Medio de comunicación independiente

Por Ángel López Peiró

La política exterior polaca con sus vecinos al este

La doctrina Giedroyc ha sido el pilar de la política exterior polaca hacia este desde la caída del comunismo en 1989. Dicha doctrina fue estipulada en 1974 por el activista y escritor polaco Jerzy Giedroyc, exiliado político en París durante la época comunista. Esta consiste en tener en cuenta que la independencia y soberanía de Lituania, Bielorrusia y Ucrania —el espacio geopolítico entre Polonia y Rusia formado por territorios exsoviéticos— es esencial para la seguridad e independencia de Polonia.

Andrzej Peciak y Jerzy Giedroyc, Maisons-Laffitte, 1995.

Sin duda Lituania, Bielorrusia y Ucrania son un espacio de seguridad e influencia disputado entre Polonia (la UE y la OTAN) y Rusia. Estamos hablando, además, de territorios históricamente vinculados a Polonia —en su mayor parte pertenecieron a la República de las Dos Naciones o Mancomunidad polaco-lituana y, algunas regiones, pertenecieron a la Segunda República Polaca en el periodo de entreguerras—.

Desde este punto de vista, la política exterior polaca ante Bielorrusia teóricamente debería tener como objetivo contribuir a evitar un control ruso del país, asegurar la independencia del Estado y buscar un acercamiento con Polonia y la Unión Europea. El problema aparentemente es que una excesiva oposición a Lukashenko podría llegar a ser contraproducente para los intereses polacos si Moscú aumenta su control sobre la llamada Rusia blanca.

El contexto histórico de las relaciones polaco-bielorrusas

Para analizar las relaciones polaco-bielorrusas hay que mirar al pasado: Bielorrusia fue parte del Gran Ducado de Lituania (La Lituania histórica multiétnica), luego de la Mancomunidad polaco-lituana en los siglos XVI, XVII y XVIII, a continuación del Imperio ruso tras las Particiones de Polonia-Lituania (1772, 1793, 1795) hasta la Primera Guerra Mundial.

Tras la Gran Guerra hubo un primer intento de crear un estado bielorruso en 1918 en los territorios ocupados por los alemanes tras la Guerra en el Frente Oriental y el Tratado de Brest-Litovsk, la llamada República Popular de Bielorrusia. El desarrollo de este nuevo Estado fue frustrado por el avance hacia el oeste del ejército rojo y su existencia llegó a su fin en marzo de 1919. Lo alemanes nunca reconocieron el nuevo estado, aunque permitieron que operara con normalidad.

El Tratado de paz de Riga, que ponía fin a la guerra polaco-bolchevique en marzo de 1921 partió las tierras habitadas por los llamados rutenos blancos (así como Ucrania) entre Polonia y la Rusia soviética. La frontera se estableció usando como referencia la frontera polaco-rusa de la segunda partición de Polonia de 1793, dejando por un lado Minsk en Rusia (luego en la República Soviética de Bielorrusia) y por otro lado Nowogródek, Vilna, Grodno, Brest y Pinsk en Polonia, aunque dejó más territorios en Polonia que la frontera de 1793 al quedar un poco más al este en algunos tramos.

En setiembre de 1939 tras el Pacto Molotov-Ribbentrop la Alemania nazi invadía Polonia por el oeste y la Unión Soviética por el este ocupando los territorios orientales de Polonia donde residían numerosos bielorrusos. En junio de 1941 durante la Operación Barbarroja Alemania invadió estos territorios y la totalidad de Bielorrusia.

En 1944, tras la liberación por parte del ejército soviético que terminaba la ocupación por parte de la Alemania nazi, todas las tierras bielorrusas quedaron de nuevo en manos soviéticas y tras el tratado de Yalta la nueva frontera de Polonia con la URSS se desplazó al oeste usando como referencia la línea Curzon. De esta forma algunas ciudades en territorio polaco y habitadas por polacos, además de bielorrusos, lituanos y judíos, antes de la guerra, Brest, Grodno, Pinsk, Nowogódek pasaron a formar parte de la República Soviética de Bielorrusia, una de las repúblicas de la Unión Soviética.

En un contexto de desintegración de la URSS, Bielorrusia declaró su independencia el 27 de julio de 1990 y obtuvo la independencia de iure el 25 de agosto de 1991. La cuestión de las fechas no es baladí en Bielorrusia. La historia reciente del país y algunas efemérides concretas siguen siendo fuente de polémica en Bielorrusia. La fiesta nacional de Bielorrusia se celebra el 3 de julio, el día en que el Ejército Rojo “liberó” Minsk de la ocupación nazi en 1944, algo que encaja con la visión soviética de la historia y la realidad del país, personificada hoy en día en la figura de Lukashenko.

La mayoría de los líderes de la oposición quieren cambiar el día de la fiesta nacional al 25 de marzo —fecha en la que se creó el estado bielorruso en 1918– y algunos opositores al régimen proponen la fecha del 25 de agosto, que conmemoraría la independencia de la URSS.

Polonia fue uno de los primeros estados en reconocer la independencia de Bielorrusia, al hacerlo el 27 de diciembre de 1991, los intercambios diplomáticos entre ambas naciones se activaron al año siguiente. Sin embargo, las relaciones entre ambos países a lo largo de los años noventa y dos miles fueron complicadas a causa de la política bielorrusa hacia la minoría polaca, la orientación prorrusa de los gabinetes bielorrusos y las carencias democráticas en Minsk percibidas por los polacos. En Bielorrusia, por su parte, la entrada de Polonia en la OTAN tuvo una recepción muy negativa. A un nivel más práctico la política de visados ha sido uno de los principales puntos de desacuerdo entre ambos estados.

A la política exterior polaca llevada a cabo en esos años se la define en Polonia como “diálogo crítico”. En 2008 con la llegada al poder del partido Plataforma Cívica, el nuevo ministro de exteriores Radoslaw Sikorski llevó una nueva política de acercamiento o normalización de relaciones que contribuyó a adherir a Bielorussia al programa Asociación Oriental de la Unión Europea, junto a Moldavia, Ucrania, Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Con el posterior gobierno polaco de Ley y Justicia (PIS) las relaciones se intensificaron y en algunos sectores del espectro político polaco se criticó una excesiva complacencia del gobierno polaco con el dictador bielorruso.

Radoslaw Sikorski

Actualmente se estima que entre 500.000 y 1.200.000 polacos viven en Bielorrusia, formando la segunda minoría nacional en el país después de los rusos. Son polacos que no abandonaron sus casas tras el cambio de fronteras al final de la Segunda Guerra Mundial. En Polonia, en cambio, residen apenas unos 50.000 bielorrusos.

La política y la sociedad polacas ante el conflicto bielorruso

En Polonia y en la UE ha habido en los últimos tiempos el temor de que una excesiva presión de la UE sobre Lukashenko pueda llevar al dictador a acercarse de nuevo a Rusia; eso explica que la Unión Europea ha tenido una actitud pasiva respeto al problema bielorruso.

Sin embargo, desde el pasado día 9 esa estrategia parece haber quedado en un segundo plano y se prioriza la democratización de Bielorrusia. Polonia a nivel institucional quiere mostrar un mensaje de apoyo a la sociedad civil. A nivel social el apoyo también es visible, aunque menos generalizado. Un sondeo realizado por este mismo periódico ‘Reczpospolita’ ha concluido que casi un 50% de los polacos creen que Polonia debería apoyar oficialmente a la sociedad civil bielorrusa.

Es apropiado interpretar que aquellos que no quieren que Polonia tenga una actitud activa en este nuevo conflicto puedan temer la escala de la situación y el inicio de un conflicto bélico como en el caso ucraniano. Muchos polacos sienten su seguridad amenazada si hay conflictos, como el del Donbass, relativamente cerca de sus fronteras y ven en estos conflictos el despertar de viejos fantasmas que en Polonia se vinculan inequívocamente a la represión comunista y a los horribles tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Niño polaco de 9 años en las ruinas de Varsovia, septiembre de 1939.

En los principales medios polacos parece haber consenso sobre la idoneidad de apoyar a los manifestantes bielorrusos. Por ejemplo, en el periódico polaco de tendencia neoconservadora ‘Rzeczpospolita’, Andrzej Lomanowski argumenta que Lukashenko es ya un “cadáver político”, que si continúa gobernando el país en las circunstancias actuales va a ser de forma todavía mucho más dependiente de Putin, y Bielorusia desaparecerá como estado verdaderamente independiente.

Sin embargo, el columnista polaco entiende que sería un grave error si Polonia apoyara al dictador o no hiciera nada para apoyar a la oposición pensando que de esta forma contribuiría a evitar que Rusia tomara un mayor control sobre su vecino occidental. Teniendo en cuenta la situación económica de Rusia, Lomanowski argumenta que hay que quitarse al dictador bielorruso de encima cuanto antes.

Añade que el conflicto se resolverá, en su opinión, con un acuerdo entre EE. UU. y Rusia que dejará en el país un nuevo gobierno prorruso, y que mantendrá el actual statu quo geopolítico. Este autor compara esta posibilidad con las soluciones políticas que se alcanzaron en Moldavia y Armenia y destaca que la sociedad bielorrusa es en realidad mayoritariamente prorrusa.

Por su parte, Adam Michnik, director del periódico polaco de orientación socialdemócrata ‘Gazeta Wyborcza’, siempre muy crítico con el actual gobierno polaco, aseguró, con la cuestión bielorrusa en mente, que “en cinco años no me dieron ninguna oportunidad para elogiarles, pero hoy sí puedo elogiar al PIS”.  Se trata de una referencia a la gran implicación del gobierno y presidente polacos para convencer a otros estados occidentales de la importancia de apoyar la causa de los manifestantes bielorrusos.

El papel polaco en el conflicto

¿Qué papel puede tener Polonia en el conflicto bielorruso, más allá de sus comunicados de apoyo a la sociedad civil?  La implicación polaca con total seguridad no se saldrá del terreno diplomático, aunque es posible que haya desacuerdos entre el primer ministro, el presidente y el ministro de exteriores en cuanto a los objetivos y las formas concretas. Lo que parece claro es que Polonia pondrá sus esfuerzos sobre todo en intentar convencer a los estados miembros de la Unión Europea, entre otros, para que se involucren diplomáticamente en el problema bielorruso. Polonia probablemente se coordinará también con su mayor aliado actual, EEUU, y su política hacia el conflicto bielorruso.

Se hace difícil pensar que Polonia lleve a cabo sus propias operaciones de inteligencia o de desinformación en Bielorrusia para ayudar a hacer caer a Lukashenko. Un papel polaco de mediación entre la oposición y Lukashenko es menos probable que como canal entre EE. UU. y la oposición bielorrusia. Un apoyo económico a los activistas bielorrusos es también probable. En ningún caso Polonia se implicará tanto como lo hizo en apoyo del Maidán si la revolución se vuelve violenta como en el caso ucraniano.

Que Bielorrusia no sea Ucrania, y que la intervención extranjera en este conflicto será probablemente menor que en el caso ucraniano, no significa que la situación no conlleve grandes peligros: una escalada de la violencia y un aumento de la inestabilidad regional. La OTAN, con total seguridad, está muy atenta a todo lo que pueda acontecer en el país.

Lo más probable es que Lukashenko termine por abandonar el poder, la cuestión es de qué forma y cuál será la situación política cuando lo haga. ¿Qué les espera a los bielorrusos?, ¿Una Bielorrusia con caras nuevas al frente, pero en vías de continuidad?, ¿Una Bielorrusia más libre y democrática?, ¿Una Bielorrusia más supeditada a Putin? Es demasiado pronto para decirlo todavía, pero en Polonia se analizará con mucha atención todo cuanto suceda a orillas del Niemen y se intentará, en la medida de lo posible, influir en ello.

Te has suscrito correctamente a The Political Room
¡Bienvenido! Has iniciado sesión correctamente.
¡Excelente! Te has registrado correctamente.
¡Éxito! Su cuenta está completamente activada, ahora tiene acceso a todo el contenido.