Medio de comunicación independiente

Por Yago Rodríguez

El objeto de este artículo es recorrer una parte de las interrelaciones y tiranteces que afectan a la política exterior de Estados Unidos en la Guerra de Ucrania debido al orden político de Oriente Próximo.

Tal y como reza el mantra, en un mundo interdependiente las crisis que suceden en lugares lejanos terminan por afectarnos, generando así un tapiz de intereses interconectados que en caso de conflicto se entrelazan -y se lastran- como un grillete a un náufrago. Este es el caso de Ucrania, la Guerra de Yemen y el acuerdo nuclear con Irán.

Largamente olvidada en Europa como una de esas guerras interminables de Oriente Próximo, el conflicto de Yemen ha movilizado a la política interna de Emiratos Árabes Unidos, quien instauró la 'mili' para satisfacer las necesidades militares. Yemen también movilizó a la todopoderosa diplomacia saudita, que logró hilvanar la potente coalición árabe que desde Sudán hasta Marruecos y desde Egipto hasta Qatar se unió a la guerra.

La guerra en Yemen, con las batallas en Midi, Hodeida, Adén, Marib o Taiz, demuestra que, lejos de ser un pequeño conflicto local, se trata una pugna con ecos en toda la la región y potencialmente en todo el mundo.

Gracias a Irán y al control de ciertas unidades de la Guardia Republicana de Yemen, los hutíes han tenido acceso a armamento sofisticado, incluyendo misiles balísticos de corto y/o medio alcance, drones suicida, misiles antibuque de origen chino-iraní C-801 y minas navales.

Este arsenal de importancia potencialmente estratégica ha permitido a los hutíes hostigar el tráfico mercante que transcurre en el eje Mar Mediterráneo-Mar Rojo-Océano Índico, a través del estrecho de Bab el Mandeb. Y es que por Bab el Mandeb se exportan hasta 6,2 millones de barriles diarios, en lo que constituye un 9% del petróleo exportado por vía marítima a nivel mundial.

Localización del estrecho Bab el-Mandeb.

De hecho, los abordajes y ataques hutíes contra buques de guerra y buques mercantes han sido una constante desde que la guerra estalló en 2015 entre los hutíes, Salé y la coalición árabe, por no hablar de otros hechos peligrosos como la situación del Safer.

Más preocupante aún es la guerra de los misiles, una derivada estratégica del conflicto yemení. Los hutíes han recurrido al uso de armas de largo alcance para bombardear el corazón de Arabia Saudita y, en menor medida el de Emiratos Árabes Unidos, llegando a atacar en numerosas ocasiones los complejos petroquímicos saudíes.

De todos ellos el más famoso fue el que en septiembre de 2019 afectó a las instalaciones de Abqaiq y provocó que de un día para otro Arabia Saudita pasara de producir casi 10 millones de barriles diarios a apenas 4,3, una disminución del 57%.

Producción de barriles diarios en millones por país. Vía Reuters.

El más reciente de estos ataques se produjo el pasado viernes y afectó a una serie de depósitos de combustible en la ciudad portuaria de Yeda.

Todo lo expuesto hasta el momento permitirá a cualquier analista ser consciente de que el precio del gas y del petróleo en plena Guerra de Ucrania puede verse condicionado también por los hechos de armas acaecidos en la península arábiga. Pero no acaban aquí los riesgos.

Cuando Rusia intervino militarmente en Siria "abofeteó" al hegemón regional turco, quien contempló a las tropas de Moscú con suspicacia.

Desde entonces Rusia adoptó las siguientes medidas:

  • Recuperación de la base naval de Tartús.
  • Creación de una fuerza expedicionaria y de fuerzas mercenarias en Siria, incluyendo un componente aéreo y otro terrestre.
  • Programa de rearme del Ejército Árabe Sirio.
  • Programa de reorganización del Ejército Árabe Sirio, especialmente a través del V Cuerpo de Ejército.

Asimismo, a medida que los grupos rebeldes fueron derrotados, las monarquías árabes vieron en Basar al Asad la opción menos mala para mantener cierta influencia sobre el país y para evitar que Basar quedara expuesto a las presiones de Irán.

El presidente ruso, Vladimir Putin, con el presidente de la República Árabe Siria, Bashar al-Assad, 17 de mayo de 2018. Fuente: Kremlin.ru

Efectivamente, en un Oriente Próximo dividido entre el eje turco-qatarí, el eje árabe y el eje iraní, para países como Emiratos era fundamental ejercer de contrapeso y evitar la absoluta influencia de Teherán.

El papel emiratí es especialmente relevante debido a los Acuerdos de Abraham que sellan la asociación Tel Aviv-Abu Dabi-Washington y que tienen derivadas en Baréin, Marruecos, Sudán o Arabia Saudita.

Sin embargo, en el marco de la pugna regional, Emiratos no ha dudado en diversificar y maniobrar diplomáticamente respecto a Rusia. A cambio de la permisividad emiratí con los negocios y visados rusos, EAU puede influir en la política rusa de Siria como contrapeso a Irán.

En realidad, Damasco y Abu Dabi llevaban tiempo aproximándose diplomáticamente, y de hecho los emiratíes han querido romper la política de aislamiento contra Siria para utilizar su política de inversiones en detrimento de la influencia iraní.

Es en este contexto de guerras en Ucrania y Yemen que debemos enmarcar un último hito, a saber la visita de Estado que Basar al Asad ha realizado en EAU, visitando al príncipe heredero, al jeque de Dubai y a otras figuras políticas clave del país.

La importante visita remarca el carácter independiente de la activa política exterior emiratí y puede ser la antesala de futuras inversiones en un país devastado por la guerra y por las sanciones. En cierto sentido quizás ha llegado la hora de reconsiderar el papel de Asad, no en vano ya han pasado 11 años desde que comenzó la guerra y casi 6 desde que concluyó la batalla de Alepo.

En todo caso, la decisión emiratí se produjo en contra de los deseos estadounidenses quienes declararon: "Instamos a los Estados que están considerando la posibilidad de comprometerse con el régimen de Assad a sopesar cuidadosamente las horribles atrocidades realizadas por el régimen a los sirios durante la última década".

Sin embargo, la decisión de Emiratos no ha impedido que el país sea recibido en la histórica cumbre auspiciada por Israel junto a Estados Unidos, en la que ha estado presente el secretario de Estado Anthony Blinken.

En realidad, la actitud emiratí -y saudita- está justificada por ciertos hechos, como la no entrega de los prometidos aviones de combate F-35 tras los Acuerdos de Abraham o la política de Biden hacia Yemen.

Y es que sobre Yemen se cierra nuevamente este círculo interminable de intereses. Uno de los principales objetivos de política exterior de Joe Biden fue lograr la paz en la Guerra de Yemen, para ello nombraron a un enviado especial -Tim Lenderking- quien se coligó con el enviado especial del secretario-general de la ONU -Hans Grundberg- para tratar de forzar el acuerdo.

Asimismo, la administración Biden reconsideró la inclusión de los hutíes en la lista de grupos terroristas, a fin de ofrecer un gesto negociador a Saná.

Las decisiones anteriores podrían haber tenido éxito de no ser porque se tomaron sin consultar con los socios árabes, fueron consideradas como una suerte de injerencia estadounidense en un asunto eminentemente árabe y, en última instancia, han culminado con los bombardeos hutíes sobre Arabia Saudita, el recrudecimiento de la batalla de Marib y los ataques terroristas contra Abu Dabi.

Así pues acabamos donde empezamos, en Yemen.

La conclusión es sencilla, la red de aliados y socios de Estados Unidos es flexible pero impone costes a las políticas de Washington, que no puede evitar que ciertos errores e incoherencias tengan ecos en el conflicto de Ucrania y que sumen sus efectos perjudiciales a los de dicha guerra.

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