Medio de comunicación independiente

Por Pau Jarne Soler

Faltan solo 5 semanas para que se celebren elecciones presidenciales en Estados Unidos el próximo 3 de noviembre y, la carrera entre los dos candidatos nominados, Donald Trump y Joe Biden, está muy reñida y no absenta de polémicas.

Si bien es cierto que la mayoría de encuestas Nacionales dan la victoria al candidato demócrata Joe Biden (solamente 1 de entre 60 encuestas dan la victoria al republicano Donald Trump) estas no son siempre fiables, sobretodo en swing states (Estados sin ninguna mayoría definida, susceptibles de decantar la balanza electoral en favor de un partido u otro) como Florida, Pennsylvania, Arizona y Michigan, entre otros. Sería necesario recordar en este contexto lo poco acertadas que fueron las encuestas en sus predicciones cuando daban una victoria casi segura a la candidata demócrata Hillary Clinton en las elecciones de 2016.

Fue a partir de ese momento que muchos estadounidenses  comenzaron a mirar con recelo los análisis electorales y a desconfiar de sus números; quizás nosotros también deberíamos hacer lo mismo. Aún hay un camino largo hasta que los votantes sitúen sus papeletas y, margen suficiente para que los  candidatos presidenciales hagan sus campañas.  

También  hay otros sucesos,  como  los  que comentaremos más adelante, que son susceptibles de decantar la balanza hacia un sentido u otro. Habrá que ver cómo la crisis del coronavirus afecta a las elecciones, analizar las recientes protestas raciales surgidas a raíz de la muerte de George Floyd y estudiar qué efectos tendrá el fallecimiento de la juez de la Corte Suprema, Ruth Bader Ginsburg, en las presidenciales.

COVID-19

La crisis del coronavirus ha sido un auténtico talón de Aquiles para Donald Trump y no sin motivos. Estados Unidos es a día de hoy el país con más muertes por coronavirus, en números absolutos, de todo el mundo - Un poco más de 200.000 fallecidos -. Unas cifras sorprendentemente malas teniendo en cuenta que hablamos del país más rico del mundo y, con uno de los programas de respuesta virológica más preparados.

Estados Unidos, como muchos otros países de occidente, no supo anticiparse a los acontecimientos y dio una respuesta lenta e improvisada ante la pandemia. El estado más afectado al inicio de la crisis y el que ha sufrido más fallecimientos a lo largo de esta, es el Estado de New York, con un total de 32.700 muertes - El 16 % de todas las muertes computadas en el país -. Le siguen los estados de New Jersey, Texas, California y Florida.

La respuesta de Donald Trump ante la crisis tampoco fue la más acertada, llegándose a calificar por muchos de irresponsable.  Durante la pandemia, el mandatario, lejos de crear unidad y consenso, se enmarcó en una estrategia inicial de negación, quitando gravedad a la crisis y llegando a comparar sus efectos con los de la gripe. Posteriormente, cuando el Corona virus se había expandido de forma notable en los estados más poblados de la costa Este y California, Trump intentó responsabilizar de los malos resultados a los gobernantes regionales de cada uno de esos estados, muchos de ellos bajo el gobierno de la oposición demócrata. De poco sirvió esta estrategia cuando el coronavirus empezó a expandirse también de forma alarmante en los estados centrales gobernados por mayoría republicana.

A todos estos fallos de guión también  hay que sumarle las múltiples discrepancias que ha mantenido el mandatario estadounidense con los oficiales responsables de gestionar la respuesta a la pandemia – Algunos incluso dentro de su círculo político - y, a la continua legitimización de fármacos como la Hydroxi - cloroquina cuya ineficacia ha quedado probada contra el Covid.

Todos estos desaciertos a la hora de comunicar y el hecho de tomar una posición escéptica respecto a la crisis, ha puesto no solo a toda la comunidad demócrata en su contra – Algo que era de esperar–, sino que también se ha labrado discrepancias dentro su nicho republicano, dando la imagen de un líder que no ha tomado cartas en el asunto.

Protestas Raciales
Protestas del Black lives matter - Pexels ‌‌

La muerte de George Floyd el 25 de mayo marcó un antes y un después en las tensiones raciales de EE.UU. La comunidad afroamericana siempre se ha sentido desplazada por una mayoría blanca -Normalmente mejor posicionada económicamente y socialmente - que la mira con recelo debido a sus mayores índices de desempleo y criminalidad. Esta desconfianza es aún más latente en los cuerpos de seguridad que, lamentablemente, muchas veces se acaba saldando con actos de brutalidad policial o, en el caso del Sr. Floyd, la muerte.

Esta tragedia en particular hizo saltar la chispa en la comunidad afroamericana y otros grupos y movimientos sociales concienciados con la causa racial como el BLM (Black Lives Matter), el movimiento antifascista  (Antifa), o incluso celebridades como Lebron James y Billie Eilish que, finalmente, se organizaron para orquestar una protesta por todo el país poniendo su foco en los principales núcleos urbanos del país.

La mayoría de estas protestas fueron pacíficas y legales, aunque algunas de  ellas acabaron en altercados violentos o incluso saqueos, lo que provocó la intervención de las fuerzas de seguridad cuyo papel en la disuasión de estos grupos fue más que cuestionado. La tensión alcanzó su clímax cuando grupos ideológicamente opuestos al de las protestas y organizados en forma de milicias locales entraron en escena bajo el pretexto de “imponer el orden”. Inevitablemente toda esta tensión estalló y se saldó con varias muertes en ambos “lados”.

Todo este escenario ha situado al partido Demócrata y a Joe Biden en una situación delicada. Aunque oficialmente Biden se posicione en contra de los altercados violentos causados por las protestas raciales, el grueso de sus votantes apoyan el motivo de estas manifestaciones e incluso participan en ellas, lo que hace muy difícil dar un mensaje claro. Eventualmente, Biden optó por intentar evitar hacer comentarios sobre el tema al respecto, condenando puntualmente los casos de violencia más extrema (saqueos y destrozos). No sirvió de mucho, y acabo dando una imagen de ambigüedad que no gustó ni a demócratas ni a republicanos.

Trump, al que en principio parecía que estas protestas raciales le iban a perjudicar en su imagen como presidente, finalmente vio en ellas una oportunidad de atacar a sus contrincantes políticos llevando las manifestaciones y los choques entre los dos “bandos” al terreno cultural, donde mejor se mueve. Trump usó los altercados como arma política arrojadiza contra Joe Biden, y se autoproclamó baluarte de las consignas “Ley y Orden”.

Este mensaje caló en la comunidad republicana, pero también en un nicho de votantes más moderados que veían como las redes sociales e Internet se llenaban con vídeos y fotos de protestantes creando altercados y caos. Ante esta imagen, aunque la mayoría de protestas raciales fueron pacíficas, el mensaje de “el guardián de la nación” caló muy bien en estas bases, normalmente constituidas por clase trabajadora.

Vacante en la Corte Suprema
Ruth Bader Ginsburg

La juez de la Corte Suprema de EE.UU Ruth Bader Ginsburg, murió el pasado 18 de septiembre dejando tras de sí una vacante que podría inclinar el sentido ideológico y político del país. La Corte Suprema de Estados Unidos está formada por 9 integrantes – 1 presidente del tribunal y 8 asociados –. Estos cargos vitalicios son nominados por el presidente en funciones y aprobados por el Senado, que actualmente es de mayoría republicana.

Ahora mismo Trump, a 35 días de las elecciones, sostiene la llave para nominar a la futura candidata de la Corte Suprema. Esto le otorga una posición estratégica de gran valor, ya que podría nominar a alguien fiel a sus ideales conservadores afianzando aún más la dirección política de EE.UU.

Ginsburg, más cercana a los ideales progresistas y feministas, fue un icono de la izquierda demócrata durante todo su mandato. La noticia de su muerte no ha hecho más que despertar inquietud entre sus afines ante la posibilidad de que su vacante sea cubierta por Amy Coney Barrett, una cristiana conservadora de carácter duro ante políticas sociales relativas a la inmigración y el aborto que ya ha conseguido el visto bueno de Trump.

El cómo este contexto puede afectar a las elecciones de EE.UU viene planteado de la siguiente manera: Trump, con el apoyo republicano en el Senado, podría nominar a Amy Coney para el Supremo, independientemente de quién ganase las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, consiguiendo así consolidar la mayoría conservadora en la Corte Suprema. Otra alternativa sería mantener la vacante vacía hasta después de las elecciones, lo que alentaría a la comunidad conservadora de EE.UU a votar por él en las futuras elecciones, aumentando así la movilización entre sus afines.

Independientemente de qué estrategia siga, este giro de acontecimientos le supone una ventaja estratégica de cara a las elecciones.

Amy Coney Barrett

Bibliografía

The New York Times:

https://www.nytimes.com/interactive/2020/us/coronavirus-us-cases.htmlhttps://www.nytimes.com/interactive/2020/us/new-york-coronavirus-cases.htmlhttps://www.nytimes.com/article/george-floyd-protests-timeline.html

https://www.nytimes.com/interactive/2020/us/elections/election-states-biden-trump.html?auth=login-emai-l&login=email

BBC:

https://www.bbc.com/news/election-us-2020-54248080 https://www.bbc.com/news/election-us-2020-54215483 https://www.bbc.com/news/world-us-canada-54214729

Newsweek:

https://www.newsweek.com/donald-trump-leading-joe-biden-just-1-over-60-national-polls-conducted-so-far-this-month-1533710

Factcheck:

https://www.factcheck.org/2020/09/trumps-deceptive-comparison-of-the-coronavirus-to-the-flu/

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