Polonia ante la crisis bielorrusa, parte 1/2
Por Ángel López Peiró
Las elecciones presidenciales en Bielorrusia, la llamada ‘última dictadura de Europa’, cuyo recuento se completó el pasado domingo 9 de agosto, han desatado una auténtica tormenta sociopolítica en el país, tras revalidar su puesto el presidente incumbente desde 1994, Aleksander Lukashenko.
Esta crisis se sigue con mucha atención al otro lado de la frontera en la UE. Las protestas callejeras de gran parte de la sociedad civil ante el evidente fraude electoral que llevó al actual presidente a una victoria con un 80 % de los votos fueron sofocadas con violencia por parte de las fuerzas del orden, los OMON, con un fallecido y numerosos heridos, así como numerosos detenidos, entre los que se encontraba un polaco.

Las protestas, sin embargo, no terminaron y se prolongan por décimo día consecutivo. Se habla ya de la mayor movilización en la historia del país. Esta revuelta ha sido ya denominada por algunos, como “la Revolución de los Anti-Cucarachas”, un término inventado por el analista de Foreign Policy Vitali Shkliarov.
La crisis política bielorrusa empezó ya con el registro de los candidatos a la presidencia y el favorecimiento por parte del gobierno del voto adelantado por correo, aprovechando la excusa de la pandemia. Las candidaturas de los líderes de la oposición con más potencial intención de voto, la de Viktar Babaryka y la de Valery Tsepkalo, fueron canceladas por la comisión electoral.
La del empresario Barbaryka, que fue detenido en junio y es considerado un preso político por Amnistía Internacional, fue rechazada supuestamente por una declaración de la renta fraudulenta y la recepción de fondos por parte de una nación extranjera. La del diplomático y emprendedor Tsepkalo fue cancelada por supuestamente no tener las 100.000 firmas válidas necesarias para presentar su candidatura, aunque presentó 160.000 firmas.
Otro de los que no se pudo presentar a pesar de contar con los apoyos necesarios fue Siarhei Tsikhanouski, un famoso bloguero, youtuber y activista por las libertades en Bielorrusia, contrario al régimen de Lukashenko. En mayo de 2020 fue detenido tras anunciar su intención de concurrir a las elecciones presidenciales, pero su mujer Svetlana se ha convertido de forma accidental en la líder de la oposición bielorrusa. La suya era una de las cinco candidaturas aprobadas por la comisión electoral.

Al no poder presentarse Barbaryka y Tsepkalo, Svetlana Tikhanovskaya, profesora de inglés, se convirtió de forma inesperada en el principal referente de la oposición, y a su candidatura se unieron otras dos mujeres con gran fuerza política en el país, Maria Kalesnikava, coordinadora de la campaña de Barbaryka y Veranika Tsapkala, la mujer de Valery Tsepkalo. Este último, temiendo por su propia seguridad, escapó a Rusia el 24 de julio con sus hijos, a los que se unió Veranika el fin de semana de las elecciones.
No estamos ante un nuevo Maidán
Una revolución al estilo del Maidán ucraniano de 2014 con intervención occidental y rusa sobre el terreno es poco probable. De momento las protestas y las reacciones de las fuerzas del orden tampoco han evolucionado a una situación de violencia comparable con la de Kiev hace seis años y medio.
Además de la mayor prioridad de la crisis del coronavirus en el mundo occidental, hay que tener en cuenta también que en Bielorrusia no existe un movimiento político fuerte que aspire a la entrada del país en la UE, la OTAN y otras esferas del mundo occidental como era el caso de Ucrania. En Bielorrusia se trata más de una lucha por tener una verdadera democracia y las libertades sociopolíticas que la ambición de entrar en la zona de influencia occidental o la UE.
La mayoría de las analistas comparten que Lukashenko estaba llevado una nueva política exterior en los últimos meses más alejada de Putin, pero tampoco se puede decir que haya intentado liberarse de la influencia rusa. Probablemente es consciente que eso es realmente difícil. Incluso en varios medios aparecieron informaciones a finales de 2019 asegurando que Rusia habría iniciado conversaciones con el gobierno de Lukashenko para una eventual integración de Bielorussia en la Federación rusa.

Foreign Policy publicaba este lunes 17 de agosto que el presidente bielorruso ya habría considerado la opción de usar el ejército ruso para ‘pacificar’ el país y Rusia habría mostrado su buena disposición hacia tal posibilidad, aunque el gobierno de Putin lo negaba el pasado lunes con rotundidad.
Sin embargo, una intervención militar rusa para controlar la situación en la Rusia Blanca parece poco probable ahora mismo, menos todavía una anexión de territorios como ocurrió en el caso de Crimea. Por una parte, Rusia no podría permitirse nuevas sanciones económicas por parte del mundo occidental. Por otra parte, Minsk, pese a ser muy importante para Moscú no es Sevastopol, es decir no tiene la importancia estratégica de un puerto y base militar naval.
Mucho más probables son operaciones encubiertas de la inteligencia rusa y campañas de desinformación originarias de Moscú para influenciar el devenir político del país en las próximas semanas. De hecho, todo parece indicar que estas ya se produjeron antes de las elecciones.

El pasado 29 de julio fueron detenidos 33 mercenarios ruso de la empresa de seguridad Wagner Group contratada por el Kremlin. Su objetivo en territorio bielorruso era probablemente desestabilizar el país e interferir en las elecciones para generar un escenario de mayor control ruso. Es posible que las operaciones rusas hayan también influido ya en la gran movilización y las protestas de gran parte de la sociedad bielorrusa.
La respuesta diplomática polaca
En el vecino occidental, Polonia, tanto el gobierno y la clase política como los medios de comunicación siguen con mucha atención lo que sucede en la Rusia blanca desde el pasado domingo. El presidente, el gobierno y los responsables de la diplomacia polaca no tardaron en reaccionar ante lo que acontecía al otro lado de la frontera oriental de Polonia. El calendario de las respuestas diplomáticas de Polonia al conflicto político bielorruso fue el siguiente:
Antes de las elecciones, el 7 de agosto el llamado triángulo de Weimar formado por los ministros de exteriores de Polonia, Alemania y Francia emitió un comunicado apelando al gobierno bielorruso para que garantizara la celebración de unas elecciones libres en el país, temiendo un fraude electoral.
El presidente polaco Andrzej Duda manifestó inicialmente tras las elecciones junto al presidente Lituania que “instamos a abstenerse de la violencia y pedimos que se respeten las libertades fundamentales, los derechos humanos y de los ciudadanos, incluidos los derechos de las minorías nacionales y la libertad de expresión”. La mención de las minorías nacionales es una clara referencia a los lituanos y polacos que viven en Bielorrusia, la mayoría de los cuales son residentes en tierras bielorrusas desde hace muchas generaciones.

El ministro de exteriores polaco Jacek Czaputowicz fue inicialmente mucho más moderado y comedido en sus palabras y manifestó: “confiamos en que la sociedad y las autoridades bielorrusas por sí solos encuentren una solución a sus problemas”. Las palabras “por sí solos” hay que interpretarlas como una clara referencia en contra de una posible intervención rusa o de las potencias occidentales en el conflicto político bielorruso, que pueda contribuir a una escalada de violencia, como fue el caso en Ucrania en 2014.
El pasado miércoles 12 de agosto Duda mandó una carta a todos los 47 miembros del Consejo de Derechos Unidos de Naciones Unidas pidiendo que no sean indiferentes al problema bielorruso y aseguro que lo hacía para “despertar al mundo”.
El jueves 13 de agosto los presidentes de Polonia, Lituania, Letonia y Estonia emitieron un comunicado conjunto apelando a las autoridades bielorrusas a “rebajar tensiones, dejar de utilizar la fuerza contra ciudadanos y liberar a los protestantes detenidos” según informaba la agencia de noticias polaca PAP.

El sábado 15 de agosto el jefe de estado mantuvo una conversación con el secretario de estado estadounidense Mike Pompeo —de visita oficial en Varsovia—completamente dedicada a la situación en Bielorrusia. Por otra parte, tras su reunión con el jefe de la diplomacia norteamericana, el responsable de la diplomacia polaca pidió a las autoridades bielorrusas que se respeten los derechos humanos en el país y cambió el tono respecto a su declaración anterior.
Eso se produjo en el contexto de una reunión en la que se acordó una nueva alianza estratégico-militar entre polacos y norteamericanos según la cual muchos más soldados norteamericanos estacionarán en Polonia y a la que el Kremlin se ha referido este lunes advirtiendo que puede provocar “incidentes involuntarios”.
Polonia ha decidido intensificar pues una campaña de concienciación internacional sobre la importancia del conflicto bielorruso y la necesidad de implicación diplomática por parte de las principales potencias, sobre todo occidentales.