Oriente Medio y el fin del policía global
El núcleo de las principales dinámicas que sacuden a Oriente Medio no ha variado desde los años 80 e incluso no ha hecho más que acentuarse:
– Una competición entre dos potencias antagónicas, Arabia Saudita e Irán, que tiene su espejo en la polarización suní-chií.
– Una región incapaz de lograr el crecimiento económico que podría garantizar alguna estabilidad.
-Problemas políticos internos irresueltos y auge del fenómeno yihadista.
Pero sí hay algo que ha variado: el papel de las grandes potencias ajenas a la región.

Barack Obama colocó en un segundo plano a OM en favor del eje Asia-Pacífico, ya que acertadamente su nación debía embarcarse en una competición mucho más importante para sus intereses con China.
El desinterés americano se materializó en el verano de 2013, cuando el uso por parte del régimen de Assad de armas químicas, o sea, de armas de destrucción masiva, en última instancia no conllevó ninguna clase de castigo militar. Obama quería desentenderse.

Pero la emergencia del Dáesh, el hundimiento del precario estado iraquí y el peso político de todo esto en la política interna de Estados Unidos pesaron mucho. El país se había pasado más de una década combatiendo y todo parecía un tremendo esfuerzo inútil que para colmo había abierto las puertas de par en par a la influencia de Irán.
El interés estratégico de OM para EEUU es diverso, aunque hoy día se puede reducir a los hidrocarburos y a la seguridad.
Respecto a los primeros, por mucho que Washington haya logrado la autarquía convirtiéndose en el primer productor mundial y a pesar de la novedad de los coches eléctricos, el petróleo y el gas siguen siendo fundamentales para la economía mundial, y así seguirá siendo durante décadas, aunque vayan a menos.
Desde el punto de vista de la seguridad, se trata de combatir el cáncer del yihadismo, que si se le da la oportunidad ha sido capaz de construir verdaderos estados capaces de echar por tierra la delicada estructura de los países existentes en la región.
Pero en el pasado OM era mucho más, era un escenario en el que el policía global se erigía como el poder ejecutivo, bien que a veces arbitrario, de los principios del Derecho Internacional. Estados Unidos establecía líneas rojas y dejaba muy claro que apoyar al terrorismo yihadista o preparar programas nucleares eran cosas que no se podían consentir. Nadie disentía mientras su superioridad militar y su poderío económico no tenían competidor.
Pero el policía ya no lo puede ser como antes. Ahora la potencia china representa un competidor económico, y a la larga militar, que cada día es más fuerte. Estados Unidos ha tenido que priorizar y su compromiso con OM es ahora mucho más limitado.
Ante esta tesitura las líneas rojas, ya pisoteadas por Assad o la mera audacia de otras potencias, hacen que el poder disuasorio del otrora policía ya no sea el de una especie de poder coercitivo omnipresente, a lo que se suma el enfrentamiento innecesario con Rusia o las políticas erráticas de Erdogan.
Irán no tiene ningún problema en proporcionar misiles a los hutíes y Estados Unidos no se ha tomado en serio el problema de Riad en este asunto, al igual que no ha existido una respuesta directa a los ataques contra refinerías sauditas, si bien EEUU ha enviado sus unidades antiaéreas.

Irán, cuya influencia está por todo el gobierno iraquí, ha tocado hueso este enero cuando se ha permitido ataques de mortero y asaltos de los manifestantes contra la embajada de EEUU en Bagdad, a falta únicamente de que éste expulse legalmente a las tropas americanas.
Otros países de la región siguen confiando en el poderío estadounidense, pero empiezan a buscar alternativas. Por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos ha apoyado la creación de una base naval de liderazgo europeo en su territorio, mientras que Qatar ha aceptado el despliegue de tropas turcas en el propio.
Yendo un poco más allá de OM, Pakistán mira cada vez más a China, cosa que en otro tiempo no fue así, mientras que en Afganistán a la debacle del Estado se une también la creciente penetración china.
El único país donde Washington gana puntos, y solo tímidamente, es en Argelia y Marruecos.
Por lo tanto, viendo el panorama parece claro que los tiempos del policía global se han acabado en OM y eso está incentivando la audacia de todos los actores regionales, si bien se sigue manteniendo cierta «disuasión esencial» estadounidense.
Washington está erosionado, la confianza está minada y, aunque aún conserva una parte muy importante de su influencia regional, no es impensable que se centre en ciertos viejos aliados y sea incapaz de ir mucho más allá.
Dicho esto, como reflexión final, creemos que a la administración Trump y las venideras les convendría diseñar una nueva herramienta coercitiva relativamente «barata» para generar disuasión mediante acciones ofensivas que no obliguen a grandes despliegues permanentes. Los bombardeos contra la base aérea siria de Sheteytat, la operación Dorado Canyon o el uso de los drones en Yemen y Afganistán podrían ser puntos de partida interesantes para un diseño tal.
¿Quieres aprender más sobre geopolítica y Oriente Medio? La revista Ejércitos lanzará su número especial el próximo 1 de mayo. Adelantaté y adquiere la suscripción de esta oferta especial por 24,95 € por todo un año.