¿Puedo volver a casa?

Un kilómetro cuadrado. Esta es la extensión actual del califato físico de Daesh en Siria. Tras la pérdida de territorio, debemos preguntarnos qué va a pasar con las personas que todavía viven allí. Algunos supervivientes que lo han perdido todo (casa y familia) quieren volver a sus lugares de origen, pero no podemos adivinar sus verdaderas intenciones ni si constituyen una amenaza a la seguridad nacional.
Es imposible saber con exactitud cuántas personas (hombres, mujeres y niños, víctimas o no) han ‘emigrado’ al califato de Daesh en Siria e Irak en sus escasos cinco años de vida. Según las declaraciones de Carola García-Calvo, investigadora del Real Instituto Elcano, al programa Cinco Continentes, de RNE, 237 españoles se han unido a los yihadistas. Al más famoso de ellos, Kokito Castillejos, se le da por muerto desde finales de 2015 en Siria. Fruto de su matrimonio con Assia Ahmed nació el que se considera el primer niño español nacido en el califato. De nuevo, es imposible calcular cuántos niños han nacido bajo la bandera de Daesh, pero supongamos que sus padres quieren volver a casa por el motivo que sea: ¿Qué podemos hacer con unos chicos que solo conocen la violencia o que incluso han participado en ejecuciones? ¿Estamos preparados para ello?
Los adultos también pueden suponer un peligro potencial. Los acólitos de al-Baghdadi se han dedicado a secuestrar occidentales, algunos de ellos periodistas, como método para financiarse y para infundir miedo. Hace tiempo que no sabemos nada del inglés John Cantlie, quien fue secuestrado en Siria a finales de 2014 junto con James Foley, otro periodista estadounidense. Daesh nombró a Cantlie como su embajador de cara a Occidente. Supimos de él gracias a los vídeos grabados al más puro estilo Travel Channel que mostraban lo apacible que era la vida en el califato o las consecuencias de lo bombardeos de Estados Unidos. También escribió varios artículos en la ya desaparecida Dabiq criticando las políticas occidentales. En todos ellos se mostraba a favor de los yihadistas. Lo que desconocemos es si decía estas cosas por miedo o porque verdaderamente Cantlie acabó radicalizándose. En uno de sus últimos escritos animaba a su prometida a buscar pareja, ya que él se negaba a volver a Inglaterra.
En los últimos días también hemos recordado el caso de Shamima Begum, una adolescente inglesa que se unió a Daesh junto con dos amigas hace cuatro años. Acaba de dar a luz a su tercer hijo y desde un campo de refugiados en Siria ha pedido volver a casa. Como respuesta, Gran Bretaña le ha quitado la ciudadanía, algo que ya ha hecho con otros nacionales que se fueron al califato. El Ministerio de Justicia español todavía no contempla el supuesto de que los españoles que se unen a grupos combatientes extranjeros puedan perder la nacionalidad. En este caso, sería un juez el que la revocaría. De todas formas, ¿sería la solución hacerlos apátridas? ¿Qué se ganaría con ello?
Es muy probable que al menos gran parte de los que han emigrado al califato se enfrenten a penas de prisión. En Europa no tenemos una política común sobre cuántos años deben cumplir entre rejas, aunque es cierto de que existe la figura del Coordinador de la lucha contra el terrorismo (el belga Gilles de Kerchove). En Occidente de momento no nos hemos planteado seriamente dónde deberían ser juzgadas estas personas. ¿En sus países de origen, quizás, o en los lugares donde han sido apresados? ¿Tal vez debería ser Estados Unidos el que los juzgue o dejamos que sea una institución internacional quien se encargue de los retornados? Ante el miedo al fin del califato físico y volver a su país de origen, empiezan a adivinarse excusas para eludir la cárcel. Es el caso de una madre, también inglesa, que asegura que fue con sus hijas de vacaciones a Turquía y por error, las tres acabaron en Siria. De ser cierta, esta historia sería la definición contemporánea de surrealismo. Si no, hay que reconocer que es una justificación cuanto menos creativa. En la misma línea, Imran Khawaja, de nuevo, otro inglés, se arrepintió de haber viajado al califato. Por lo visto, no sabía que allí, en la miseria, no iba a encontrar básicos como crema hidratante, papel higiénico o preservativos. Llegó a fingir su propia muerte para volver a Europa.
Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, ha instado a la Unión Europea a tomar una decisión sobre los 800 yihadistas europeos bajo su custodia. Una parte de ellos han sido apresados por las tropas estadounidenses, pero el papel de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés) también ha sido definitivo. Si no obtiene una respuesta, los liberará. Parece que Europa no se ha pronunciado al respecto o que no se ha tomado en serio esta amenaza. Al margen de esto, sí se debería haber planteado antes la posibilidad de que muchos de los que se fueron, radicalizados y arrepentidos o no, quieren volver. Probablemente, no todos ellos supongan una amenaza a la seguridad de su país de origen, pero es menester que las instituciones internacionales tengan propuestas sobre la mesa. Es obvio que a los adultos hay que juzgarlos, pero insistimos en el tema de los menores. ¿Alguien ha pensado en cómo desradicalizarlos, si es que eso es posible, y reinsertarlos en la sociedad?
¿Hemos derrotado a Daesh? Definitivamente no. Debemos ser cautelosos, ya que el hecho de que hayan perdido gran parte de su territorio en Siria no implica ni mucho menos que el grupo vaya a desaparecer. Los yihadistas están presentes en el norte de África, Afganistán y el sudeste asiático. En el siglo XXI, la derrota física no sirve de nada si no lleva consigo una derrota intelectual.
Bibliografía:
- Más de 200 españoles se unieron a las filas del Daesh en Siria
- Ministerio de Justicia
- Una familia pide volver al Reino Unido porque fueron de vacaciones a Turquía y se unieron a Daesh por error
- British jihadist who faked his own death was a bodybuilder nicknamed ‘Barbie’