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El pasado 29 y 30 de junio de 2022 tuvo lugar la Cumbre de la OTAN en Madrid, donde los líderes de la Alianza atlántica se reunieron para dar una respuesta común a los retos actuales a los que se enfrenta Occidente.

“Éxito” es la palabra con la que definían los asistentes al evento, puesto que fueron varios los hitos conseguidos: Un nuevo concepto estratégico, una revitalización de la organización (lejos de la “muerte cerebral” esgrimida por Macron), incremento del gasto militar y la invitación formal a Suecia y Finlandia a adherirse a la organización militar.

Jefes de Estado y de Gobierno asistentes a la Cumbre de la OTAN. Madrid, 2022. Fuente: Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa

Suecia y Finlandia han sido Estados tradicionalmente neutrales, pero la guerra de agresión lanzada por Rusia contra Ucrania ha provocado que los países nórdicos hayan roto con esta postura y deseen estar bajo el sistema de seguridad colectiva del Tratado de Washington.

La novena ampliación de la OTAN contó con el beneplácito de todos los Estados miembros, a excepción de Turquía. El Ejecutivo de Erdoğan manifestó sus reticencias a la membresía de Estocolmo y Helsinki ya que, según Ankara, estos dos países dan asilo a miembros del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), organización considerada terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea.

Sin embargo, los inconvenientes turcos fueron salvados mediante la firma de un memorándum de entendimiento a tres bandas. Por un lado, los Estados firmantes se comprometían a estrechar las relaciones en materia de contraterrorismo, con especial atención al PKK, las Unidades de Protección Popular sirias (YPG) y el movimiento de Fethullah Gülen (FETÖ). Adicionalmente, los gobiernos sueco y finlandés decidían poner fin al embargo de armas impuesto al país euroasiático desde 2019.

Una semana después de la cumbre, se firmaban en Bruselas los protocolos de adhesión de Suecia y Finlandia. “Es un día histórico para Finlandia, para Suecia, para la OTAN y para la seguridad euroatlántica”, señalaba Jens Stoltenberg, Secretario General de la Alianza. La ratificación de los protocolos de adhesión por todos los Estados miembros era el último paso para consagrar la incorporación de los países nórdicos. Un proceso, en principio, relativamente rápido y sencillo.

Actualmente, de los 30 Estados integrantes de la organización, 28 de ellos ya los han ratificado: Hungría y Turquía son los únicos miembros del club militar que no han llevado a cabo esta decisión.

Por lo que respecta a Hungría, el Gobierno de Viktor Orbán, afín y (parcialmente) dependiente del Kremlin, ha pospuesto hasta en dos ocasiones el trámite parlamentario. Algunas voces críticas argumentan que su aprobación a la accesión de Suecia y Finlandia a la OTAN está condicionada a la recepción de los fondos de la UE. El primer ministro húngaro ha negado categóricamente estos rumores.

Más tarde o más temprano, Budapest pondrá fin a su resistencia y acabará cumpliendo con el compromiso asumido en la capital española. Turquía es quien realmente genera inquietud y preocupación entre las naciones euroatlánticos, especialmente, respecto a la candidatura sueca.

La simulación de ejecución de un muñeco caracterizado como Recep Tayyip Erdoğan por parte del Comité Sueco de Solidaridad con Rojava y la decisión de la Fiscalía de no investigar el presunto crimen de odio fue el primer paso para la escalada de tensión entre ambos países.

La disputa diplomática se aceleraba con la autorización del Gobierno de Ulf Kristersson de protestas anti-turcas y pro-kurdas a lo largo del territorio nacional para el 21 de enero. Como contrapartida, la visita del Ministro de Defensa sueco, Pål Jonson, a Ankara, cuyo objetivo era discutir las objeciones turcas a la entrada de Suecia a la Alianza militar, fue cancelada.

El veto temporal de la Administración turca se cocinaba a fuego lento: El mero permiso de las manifestaciones había irritado al Gobierno del Partido Justicia y Desarrollo (AKP), pero el ahondamiento de banderas del PKK en las marchas de la diáspora kurda y la quema del Corán por el ultraderechista Rasmus Paludan enfrente de la Embajada de Turquía, acto amparado por la libertad de expresión para unos y crimen islamófobo para otros, dinamitó cualquier puente entre suecos y turcos.

A este conjunto de sucesos, ha de sumársele la negativa y/o incapacidad de Suecia de extraditar a los 120 presuntos terroristas solicitados por las autoridades turcas. A modo de ejemplo, el Tribunal Supremo sueco rechazaba la petición de extradición de Yilmaz Aytan, presunto partícipe en el intento de golpe de Estado contra Erdoğan en 2016.

La disputa diplomática turco-sueca ha de leerse también en clave doméstica. Las elecciones presidenciales y legislativas en Turquía tendrán lugar el próximo 18 de junio y el voto nacionalista es esencial para otorgar un tercer mandato a Erdoğan. La seguridad puede anteponerse a la debacle socioeconómica actual que vive el pueblo turco.

Manifestante salta sobre una fotografía de R.T. Erdoğan en una manifestación pro-kurda en Estocolmo.

Todo parece indicar que será el nuevo Gobierno salido de las urnas el que zanje definitivamente el asunto. Ahora bien, un Presidente y un Ejecutivo diferente a Erdoğan y al AKP no garantiza la entrada de Estocolmo a la OTAN, ya que con gran probabilidad seguirán las líneas rojas marcadas por los anteriores.

No se ha de caer en error y pensar que esta partida de ajedrez se juega solo con Suecia, sino también con Estados Unidos. Oficialmente aliados OTAN, Turquía y EE. UU. tienen sus propios puntos de fricción. La guerra en Siria pone de manifiesto estas discrepancias: Mientras Ankara apoyo a la oposición siria al Gobierno de Bashar Al-Assad, Washington respalda a las Fuerzas Democráticas Sirias, compuestas mayoritariamente por la milicia kurda YPG.

La suspensión de las negociaciones de adhesión con Suecia ha generado un efecto poco deseado para la OTAN: La hipotética entrada en solitario de Finlandia. El presidente turco, en un discurso en la ciudad de Bileck, abría la puerta a tratar separadamente las solicitudes de ingreso de Helsinki y Estocolmo. El mensaje de división no causó ningún efecto entre los diplomáticos finlandeses: “Nuestro firme deseo sigue siendo ingresar en la OTAN junto con Suecia”, proclamaba Pekka Haavisto, Ministro de Asuntos Exteriores de Finlandia.

¿Accederán Suecia y Finlandia a la Alianza euroatlántica? Sería precipitado dar una respuesta definitiva. Con las condiciones políticas existentes, puede concluirse que la parálisis total de la adhesión de los países nórdicos sería un duro golpe para la OTAN y una pequeña victoria para Moscú. Asimismo, si Turquía no levanta el veto a Suecia, Finlandia se verá obligada a entrar sola en la organización militar. La Cumbre de Vilna de 2023 puede ser un momento clave para resolver la cuestión.

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