Seguridad alimentaria: ¿hacia el abismo?
Por Yago Rodríguez.
La seguridad alimentaria -la provisión garantizada de alimentos- es un asunto fundamental para la política internacional.
El incremento de los precios de los alimentos es un catalizador de revueltas e inestabilidad política -no hay más que pensar en la Primavera Árabe o en la situación de Sri Lanka- en este sentido el trigo ruso-ucraniano es fundamental para alimentar Oriente Próximo y África a precios competitivos. Reemplazar el grano eslavo sin generar una crisis de precios es todo un reto, y en este sentido conviene analizar el desarrollo de la situación en África y Oriente Próximo.

Los mecanismos por los que la crisis alimentaria podría afectarnos se pueden resumir como sigue:
1. Conjunción de la crisis del trigo con sequías, incremento del precio de los fertilizantes y otros asuntos que elevan el precio de los alimentos.
2. Acaparamiento y dificultad de compartir alimentos: los Estados -destacando especialmente India- hacen acopio de alimentos y dificultan el acceso a la comida en los países más pobres y débiles.
3. La crisis alimentaria degenera en:
a) Violencia política
b) Olas migratorias
4. La violencia en la forma de revueltas, guerras civiles, golpes de estado, guerrillas o yihadismo agrava la crisis alimentaria.
5. En última instancias los conflictos, la crisis alimentaria y las olas migratorias comprometen la política exterior e interior de Europa y nos obligan a:
a) Despliegues militares y apoyo a Estados débiles.
b) Incremento de gasto en programas de cooperación.
c) Políticas migratorias, tensiones y polarización que dañan a nuestras democracias.
Oriente Próximo
En el caso de Oriente Próximo, la posición más cómoda la ostentan las ricas monarquías del Golfo, destacando en primer lugar Emiratos Árabes Unidos, que en 2020 estableció el Consejo de Seguridad Alimentaria para implementar la Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria en las administraciones estatales y locales -estas últimas bastante autónomas respecto al poder central-.

La importancia que Abu Dabí otorga a la seguridad alimentaria tiene su origen en la presencia masiva de mano de obra extranjera dentro del país, mano de obra que necesita una provisión asequible y estable de alimentos para evitar la conflictividad social.
La posición de EAU es extensible a Kuwait, Qatar y a otras petromonarquías en una situación similar.
Marruecos está en un punto intermedio de seguridad alimentaria. El país es uno de los que más panes por ciudadano consume del norte de África, por lo que su exposición a la crisis del trigo era significativa, no obstante, sus intensas relaciones con Francia, España y la Unión Europea han facilitado a Rabat la obtención de 15 millones de euros para paliar la crisis.
Los tres países más expuestos de MENA probablemente sean Túnez, Iraq y Siria. Por suerte para el régimen de Bashar al Assad, Damasco puede contar con el apoyo de Moscú para sostener su depauperada economía, así como con cierta producción agrícola interna.
De otro lado, Túnez mantiene buenas relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea, con lo que ha podido asegurar más de 150 millones de dólares del Banco Mundial y de la UE para evitar que la crisis alimentaria agrave la crisis interna que atraviesa.
Quizás el caso más preocupante es el de Iraq. La inestabilidad política, la influencia iraní y su conflictividad con Estados Unidos, los rescoldos del Dáesh y el separatismo kurdo amenazan a este país de 40 millones de habitantes.
África
Todos los análisis de seguridad alimentaria coinciden en que el mayor riesgo de hambruna se sitúa en el Cuerno de África y sus alrededores, siendo Somalia, Kenia, Etiopía, Sudán y Sudán del Sur los países más expuestos.
La inestabilidad institucional, los movimientos yihadistas y las guerras civiles se combinan con las sequías y la escasa capacidad adquisitiva para crear una tormenta perfecta.
🌍 El Cuerno de África no se había enfrentado a una sequía de tal magnitud en 40 años. Las cosechas se han arruinado y el ganado se muere de hambre, dos factores que son indispensables para una economía basada en el sector primario de subsistencia. pic.twitter.com/VtKXvlXHXh
— Descifrando la Guerra (@descifraguerra) May 18, 2022
La Organización de las NNUU para la Alimentación y la Agricultura, el Programa Mundial de Alimentos o la Cruz Roja británica apuntan en una misma dirección: más de 300.000 somalíes van a sufrir prácticamente una hambruna, 42 millones de personas corren un grave riesgo alimentario y a ello cabe sumar los 12 millones de desplazados internos en los países del Cuerno de África.
Al otro lado del continente negro -en el Sahel- la situación también es muy grave. Francia se retira de Mali, Rusia envía a Wagner para apoyar a la Junta militar, los yihadistas y los tuaregs empujan desde el norte en dirección a Gao, Timbuctú o Bamako y amenazan con provocar más desplazamientos internos, mientras Burkina Faso sigue fustigada por el látigo del yihadismo y el fenómeno del bandolerismo.
Se calcula que hasta agosto -como mínimo- 18 millones de personas del Sahel van a enfrentar una “inseguridad alimentaria severa”, con lo que las corrientes migratorias podrían verse intensificadas a corto plazo.
En conclusión, parece razonable pensar que al menos 60 millones de africanos enfrentan una escasez de alimentos aguda, y que esta crisis podría intensificarse en los próximos meses. La situación africana es más dura que la de Oriente Próximo, si bien países como Iraq o Yemen están sumamente expuestos.