JOE BIDEN, 46º PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS (Parte 1/2)
Por Roberto Teruel Pérez
Máster en Estudios Internacionales por la Universidad de Santiago de Compostela. Actualmente especializándome en Analista Internacional por el Lisa Institute. Twitter: @Teruel96Roberto
El próximo 3 de noviembre de 2020 tendrán lugar las 59ª elecciones presidenciales en Estados Unidos. No solamente se elegirá - o se reelegirá- a la persona que ostentará el cargo de presidente durante los próximos cuatro años, sino que también se reconfigurará el equilibrio de poder en la Cámara de los Representantes y en el Senado. Sin embargo, es en la Presidencia donde suele recaer más la atención mediática y ciudadana. Este año Donald Trump busca su reelección en un momento histórico que es turbulento a nivel económico, político, y social. Por su parte, el candidato Demócrata, Joe Biden, tiene como objetivo convertirse en el 46º presidente del país.

Si hay algo por lo que se ha caracterizado este año es por ser el año del coronavirus. En marzo de 2020 la OMS declaró que el mundo se encontraba ante una pandemia global desatando bastantes cambios en el plano económico – político desde entonces. En un año electoral, esa combinación puede resultar fatal para el mandatario que se encuentre en el cargo, ya que una mala gestión de la crisis se lo puede hacer pagar en las urnas. Electoralmente hablando, parece que este es el que ha tomado la candidatura de Donald Trump.
Las elecciones de este año en Estados Unidos son unas de las más extrañas que se recuerdan. No vemos los multitudinarios eventos de campaña donde los candidatos exponen su capacidad de movilización del electorado – exceptuando los mítines de Trump sin mascarillas y con escaso distanciamiento social – tampoco el clamor de los simpatizantes ante sus candidatos en las convenciones Republicana y Demócrata ya que han sido de forma virtual.
Hemos sido testigos de la suspensión del 2º debate Presidencial ante la negativa del Presidente Trump a que se realizara de forma telemática, de las protestas raciales a favor del movimiento “Black Lives Matter” (el movimiento social más importante en la historia estadounidense de acuerdo con el periódico The New York Times), de violencia racial como el tiroteo en Kenosha, de la muerte de la jueza Ruth Ginsburg y la posterior polémica con su vacante en el Tribunal Supremo, de los debates presidenciales y porque no decirlo, la falta de discusión sobre que políticas necesita el país para los próximos años.
No obstante, lo más llamativo de estas elecciones es el poco movimiento en las encuestas, que se mantienen estables, recordando al “Midterm 2018”, donde los Demócratas consiguieron una diferencia de +8.6 % y 10 millones de votos. Actualmente, Biden tiene una ventaja de +10% a nivel nacional y, al igual que en el 2018, donde ocurrieron movimientos como la nominación del juez Kavanaugh o el “Me too”, el 2020 tiene sus respectivas similitudes donde podríamos ver un “déja-vu" como el de las anteriores elecciones generales.
Desde marzo de 2020, Joe Biden ha estado liderando con bastante holgura - exceptuándose algún momento concreto- por encima de la barrera del +3 %. En las últimas semanas incluso por encima y alrededor del 10% a nivel nacional mejorando la posición en la que se encontraba Obama en el 2008 cuando ganó de manera abrumadora (“landslide” en términos políticos estadounidenses) y Hillary Clinton en 2016. Joe Biden a menos de dos semanas de las elecciones tiene un 37% de posibilidades de ganar de la misma forma que lo hizo Obama de acuerdo con el portal especializado FiveThirtyEight.

Esto contrasta bastante con pasados ciclos electorales, ya que los porcentajes oscilaban de manera considerable entre los candidatos como se puede comprobar en las siguientes gráficos. Sobre todo, en el 2008 (ninguno de los candidatos ostentaba la Presidencia en ese momento), en el 2012 (Obama buscaba la reelección, al igual que Trump este año) y también en 2016 (mismo caso que en 2008).



Normalmente, la fluctuación del voto va variando según se vaya acercando la hora de votar en los Estados (especialmente los más importantes ya que, al fin y al cabo, deciden el ganador) y en el promedio nacional. Sorprendentemente, este año es diferente y parece improbable que vaya a cambiar después de la serie de eventos que han ocurrido a lo largo de la campaña que mínimamente han tenido un efecto considerable. Si no ha ocurrido hasta ahora, ¿Qué podría hacer que se modificara la más que estable dirección de la carrera presidencial a menos de dos semanas?
RAZONES POR LAS QUE JOE BIDEN GANARÁ
1. JOE BIDEN NO ES HILLARY CLINTON
Aunque parece evidente porque Joe Biden no es Hillary Clinton, no nos centramos en el sexo para afirmar dicho enunciado. Aunque se puede considerar que cierto sexismo fue una de las muchas razones por las cuales Clinton perdió las elecciones, el eje de la afirmación está en los niveles de popularidad. Hillary Clinton era y sigue siendo archiconocida para el electorado estadounidense. Fue Primera Dama (1993-2001), Senadora por el Estado de NY (2001-2008) y Secretaria de Estado (2009-2013). Tenía un bagaje político amplio, en el cual se podía indagar y usarlo en su contra. Además, Hillary se estaba enfrentando a un “outsider”como Donald Trump y ambos eran los candidatos más impopulares de la historia para ocupar la Presidencia.
Este año, Joe Biden se está enfrentando al presidente de los Estados Unidos. Trump ya no es un “outsider” y si bien en el año 2016 podía usar el argumento contra el “establishment”, él forma ahora mismo parte de ese “establishment” donde los estadounidenses han tenido la oportunidad de comprobar cómo es Trump de Presidente. Joe Biden, al contrario que Clinton, supera en popularidad a Trump por + 18 puntos con ratio positivo y, además, hay que recordar que durante la batalla electoral en 2016 Trump SÍ logró liderar a Hillary en alguna que otra ocasión; el margen entre ambos no era tan dispar y en la recta final Trump empezó a coger más impulso. No ocurre lo mismo este año donde Biden mejora de manera notable a Hillary a estas alturas de la campaña a nivel de popularidad, a nivel nacional y en los Estados clave.

2. LA TASA DE APROBACIÓN DE TRUMP
Ligado con lo anterior, nos encontramos con la tasa de aprobación de Trump. Desde la inauguración de su Presidencia el 20 de enero de 2017, ha batido un singular y peculiar récord: La desaprobación de la mayoría de los estadounidenses a lo largo de la legislatura de forma ininterrumpida. Tan solo logró la aprobación inmediatamente tras acceder al cargo para, posteriormente, diluirse ésta de forma progresiva marcando un máximo del 49% de aprobación y un mínimo del 35%. La diferencia entre los picos máximos y el mínimo es de un 14%.
Anteriores presidentes no han tenido esa diferencia tan escueta. Por ejemplo, la distancia entre el pico máximo y mínimo de aprobación en la Administración de Obama fue de un 27%, en la de Bush, un 65%, y con Clinton, de un 36%. ¿Por qué los estadounidenses irían a votar a una persona de la cual han renegado durante (casi) todo su mandato y que ni siquiera consiguió ganar el voto popular hace 4 años? Históricamente hablando, la tasa de desaprobación es próxima a la predicción del voto popular que consiguen los presidentes en las siguientes elecciones. Los sondeos apuntan a que Trump conseguiría un 42% del voto (43% actual tasa de aprobación), mientras que Biden conseguiría entre un 51%-53% (actual tasa desaprobación de Trump, el 54%).

3. LA AUSENCIA DE 3º PARTIDOS RELEVANTES
Debido al sistema electoral estadounidense, Estados Unidos disfruta de lo que se conoce como “bipartidismo perfecto”. Los dos partidos mayoritarios, el Partido Demócrata y el Partido Republicano, se turnan el poder mientras que 3º partidos como el Independiente, Libertario o el Verde tienen prácticamente imposible lograr la Presidencia del país. No obstante, los votos que logren dichos partidos SÍ juegan un papel a la hora de perjudicar a los grandes si el voto se encuentra dividido. Justo esto fue lo que ocurrió en el 2016.
Debido a la impopularidad de Hillary Clinton y Donald Trump, muchos electores decidieron votar a terceros partidos o abstenerse, perjudicando especialmente al Partido Demócrata. Desde 1996 no se vio una cifra de voto desviado a terceros tan alta, aunque nada que ver con 1992, cuando el Independiente logró 20 millones de votos. Este año el voto a terceros partidos no está siendo relevante asique parecer ser que no lograrán mejorar sus resultados.

La sociedad en Estados Unidos ha llegado a un nivel tan alto de polarización que simplemente hay dos opciones en la mente de los electores: voto Demócrata o voto Republicano. Por tanto, este año no va a haber esa ruptura del voto de forma que vaya a beneficiar a un partido grande en perjuicio del otro.
4. EL MILAGRO DE 2016 Y LOS SONDEOS DE 2020
SI bien es cierto que los sondeos a nivel nacional apuntaban a una victoria demócrata, no decían lo mismo los sondeos Estatales. Durante la campaña electoral del 2016, el medio de comunicación también se encargó de reflejar una posición bastante favorable para la Demócrata Hillary Clinton, que más tarde se confirmaría como una debacle que supuestamente “nadie” se esperaba. Al contrario de lo que la ciudadanía piensa, las encuestas NO estaban tan erróneas en el 2016, salvo para el caso de Wisconsin cuyo margen de error aún le daba la victoria a Clinton.
Una victoria Republicana en los “Estados Bisagra o Swing States” estaba dentro del margen de error y, por tanto, cualquier movimiento a última hora les podría dar la victoria. No obstante, la mayoría de los estadounidenses no confía en las encuestas. Este año los demócratas han aprendido de sus errores y las encuestadoras también.
Por una parte, las empresas que realizan encuestas han ajustado sus métodos para ser más certeras. Por ejemplo, más encuestadoras están ponderando por educación (un punto clave de 2016 fue lo importante que era el nivel educativo de una persona para predecir su voto) y están utilizando nuevas formas de llegar a los encuestados.

Algunas como Ipsos y el Pew Research Center han llevado la ponderación por educación un paso más allá al ponderar el logro educativo dentro de los grupos raciales, mientras que otras conocidas como NBC incluso están ponderadas por la proporción de encuestados de áreas urbanas, suburbios y rurales. Sea como fuere, lo que está claro es que las encuestas han tenido 4 años para arreglar desajustes y que, por tanto, este año son mucho más confiables.
Por otra parte, respecto a los errores de los demócratas, Michigan, Wisconsin y Pensilvania siempre han sido catalogados como “Rush Belt” (la muralla azul) mientras que el “Sun Belt” (Estados del Sur) como “la muralla roja”.
En el año 2016 esa “muralla” fue atravesada por Trump, pero con un margen de victoria muy estrecho. Wisconsin con + 0,77%, Pensilvania con + 0,72% y Michigan + 0.23%. Aun así, Clinton no perdió solamente estas regiones debido a que no visitó algunas hasta el último momento, sino que la demografía cambiante de estos Estados hacia una mayor población votante de “blancos sin estudios” inclinó la balanza al lado republicano. La estrategia demócrata para el 2020 se basa en recuperar estos Estados y en lograr que los potenciales votantes del partido por todo el país no se confíen y tengan miedo de que se repita una inesperada victoria de Trump.
Estos tres Estados votan conjuntamente – o todos Republicanos o todos Demócratas - y actualmente Biden lleva una ventaja de media de +7-8% en cada uno de ellos. Además, Trump debido a la falta de fondos retiró anuncios en esta región, dando así más margen a los Demócratas para expandir su liderazgo. Biden es conocido por la época de Obama y muchos ciudadanos sienten más simpatía que con Hillary; Biden está visitando estos Estados e invirtiendo en ellos con más frecuencia que su predecesora y el factor miedo está siendo utilizado de una forma positiva.
SÍ, Trump ganó, pero con márgenes tan estrechos que son fácilmente volátiles, además de que estos tres Estados históricamente han votado demócrata y la victoria republicana fue “un milagro” y los milagros no ocurren dos veces. En definitiva, “la muralla azul” seguramente va a volver a ser reconstruida, ya que Biden solo tiene el objetivo más que alcanzable de mejorar un 1-1,5 % los resultados de Hillary en 2016.
5. LA “BENDICIÓN” DEL CORONAVIRUS PARA LOS DEMÓCRATAS

Joe Biden no se caracteriza por ser un político carismático y ni si quiera por tener una trayectoria de éxitos memorables más allá de su experiencia como vicepresidente bajo la administración Obama. Sin embargo, si hay algo que ayuda a Biden es su empatía, su cercanía y los tiempos en los que le ha tocado vivir su carrera presidencial. La mala gestión de una crisis siempre se le va a atribuir al presidente de un país, pues para eso es el líder y el que tiene que lidiar con las sobrevenidas situaciones de la manera más airosa posible.
De todas maneras, Trump ha decidido usar el coronavirus como parte de su estrategia para la reelección intentando convencer de que no es para tanto y que la vida del ciudadano no se tiene que ver alterada por la situación, creyendo así que, al reflejar la posición de un “hombre fuerte” al mando la ciudadanía se lo va a recompensar.
Nada más lejos de la realidad, Estados Unidos es el país más afectado a nivel mundial por la pandemia (a una semana de acabar octubre del 2020 hay más de 8 millones de casos y más de 220.000 muertes); la politización del uso de mascarillas no ayuda tampoco a gestionar la crisis de forma correcta y la tasa de aprobación de cómo Trump se está desenvolviendo es del 37% contra el 59% de desaprobación de acuerdo con la encuesta de Reuters tras la hospitalización de Trump a principios de octubre.
De hecho, el coronavirus es uno de los temas que más preocupan a los ciudadanos estadounidenses y el central de esta campaña. Además, de acuerdo con una encuesta de CNN conducida por SSRR los votantes catalogados como “probables” prefieren en general a Biden sobre Trump en una serie de temas que son considerados de importancia crítica en la carrera presidencial incluyendo el brote de coronavirus (59% prefiere Biden, 38% Trump), atención médica (59% vs 39%), desigualdad racial en Estados Unidos (62% vs 36%), nominaciones a la Corte Suprema (57% vs 41%) y crimen y seguridad (55% vs 43%). Los dos están casi igualados sobre quién manejaría mejor la economía (50% dice Biden, 48% Trump).

Las calificaciones de favorabilidad de Biden también han mejorado, y el 52% de los estadounidenses ahora dice que tiene una impresión positiva del ex vicepresidente, en comparación con el 39% que tiene una visión positiva de Trump. Estos votantes son más propensos a considerar a Biden como el candidato que uniría al país (61% vs 33%), que es honesto y confiable (58% vs 33%), que se preocupa por personas como usted (58% vs 38%), que tiene un plan claro para resolver los problemas de la nación (55% vs 39%) y que mantendría a los estadounidenses a salvo de daños (55% vs 43%). No es de extrañar que en aquellos Estados más afectados por la COVID-19 como Texas, Florida, Georgia, Carolina del Norte… entre otros, Biden logre liderar en las encuestas.
Continuara...