Los problemas de seguridad interior y exterior que enfrenta la región de Asia-Pacífico
Asia-Pacífico se ha convertido en una región neurálgica de la geopolítica internacional. Desde que Hillary Clinton anunció el pivote Asia-Pacífico como el punto de mira en la agenda política estadounidense, las cuestiones de seguridad se han visto estimuladas o aceleradas por una doble vía: por una parte los intereses extranjeros en la región y, por otra parte, una serie de aspectos estructurales inherentes a su caracterización, una suerte de condicionantes que no han recibido una respuesta satisfactoria, lo que crea un soporte para que las amenazas de seguridad a las que se enfrenta la región perduren en el tiempo. En este artículo haremos un recorrido por todas esas amenazas y por el tipo de respuesta que se ha aplicado en cada caso.

¿Qué nos encontramos en Asia-Pacífico?
Antes de entrar al groso del análisis, resulta conveniente ofrecer algunas pinceladas o pautas generales que nos permitan tener una primera fotografía de la región. Estamos ante una región extensa geográficamente y con una heterogeneidad presente en todos los niveles: político, social, cultural y económico. De esta heterogeneidad se deriva por lo tanto un amplio espectro de formas de organización política que coexisten o conviven en equilibrio complejo, ya sean monarquías, sultanatos, democracias liberales y dictaduras. Asimismo, toda región que emerge como potencial centro económico internacional lleva emparejado un punto neurálgico del comercio mundial, como es el Estrecho de Malaca.
Pese a que la región se caracteriza por una prosperidad creciente, se encuentra supeditada al escenario de competencia entre Estados Unidos y China. Además existe una preocupación al alza de gobiernos y organizaciones regionales por la seguridad, en particular tras los atentados del 11 de septiembre, lo que ha configurado un caldo de cultivo para el asentamiento de las amenazas transnacionales.
Asia-Pacífico ha tenido que enfrentarse a la sinergia entre globalización y amenazas que ya le resultan familiares como es el terrorismo. La globalización ha espoleado las cuestiones de seguridad, es decir, ha supuesto un cambio rápido en todos los órdenes. Cambios que afectan fundamentalmente a las tecnologías de la comunicación y cuyos efectos son positivos y eficaces; aunque esas ventajas asociadas a la comunicación y a las nuevas tecnologías también son utilizadas por grupos destinados al crimen organizado y al terrorismo, que las utilizarán e instrumentalizarán para llevar a cabo su agenda de objetivos.
Con todo ello, la letalidad y peligrosidad de estos riesgos y amenazas se ha incrementado de una manera muy notable. La línea divisoria entre seguridad interior y exterior es cada vez más difusa lo que revisa al alza la importancia del binomio coordinación-cooperación. Hasta el momento no existe una absoluta transparencia en el intercambio de información, lo que supone un balón de oxígeno para este tipo de amenazas.
Esta globalización ha enfrentado a Asia-Pacífico a una nueva dimensión de seguridad. Los grupos musulmanes de la región han recogido el testigo y encontrado intereses comunes con Al Qaeda y la figura de Bin Laden. Este terrorismo centra su agenda en la lucha nacional al mismo tiempo que proyecta su prisma hacia un alcance global. Sin embargo, si por algo se caracteriza la región es por la inexistencia de una cooperación antiterrorista constante, sino que se ha estructurado a través de medios bilaterales o subregionales, lo que ha supuesto un lastre para la seguridad de Asia-Pacífico. Veamos ahora cuales son las prioridades de seguridad de la región.

Rivalidades históricas
Entre los principales factores que condicionan la seguridad en Asia nos encontramos en primer lugar con rivalidades históricas entre potencias regionales. Uno de los ejemplos más claros se escenifica en el caso de India y Pakistán que se disputan regiones determinantes como Cachemira. Ambas potencias poseen la estrategia de seguridad disuasoria por excelencia: las armas nucleares. Pakistán, que considera Cachemira una región ocupada ilegalmente por la India, la utiliza como herramienta para provocar revueltas y altercados. La India por su parte no reconoce el derecho de autodeterminación de Cachemira y recurre al ejército para poner fin a las revueltas, con la consecuente violación de derechos humanos.

Otra de las grandes cuestiones a resolver es la reconciliación de la Península de Corea, contencioso con implicación de potencias regionales como China, Rusia y Japón, y globales como Estados Unidos. Para Corea del Sur, la restauración de las relaciones diplomáticas con Corea del Norte resulta un imperativo si lo observamos desde el prisma económico. Rusia está empujando fuerte para la puesta a punto de la estrategia de 9 puentes, de la que ya hemos hablado en Political Room, que establece nueve puntos clave de desarrollo económico en sintonía con la Nueva Northern Policy de Corea del Sur. Sin embargo, la puesta a punto de la mayoría de los proyectos requiere el asentamiento de infraestructuras en territorio norcoreano, una cuestión que se antoja complicada dada la volatilidad de las relaciones entre ambas Coreas.

Terrorismo yihadista
El terrorismo yihadista en Asia-Pacífico mantiene dos enclaves principales en Indonesia y Filipinas. Estas organizaciones se caracterizan por una buena estructuración, maximizando la sinergia con los aspectos propios de la criminalidad organizada emprendiendo acciones como los secuestros, lo que les confiere la capacidad de perdurar en el tiempo. Cuando hablamos de terrorismo yihadista en Asia, surgen dos nombres propios: Yemaa Islamiyah en Indonesia y Abu Sayyaf en Filipinas.
Yemaa Islamiyah tiene como objetivo general la creación de un Califato en el Sudeste de Asia que englobe Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia y Singapur. Sus orígenes se vinculan a la independencia de Indonesia y al establecimiento de una Constitución enunciada por Sukarno. Indonesia, país laico, topa con el deseo de algunos grupos que lucharon por la independencia partidarios de un Estado Islámico y, por otra parte, Indonesia es un país unitario, no federal, estructurado en una multiplicidad de islas.
Los atentados han sido recurrentes y organizados en diferentes fases: la primera, entre 2000 y 2001, contra objetivos religiosos cristianos (embajador filipino en Indonesia, atentados sincronizados contra iglesias); y la segunda posterior al 11-S, donde se centran en objetivos occidentales, con una clara influencia de Al-Qaeda.
En Filipinas por su parte nos encontramos al grupo terrorista Abu Sayyaf. En 2017 se produjo en la isla de Mindanao la batalla de Marawi, una operación de la policía y del Ejército Filipino contra los grupos yihadistas Maúte y Abu Sayyaf, ambos afiliados al Estado Islámico, con el fin de capturar al líder de esta última organización. El control de la región dependía de combatientes terroristas extranjeros retornados, no únicamente filipinos. Esta situación evidenció la incapacidad de Duterte para poner fin a esa situación, lo que llevó a la intervención de Estados Unidos mediante acciones de inteligencia y de capacitación de tropas.

Los combatientes terroristas retornados
Una tercera amenaza que se deriva del contexto de seguridad en Asia es el regreso de combatientes terroristas retornados. Un problema que se ha generalizado tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, especialmente en Francia y Reino Unido y, que en el caso de Asia, se ve incentivado por la permeabilidad de las fronteras, la ausencia de una normativa común y la existencia de Estados y regiones fallidas o cuasi fallidas.

El retorno de los combatientes reclutados a sus países de origen incrementa la amenaza del radicalismo violento y del terrorismo en los mismos, ya provenga del DAESH o de otros grupos o células terroristas. La experiencia y formación en combate real, los contactos que establecen en la zona con otros combatientes, así como el conocimiento de rutas y facilitadores que les ayudan a cruzar fronteras y asentarse en terceros países, añade envergadura a la amenaza porque son conocimientos que pueden transmitir a futuros correligionarios. La experiencia en conflictos anteriores ha demostrado la influencia que los retornados ejercen en el seno de la comunidad en la que se integran, incrementando los procesos de radicalización y reclutamiento terrorista entre sus miembros.
La criminalidad organizada y la respuesta gubernamental
La criminalidad organizada y su consiguiente respuesta gubernamental se configura como otra amenaza importante para la seguridad de Asia. Esta situación viene ejemplificada por la estrategia de “guerra contra las drogas” de Duterte, que encuentra su contrapeso en el respeto de los derechos humanos. El recurso al ejército para combatir esta amenaza ha sido un imperativo para Duterte.
En esta línea, en Asia encontramos violaciones sistemáticas de derechos humanos, como una pena de muerte consolidada en China e India, una libertad de expresión menospreciada a través de la estigmatización de quienes critican al gobierno, de lo que se derivan agentes al servicio de intereses externos, violencia gubernamental al servicio del orden, justificando esa violencia como un fin para garantizar ese orden y finalmente la consideración de que libertad y orden son conceptos antagónicos.
El presidente de Filipinas Rodrigo Duterte necesita un "examen psiquiátrico", según el alto comisionado de la ONU.
— Emisoras Unidas (@EmisorasUnidas) March 9, 2018
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Esta criminalidad organizada muestra todas las formas posibles, como por ejemplo narcotráfico, tráfico de obras de arte, tráfico de órganos y tráfico de seres humanos. Además, durante las últimas décadas, el crimen organizado ha experimentado un intenso proceso de transnacionalización, lo que ha incrementado su letalidad y su capacidad de perdurar en el tiempo. Esta situación ha resultado fruto de algunas tendencias encadenadas como son un incremento sustantivo de la colaboración entre grupos y organizaciones criminales con diferente ubicación o la emergencia de varios mercados ilícitos mundiales, con unas fases de negocio repartidas en distintas regiones del mundo.
Fallas democráticas y movimientos migratorios irregulares
Otra de las grandes amenazas recurrentes es la relativa a las fallas democráticas. Bajo este contexto, imperan frecuentes fraudes electorales, encarcelamiento de opositores, persecución de minorías étnicas y religiosas, así como la difícil situación de la mujer, que presenta unas mayores tasas de desempleo y una retribución salarial más baja.
Por su parte también es necesario resaltar el fenómeno disruptivo que presentan los movimientos migratorios irregulares que, en el caso de Asia, provocan la trata de personas, se ven facilitados por la porosidad de las fronteras y por la persecución por motivos religiosos.
Acciones específicas de países
Hay amenazas que no se derivan de fenómenos concretos, sino de las propias acciones de los países. En este sentido podemos señalar a Corea del Norte que, por ejemplo, usa su poderío nuclear como herramienta para chantajear a la comunidad internacional. El régimen de Pyongyang abandonó el Tratado de No Proliferación, no facilita la labor de inspectores y se atribuye la etiqueta de victimista ante la recepción de sanciones.

Una hipotética implosión norcoreana supondría un riesgo que provocaría la desestabilización regional y un flujo migratorio hacia China. En este sentido es una amenaza real, no retórica, como se puede ver en la proliferación de pruebas y ensayos de misiles de largo y medio alcance que han impactado en las inmediaciones de Japón. La división de la comunidad internacional a la hora de responder facilita la consolidación de este modus operandi.
Por último me gustaría recalcar que cuando hablamos de cuestiones de seguridad en la región de Asia-Pacífico no debemos olvidarnos de las tensiones que se viven a día de hoy en el Mar del Sur de China, así como en las inmediaciones del Mar de Filipinas. Moviéndose sobre esa famosa línea de 9 perlas, China reclama la soberanía de unas islas e islotes que supondrían una ventaja comparativa en términos estratégicos para Pekín.
Sus acciones encaminadas a reclamar una zona económica exclusiva mediante la construcción de diferentes tipos de infraestructuras han supuesto fricciones y tensiones con sus países vecinos, que también reclaman el territorio en disputa. Y no nos olvidemos del actor extra regional por excelencia como es Estados Unidos, cuya presencia en los mares asiáticos no hace más que enfurecer al gigante chino. Una situación que hasta el momento continúa en un equilibrio complejo de intereses particulares de cada Estado, pero donde cualquier paso en falso puede suponer una escalada de tensión que amenace la seguridad de la región.