por los productos que consume. Así que constituir un puerto "cero emisiones", bien podría convertirse en un factor atractivo para las empresas, a lo que nosotros añadimos que esta clase de políticas quizás se vean premiadas en el futuro por distintas medidas gubernamentales.

Lejos de ser mero marketing institucional, liderar la inversión en las nuevas formas de energía asociadas a las energías limpias se percibe como una herramienta de posicionamiento institucional y de avance económico que de paso justifica la inversión en modenizar Oakland.
Sobre 33 grúas construidas y una en construcción, el puerto de Oakland ha establecido 16 enchufes que permiten a los buques mercantes apagar sus motores de combustión y conectarse a la corriente eléctrica californiana, ahorrando así muchos litros de combustible -y de emisiones-.
Este y otros proyectos han permitido que Oakland obtenga financiación de diversos programas públicos regionales y federales por un monto superior a los 455 millones de dólares entre 2021 y 2023, todo lo que se usará para reparar diversas gradas, mejorar la conexión ferroviaria de "Union Pacific Railways" que llega hasta los embarcaderos...
Danny Wan -de origen taiwanés- actual jefe de la compañía pública que gestiona el puerto lo tiene claro "Esta inversión la tiene que hacer el sector público". La cantidad de dinero que debe ser comprometido y los resultados a muy largo plazo hacen inviable que el sector privado lidere esta clase de inversiones.

La importancia del sector público en materia de infraestructuras va más allá de lo aparente. Por ejemplo, la draga del lecho portuario que se debe efectuar anualmente, los estudios de ampliación de los canales o las zonas de giro corren a cargo del Cuerpo de Ingenieros del U.S. Army, el ejército de tierra.

Sin embargo, Wan afirma que el grueso de ese gasto irá destinado a ciertas empresas (a menudo tecnológicas).
De hecho, entre sus prioridades el gerente confirma que el almacenamiento de energía bien mediante baterías eléctricas, bien mediante pilas de hidrógeno es el gran dilema al que se enfrentan las autoridades portuarias, ya que dichas tecnologías aún no están del todo maduras, y no está claro cuál de ellas prevalecerá en el futuro.
Al parecer, en California la potencia de generación es incluso superior a los picos de consumo diurnos, pero no así en los nocturnos, cuando la energía solar no está disponible y se dispara el uso eléctrico, problema similar al que enfrenta la política energética del grueso de los países desarrollados.
El otro gran proyecto de las autoridades portuarias probablemente tendrá que ver con la gestión de la información:
"Durante la pandemia mundial se produjeron cambios constantes en la cadena de suministros para los que nuestros sistemas de gestión no estaban preparados. El problema esencial es poner en comunicación a puertos, navieras y propietarios de las mercancías para compartir y unificar la información."
Danny Wan y su equipo han visitado puertos como el de Rotterdam para conocer sus sistemas de gestión y, quizás, imitarlos. En este sentido parece que el asunto no solo es conseguir puertos "verdes", sino también puertos "inteligentes".
Un futuro por descubrir
El día a día de las autoridades del Robledal consiste en recorrer innumerables países, invitar a las compañías a desembarcar en sus puertos y ofrecer grúas y terminales a distintos operadores, con todo, más allá de esta frenética "diplomacia portuaria" los planes de Oakland dependen de los planes gubernamentales e internacionales al más alto nivel.
La estandarización de los enchufes para los buques mercantes, el abaratamiento de la producción de hidrógeno o de las baterías eléctricas, los tratados comerciales, las guerras comerciales o los hábitos del consumidor post-pandemia, son todos ellos asuntos que le quedan demasiado grandes a un puerto, por enorme que sea.
Sin embargo, en Estados Unidos la autoridades portuarias parecen tener claro el camino a seguir a largo plazo: el puerto "verde e inteligente", iniciado gracias a la inversión pública y materializado gracias al potente sector privado californiano.