Responsabilidad de Proteger: historia de un fracaso
La sensibilidad democrática y humanitaria en alza durante los años noventa y especialmente tras las experiencias de los genocidios de Srebrenica y Ruanda exigió a los estados mirar más allá de sus fronteras: a perseguir la justicia para el ser humano allí donde fuera necesario, aunque ello significara poner el sistema westfaliano de no injerencia en jaque.
Para tal fin, en la Cumbre Mundial de 2005 se adoptó el concepto de R2P, acrónimo en inglés de “Responsabilidad de Proteger”. Concretamente proteger a cualquier población de crímenes de guerra, genocidio, limpieza étnica y crímenes de lesa humanidad. En esencia, se estaba supeditando la soberanía a un ideal de justicia.

La doctrina R2P cuenta de tres pilares, donde el primero y el segundo son complementarios, mientras que el tercero, que capitaliza toda la controversia, tiene la función de activarse cuando los dos anteriores fracasan. El primero señala la responsabilidad que tiene un estado de proteger a su población de sufrir cualquiera de las calamidades anteriormente mencionadas.
Si el estado en cuestión fracasara en este punto, debería activar el segundo pilar de la doctrina: pedir auxilio a la comunidad internacional para que esta pueda ayudar al estado anfitrión a garantizar la seguridad de su propia población. Sin embargo, si el estado anfitrión “falla manifiestamente” en ello, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir usando cualquier medio necesario, esto es, uso de la fuerza inclusive, de modo que la doctrina R2P colisiona frontalmente con el principio de soberanía y, con ello, la creación de dos bandos enfrentados con sus respectivos paladines.
De esta manera, tenemos por un lado a las democracias occidentales que argumentan que la justicia debe prevalecer sobre la soberanía en los casos citados anteriormente y, por otro lado, los estados no occidentales, a la cabeza de ellos Rusia y China, que argumentan que la doctrina R2P no es más que la enésima formula del imperialismo occidental.

Libia 2011: la tormenta perfecta
En el contexto de las Primaveras Árabes, la Libia de Gadafi resulta ser el espacio perfecto para aplicar la R2P, ya que el dictador amenazaba con matar en masa a su propia población. El Consejo de Seguridad de la ONU rápidamente se puso de acuerdo en aplicar la doctrina R2P de forma unánime, con el voto favorable de Rusia y China que se materializó en la resolución 1970 el 26 de febrero de 2011. Tras ser ignorada por el régimen libio, el Consejo de Seguridad activó el tercer pilar de la doctrina: se decidió cerrar el espacio aéreo libio: el mandato de la ONU fue así ejecutado por la OTAN.
El momento fue histórico, la comunidad internacional había llegado a un conceso donde proteger los derechos humanos de una sociedad en concreto se abría paso sobre otros intereses. A pesar de ello, la ambigüedad del tercer pilar y la incapacidad de la ONU de monitorear las operaciones de la OTAN condujeron a una interpretación arbitraria de la Alianza Atlántica de la doctrina R2P: para proteger a la población libia la OTAN concluyo que lo óptimo era armar a los rebeldes y forzar el derrocamiento del dictador.
Evidentemente, esto no sentó bien en Moscú ni en Beijín, quienes argumentaron que la OTAN aprovechó el mandato para servir a sus propios intereses: se trataba de evitar un genocidio, no de tomar partido en una guerra civil y forzar un cambio de régimen favorable a Occidente.
La doctrina, desvirtuada en su primera aparición, quedó condenada a ser entendida por las potencias no-occidentales como su nueva excusa para el clásico aventurismo occidental. Kofi Annan, ex secretario general de la ONU admitió que el modo en que la OTAN resolvió el mandato de la ONU causo graves daños a la idea misma de la doctrina R2P.

Tanto es así, que todas las demás propuestas para su aplicación han sido vetadas por Rusia y China, inclusive los borradores sobre el caso sirio. Pero no deberíamos sobredimensionar el caso: Libia fue un fortuito alineamiento de circunstancias donde Gadafi, en corto, carecía completamente de aliados: su caída no preocupaba a nadie. Era una dictadura que, de hecho, carecía incluso de aliados dentro de su mismo gobierno.
Contrariamente, la Siria de Assad sí tiene aliados con interés en mantener el status quo. No es atrevido afirmar que la activación de la doctrina R2P sobre Libia solo fue posible no por la comunión de valores entre el Consejo de Seguridad de la ONU, sino por pura indiferencia a la caída de Gadafi, ya que no colisionaba con los intereses nacionales de nadie.
Sin embargo, a pesar de que la doctrina no se ha vuelto a aplicar y que es percibida como neo-imperialismo occidental nadie ha rechazado su filosofía más básica: la necesidad de proteger a la población de crímenes de lesa humanidad. Lo que se discute es como hacerlo, no su naturaleza.

Esto no significa que siempre que la doctrina aparezca no lo hará adaptándose a los intereses nacionales de sus promotores. Así, occidente estará siempre predispuesto a usar músculo humanitario más pronto que tarde, cosa que guarda mucha sinergia con la hegemonía militar que disfruta la OTAN, con un gasto en defensa superior al resto del mundo combinado.
Cabe preguntarse si Occidente sería tan pronto a las intervenciones humanitarias, si la hegemonía militar mundial cayera en hombros de potencias rivales como Rusia o China.
Bibliografía
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