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En los últimos meses los periódicos, así como las salas de ruedas de prensa y el mismo parlamento europeo se han hecho eco de lo que algunos consideran una necesidad urgente: la creación de un ejercito europeo como herramienta definitiva para garantizar la famosa “autonomía estratégica”.

Von der Leyen, Macron y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, se han mostrado vocales ante este asunto. Aunque no todo el mundo está en el mismo barco, la ministra de defensa alemana, Annegret Kramp-Karrenbauer, también ha alzado la voz afirmando que “Europa no puede sustituir a los EEUU en su rol de proveedor de seguridad” (Wheeldon, 2021), algo en lo que Macron disiente profundamente.

Fuente: European Parliament

Es de esperar que en los próximos meses el presidente francés, en una posición de liderazgo en la UE tras la salida de Merkel, como expongo en este otro artículo, decida presionar a sus socios comunitarios en esta dirección, una de sus obsesiones más deseadas. El tempo es propicio: la salida de Afganistán de los EEUU obligó, contra su voluntad y por falta de recursos, a una huida precipitada de las fuerzas europeas poniendo el acento sobre la poca agencia comunitaria en materia de seguridad.

En este artículo trataré de argumentar porque la creación de un ejército europeo es un absurdo.

Porque una UE de la defensa no funcionaría

Gran Bretaña, que hoy en día no forma parte de la Unión, consiguió seguramente dejar su legado más importante. Su estrategia con la UE fue siempre abogar por una rápida expansión: cuanto más grande fuera, menos profunda sería (Dejevsky, 2019).

Con la extensión hacia el este Gran Bretaña mataba dos pájaros de un tiro: ampliaba notablemente el potencial mercado de su industria y se aseguraba que, debido a la inclusión de estados con intereses y necesidades tan divergentes en comparación con la vieja guardia del continente, esta no pudiera avanzar en lo realmente era importante: la integración política y de seguridad. Esta disonancia de intereses evidentemente hoy perdura y siempre lo hará.

La política de defensa es inflexible e innegociable porque su función precisamente es garantizar la supervivencia del Estado. Pongamos algunos ejemplos de estrategia de defensa de países de la UE. Portugal, por ejemplo, es un país que conjuntamente a toda Europa occidental está libre de amenazas serias a su seguridad. Su estrategia de defensa se centra en la modernización de armamento naval y operaciones de contraterrorismo en África, especialmente en aquellos países con los que comparte lazos históricos como Mozambique o Angola.

En el primero, soldados portugueses proporcionan entrenamiento al ejército local para combatir las incursiones de terroristas vinculados al Daesh que hay en el norte del país. Portugal pues, ante contexto seguro, participa de misiones como la anterior con doble intención: por un lado, contribuir efectivamente a la seguridad de la región y prevenir “spilover effect” en otros países. Por otro lado, busca estrechar lazos con aquellos Estados con los que tiene intereses especiales, como es el caso de sus ex colonias.

Observemos otro país de la UE, por ejemplo, Letonia. Letonia sí tiene una amenaza existencial, desde su independencia en 1991 tras el colapso de la Unión Soviética, Letonia junto al resto de los países bálticos han reconocido la necesidad de poseer unas fuerzas armadas capaces de defender sus fronteras ante la muy real posibilidad de que Rusia haga reclamaciones irrendentistas con su población rusófila que puedan conducir a una guerra abierta, como ya ha pasado en Georgia o Ucrania.

Para Riga, entrar en la UE y la OTAN perseguía el objetivo de garantizar su supervivencia. Estos meses de agosto, septiembre y octubre han tenido lugar en el país los ejercicios Namejs 2021, donde casi 10.000 soldados de la OTAN han asaltado centros urbanos para sorpresa y, a veces, terror de sus ciudadanos en una serie de ejercicios de combate urbano en un escenario de guerra total ante una invasión rusa. Parte del objetivo de estas acciones es acostumbrar a la población, en la medida de lo posible, a las armas, el fuego y los soldados e, idealmente, a asumir un número elevado de bajas civiles en caso de conflicto armado (TBT, 2021).

Se hace evidente que Portugal y Letonia no comparten absolutamente ningún interés en materia de defensa. Letonia no puede permitirse gastar un solo euro o soldado en misiones a caballo entre la diplomacia y la seguridad en Mozambique. Portugal, por su lado, debería justificar muy bien a su población porque deben morir por Riga.

Ilustrativo, empero, es que en caso de un ejercito europeo ni uno ni otro tendría demasiado que decir. Quedaría en manos de los grandes países como administrar las fuerzas y donde desplegarlas ya que serían aquellos con más aporte los que tendrían el control, lo cual constituye un potencial atentado a la soberanía de las pequeñas naciones de Europa.

Estos  países serían esencialmente Francia y Alemania. Este ejército europeo estaría formado, de hecho, sin los miembros primero, tercero y cuarto más poderosos de la Alianza Atlántica. Es simplemente poco realista. ¿Como pueden Francia y Alemania garantizar la seguridad de Grecia ante una Turquía asertiva? ¿La de los países bálticos ante una Rusia crecientemente revisionista? O, ¿luchar por que el terrorismo rampante en el Sahel no termine por colapsar los países de la región, con potenciales efectos devastadores para Europa?

Porque la OTAN sí funciona

Las organizaciones de seguridad colectiva son instituciones muy raras en la historia de los conflictos y la política internacional. Organizaciones como estas, además, que hayan sobrevivido una vez cumplido su propósito, han existido en contadas ocasiones. La OTAN es una de ellas.

Partnership for Peace realiza ejercicios militares multinacionales como Cooperative Archer, que tuvo lugar en Tbilisi en julio de 2007 con 500 militares de cuatro miembros de la OTAN, ocho miembros de la PfP y Jordania, un participante del Diálogo Mediterráneo.

Por la propia naturaleza de las dinámicas de defensa, los sistemas de seguridad colectiva se dirigen desde una posición de imperio. Todas las esferas de seguridad creadas en el pasado responden a esta lógica, desde la liga de Delos, la dinastía de los Habsburgo o el pacto de Varsovia: un sistema de alianzas dirigido y orquestado por una potencia con poder extraordinario que puede permitirse garantizar la seguridad de sus aliados como una mera inversión con retornos en influencia, materializada en multitud de formas.

La OTAN y los EEUU son la máxima y más extrema expresión de esta realidad en lo que algunos estudiosos han llamado de forma audaz como “Imperio por invitación” (Lundestad, 1999). Los Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia militar del planeta con mucha diferencia. Solo a través de su liderazgo la OTAN puede existir y cumplir sus funciones, si Washington, como los últimos años atestiguan, pierde ventaja relativa frente a sus rivales, la OTAN se verá obligada a reducir su campo de acción, como se ha materializado en Afganistán.

Los EEUU cada vez tienen menos cuota de poder “excedente” para sus aliados. Sin embargo, pensar que Francia o, incluso Francia y Alemania, (obviando el hecho inalterable de que se trata de dos estados diferentes y, por ende, con intereses y necesidades potencialmente distintas) pueden asumir el rol de imperio con un gasto en defensa que equivaldría al 14% del PIB de ambos Estados, es algo ingenuo. Francia y Alemania ni sumando fuerzas adquieren un nivel de supremacía militar suficiente para ser garantes de ninguna esfera de seguridad más que la suya propia.

Ante esta realidad, Europa occidental haría bien en no alejarse de la OTAN, por mucho que Francia se vea capaz de liderar su propio sistema de seguridad colectiva. Mientras, Europa oriental lo tiene muy claro: no está dispuesta a que el ego de París juegue con su seguridad. Si la OTAN llegara a medio plazo a deshilacharse debido a que los EEUU no puede llenar más el exigente rol de “imperio”, los Estados requerirán formas más tradicionales de defensa: la coaliciones ad hoc como, de hecho, estamos observando en multitud de espacios como en el mediterráneo oriental, en Europa del este, en el Pacifico o el Indico.

Pedro Sánchez, se reúne con el secretario general de la OTAN (23/09/2020). Fuente: La Moncloa - Gobierno de España

Bibliografía

Dejevsky, M. (May de 2019). How the European Union’s eastern expansion created Brexit and made an enemy of Russia. Independent.

Lundestad, G., 1999. "EmpirebyInvitation" in the American century. DiplomaticHistory, 23(2)

TBT. (August de 2021). Armed forces to hold Namejs military exercise in all Latvia. The Balitc Times.

Wheeldon, T. (September de 2021). Proposals for an EU army re-emerge after Afghan pullout – but many remain ‘hard to convince. France 24.

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