Sri Lanka, la unión de las agendas local y global del yihadismo

Este domingo Sri Lanka sufrió uno de los atentados más sangrientos de la historia reciente ocasionando 259 víctimas mortales y centenares de heridos de diversa consideración. Una célula compuesta por ocho personas atentó en hoteles e iglesias de diferentes localidades del país asiático aprovechando las calles atestadas en honor a la celebración de la Pascua de Resurrección, fiesta central del cristianismo.
El país aún está lamiéndose las heridas sufridas tras el sangriento conflicto étnico-religioso que enfrentó a secesionistas tamiles y al gobierno central del país entre 1983 y 2009 causando decenas de miles de muertes. Sin embargo, en los últimos 5 años parece que el odio intercomunitario está resurgiendo debido a una organización llamada National Thowheeth Jam’ath (NTJ), hasta ahora conocida por el adoctrinamiento fundamentalista y actos vandálicos contra templos y estatuas budistas.
Este grupo tiene sus raíces en una organización extremista conocida como Sri Lanka Thowheed Jamath (SLTJ) que, a su vez, es la rama en el territorio del grupo Tamil Nadu Thowheed Jamath (TNTJ) cuyo origen se encuentra en el sur de la India y nació con la intención de “predicar el verdadero Islam a musulmanes y no musulmanes”. El primero ha tenido diversos encontronazos con el resto de colectivos musulmanes así como con el Gobierno esrilanqués debido a su discurso radical y ataques verbales a otras confesiones religiosas.
Los enfrentamientos tuvieron un carácter tan violento que provocaron la huida del clérigo Zahram Hashim, líder del grupo y a quien muchos señalan como uno de los cerebros del atentado de este domingo. Hashim habría viajado hacia unas Maldivas que se ofrecían como un refugio de militantes yihadistas indios, pakistaníes o esrilanqueses, en la que los partidos islamistas próximos a Qatar eran mayoritarios y en la que, en proporción, su población era uno de los países que más voluntarios aportaba para luchar junto al Dáesh.
El atentado del domingo es la primera acción terrorista en Sri Lanka de carácter yihadista; sin embargo, la vinculación de jóvenes radicales con organizaciones armadas no es un fenómeno reciente y hay constancia de militantes esrilanqueses en las filas del Dáesh combatiendo a los ejércitos sirio e iraquí desde el año 2015.
Pero no sólo la organización autodenominada Estado Islámico tiene sus ojos puestos en los jóvenes de Sri Lanka; también Al Qaeda, al crear su rama para el subcontinente indio en el año 2014 con la intención de combatir a los gobiernos de India, Pakistán, Myanmar y Bangladesh empezó a publicar información en lengua tamil.
La sospecha de que el Dáesh se encontraba en la región india de Tamil Nadu empujó a la agencia encargada de la lucha contra el terrorismo conocida como National Investigation Agency a abrir una investigación a finales del año pasado en la que concluyeron que se estaba organizando un atentado de grandes dimensiones y del que Zahram Hashim formaba parte. A principios de abril la información transmitieron la información a sus homólogos de Sri Lanka sin que llegase a ninguna instancia competente que pudiera haber detenido el ataque.
El error de las autoridades ceilandesas no lo es sólo por el elevado número de víctimas o por el duro golpe que ha sufrido tanto el turismo como la convivencia entre los distintos grupos religiosos, sino porque se podría entender que el Gobierno habría barajado la posibilidad de que se cometiera un atentado y podría haberlo evitado: el pasado enero se descubrió un campo de entrenamiento del Dáesh que albergaba 100 kilos de explosivos e igual número de detonadores y el pasado año se modificó la ley antiterrorista para condenar a cadena perpetua a los implicados en atentados.
El hallazgo de la base terrorista en Sri Lanka probablemente aceleró los preparativos del atentado que se venía gestando desde hace meses ante la posibilidad de que la colaboración entre los servicios de inteligencia indios y esrilanqueses estrecharan sus comunicaciones. Por otra parte, esta vía echaría por tierra las primeras versiones del Gobierno de Sri Lanka que afirmaban que el ataque producido este domingo era una represalia por la matanza de musulmanes en la localidad neozelandesa de Christchurch del pasado mes de marzo.
Para una organización extremista cuyas acciones más violentas habían consistido en “pelearse” con monjes budistas y atacar sus templos, el ataque de este domingo hubiera significado un salto cualitativo demasiado grande de no haber sido por el entrenamiento que les proporcionó una organización que se hace llamar Ejército Mohideen.
La obviedad de que una “multinacional del terror” estaba detrás del ataque, a pesar de que nadie lo había reivindicado, se reafirmó cuando el Dáesh publicó un vídeo asegurando su implicación en el atentado y en el que el clérigo Zahram Hashim aparecía tomando juramento de fidelidad al resto de componentes de la célula Abu Bakr al Baghdadi, lo que demuestra que el clérigo estaba integrado en la estructura de la organización yihadista desde hace tiempo y que él mismo habría servido de enlace entre el Dáesh y NTJ o de una corriente interna radical del grupo.
Esta forma de actuar de Dàesh consistente en usar a uno o varios militantes de organizaciones locales para aplicar su agenda global, no es nueva en la región y guarda paralelismos con un ataque suicida que tuvo lugar en Dakkah en el año 2016 y que causó la muerte de 22 personas. Fue reivindicado tanto por una organización local conocida como Jamaatul Muyaidín Bangladesh como por el Dáesh.
En ambos casos el perfil de los atacantes es el mismo: jóvenes de clase media o alta del país y con estudios universitarios, lo que les convierte en los terroristas perfectos al disponer de medios económicos para procurarse la logística necesaria para llevar a cabo la acción y la protección que pueden ofrecer sus vínculos familiares ante los servicios de seguridad.
Nos encontramos ante una nueva estrategia de abordar el terrorismo yihadista por parte del Dáesh suministrando armas y explosivos a grupos locales o facciones radicales de los mismos e instruyéndoles para su empleo a cambio de que éstos adopten sus objetivos cuando vayan a realizar el atentado. Esto explica por qué el objetivo del ataque en Sri Lanka era la comunidad cristiana y los turistas en vez de la comunidad budista, mayoritaria en el país y la que, dependiendo del punto de vista, ejerce la discriminación hacia los musulmanes.
La masacre coincidió con una cadena de atentados de la organización yihadista a nivel global (República Democrática del Congo, Libia o Arabia Saudí) con la intención de hacer transmitir el siguiente mensaje a la opinión pública occidental: no están muertos y pueden actuar en cualquier momento y en cualquier lugar.