Rusia en África: Armas, mercenarios e influencia política
En los últimos años la presencia rusa en África se ha puesto de relevancia y ha aumentado. Asociada siempre a cuestiones militares, el papel que Rusia juega en África va mucho más allá de las armas y los mercenarios, siendo un actor clave en el sector energético y el campo de la extracción y explotación de materias primas minerales.
La presencia rusa en África se remonta a finales del siglo XVIII cuando la Rusia zarista estableció un par de consulados en Egipto. Desde entonces, Rusia ha tenido presencia ininterrumpida en el continente. El momento de mayor intensidad en la relación entre ambos espacios se dio en las décadas de los 60 y 70, dentro del contexto de Guerra Fría.

En este período la Unión Soviética (URSS) apoyó movimientos de descolonización, independencia o liberación nacional y grupos opositores a regímenes pro-occidentales en Sudáfrica, Zimbabue, Mozambique o Angola, llegando a constituirse Estados favorables a los soviéticos.
Sin embargo, en los 80 se produce un repliegue en la presencia soviética en África que se confirma con el colapso de 1991. Como sucesora de la URSS, Rusia hereda la deuda contraída por los países africanos con Moscú e inmediatamente Boris Yeltsin detiene la ayuda exterior exigiendo además el pago de dichas deudas. Así, durante toda la década de 1990 África será un espacio secundario para el nuevo Estado ruso.
El retorno de Rusia al continente africano se produce a inicios de la década de 2000 coincidiendo con el ascenso de Vladimir Putin. Para entender la reactivación del interés por África hay que comprender los cambios políticos dentro de Rusia. La reanudación de las relaciones ruso-africanas se puede explicar, de manera simplificada, de acuerdo a tres motivos: el fracaso de las relaciones con Occidente, el giro de la política exterior rusa durante la etapa Primakov y el mencionado ascenso de Putin.
La “política de alternativas” o doctrina Primakov es la base teórica que sustenta la presencia rusa en África. La doctrina Primakov se identifica con el multivectoralismo, es decir, una política exterior activa en varios frentes y con la multipolaridad. La búsqueda de un mundo multipolar y policéntrico según la visión rusa, implica ocupar espacios y esferas de influencia, así como la búsqueda de aliados y socios, y eso es lo que trata de conseguir en África.

La confirmación del regreso de Moscú a África se escenifica durante el segundo mandato del presidente Putin (2004-2008) y la presidencia de Medvedev, momento en el que se producen varias visitas presidenciales a Sudáfrica, Egipto, Argelia o Nigeria que se acompañan de entradas de capital ruso en África. La gira africana de Lavrov en 2018 reafirmó el interés ruso por el continente en general y por África subsahariana en particular. Además, las sanciones impuestas tras el conflicto de Ucrania y la anexión de Crimea en 2014, llevaron al Kremlin a buscar nuevos mercados, clientes y entornos para sus productos.
Es cierto que Rusia heredó la deuda que los Estados africanos habían contraído con la URSS, pero también un entramado de relaciones y acuerdos técnicos, económicos, militares y comerciales. En la actualidad, Rusia mantiene relaciones diplomáticas con todos los países africanos y tiene representación en la Unión Africana y varias comunidades económicas regionales.
El Kremlin ha encontrado en África espacio para tres de sus sectores estratégicos como son la industria militar, la energética y la mineral, a los que se puede añadir una suerte de soft power operado por los medios de comunicación rusos, los lazos académico-culturales y las relaciones de cooperación económica.
En lo que respecta a la relación comercial, entre 2006 y 2018, el comercio ruso con África aumentó un 335%. Minerales como la bauxita o el manganeso, alimentos y derivados del petróleo han dominado estos intercambios. Esta relación es asimétrica e interdependiente: las importaciones africanas en Rusia son reducidas y el déficit comercial es favorable a Moscú lo que permite a Rusia obtener influencia política que se puede traducir en decisiones favorables en la explotación de recursos y que se materializa en forma de concesiones para empresas rusas.
🇲🇿🇷🇺Mozambique y Rusia han firmado seis acuerdos bilaterales en temas de recursos minerales y energéticos y colaboración en información. Vladimir Putin ha alegado que las relaciones entre ambos paises son modestas pero con buenas perspectivas. pic.twitter.com/q58RTLiEQ1
— Descifrando la Guerra (@descifraguerra) August 22, 2019
De estos acuerdos se benefician las grandes empresas rusas. Gazprom, Rosatom, Lukoil, Rosneft o Alrosa controlan explotaciones en todo el continente y son un elemento clave en la política exterior del Kremlin. De esta manera, el sector energético y minero ocupa un espacio preferente en las relaciones de Moscú con el continente: dos tercios de las inversiones rusas en África se centran en los sectores de la energía (especialmente en el uso civil de la energía atómica) y la minería.
Sin embargo, es el terreno de la seguridad donde Rusia destaca sobremanera. En la década de 1970, la URSS fue el segundo mayor proveedor de armamentos a los países africanos. Actualmente, Rusia es primer exportador de armas en el continente. Entre 2014 y 2018, el 28% de las armas importadas por los países de África Subsahariana y el 49% en África del Norte procedían de Rusia. Argelia, Egipto, Sudán o Angola son los principales socios rusos.
Por otra parte, Rusia no es signataria del Tratado sobre el Comercio de Armas lo que la convierte en una alternativa para regímenes inestables o en conflicto a la hora de abastecerse. A la venta de equipo se suma el entrenamiento y la formación militar. En 2015, Rusia firmó acuerdos de cooperación militar con 20 países africanos.
El ejemplo dado por el Kremlin en Siria hace que los dirigentes africanos apuesten por tener a Rusia de aliado y, puntualmente, protector frente a posibles “revoluciones de color”. Hay que añadir que Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y tiene derecho de veto en las decisiones de este órgano. A cambio de armas y entrenamiento, Moscú consigue regímenes afines (como han demostrados las últimas votaciones de la Asamblea de Naciones Unidas en relación con la guerra en Ucrania), concesiones para empresas como ha ocurrido en República Centroafricana e incluso bases militares como es el caso de Somalilandia.
The Wagner Group of Russian mercenaries is now operating in Mali, Syria, Sudan and the Central African Republic. With an estimated 5,000 men, its Africa footprint is almost as large as the US deployment of about 6,000. @benoitfaucon @JoeWSJ https://t.co/EVtSSyDSTV
— Peter Baker (@peterbakernyt) August 22, 2022
En los conflictos africanos también han aparecido grupos militares privados rusos. África es un espacio donde las PMC (Private Military Company en inglés) rusas están en expansión, siendo varias las empresas de este tipo con presencia en el continente.
La empresa Wagner tiene desplegados actualmente más de 1.500 mercenarios en República Centroafricana, aproximadamente otros 1.000 en Libia según la ONU, otros tantos en Madagascar y también se ha reportado presencia de Wagner en Mali, cuyo gobierno firmó un acuerdo con Rusia que ha desplazado la tradicional presencia francesa en la región del Sahel. Por otra parte, la empresa Patriot se emplea en diversos países como unidades de protección de estadistas.
Con la invasión rusa de Ucrania, la situación no parece haber sufrido grandes alteraciones. Moscú sigue manteniendo aliados en África y está consiguiendo socios nuevos como el gobierno de Assimi Goïta en Mali. En este punto, Rusia esgrime un discurso antiimperialista que resulta efectivo en zonas sobre todo de influencia francesa. Queda por ver si el corte de suministro de cereal procedente de Ucrania, clave en la alimentación de muchos países africanos, puede volverse en contra de Putin.
De momento, Rusia parece contar con aliados fiables en un continente que no tiene intención de abandonar a corto y medio plazo, donde ha encontrado un campo de actuación acorde a sus posibilidades, puede actuar de acuerdo a su visión estratégica y donde auto percibirse como potencia global.