¡Somalia al borde de la guerra! Contexto y últimas noticias
Por Yago Rodríguez.
Somalia vuelve a estar al borde de la hoguera de la guerra, por eso en este artículo vamos a dar cuenta de lo que ha provocado esta situación y del equilibrio de fuerzas en el país.
Desde los tiempos de la terrible guerra civil que asoló al pueblo somalí, múltiples actores nacionales e internacionales se han esforzado por construir las bases de un Estado mínimamente sólido y estable.
Como suele suceder con las burocracias, se escogió la capital del país, Mogadiscio, como lugar ideal en el que establecer la sede de los principales organismos estatales y de gobierno.

En los últimos años se habían logrado algunos avances, por ejemplo, la lucha contra el yihadismo estaba estancada. Pese al terrorismo islamista había cierta estabilidad política y al menos se había logrado crear un poder legislativo bicameral capaz de permitir un traspaso pacífico del poder... Al menos en teoría.
Hacía un año incluso algunos se vanagloriaban de que el país estaba repartiendo sus primeros carnés de identidad, a la par que incluso se llegaba a apuntar la posibilidad de sacar a Somalia de la lista de Estados fallidos.
El control de la policía, el ejército y las milicias era fundamental para asentar el poder estatal y garantizar la existencia de un poder ejecutivo. Sin embargo, los problemas que provocaron el colapso del Ejército Nacional Somalí (ENS) en los años 80 y 90 son los mismos que padece hoy en día. La estructura de clanes es demasiado poderosa, así que el ENS es poco más que un reflejo de estas tribus, si acaso, un poco mejor armado.
En estos años, la única ventaja político-militar de detentar el cargo de Presidente o de Jefe de Estado en Somalia pasaba por poder aprovechar el reconocimiento de la Comunidad Internacional para beneficiarse de los acuerdos económicos y de seguridad bilaterales, así como de la posibilidad de percibir ayuda desde distintas organizaciones internacionales.

Dicha ventaja no era poca cosa, ya que en un país tan pobre los alimentos, el dinero o las armas son tan valiosos como el oro, de tal forma que permiten inclinar la balanza del poder político-militar a quien controle dichos activos procedentes del extranjero.
Y aquí es donde entra en juego nuestro protagonista, el Presidente Abdullahi Mohamed, más conocido como "Faarmajo", apodo que debe a su pasión por el queso de la antigua metrópoli italiana. No es casualidad, pues se trataría del primer gobernante somalí que no nació en tiempos coloniales.
Cabe decir que Faarmajo pertenece a la estirpe Marehan, que a su vez entronca con el Clan Darod, el mayor de toda Jubalandia, la región sur del país.
A nadie se le escapa la ambición política del personaje, algo que comparte con otros políticos somalíes. Lo bueno es que en 2012 y 2017 se había logrado celebrar un traspaso de poder no violento por medio de las elecciones. Si bien la manipulación electoral estuvo muy presente, especialmente en los comicios de 2017, en los que Faarmajo emergió como claro vencedor.

El sistema de gobernanza somalí tiene algunas peculiaridades que reflejan sus problemas internos. En el primer nivel encontramos al gobierno federal y por debajo de este a los "Estados Miembros Federales" que, curiosamente, no pueden estar formados por una sola región, sino que han de sumar al menos dos regiones. A mi modo de ver el artículo 48.2 de su Constitución busca debilitar el poder de las regiones individuales obligándolas a mantener una representación territorial unificada. Divide et impera.
La cuestión es que durante estos 4 años el descontento de regiones como Puntland o Somalilandia con el gobierno central no ha hecho más que crecer, el terrorismo yihadista se ha mantenido fuerte, mientras que Kenia, Etiopía o Yibuti han tenido disputas importantes con Mogadiscio, destacando especialmente la discrepancia por la soberanía de las aguas con Kenia.
Sea como fuere, tras 4 años de presidencia la oposición esperaba la llegada de las elecciones, sin embargo, las maniobras dilatorias de Faarmajo no se hicieron esperar, así que el mandatario aprovechó la coyuntura del coronavirus y después trató de forzar una prórroga de su mandato por dos años más. La Cámara Baja dio su visto bueno a la reforma de Faarmajo, pero la Cámara Alta ha negado la prolongación del mandato.
Mientras todo esto sucedía, Faarmajo entabló buenas relaciones con Turquía, a quien la oposición también acusa de apoyar al político, de tal forma que este habría logrado construir y armar un pequeño ejército con el que pretendería controlar la capital y acabar con la oposición.
Por ejemplo, en diciembre de 2020 la oposición hizo público que Turquía iba a entregar 1.000 fusiles de asalto G3 y 150.000 cartuchos a la policía que teóricamente iba a reprimirles.

En realidad Ankara lleva una década cortejando a Somalia, si bien a partir de la llegada de Faarmajo la relación entre ambas partes se intensificó, sólo 7 meses después de las elecciones de 2017 los acuerdos de cooperación militar turco-somalí se sustanciaron en la gran base militar de Campamento TURKSOM, estratégicamente situada junto a Mogadiscio.
Toda esta tensión acumulada se desencadenó el pasado lunes 26 de abril.
Faarmajo acudió a la Cámara Baja donde obtuvo 153 votos a favor, 2 neutrales y 1 en contra, de esta manera había superado el primer escollo para suspender las elecciones 2 años y así mantenerse en el poder.
Aun así, la Cámara Alta ha rechazado la moción. El problema es que ni siquiera está claro quien tiene la razón, debido a la interpretación de los artículos 81.2 y 82.2 c) que dicen que solo la Cámara Baja puede rechazar "borradores legislativos", mientras que unos párrafos más abajo se admite que la Cámara Alta puede rechazar "borradores de ley". La interpretación del término "legislativos" debería hacerla un Tribunal Constitucional, pero estamos en Somalia, mucho antes de que los jueces hablen lo harán los Kalasnikov.
El caso es que poco después las regiones de Hirshabelle y Galmudug, tradicionales socias de Faarmajo, han expresado su rechazo a la moción, a lo que se han sumado el resto de regiones. Poco después el Primer Ministro, Mohamed Husein Roble, se ha posicionado junto a dichas regiones. Tengamos en cuenta que a Roble le había nombrado el propio Faarmajo el pasado septiembre.

El nudo gordiano se resolverá nuevamente con la espada. La semana pasada, mientras la Cámara Baja se reunía para debatir la moción propuesta por el Presidente, un jefe de la policía, Omar Sadaq Hasán, intentó impedir dicha reunión por la fuerza alegando que pretendía "salvaguardar la estabilidad de Somalia". No tuvo éxito, ha sido despedido y ahora se habría atrincherado en una parte de Mogadiscio junto a sus huestes.
Este fin de semana algunas unidades de los clanes somalíes que pertenecen al ENS y convocadas por el jefe de la región militar en Hirshabelle, han abandonado el frente y se han dirigido a Mogadiscio, donde se han enfrentado a la policía que apoya a Faarmajo dejando los primeros muertos en ambas partes.
Mientras los militares entraban en Mogadiscio, se han sucedido las manifestaciones jaleando a los militares, mientras que parte de la policía ha disparado contra dichos manifestantes.
Hay medios que apuntan a un escenario de desintegración del ejército similar al que se vivió a principios de los años 90, cuando los soldados abandonaron los cuarteles y los entregaron a sus respectivos clanes. Según algunos, Faarmajo estaría intentando instrumentalizar al Ejército Nacional Somalí antes de que se produzca una nueva desbandada, asimismo hay informaciones que apuntan a que los distintos bandos estarían convocando a los suyos dentro del ejército para que acudan a Mogadiscio.

Por lo pronto, Al Jazeera ha informado de que la temida "clanización" del conflicto se ha producido, aduciendo que hay numerosas barricadas en los distritos de cada clan y que estas se hayan custodiadas por coches con ametralladoras y milicianos. El propio Think Tank Crisis Group ha apuntado que llegados este punto solo una intervención desde el extranjero puede evitar un conflicto mayor.
Desde el punto de vista internacional, hay distintas posiciones. La Unión Europea, la ONU, Estados Unidos y los vecinos de Somalia deseaban que se celebraran unas nuevas elecciones. Arabia Saudita y EUA apoyarían a las regiones de Puntland y Somalilandia, mientras que Qatar y Turquía estarían con Faarmajo.
Las Naciones Unidas y la Unión Africana han intentado mediar sin éxito en el conflicto, mientras que la Administración Biden y los distintos Departamentos, especialmente el de Estado, han incrementado su actividad en el Cuerno de África desde la toma de posesión del mandatario estadounidense.
Para terminar, el Departamento de Defensa de Estados Unidos y otros actores internacionales también están preocupados porque el abandono de las posiciones del Ejército Somalí para combatir al gobierno podría proporcionar a los yihadistas una oportunidad para fortalecerse y recuperarse de los ataques estadounidenses.

Las últimas noticias indican que la presión interna e internacional habrían forzado a Faarmajo a la aparición en la televisión somalí este martes, donde anunció más diálogo para solucionar de manera inmediata la disputa electoral, acordar unas elecciones y presentar su candidatura de nuevo, cosa que haría este sábado.
Por último, Military Times ha informado de que los 700 soldados que Trump retiró de Somalia están reubicados en Kenia y Yibuti, listos para reiniciar sus actividades anteriores. Las operaciones encubiertas y la lucha antiterrorista por parte del Departamento de Defensa de Estados Unidos siguen activas.
La clave de que estalle o no una nueva guerra civil, especialmente en Jubalandia y el área de Mogadiscio pasa por la voluntad de Faarmajo. Si la presión ha podido con él y está dispuesto a aceptar los nuevos comicios habrá esperanzas para la paz, si por el contrario sus palabras contradicen sus actos es muy probable que la semilla de Estado se pudra entre luchas intestinas. Una última posibilidad es que Faarmajo esté contemporizando para ganar apoyo de ciertos clanes o recibir apoyo desde el exterior...
Sea como fuere, está claro que estamos ante un punto de inflexión de impredecible desenlace.