Reino Unido: jugando con fuego
Inmediatamente después de la decisión del pueblo británico de salir de la Unión Europea, se hizo evidente que Irlanda del Norte iba a ser el mayor escollo en las negociaciones entre Bruselas y Londres. La dificultad de encontrar soluciones acabó alargando las negociaciones y destruyendo el gobierno de May, cuya propuesta no gustó a su propio partido.

Tras su destitución llegó Johnson con la promesa de acabar con el Brexit de una vez por todas, firmando un nuevo acuerdo que establecía el Protocolo y que le permitió arrasar en las siguientes elecciones. Sin embargo, Reino Unido nunca tuvo intención de cumplir el Protocolo y desde entonces los problemas han sido constantes, tanto que ahora amenazan con provocar una guerra comercial si no se modifica el mismo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
El país o el partido
En 2016 David Cameron se enfrentaba a una decisión clave para el futuro del Reino Unido; salvar al país o salvar a su partido. El UKIP, partido populista y euroescéptico de derechas, estaba ganando terreno y arrebatándole electorado a los Tories con un discurso centrado en la salida de la Unión Europea, gran parte de ese discurso euroescéptico partía del que habían creado los propios Tories, que siempre mostraron desconfianza respecto a la UE, pero llevado un pasó más lejos.
Aquí Cameron se encontró en una posición difícil, podía confrontar directamente el discurso de UKIP, pero ello alineaba a una parte de sus votantes más críticos con la UE, no sentaba bien a algunos sectores de su partido que no veían con malos ojos un distanciamiento con Bruselas y provocaba un giro en el clásico euroescepticismo Tory. Muchos costes y beneficio incierto, por lo que tomó otro camino, absorber sus demandas.

El partido Conservador absorbió el discurso del UKIP para acabar con ellos y accedió a realizar un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. Cameron era, como no podía ser de otra manera, perfectamente consciente de que esta estrategia suponía un riesgo mayúsculo, pues la salida de la UE era desastrosa para Reino Unido, pero decidió hacer lo necesario para salvar el partido, al coste del país y funcionó.
Cameron se fue, pero el partido Conservador vivió un momento de fortaleza que continuó hasta el escándalo de las fiestas navideñas del año pasado, de hecho, el UKIP dejó de existir. Ahora el problema consistía en buscar el éxito en un fracaso como el Brexit y eso fue lo que intentó May.
Ella tuvo que enfrentarse a la misma decisión que Cameron, el país o el partido, para salvar el país tenía que dar marcha atrás tanto en el discurso como en las políticas de su partido y admitir lo que todo el mundo sabía, que el bienestar económico de Reino Unido se encontraba vinculado con la UE. May eligió salvar el país, propuso un Brexit “blando” que mantenía a Reino Unido en la unión aduanera y eso le costó el puesto, su propio partido bloqueó el acuerdo y fue destituida.
Así llegó Johnson al poder que, de nuevo, se enfrentó a la misma diatriba y, como Cameron, decidió priorizar el bienestar del partido. Llegó a un acuerdo con la UE que instauraba el Protocolo de Irlanda del Norte y lo vendió como un gran éxito con el que presentarse a las elecciones dónde obtuvo una gran victoria. Johnson sabía que el Protocolo generaría enormes problemas y que el Brexit duro que perseguía iba bajo los intereses de su país, pero aun así lo hizo por el bien de su partido.

Es importante tener esto en cuenta porque Reino Unido lleva años tomando decisiones contrarias a sus propios intereses y esto puede ser difícil de entender, pero la clave del Brexit es que no está diseñado para satisfacer los intereses de Reino Unido sino del Partido Conservador, las consecuencias del Brexit son el coste que los Tories han decidido aceptar por mantener el poder.
Dudosa legitimidad
La motivación del Reino Unido para amenazar con la guerra comercial es que el Protocolo no tiene el consenso necesario de las dos comunidades en Irlanda del Norte (nacionalistas y unionistas) para seguir existiendo y, por tanto, hay que reformarlo. Sin embargo, la intransigencia y negativa a negociar de la UE empuja al Reino Unido a tomar decisiones unilaterales para salvar la situación.
Esta es la postura del Reino Unido, pero por desgracia no se corresponde con la realidad. En primer lugar, el Protocolo está siendo positivo para la economía de Irlanda del Norte, de hecho, su economía se está comportando mejor que la del resto de Reino Unido gracias a las ventajas del Protocolo.
En segundo lugar, las encuestas de opinión nos muestran que la mayoría de los norirlandeses consideran que el Protocolo es positivo para ellos. Además este mismo mes se celebraron elecciones dónde el partido más votado fue un partido favorable al Protocolo y se formó una Asamblea de 90 miembros en los que 53 están a favor de mantener el Protocolo.
Leader @J_Donaldson_MP raises with @BorisJohnson the cost of living crisis and the impact it is having on the people of Northern Ireland and across the rest of the United Kingdom. pic.twitter.com/e4YPpNimPi
— DUP (@duponline) May 25, 2022
Es cierto que el DUP está boicoteando el gobierno y sumiendo a la región en la parálisis política con el objetivo de que se realicen cambios en el Protocolo, pero también es cierto que la Asamblea de Irlanda del Norte tiene que votar sobre si mantiene el protocolo o no en 2024 y puede extenderse durante cuatro años más por mayoría simple, por lo que se puede ampliar sin el apoyo del DUP.
En definitiva, es evidente que el Protocolo genera problemas para los Unionistas que pretenden reformar o acabar con él, pero no es cierto que haya un clamor popular contra el Protocolo o que los ciudadanos estén perdiendo oportunidades, sino todo lo contario.
En este contexto, Reino Unido está amenazando con tomar una decisión que no tiene ningún beneficio para ellos, con sus propios ciudadanos en contra, con su mayor aliado, Estados Unidos, advirtiéndoles de que no lo hagan, y que iniciaría una guerra comercial con su mayor socio comercial, la Unión Europea.
A pesar de esto, las dinámicas de partido se imponen. Esta vez no es Boris Johnson quién lidera la confrontación con la Unión Europea sino Liz Truss, la ministra de exteriores británica y encargada del Brexit.
🇺🇸🇬🇧 El Presidente Biden solicita al Reino Unido a que aplique el Protocolo de Irlanda del Norte para no poner el peligro los Acuerdos de Viernes Santo. Los estadounidenses han acusado al gobierno británico de "inflamar" las tensiones en Irlanda. pic.twitter.com/jRdAkAMcZh
— Descifrando la Guerra (@descifraguerra) June 10, 2021
Con el escándalo de las fiestas navideñas la figura de Johnson ha quedado muy debilitada y Truss se ve a sí misma con el posible reemplazo de Boris. Esto explica su cambio de opinión, cuando llegó al cargo mostró una actitud más conciliadora que su predecesor David Frost y acabó con las amenazas de activar el Artículo 16 que podía terminar con el Protocolo.
Pero en ese momento el contexto era otro y Boris Johnson disfrutaba de una popularidad que ahora no tiene, si Truss quiere hacerse con el puesto de Boris necesita contar con el apoyo del partido y para ello debe convencer a los Brexiteers duros que lo controlan, así que la opción de las amenazas y la tensión constante con la UE es mucho más beneficiosa para sus intereses personales que tratar de buscar una solución conjunta con Bruselas.
Opciones
Teniendo esto en cuenta, ¿hay espacio para el acuerdo? Sí y no. Sí porque pueden proponerse opciones prácticas que reduzcan los controles, como la firma de un acuerdo de productos alimentarios similar al que la UE tiene con Suiza, que podría reducir hasta un 80% los controles en la frontera, esto fue algo que propuso la UE y el Reino Unido descartó. También se podría imponer un sistema que distinga entre los productos británicos que van a Irlanda del Norte para consumirse allí (que estarían exentos de controles) y los pueden entrar en el mercado único europeo, que sí deberían ser revisados.
La UE se ha mostrado abierta a ambas soluciones y a buscar medidas concretas y prácticas para reducir la fricción causada por el protocolo, por lo que las opciones existen, sin embargo, no parece que el Reino Unido esté por la labor, pues todas estas medidas podrían haberse tomado ya sin necesidad de dramatizar la situación y ha ocurrido todo lo contrario.

Es uno de los motivos por los que la UE no está dispuesta a ir más allá de estas medidas prácticas, la desconfianza con el Reino Unido es máxima y los incentivos que tiene el partido conservador provocan que busquen disputas constantes con la UE para movilizar a su electorado, por lo que a cada solución que intente Bruselas a buen seguro que los Tories encontrarán un nuevo problema y volveremos al mismo punto de partida.
Además, todas estas soluciones reducirían los controles y los costes para las empresas norirlandesas, pero la frontera continuaría existiendo por lo que es previsible que la oposición de los unionistas también.
El problema de fondo aquí es el Brexit y concretamente el tipo de Brexit que se eligió aplicar. Como cualquiera puede entender, la Unión Europea tiene derecho a tener una frontera y por ende tiene derecho a bloquear la entrada en su territorio de, por ejemplo, manzanas que han sido rociadas con un pesticida que está prohibido en la UE por sus efectos para la salud, y esto es lo que el Reino Unido parece no entender.
Si ambos países tuvieran la misma legislación y prohibieran los mismos pesticidas no haría falta controlar esas manzanas, pero Reino Unido decidió buscar un Brexit duro para divergir de la UE, así que tiene que establecerse una frontera. Los acuerdos de Viernes Santo impiden que se establezca en Irlanda, por lo que no quedan más opciones que: o Reino Unido converja con la legislación europea, o se instauré una frontera entre Irlanda del Norte y el Reino Unido, no hay alternativa.
Muestra de la falta de opciones es que el gobierno británico solo propone destruir el protocolo, no aporta ninguna solución al problema. Al principio plantearon una suerte de medidas tecnológicas abstractas que harían prácticamente imperceptibles los controles, estas medidas no existen y por tanto no pueden aplicarse, y ahí es donde acaban las ideas británicas para sustituir el Protocolo.
Buscar soluciones a la implementación del mismo pasa inevitablemente por el reconocimiento del fracaso del Brexit y más concretamente del tipo de Brexit que eligió Boris Johnson, que hacía necesario el establecimiento de una frontera. Pero este reconocimiento es inaceptable para los Tories y eligieron el camino de la crisis y disputa constante y eterna que les permite agitar las banderas cuando las cosas van mal con el coste que estamos viendo. Como siempre, es el partido contra el país.