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El jueves 14 de Junio las costas de Fujairah, eran testigos de cómo dos grandes petroleros que acababan de cruzar el estrecho de Ormuz recibían el impacto de diversos proyectiles que les incapacitaban para seguir navegando, por lo que al menos uno de ellos, el Kokuka Corageus, tuvo que ser remolcado al puerto de Khor Fakkan de los Emiratos Árabes Unidos.

Nuevamente, tal y como ocurrió semanas antes, ningún ejercito de la zona se hizo responsable del incidente, no existiendo en la región ningún grupo irregular con capacidad de realizar un ataque de semejante envergadura según diversos organismos de inteligencia u organizaciones de análisis de la actividad terrorista.

No obstante, Estados Unidos, necesitado de un hecho que justifique una operación militar contra Irán,se apresuró a acusar a Teherán del ataque aportando como prueba las imágenes de una patrullera de este país junto a uno de los petroleros atacados, siendo este punto negado desde Fars, la agencia de noticias semioficial del régimen de los Ayatollahs.

Los encontronazos entre países del Golfo Pérsico son relativamente frecuentes debido a las rivalidades existentes entre Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos con Irán o de las primeras con Turquía y Qatar debido a la defensa que estas hacen de la Hermandad Musulmana.

Sin embargo, este incidente es uno de los más graves de los acontecidos en la región  en los últimos meses ya que demuestra que con no muchos medios se puede cerrar o limitar gravemente la navegación en unas aguas por las que circula el 20% del petróleo mundial y la práctica totalidad del gas natural licuado que exporta Qatar.

El ataque contra los petroleros Kokuka Courageous y Front Altai supone el punto culminante de una escalada de la tensión en la región desde que el gobierno de Estados Unidos endureciese a finales de Abril las sanciones a los países que comprasen el petróleo iraní.

El objetivo de dicha medida era asfixiar la maltrecha economía del país a fin de que el gobierno de Teherán dejase de armar, entrenar y financiar a diferentes milicias armadas que operan en la región contra sus enemigos regionales y finalizase su programa de desarrollo de misiles balísticos.

La respuesta de inmediata de Irán, ante la perspectiva de que no poder vender petróleo, fue la de amenazar con cerrar el estrecho de Ormuz, medida que de ser llevada a cabo supondría la interrupción sustancial del trasporte y posterior comercialización del mismo y consiguientemente un alza considerable de sus precios a nivel mundial.

Posteriormente y conscientes de que un bloqueo del estrecho podría causar severos daños tanto a la economía de sus enemigos, como a la suya propia o a la de sus actuales clientes y que además podría suponer un causus belli que podría ser aprovechado tanto por Arabia Saudí como por Emiratos Árabes Unidos o Estados Unidos, fueron rebajando el nivel de la amenaza.

Y es que Irán, inteligentemente, no quiere enfrentarse directamente a Estados Unidos o sus aliados en la región al ser consciente de su inferioridad en un enfrentamiento militar convencional. No obstante, el régimen de Teherán sí que parece dispuesto a utilizar  a las diferentes milicias sobre las que ejerce influencia para mantener la tensión en Oriente Medio.

A partir de Mayo, Estados Unidos empezó reforzar su fuerza militar en la región desplegando bombarderos B-52 en Qatar a la vez que enviaba un grupo de combate que incluía al portaaviones de propulsión nuclear USS Abraham Lincoln, lo que fue de nuevo tomado por Irán como una amenaza directa a la que tenía que responder.

Por esas fechas tuvo lugar frente a las costas de Fujairah del primer sabotaje de autor desconocido contra 4 petroleros, dos de ellos de propiedad saudí, causándoles graves daños estructurales pero no el hundimiento de los mismos, ni fuga de su carga, por lo que se evitó un posible desastre medioambiental.

En un giro sorprendente de los acontecimientos, Teherán condenó duramente el sabotaje solicitando una investigación internacional independiente y que los países del entorno estuviesen vigilantes contra complots desestabilizadores cuyo objetivo último sería llevar a la región a la guerra.

Días más tarde, un proxy de Teherán como son las milicias houthis, lanzó un ataque con drones contra dos estaciones de bombeo de petróleo en Arabia Saudí por lo que el oleoducto que cruza el país de Este a Oeste tuvo que ser cerrado temporalmente. Pese a que el ataque no causó grandes daños mostró claramente la vulnerabilidad de esta infraestructura vital para la economía del reino.

A mediados de Mayo y mientras los refuerzos militares llegaban al Golfo Pérsico, la Casa Blanca ordenó la retirada del personal no esencial de su embajada en Iraq ante las reiteradas amenazas de ataque a la instalación por parte diversos grupos milicianos chiitas vinculados a la Guardia Revolucionaria iraní, organización que ya había sido declarada terrorista por Estados Unidos a principios de Abril.

Los días siguientes, el pequeño emirato de Bahréin fue el foco de atención al ordenar la salida de sus nacionales tanto de Iraq como de Irán así como por denunciar la existencia de una red ciberterrorista patrocinada por Irán y Qatar para desestabilizar el país y dañar su imagen.

Ya entrados en este mes, Irán presentó públicamente un nuevo sistema de defensa aérea capaz de localizar 6 objetivos al mismo tiempo y abatirlos con misiles, como respuesta a la propuesta del general al frente CENTCOM de enviar refuerzos permanentes a la región para enfrentarse a la amenaza que supone Irán para diversos países del Golfo.

Una amenaza que esta semana se hizo presente el martes con él envío por parte de los houthis de drones para atacar la Base Aérea saudí de Malek Khaled que fueron abatidos antes de alcanzar su objetivo, y los ataques del miércoles y el viernes contra el aeropuerto de Abha, el primero de ellos con misiles de crucero causando 26 heridos y el otro con drones que provocaron daños a las instalaciones.

Por tanto, estamos ante una peligrosa escalada en la que Irán responderá a toda presión que ejerzan sus vecinos del Golfo y Estados Unidos contra ellos de forma dura  pero no directa para así poder jugar la carta de ser víctima de la agresión si las represalias en forma de operación militar tienen lugar en el futuro.

De momento tanto los ataques a embarcaciones como a infraestructuras militares e industriales no han causado víctimas ni daños ecológicos graves, pero el ataque al aeropuerto ha causado decenas de víctimas civiles lo que demuestra lo fácil que se puede perder el control en campañas de tensionamiento del enemigo y que el conflicto desemboque en guerra abierta.

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