Un análisis de la evolución de la política exterior marroquí
La política exterior de Marruecos responde a la sinergia entre su legado precolonial y postcolonial al mismo tiempo que se alinea con dinámicas cambiantes propias del mundo globalizado. En este sentido, este artículo pretende ofrecer una panorámica general sobre los diferentes flancos abiertos que subyacen bajo la formulación de la política exterior marroquí.
Rachid El Houdaigui, investigador en la Facultad de Derecho de Tánger, establece la convergencia de ciertos factores que condicionan la estrategia de Marruecos cuando mira al exterior, entre los que destacan el contexto magrebí, la interrelación con la Unión Europea, la dimensión africana y la cuestión relativa al Sáhara occidental.

El contexto del Magreb
En la formulación teórica de una efectiva política exterior siempre se nos ha hablado de la importancia del entorno y de cómo la interrelación con el mismo puede ser decisiva para una correcta instrumentalización y aplicación de las decisiones y objetivos planteados.
En el caso de Marruecos, esta contextualización geopolítica viene marcada por una serie de condicionantes que definen la región en la que se enmarca, el Magreb. Podemos definir esta región como una zona compleja a todos los niveles, integrada por países como Marruecos, Libia, Argelia, Túnez o Mauritania. La presencia histórica de actores extra regionales ha condicionado en gran medida la tendencia que ha experimentado la región, pese a que la influencia de los mismos ha variado con el tiempo, como es el caso de la Unión Europea, que ha cedido influencia en pos de otros actores con expectativas contrapuestas, como las monarquías del Golfo o Rusia.
El escenario socioeconómico se nos presenta con una importante desigualdad de rentas. También en este contexto aparecen algunos conceptos atractivos para explicar la configuración económica, como es el concepto de dividendo demográfico, que explica cómo la reducción de la natalidad en el eje Marruecos-Túnez-Argelia ha permitido al Estado incrementar la inversión en sectores propios del Estado de Bienestar.
La integración magrebí se configura por lo tanto como uno de los enclaves fundamentales para Marruecos. Los componentes históricos, geográficos e identitarios se alinean con sus intereses vitales relacionados con la construcción del territorio nacional, el crecimiento económico y la estabilidad institucional y social para hacer del Magreb el centro de atención fundamental de su política exterior. Sin embargo, durante los últimos años, la región se ha visto dominada por un impasse a todos los niveles, donde las fricciones entre actores antagonistas han manifestado la dificultad intrínseca de llegar a un consenso estratégico para dicha integración.

Rachid El Houdaigui destaca dos factores primordiales que han favorecido este bloqueo. Por una parte, la geopolítica en el Magreb estimula la lógica antagonista entre Marruecos y Argelia, caracterizada por una competencia en todos los frentes. Esta competencia viene marcada por una aspiración de liderazgo en las relaciones bilaterales, que tiene como consecuencia la externalización de las tensiones a toda la región.
Esta inmovilidad estratégica tanto de Marruecos como de Argelia condiciona en gran medida la durabilidad del conflicto del Sáhara. Por otra parte, tanto las dificultades inherentes a las transiciones políticas como las reticencias de muchos Estados a ceder soberanía nacional en pos de una estructura supranacional suponen que la integración del Magreb sea cada vez más una utopía lejana para Marruecos.
Ante este panorama, la realidad parece que se amolda a una cita expuesta por el investigador del Instituto Español de Estudios Estratégicos, Ignacio Fuente Cobo: “Es una de las regiones menos integradas del mundo sin un proyecto común”. El diálogo estratégico marroquí-argelino está prácticamente congelado y la Unión del Magreb Árabe sin un claro papel en el juego. Podemos decir en este sentido que en el Magreb todavía impera el paradigma realista de la centralidad del Estado-Nación y del interés nacional como base del equilibrio de fuerzas de poder.
En esta línea, parece que la política exterior de Marruecos está buscando vías alternativas como complemento a su objetivo de integración magrebí. La continuación de sus proyectos de construcción nacional, junto al pivote hacia África Occidental, parecen ser sus principales líneas de actuación, ejemplificado en la solicitud de adhesión a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental.

Marruecos y la Unión Europea
Rachid enmarca las relaciones entre Marruecos y la Unión Europea dentro de la ley de los ciclos de la historia. Desde la aprobación de un simple acuerdo comercial en 1969, ampliado y revisado en 1976, al Acuerdo de Asociación en 1996, que se vio reforzado por el plan de acción de la Política Europea de Vecindad.
La aproximación de Marruecos a Europa había sido un pilar en la formulación de su política exterior. Eran frecuentes citas como “promotor de la aproximación del Magreb a la UE” o “anclaje del reino a la esfera europea”. Sin embargo, la deriva jurisdiccional de la Unión Europea provocó que esa buena voluntad y confianza mutua se desmoronara como un castillo de naipes. La inmigración, la agricultura y la pesca han supuesto auténticos dolores de cabeza en las relaciones bilaterales.
Al principio del artículo caracterizaba el Magreb como una zona compleja a todos los niveles. Esto, no obstante, se amplifica exponencialmente en el caso de la seguridad europea. La presión migratoria a dos niveles Magreb-Unión Europea, se une a su condición como centro receptor de inmigración procedente de África; una tendencia que se ha consolidado y a la que los países del Magreb no han sabido dar una respuesta común, lo que condiciona por una parte la prosperidad económica de la región y provoca por otra el endurecimiento de la política migratoria por parte de la UE.
Asimismo, las sentencias del TUE y del TJUE relativos a los acuerdos de agricultura y pesca han supuesto la suspensión definitiva de las relaciones entre ambos actores. La decisión del TJUE en febrero de 2018 relativa al territorio de pesca, diferenciando el territorio de Sáhara Occidental del territorio marroquí provocó una congelación en el diálogo y consenso estratégico.

Tras este período de enfriamiento, en febrero de 2019 el Parlamento Europeo aprobó diferentes enmiendas a los acuerdos de asociación y pesca, abordando la disputa sobre la inclusión del Sáhara Occidental en el alcance de esos acuerdos. Un acto simbólico que sirvió de antesala para que en junio de ese mismo año, en el Consejo de Asociación, se articulara una declaración conjunta estableciendo una serie de objetivos ambiciosos sobre seguridad, gestión de la migración, clima, comercio y desarrollo entre otros.
El cambio de tono evidenció una revaluación estratégica en ambos costados. La estabilidad política que experimenta Marruecos supone una ventaja comparativa para la Unión Europea si lo comparamos con los procesos de transición política que viven otros países de la región como Túnez y Argelia. No debemos olvidar que los intereses compartidos juegan una gran importancia en la efectividad de cualquier relación bilateral entre actores. Marruecos supone un pilar para la Unión Europea no sólo en el control de la migración y el terrorismo en el Norte de África, sino también uno de los socios comerciales más importantes en el marco de la estrategia africana de la UE.
Esta relación recíproca también se ejemplifica en el caso de Marruecos, donde la UE es su mayor socio económico, representando más de la mitad de su comercio e inversión. El desarrollo futuro de la política exterior marroquí en su relación con la UE deberá girar en torno a tres pilares clave: el retorno a las conversaciones sobre una asociación de movilidad, la reactivación de las negociaciones sobre un Acuerdo de Libre Comercio Completo y Profundo y la resolución del conflicto del Sáhara Occidental, tema que tocaremos en profundidad más adelante.
Marruecos y África
Un rasgo a tener en cuenta a la hora de analizar la política exterior marroquí en África radica en que no se trata de un fenómeno nuevo o reciente. Marruecos fue miembro fundador de la Organización de la Unidad Africana en 1963 y estrechó importantes lazos con varios estados africanos bajo los reinados de Mohamed V y Hassan II. Y no sólo en el ámbito gubernamental, sino también en el aspecto religioso y social Marruecos y África han estrechado un fuerte vínculo.

El investigador Nizar Messari distingue 3 elementos que caracterizan la nueva orientación exterior de Marruecos en su relación con los estados africanos. La primera es el énfasis en el aspecto económico. Entre 2000 y 2015, el comercio de Marruecos con la región de África Subsahariana creció un 12,8%, y, aunque en 2015 ese comercio representara solo el 3,4% del comercio total internacional, supuso un beneficio para Marruecos de alrededor de mil millones de dólares estadounidenses por año en 2013, 2014 y 2015.
Asimismo, las inversiones de Marruecos en el continente han experimentado un crecimiento considerable en la última década y en 2015 alcanzaron el 40% de las inversiones extranjeras. Otro ejemplo de la creciente importancia de los mercados africanos para las empresas marroquíes es que la cuota en las inversiones en África Subsahariana de las principales empresas de telecomunicaciones marroquíes aumentó del 9% en 2011 al 21% en 2015.
El segundo rasgo característico de ese nuevo enfoque de la política exterior de Marruecos en África es su alcance más allá de los círculos tradicionales en los que solía jugar. Esta cuestión se visualiza en un mayor acercamiento como socios políticos y comerciales a países como Kenia, Etiopía, Nigeria o Zambia. En estos países se han desarrollado importantes proyectos de asociación con Marruecos, como por ejemplo el gasoducto entre Nigeria y Marruecos potencialmente valorado en miles de millones de dólares en términos de inversiones.

La tercera característica se enmarca en el rol dominante que juega el rey Mohammed VI. Ha invertido tiempo en realizar visitas oficiales a los estados africanos, con más de 51 visitas a 26 estados desde que accedió al trono. Durante sus visitas se realizan reuniones de alto nivel, se inauguran proyectos de desarrollo con financiación marroquí e incluso realiza viajes de carácter personal o incluso turístico. En este sentido, podemos afirmar que el rol de Mohammed VI ha supuesto la reactivación y el deshielo en las relaciones de Marruecos con muchos otros estados africanos, fruto más de una implicación personal que de un realineamiento de la diplomacia marroquí.
El Sáhara occidental: una convergencia de actores
El contexto actual que se vive en el Sáhara Occidental es el resultado de un proceso histórico donde el punto de partida se encuadra en la firma del Tratado de Marrakech en 1767 entre el rey de España Carlos III y el Sultán marroquí Sidi Mohamed Ben Abdallah. Bajo este pretexto, comenzaría la colonización española del Sáhara Occidental donde se llevarían a cabo los primeros acuerdos formales con tribus saharauis y donde se fundaría la ciudad portuaria de Villa Cisneros. En el año 1963, España descubre el criadero de fosfatos de Bu Craa, lo que supone un importante componente de los abonos minerales, muy demandados por la agricultura, lo que supuso una competencia para el principal exportador de fosfatos en el mercado internacional: Marruecos.
En el año 1973 se funda el Frente Polisario y un año más tarde se produce un intento de referéndum por parte de España en pleno proceso de transición a la Democracia. Sin embargo, estos esfuerzos se verían truncados el 6 de noviembre de 1975 con la llamada Marcha Verde, donde Hassan II ordenó el desplazamiento de 350.000 civiles a la frontera sur de Marruecos destinada a ocupar la colonia española. El éxito fue inmediato y sólo 8 días después se produjeron los Acuerdos de Madrid por los que España se desentendía de la administración de la colonia y dejaba que Marruecos y Mauritania se repartieran el territorio.
A partir de ese momento, el Frente Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática y, apoyado por Argelia, se enfrenta a Marruecos y Mauritania, con pobres resultados para el Frente. Han pasado los años y Marruecos ha gozado de auténtica libertad de sus acciones en el Sáhara, incluyendo la construcción de una carretera que llega a la frontera con Mauritania, circunstancia que motivó los incidentes del pasado noviembre donde el ejército marroquí reprimió una revuelta saharaui que alegaba la ilegalidad de la infraestructura.
Esta fricción entre Marruecos-España-Sáhara Occidental se vio catalizada por la inclusión de un actor extrarregional que supuso un punto de inflexión en la deriva que tomaría el desarrollo del conflicto: Estados Unidos. El 4 de febrero los informativos del canal 13 de Israel anunciaban que Benjamin Netanyahu estaba maniobrando para que Washington reconociera el Sáhara Occidental bajo soberanía marroquí, a cambio de que Rabat reconociera al estado de Israel. Esta decisión no fue para nada novedosa. Había rumores de reuniones secretas entre el ministro de exteriores marroquí y Netanyahu en Nueva York en septiembre de 2018 tras la reunión de la Asamblea General de la ONU, donde Yaviv Elbaz, persona cercana a Jared Kushner, habría tenido un papel clave en el desarrollo de las negociaciones.
Las relaciones entre Estados Unidos y Marruecos son bien conocidas. No solo la ratificación del Tratado de Amistad y Paz sigue vigente en la actualidad 200 años después, sino que el consulado de Estados Unidos en Tánger fue la primera propiedad adquirida por el gobierno de Estados Unidos en el exterior. Pese a ello, la intervención de Estados Unidos en este caso parece que se escapa de toda lógica estratégica, simplemente podemos hablar de que el reconocimiento del Sáhara Occidental como parte de Marruecos es la recompensa a la decisión marroquí de normalizar lazos diplomáticos con Israel, aunque ciertamente lejos de basarse en los principios de la proporcionalidad.
No obstante, esto es solo la cabeza del iceberg. Días posteriores a que Marruecos normalizara lazos con Israel, el gobierno marroquí firmó con Estados Unidos un acuerdo de defensa militar conocido como “Hoja de ruta para la cooperación en defensa 2020-2030 entre el Reino de Marruecos y los Estados Unidos de América”. El acuerdo supuso una cooperación integral en el ámbito estratégico militar, así como la adquisición de armas y equipos, el entrenamiento militar y cuestiones de inteligencia. En este aspecto, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca no ha supuesto una desmantelación de la orientación de Trump en esta cuestión, manteniendo el reconocimiento de Marruecos sobre el Sáhara Occidental hasta el momento.

¿Y qué pasa con España? Como potencia media con puntos de fricción con Rabat, a España le interesaría que se mantenga el statu quo a fin de poder usar la baza saharaui como elemento de presión contra Marruecos. En este sentido, el interés español pasa por mantener en la medida de lo posible el equilibrio establecido en 1991. Mientras tanto, Marruecos seguirá utilizando la baza de rebajar sus compromisos en materia de inmigración como presión para que España ceda en este aspecto.
Referencias bibliográficas
El Houdaigui, Rachid. “La política exterior de Marruecos, desafíos y ajustes”. CIDOB. Julio de 2018.
Fakir, Intissar. “What’s Next for the Western Sahara Conflict?. Lawfare. Diciembre de 2018.
Fuente Cobo, Ignacio. “El Magreb. Importantes desafíos para una región poco integrada”. Instituto Español de Estudios Estratégicos. 2018.
Messari, Nizar. “Morocco’s African Foreign Policy”. Middle Esast and North Africa Regional Architecture. Junio de 2018.
Moran, James. “Winds of change for EU-Morocco relations. Centre for European Policy Studies. Octubre 2019.