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Después de un atentado terrorista, el centro de la atención es el número de víctimas mortales. Indudablemente, es una característica importante del suceso, que causa mucho dolor y a la que no debemos dejar de lado. Aun así, no debemos de olvidarnos de las personas que han estado presentes durante este hecho; que no hayan tenido ningún daño físico no implica que no desarrollen problemas o trastornos psicológicos.

El 23 de marzo S. A.  optó por acabar con tanto sufrimiento y decidió poner fin a su vida. Esta alumna de 19 años cogió un arma y se disparó en la cabeza. Era la segunda víctima de la matanza de Parkland que se suicidaba. Una semana antes, otro compañero de colegio de 16 años decidió no seguir viviendo y se autolesinó de la misma manera. La masacre de la Escuela Secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland el 14 de febrero de 2018 se llevó 17 vidas -14 de ellos estudiantes menores de edad-, y un año después a dos alumnos que tuvieron la suerte de no ser heridos.

De igual manera, a mediados de noviembre de 2017, G. V.,  un superviviente de 31 años del atentado de Bataclan, decidió suicidarse para dejar de sentir el dolor que le había causado dicho suceso. El 13 de noviembre de 2015 murieron 90 personas en el atentado en la Sala Bataclan en París y dos años después otra más, a pesar de haber sobrevivido ese día.

¿A caso no sufrieron ya demasiado? En vez de sentir alivio y alegría, ¿por qué optaron por seguir con este martirio? y sobre todo ¿por qué sucede esto?

El síndrome del superviviente

Este síndrome se produce cuando una persona se siente culpable por haber sobrevivido a un evento traumático en el que ha habido numerosos fallecidos. Desde el punto de vista psicológico, se puede decir que es un síntoma del trastorno por estrés postraumático (TEPT).

Estas personas tienen recuerdos involuntarios persistentes a cerca del acontecimiento traumático. Estos suelen ir acompañados de insomnio, pesadillas relacionadas con aquella situación e incluso ideas autolíticas.

También es muy característica la culpa que sienten por la muerte accidental de otros y la propia supervivencia, o bien pueden sentir remordimiento por no haber salvado a otras personas. Estas personas se sienten apáticas y pierden el placer por realizar actividades de las que antes disfrutaban. También es común que presenten la ausencia de reacciones afectivas significativas. Se aíslan de su entorno, por lo que se ven afectadas tanto su vida social  como familiar.

Es común que busquen un significado a lo ocurrido para intentar deshacerse de la culpa que se responsabilizan. Puede llevarse a cabo desde una perspectiva religiosa o racional. Estos síntomas psicológicos suelen desencadenar desórdenes físicos como cefaleas, hipertensión, ansiedad o trastornos gastrointestinales.

El síndrome del superviviente ha estado presente en víctimas del Holocausto, en las víctimas de Parkland y en las víctimas del atentado de Bataclán. Esto hace preguntarse, ¿Prestamos suficiente ayuda psicológica a las víctimas de atentados o podríamos hacer algo más para evitar estas terribles consecuencias?

Hay que tener claro que la mayoría de la gente supera los traumas relacionados a estos desastres, así como los sentimientos de culpa. Que la persona haya padecido esté síntoma tiene también algo positivo ya que significa que es una persona empática y que se interesa por la gente que tiene a su alrededor. El alivio y agradecimiento de haber sobrevivido a este suceso pueden coexistir con el duelo por los que murieron.

Como sociedad, debemos prestar más atención y ayuda a las víctimas de desastres naturales y atentados para evitar que se produzcan estas situaciones y aumenten el número de casos de suicidio por sentirse culpables y desear que les hubiese pasado a ellos. Para esto, no debemos olvidarnos de que existe un gran estigma social sobre la salud mental (el cual impide que muchas personas pidan ayuda), y también hay que reforzar los medios de prevención del suicidio.

Entonces, para abordar este problema de una manera más efectiva, es necesario implementar un trabajo multidisciplinar, es decir, abordar el problema desde distintas áreas incluyendo en el proceso a trabajadores sociales, psicólogos, psiquiatras, profesores, familiares y amigos. Deberíamos garantizar que estas personas dispongan del apoyo que necesitan, incluso ser ingresadas en un centro hospitalario hasta que mejore su estado de ánimo y condición mental.

Tampoco podemos olvidar la importancia de enseñar a familiares y amigos a estar alerta para actuar de forma correcta en el momento en el que consideren que esta persona necesite más ayuda.

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