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Una de las relaciones bilaterales que ha salido más fortalecidas en el Mediterráneo durante estos últimos meses es el eje Roma-Argel. El ejecutivo encabezado por Giorgia Meloni viene desempeñando desde su constitución a finales del 2022 una activa política exterior con los países del Magreb, en concreto con Argelia.

La acción exterior italiana en esta región busca consolidar su influencia mediante acuerdos sectoriales e impulsando a las multinacionales italianas, que han visto un nicho de mercado en Argelia como contrapartida a la influencia francesa, sobre la que el pasado colonial tensa las relaciones políticas con la antigua metrópoli.

Fuente: Ministère des Affaires Etrangères et de la Communauté Nationale à l'Etranger 

Por otro lado, el estancamiento de las relaciones con España a raíz del cambio de postura de Pedro Sánchez con respecto al Sáhara causó la suspensión del Tratado de amistad y buena vecindad que Argelia tenía vigente con España lo que, unido al bloqueo del comercio exterior, ha ocasionado pérdidas millonarias al tejido empresarial español que tenía negocios en este país.

Esta coyuntura ha favorecido que Italia sea la pareja de baile perfecta con la que estrechar vínculos estratégicos en los que la cuestión energética ha tenido un papel protagonista. Tras las sanciones a Rusia a causa de la invasión a Ucrania, los países europeos se lanzaron en búsqueda de nuevos proveedores. Argelia como primer productor de gas natural del continente, y el tercero en petróleo tras Nigeria y Angola, juega un papel decisivo en este aspecto.

A esto hay que añadir que el país árabe es el primer socio comercial de Italia en África y su primer proveedor energético. Según datos del ISTAT, antes de la guerra Italia importaba de Rusia el equivalente al 40% de su aprovisionamiento energético, cifra que ha decaído hasta el 10% a la vez que las exportaciones energéticas de Argel a Roma han crecido hasta el 34%. Esta tendencia vino impulsada por el ex primer ministro Mario Draghi, que durante su mandato ya puso en el centro el dossier argelino.

En este sentido, la ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) de la mano de Sonatrach, la compañía petrolífera argelina, ha firmado un acuerdo de cuatro mil millones de dólares para el abastecimiento de gas, destacando la construcción de un nuevo gasoducto que a través de Cerdeña unirá a Argelia con la península, además del ya existente Transmed, que pasa por Túnez y Sicilia hasta la Italia continental, contando con una extensión que abastece a Eslovenia.

El propio Tebboune señaló que el intercambio comercial entre los dos países había crecido en 2023 de ocho mil millones de dólares a dieciséis mil, calificando la relación con Italia como de “alto nivel estratégico”.

Por otro lado, FIAT ha abierto una fábrica en la región de Orán con la que se estima una producción de noventa mil vehículos anuales.

Siguiendo la línea de su predecesor, que introdujo a Argel como un actor central en la política exterior italiana, el pasado 22 de enero, Meloni realizó su primera visita en África aterrizando en dicha capital. Estos detalles a priori pueden parecer insignificantes, pero en relaciones internacionales la prioridad en la agenda y el orden de visitas no es cuestión menor.

Durante la misma, con motivo de celebrar el vigésimo aniversario del Tratado de amistad y buena vecindad, Meloni y Tebboune ratificaron mejoras de los acuerdos energéticos, así como la cooperación tecnológica y el fortalecimiento entre la CREA (Conseil renouveau économique algérien) y Confindustria (Confederazione generale dell'industria italiana).

La cuestión del Sáhara estuvo presente en el encuentro. Sabemos de primera mano la importancia para el gobierno argelino de frenar los apoyos al plan de autonomía marroquí para anexionarlo a su territorio con reconocimiento internacional. Argelia recibió positivamente la postura del gobierno italiano de encontrar una solución al conflicto en el marco de Naciones Unidas. En esta línea, Italia inauguró hace pocos meses un consulado en Tinduf en presencia de autoridad argelina y saharaui.

Ambas partes han dejado de lado por el momento el contencioso acerca de la delimitación de la zona económica exclusiva, cuando Argelia declaró unilateralmente en 2018 como propia una zona a tan solo doce millas náuticas de la costa sarda. La Convención de Naciones Unidas sobre derecho del mar dispone en el artículo 74 que, en caso de costas contiguas, la delimitación de la zona económica solo puede darse mediante acuerdo entre las partes.

Es decir, no existe obligación internacional que vincule a un Estado a reconocer la zona económica del vecino sin acuerdo previo. Sin embargo, tratándose de un país esencialmente marítimo como Italia, con más de ocho mil kilómetros de costa y que busca confirmarse como una de las principales potencias del Mediterráneo, la delimitación de su zona económica exclusiva es nada desdeñable.

Esta sintonía se ha visto reforzada por la estrategia de Roma enmarcada en el Piano Matteicuyo nombre corresponde a Enrico Mattei, empresario fundador de la empresa pública energética ENI y que se inspira en su política industrial.

Mattei fue una reconocida figura anticolonialista que apoyó abiertamente la descolonización de Argelia. Defendió la autonomía energética italiana y una agenda geopolítica en el Mediterráneo en la que Italia debía jugar un papel relevante protegiendo sus intereses y garantizando la seguridad del comercio e infraestructuras. Su política se sustentó en grandes acuerdos con los principales países productores de petróleo en el Magreb y Oriente Medio.

El ejecutivo italiano busca seguir esta senda y convertir al país en la puerta de acceso europea al gas y energía producida al sur del Mediterráneo. Se trata de un modelo de cooperación humanitaria y económica en el que ambas partes puedan obtener beneficios, controlar los flujos migratorios y garantizar el aprovisionamiento energético. Hasta ahora la acogida de este protocolo en el Magreb ha tenido un éxito más que notable.

Este plan no deja de ser una declaración de intenciones que debe ser entendida dentro del contexto de inestabilidad que acontece en países como Libia, donde Italia es el primer socio comercial y cliente en un país dividido por el conflicto entre el Gobierno de unidad nacional de Abdel Hamid al-Dabaiba sito en Trípoli y la milicia del General Haftar en la Cirenaica. Roma practica una política de equilibrios para salvaguardar su infraestructura en ambas partes, aunque oficialmente apoya al gobierno de Trípoli.

La situación política tampoco en sencilla en Túnez, donde como ya se comentó, la caída del gobierno de Kais Saied podría desencadenar el caos en un flujo migratorio que ya ha aumentado exponencialmente durante este año y que está suponiendo un quebradero de cabeza para un gobierno cuyos líderes fueron implacables en el discurso contra la inmigración ilegal.

En definitiva, queda de manifiesto que la seguridad en el Mediterráneo y la ribera sur son asuntos de vital importancia para los intereses italianos. En palabras de Meloni, Argelia es a día de hoy su socio más estable en el norte de África. Sin embargo, al este la situación es otra. El fortalecimiento de las relaciones bilaterales con los países del Magreb consolida a Italia como un socio preferente que ha reforzado notablemente los vínculos económicos en un sector tan importante como el energético, donde cuenta con una presencia y trayectoria industrial de más de medio siglo.

No obstante, hay desafíos por afrontar como conflictos armados, inestabilidad política, profundas desigualdades sociales y mafias que amenazan estos países y por ende a la ejecución de estos acuerdos con normalidad.

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