Medio de comunicación independiente

Por Alfredo Campos y Óscar Ruíz

La crisis de Ucrania ha acaparado buena parte del interés de los medios de comunicación y de la opinión pública europea en los tiempos más recientes. Numerosos Think Tanks, expertos y periodistas han publicado análisis desde todas las perspectivas imaginables. Con este artículo, me gustaría aportar una visión más cercana del aspecto humanitario y de crisis de refugiados, de un conflicto hasta hoy casi olvidado, pero que en realidad lleva activo desde el año 2014.

El batallón ucraniano de voluntarios "Aidar", Óblast de Lugansk. Autor: Ліонкінг, Fuente 

Orígenes del conflicto

Para contextualizar lo que está pasando en Ucrania actualmente tenemos que remontarnos al año 2014; concretamente al 21 de febrero de ese año, cuando se produjo la caída del entonces presidente de Ucrania Viktor Yanukovych en el transcurso del proceso conocido como “EuroMaidan”. Sin entrar en mayores consideraciones sobre esta etapa, que daría pie para escribir muchas líneas, tan solo indicar que en aquellos momentos Ucrania estaba siendo escenario de aquello que el escritor Rudyard Kipling denominó “Gran Juego”, siendo esta vez los protagonistas Rusia por una parte y, por otra, un conglomerado de intereses más o menos alineados de países europeos y de Estados Unidos.

Como si se tratara de un choque de placas tectónicas, todos estos intereses colisionaron y desembocaron en una cadena de protestas, disturbios y choques violentos entre partidarios y detractores del “EuroMaidan”, que culminaron con la caída del presidente Yanukovik, más alineado con las tesis de Moscú.

Manifestantes junto a vehículos calcinados en la calle Dynamivska de Kiev, enero de 2014. Autor: Mstyslav Chernov

Acto seguido, se produjo la ocupación militar y posterior anexión de la península de Crimea. La escalada de violencia prendió rápidamente y se extendió a otras regiones de Ucrania. En la zona este del país, mayormente habitada por población de habla rusa, se levantó en armas una insurgencia que comenzó a ocupar posiciones clave y edificios gubernamentales.

Estas milicias de corte separatista no consiguieron sus objetivos en ciudades como Odesa o Mariupol, pero si lograron tomar posiciones en algunas localidades importantes al oeste del país, como lo son Donest y Luhansk. El proceso de escisión culminó con la auto proclamación de las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk en abril de 2014, y su confirmación mediante sendos referendos celebrados en mayo de ese mismo año.

Mapa de Ucrania. Fuente

Punto de situación

Los motivos que según Putin les han hecho ¨plantarse¨ ante Occidente y hacer sonar los tambores de la guerra son varios, aunque todos relacionados con su seguridad ¨vital¨ según afirma el Kremlin. Como explicó el presidente ruso en su conferencia a los medios nacionales e internacionales el pasado diciembre, acusa a Occidente mediante la OTAN de:

- de transgredir el antiguo Pacto de Varsovia y de mostrarse muy agresivos en cuanto a la ampliación de la Alianza Atlántica a costa de antiguos Estados Soviéticos y Estados satélite. De esta forma, la Alianza Atlántica estaría revocando un supuesto pacto (no escrito) de los años 90´ en el que se aseguraba, por parte de los dirigentes norteamericanos, que la OTAN no aceptaría en la coalición a países que hubieran pertenecido a la antigua Unión Soviética. El giro de Ucrania hacia Europa y la OTAN seria la gota que colmaría el vaso para Rusia, ya que esto supondría plantarse en el ¨vestíbulo¨ de Moscú.

Más allá de eso e incluso sin pertenecer oficialmente a la OTAN, los acuerdos bilaterales que Ucrania está firmando con EE. UU y Reino Unido, sobre la compra de material militar y el entrenamiento de los soldados ucranianos, han exacerbado a los dirigentes rusos que ya solo ven una provocación tras otra por parte de la OTAN.

-de la colocación de tropas y misiles (nucleares y no nucleares) cada vez más cerca del territorio ruso. Por ello, exigen que todos los militares extranjeros salgan de los antiguos países del Pacto de Varsovia y vuelvan, en cierta manera, al statu quo que reinaba antes de 1999 cuando la Rep. Checa, Hungría y Polonia se adhirieron a la Alianza Atlántica. Asimismo, los misiles nucleares y no nucleares de la OTAN también tendrían que salir de dichos Estados.

-de los cada vez más numerosos ejercicios militares cerca de su territorio, sobre los cuales Rusia asegura que se trata en muchas ocasiones de una provocación. EE.UU ya habría pedido un informe completo sobre esta situación, porque si bien si es cierto que los ejercicios militares próximos a Rusia se han incrementado en los últimos años, se quiere estudiar si este aumento tiene una explicación coherente.

Recorrido temporal miembros de la Alianza Atlántica. Fuente: NATO. 

Invasión militar, ¿cómo y cuándo?

Las gigantescas necesidades logísticas que se requieren para mantener a los más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania y también los desplegados recientemente en Bielorrusia, además de los carros de combates, vehículos y demás sistemas, hacen pensar que la acción militar que Putin tenga en mente se produzca más temprano que tarde.

Este enorme contingente militar, que está sirviendo de medida de presión a EE.UU y la OTAN, se le podría atragantar al Kremlin por los enormes costos que está suponiendo para el Estado ruso. Estados Unidos y la OTAN ya han declarado que no enviaran tropas a Ucrania en el hipotético caso de un ataque ruso a este país, por lo que la Federación rusa se tendría que enfrentar a otro tipo de sanciones internacionales.

La urgencia en cuanto a las condiciones meteorológicas para una invasión terrestre es grande debido a que, a partir de mediados de febrero, las condiciones de barro de la zona empezarían a empeorar notablemente. El invierno sería una ventana temporal más interesante para la ejecución de los planes militares rusos.

Pero, analicemos algunos de estos posibles planes militares. Si descartamos las dos posibilidades extremas que serían, por un lado, que Rusia no hiciera absolutamente nada con las tropas y medios desplegados en la frontera y, por otro lado, la invasión y adhesión total y completa de Ucrania al Estado ruso (este escenario supondría un desafío tan grande para Rusia que cuesta tomarlo como opción), nos quedan algunas posibilidades intermedias que podemos analizar:

· La utilización de parte de las tropas desplegadas en la frontera ruso-ucraniana para ayudar a las fuerzas pro-rusas establecidas en el Este de Ucrania desde 2014, las cuales han mantenido y reforzado el statu quo de la región. Esta situación confirmaría la situación de ¨conflicto congelado¨ en el Oriente ucraniano, haciendo imposible la adhesión de este país a la OTAN.

· Enviar tropas regulares a las regiones de Donetsk y Lugansk como ¨cascos azules¨ o mantenedores de la paz y mantenerlos allí hasta que se cumplimenten los acuerdos de Minsk.

· Ocupar militarmente Ucrania hasta el rio Dniéper, utilizando como moneda de cambio para futuras negociaciones o asimilándolo directamente al territorio ruso.

Informe: Rusia´s Possible Invesion Of Ukraine. Posible ocupación rusa hasta el rio Dnieper. Fuente CSIS

· Ocupar militarmente Ucrania hasta el rio Dniéper, y además el cinturón sur hasta Odessa, lo cual aislaría a Ucrania del Mar Negro, ahogándola económicamente.

· Ocupar el cinturón sur entre Rusia y la Republica de Transnistria, incluyendo Mariupol, Kherson y Odessa, aislando a Ucrania del Mar Negro y evitando combates directos con Kiev. Esta posibilidad es bastante plausible puesto que en este área Rusia cuenta con más apoyo por parte de la población y su cultura.

Informe: Rusia´s Possible Invesion Of Ukraine. Toma de la zona sur de Ucrania. Fuente CSIS. 

Una victoria militar...sin disparos

El presidente ruso tiene una larga experiencia proyectando sus problemas internos en el ámbito internacional, y este caso podría ser otro ejemplo de ello. La anexión de Ucrania (ya sea de una manera militar o haciéndose con el poder y la influencia necesaria para ello) daría un respiro a Rusia en el ámbito económico, demográfico y, por supuesto, en su permanente sensación de amenaza a su seguridad. Por el contrario, una Occidentalización de Ucrania supondría no solo la pérdida de las ventajas mencionadas para Moscú, sino encontrarse con un enemigo a las puertas de casa, situación que el Kremlin no va a permitir.

Muchos analistas, tanto occidentales como rusos, no creen que Putin quiera invadir Ucrania de nuevo y asumen que toda esta puesta en escena militar tiene un objetivo principal: traer a la mesa de negociación a EE.UU y Occidente para que presten atención a sus demandas, escenario que seguramente no hubiera ocurrido si Moscú hubiera utilizado únicamente medios diplomáticos.

Uno de estos objetivos principales para Rusia sería el cambio de régimen político en Ucrania. El principal motivo se debe a que el actual gobierno no es afín al Kremlin, por lo que lleva tiempo acelerando el posible proceso de integración de Ucrania en Europa y la OTAN. Además, el control del gobierno ucraniano por parte de Moscú sería la manera más segura y eficaz de conseguir su objetivo evitando la pérdida de vidas, material y dinero, por un lado, y esquivar las posibles sanciones y reproches internacionales por otro.

Algunos servicios de inteligencia europeos ya han trabajado en esta posibilidad y aseguran que hacer caer el actual gobierno ucraniano seria la máxima prioridad del Kremlin, intentando crear otro Estado satélite como Bielorrusia.

¿Un conflicto o tres conflictos?

¿A qué nos referimos realmente cuando hablamos del conflicto de Ucrania? Voy a tratar de explicarlo desde una perspectiva jurídica y de derecho internacional. Realmente, en estos momentos coexisten en Ucrania tres conflictos categorizados, aunque con conexiones y relación entre ellos. Voy a indicarlos cronológicamente de manera ordenada siguiendo la clasificación de RULAC:

1. Ocupación militar. Desde marzo de 2014, Rusia ocupa una parte del territorio ucraniano, denominado “República Autónoma de Crimea” y la ciudad de Sebastopol. Para que un territorio se considere ocupado, debe estar 'bajo la autoridad del ejército hostil'.

Firma del Tratado sobre la adopción de la República de Crimea y Sebastopol por parte de Rusia. De izquierda a derecha: S. Aksyonov, V. Konstantinov, V. Putin y A. Chalyi. Fuente: Kremlin.ru

Artículo 42, Convención de La Haya de 1907 (IV) Respeto de las leyes y costumbres de la guerra terrestre y su Anexo: Reglamento relativo a las leyes y costumbres terrestres. Para que exista una ocupación, las fuerzas extranjeras hostiles deben ejercer un control efectivo. El control efectivo requiere tres condiciones acumulativas:

· Primero, sin el consentimiento del gobierno local efectivo, las fuerzas armadas de un estado extranjero se encuentran físicamente presentes.

· En segundo lugar, la presencia de fuerzas extranjeras impide que el gobierno local efectivo ejerza sus poderes.

· Tercero, las fuerzas extranjeras pueden ejercer su autoridad.

Estos elementos ilustran que una ocupación no necesariamente tiene que encontrar resistencia armada. El artículo común 2(2) de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, especifica expresamente que se aplica incluso en los casos en los que “dicha ocupación no encuentra resistencia armada”. Más que resistencia armada, el elemento decisivo es que el estado territorial no consintió la presencia de tropas extranjeras.

En este sentido, hay que tener en cuenta que siempre se trataría de una ocupación temporal que no altera el estatus del territorio en cuestión. Son aplicables por tanto las normas sobre ocupación militar: artículos 42 a 56 del Reglamento de La Haya de 1907, cuarto Convenio de Ginebra de 1949 y Protocolo Adicional I de 1977, aplicable a los conflictos armados internacionales. No hay que olvidar que tanto Rusia como Ucrania son partes de este Protocolo Adicional desde 1997.

2. Conflicto armado de carácter no internacional. Tras la ocupación de Crimea por parte de Rusia, las crecientes protestas en las provincias de Donetsk y Lugansk (Donbass) derivaron en conflictos armados no internacionales en primavera del año 2014. El decidido apoyo de Rusia a ambas entidades para-estatales no da la entidad de internacional al conflicto, aunque en paralelo Ucrania sostenga un conflicto armado internacional con Rusia, como veremos más adelante.

La barricada fuera de Donetsk RSA, con un eslogan que pide a la UE y EE. UU. que "se vayan a casa", en alusión a los reclamos de una intervención occidental, 2014. Autor: Andrew Butko

Aun así, cabe preguntarse, ¿por qué recibe esta categorización de “no internacional”? Pues bien, todo ello se basa en dos criterios:

· Primero, el nivel de violencia armada debe alcanzar cierto grado de intensidad que va más allá de los disturbios y tensiones internas.

· Segundo, al menos una de las partes del conflicto debe ser un grupo armado no estatal que se caracterice por un cierto grado de organización.

Ambas partes contendientes satisfacen estos criterios en el caso del Donbass.

Respecto al derecho aplicable: Ucrania es parte de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949. Todas las partes en conflicto están obligadas por el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949, que prevé el respeto de las normas mínimas y exige un trato humano sin distinciones adversas a todas las personas que no participen activamente en las hostilidades o hayan dejado de hacerlo.

Ucrania también es parte en el Protocolo adicional II de 1977 aplicable a los conflictos armados no internacionales. Además, las capacidades de las repúblicas insurgentes del Donbass para controlar el territorio desde el 2014 sugieren que cumplen con los criterios exigidos para la aplicabilidad del Protocolo II: la capacidad de llevar a cabo operaciones militares sostenidas y concertadas; imponer disciplina; y la capacidad de implementar el propio Protocolo número II.

En última instancia, todas las partes están obligadas por el derecho internacional humanitario consuetudinario aplicable a los conflictos armados no internacionales.

3. Conflicto armado de carácter internacional entre Rusia y Ucrania.  Por último, no podemos dejar de mencionar la existencia en paralelo a todas las dinámicas anteriores de un conflicto armado de carácter internacional entre Rusia y Ucrania.

Captura de la nota de prensa. Fuente: CIJ

Para que podamos calificar un evento como tal, deben darse los parámetros de un recurso a la fuerza armada que involucre al menos a dos estados. En este caso tenemos, si se quiere, un conflicto armado intermitente, de baja intensidad, pero potencialmente abierto a una escalada mayor, como estamos siendo testigos en las últimas semanas.

Diversos episodios puntuales como el incidente naval armado de noviembre de 2018, junto con otros más, apuntan a una participación directa de las fuerzas armadas en el este de Ucrania, en ocasiones en apoyo de los rebeldes de las provincias insurgentes.

En este sentido, es importante destacar que en noviembre de 2019, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), se atribuyó en una resolución judicial jurisdicción sobre el Caso de Aplicación del Convenio Internacional para la Represión de la Financiación del Terrorismo y del Convenio Internacional para la Eliminación de toda Forma de Discriminación Racial, presentado por Ucrania contra Rusia en el marco del supuesto apoyo dispensado por Moscú a los separatistas, así como supuesta discriminación en la Crimea ocupada.

La decisión judicial de fondo que resuelva este litigio puede ofrecernos importantes indicios acerca del grado de control por parte de Rusia de los grupos de oposición que operan en Ucrania.

Desde una perspectiva humanitaria

Mas allá de toda consideración política o estratégica, en las que no voy a entrar por haber dado buena cuenta de ello desde muy diversos ámbitos, estamos ante un conflicto bélico que, como cualquier otro, no deja ser una catástrofe humanitaria.

Las mayores consecuencias humanitarias de este conflicto dilatado en el tiempo se sufren por parte de los habitantes de la región del Donbás, lo que ahonda aún más si cabe en la brecha entre la autoridad central de Kiev y las sociedades que habitan las regiones en disputa. Lo que en un primer momento se afrontó como la respuesta ante una situación de emergencia temporal en el este de Ucrania, se ha ido dilatando en el tiempo y amenaza con convertirse en una situación crónica de pobreza y subdesarrollo.

Los índices de seguridad alimentaria han caído hasta niveles alarmantes, especialmente en los últimos años. Las cifras oficiales que ofrecen diferentes organismos gubernamentales son bastante significativas: 2.9 millones de personas en situación de necesidad, 1.5 millones de desplazados internos reconocidos (solo en los territorios controlados por las autoridades ucranianas) por no hacer mención de las frecuentes oleadas de refugiados procedentes de Ucrania que temporalmente se producen en Europa desde que se desataron las hostilidades.

Registro de desplazados internos. Fuente: UNHCR

La geografía no ayuda a paliar las terribles consecuencias del conflicto bélico. La línea de separación entre rebeldes y autoridades ucranianas se extiende por casi 500 kilómetros. En el año 2015 fueron establecidos hasta 5 checkpoints para la entrada y salida. A pesar del escaso interés por parte de ambos contendientes de fomentar el movimiento a través de estos puntos, éste se ha ido incrementando a lo largo del tiempo. Por otra parte, no hay que olvidar que la zona contigua a la línea de separación es una de las regiones con más minas del mundo.

A esto hay que añadir la circunstancia de que en la región son frecuentes los combates y bombardeos sobre áreas residenciales e infraestructuras, con especial afectación a los suministros de agua, electricidad y otros servicios básicos a ambos lados de la línea de combate. Unas 200.000 personas viven en las áreas aledañas a la línea del frente sólo en el lado gubernamental. Más difícil resulta obtener datos fiables de las zonas controladas por los rebeldes debido al secretismo imperante siendo el Comité Internacional de la Cruz Roja prácticamente la única entidad humanitaria con acceso a ambas áreas.

El creciente aislamiento al que se ha visto reducido el área del Donbás, ha facilitado un progresivo acercamiento de las dos repúblicas secesionistas hacia Rusia, facilitando más si cabe su dependencia de la gran potencia para garantizar su propia supervivencia.

¿A las puertas de una crisis de refugiados?

Por último, un aspecto no menor de este conflicto es la grave crisis de refugiados que lleva generando desde que se desataron las hostilidades, y que podría ser aún mayor si se produce una nueva escalada. Sólo en 2014, solicitaron protección en Europa más de 14.000 ciudadanos ucranianos y más de 20.000 al año siguiente. En el año 2020 ya había más de 80.000 refugiados de nacionalidad ucraniana en el mundo.

Frente a esta dramática situación, la respuesta humanitaria ofrecida por parte de la UE ha sido más bien tibia ya que los estados europeos acuden generalmente, como motivo para justificar la denegación, a la cláusula de que el solicitante de asilo puede evitar la persecucióndesplazándose a otra zona segura del país para evitarla. En el mismo sentido, en España numerosas sentencias de los tribunales acuden de manera recurrente al argumento de que la negativa a realizar el servicio militar no es por si suficiente motivo para ser merecedor de la condición de refugiado.

La reciente tensión en las fronteras de Ucrania con sus vecinos del norte y este, Bielorrusia y Rusia, hacen presagiar que si se produce finalmente una escalada bélica, dependiendo del alcance e intensidad de la misma, ésta puede producir un importante flujo de refugiados en dirección hacia Europa. Tan sólo hay que tener en cuenta que Ucrania tiene frontera terrestre con cuatro países de la Unión Europea: Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía.

El tránsito de personas desplazadas y refugiadas sería prácticamente inmediato en caso de conflicto. El propio ministro de Defensa ucraniano Oleksy Reznikov, ha advertido de la posibilidad de unos flujos de refugiados de hasta 5 millones de personas. Tal vez estas cifras, un tanto exageradas, no sean más que una llamada de atención para invitar a la acción a una Europa paralizada que, en experiencias anteriores, se ha visto bloqueada e incapaz de dar una respuesta adecuada cuando miles de refugiados tocaban a la puerta en sus fronteras.

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