Una Asociación que traspasa continentes: Europa y Japón (Parte 1)
A pesar de que históricamente las relaciones entre estados se hayan llevado a cabo principalmente de manera bilateral, actualmente ese sistema puede ser visto como obsoleto, ya que el paradigma ha venido cambiando desde el siglo pasado hacia una internalización y globalización que resulta en abundantes relaciones multilaterales, dentro y fuera de los bloques ya creados. Y es que la asociación UE-Japón ha experimentado una mejora importante en los últimos 5 años.

El futuro de Europa está indisolublemente ligado al del Indo-Pacífico, ya que alberga a casi el 60 por ciento de la población mundial, y el creciente peso económico, demográfico y político de la región la han convertido en un actor influyente en las relaciones internacionales, además de necesario para abordar los desafíos globales.
La dinámica actual en la región ha producido una intensa competencia geopolítica, así como tensiones en el comercio y la seguridad. Como socio clave, la UE busca profundizar aún más su compromiso con el Indo-Pacífico para responder a los desafíos emergentes que afectan a su estabilidad. Bruselas necesita mantener cerca a sus amigos en el Indo-Pacífico con agendas verdaderamente compatibles, particularmente desde el punto de vista de la seguridad. Japón es uno de esos aliados.
Tokio y Bruselas están ahora vinculados por los Acuerdos de Asociación Económica y Estratégica (EPA y SPA), así como por una Asociación sobre Conectividad Sostenible, formando un marco institucional integral para mejorar la cooperación bilateral en una gran variedad de áreas.

Los cimientos sobre los que se construyó el equilibrio de poder posterior a la Guerra Fría empezaron a flaquear, y muchas naciones se enfrentan ahora a profundos cambios, pudiendo verse a la seguridad en el centro del desafío. Aquí, la cooperación UE-Japón será fundamental, siendo necesaria la creación de unas –nuevas- bases sólidas sobre las cuales empezar a construir.
Antes de comenzar exponiendo las relaciones entre Japón y la UE, es conveniente anotar que la UE y Japón cuentan con numerosas similitudes tanto en problemas como en posibles soluciones, a pesar de la más que evidente distancia geográfica y cultural que los separa.
Sus respectivas poblaciones están envejeciendo, los apoyos sociales a la inmigración son reducidos por parte de ambas sociedades -a pesar de que podría ser una solución al problema- y las gestiones de los flujos migratorios se mantienen sin definir claramente en ambas agendas políticas.
Dicho esto, la UE y Japón siguen siendo actores distantes y complejos con prioridades en política exterior a menudo divergentes, lo que hace que el camino hacia la cooperación sea gradual y los logros concretos sigan siendo modestos.
¿Cómo pueden promover la cooperación en seguridad regional y una agenda de conectividad y transformación digital basada en reglas comunes? ¿Cómo pueden ambos socios construir y compartir protecciones efectivas contra la amenaza de la coerción económica ejercida cada vez más por las grandes potencias? Estas son algunas de las preguntas que históricamente han motivado el acercamiento entre ambos actores.
HISTORIA DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS ENTRE LAS ORGANIZACIONES EUROPEAS Y JAPÓN
Aunque se podría decir que las relaciones entre la UE y Japón tuviesen su punto de partida cuando el embajador de Japón se acredita en 1959 ante las Comunidades Europeas, bien es cierto que las relaciones establecidas en ese momento se limitaban simplemente y de manera superficial a tratar temas de conflicto comercial y económico entre los dos actores. Cosa que no cambiaria tampoco durante las décadas siguientes, con unas relaciones de carácter mayoritariamente económico, con una nula dimensión diplomática, de seguridad o política general.
No fue hasta los años 90, tras los movimientos internacionales que tuvieron lugar como la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y esa necesidad tanto de Japón como de la Comunidad Europea de destacar y ganar peso en el panorama internacional, que hicieron que el factor diplomático se desarrollase más entre ambos, especialmente tras la firma de la Declaración Transatlántica en 1990 que institucionaliza las relaciones entre los EEUU y la Comunidad Europea.
Esto aceleró la toma de decisiones y el 18 de julio de 1991 se firmó la Declaración de la Haya, una declaración conjunta sobre las relaciones entre la Comunidad Europea y Japón en la que se creaba un marco para el diálogo y se identificaban una serie de áreas prometedoras para la cooperación mutua, subrayándose los principios y valores compartidos por ambos e institucionalizando así las relaciones entre Japón y la Comunidad Europea.
A pesar de que esta Declaración es criticada por carecer de unos resultados patentes y concretos, es vista como un gran primer paso en el desarrollo de las relaciones políticas entre ambos, ya que se consiguió una sistematización de las relaciones por primera vez en la historia. Además, se proporcionó una base sólida y reglada para la interacción mutua y se introdujeron temas en la agenda que iban más allá de los comerciales y económicos.
Añadir a todo esto que también se especificó que las actividades no estarían limitadas a las regiones geográficas de los actores, sino que se facilitaba la cooperación conjunta, incluyendo la visión de Japón y Europa sobre la seguridad, lo que acabaría reflejado en Asia Pacífico o en regiones de Europa Oriental y Europa Central. Sin embargo, no fue hasta 2003, durante la 10º cumbre entre Japón y la UE, que Japón y la UE pasaron a considerarse mutuamente “socios estratégicos”.
Reunir personas y culturas, promover la paz y la seguridad, hacer frente a los desafíos globales y sociales y fortalecer la asociación económica y comercial utilizando el dinamismo de la globalización en beneficio de todos eran los pilares en los que se asentaban estas relaciones hasta la fecha.
Al igual que la Declaración de 1991 fue criticada, el Plan de Acción de 2003 siguió el mismo camino, al ser considerado como fallido en cuanto a su capacidad de motivar y a su enfoque estratégico, siendo poco más que una sucesión de declaraciones, reuniones y eventos de cara a la galería
Si de verdad se quería alcanzar todo aquello que se había ido estableciendo y discutiendo a lo largo de la historia diplomática conjunta de la UE y Japón, un nuevo enfoque, empuje y comprensión mutua por ambas partes iba a ser necesario, lo que acabó desembocando en los tratados de 2019.

Cuando el Plan de Acción estaba llegando a su fin, nuevos pasos eran necesarios para continuar con las relaciones, por lo que en la 20º cumbre euro-japonesa de 2011 se pactó el inicio de nuevas negociaciones para llevar a cabo paralelamente dos nuevos acuerdos que no solo tratasen el comercio y la economía, sino que siguiesen la senda de fortalecer de manera integral todos los aspectos al más alto nivel de las relaciones entre la UE y Japón.
Estos dos acuerdos son por un lado el Acuerdo de Asociación Estratégica (SPA), negociado por la Dirección ejecutiva de Asia y Pacífico del Servicio Europeo de Acción Exterior, y el Acuerdo de Asociación Económica (EPA), negociado por la Dirección General de Comercio de la Comisión Europea.
Por su parte, el SPA pretende respaldar el compromiso mutuo compartido respecto a los valores y principios fundamentales que rigen sus actuaciones, abarcando la cooperación política de manera integral. En el EPA, por su parte, se abordaban todas las cuestiones de interés económico, la base de las relaciones euro-japonesas a lo largo de la historia, como puedan ser las medidas de aranceles, las inversiones, el flujo de bienes y servicios o las contrataciones públicas.
En los últimos años, ha habido un crecimiento del interés y la comprensión de la región del Indo-Pacífico por parte de los países europeos, incluido España. La UE y Japón han dedicaron grandes esfuerzos al desarrollo de su asociación en los últimos años.
Por parte de España, en concreto, la elevación de las relaciones bilaterales hispano-japonesas a “asociación estratégica” se produjo en 2018, junto con el desarrollo de los tratados EPA y SPA, por lo que la evolución de las relaciones bilaterales entre España y Japón no puede entenderse sin tener en cuenta los avances y la evolución impulsora y catalizadora de las relaciones entre la UE y Japón.
El desarrollo de estos dos acuerdos vino promovido y acelerado principalmente por 4 motivos: la competencia económica, el desarrollo del Brexit, la política unilateral “America First” de la nueva administración Trump y el auge de China en la zona de Asia-Pacífico.

Desde el punto de vista europeo se quería reducir y eliminar barreras y aranceles para facilitar la entrada de productos europeos en el mercado japonés y poder participar en sus licitaciones públicas. Por su parte, Japón se vio “obligado” a participar en estas negociaciones, ya que en 2011 se había llevado a cabo con éxito un acuerdo similar entre la UE y Corea del Sur en el que se ponía a Corea en clara ventaja en cuanto a la exportación de automóviles, por lo que el mercado japonés resultaba mucho menos competitivo debido a sus altos aranceles.
Otro motivo que hizo que estas conversaciones se llevaran a cabo con interés real de que fuesen exitosas lo encontramos en que tanto la UE como Japón estaban negociando paralelamente con EEUU sus respectivos tratados de libre comercio.
Sin embargo, Donald Trump fue elegido para la Casa Blanca y una de sus primeras decisiones fue retirar a EE. UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), un acuerdo gigantesco de libre comercio que reunía a 12 países, establecía las reglas del comercio internacional y daba forma a las relaciones con China, haciendo que EEUU pivotase hacia Asia.
Como consecuencia, las importantes ventajas comerciales y esperanzas que ambos habían puesto en dichas negociaciones se esfumaron, lo que hizo que un acuerdo Japón-UE se viese como prioritario y más necesario que nunca.

Tokio también consideró el Brexit con cierta preocupación, ya que el Reino Unido había sido la puerta de entrada de las empresas japonesas al mercado de la UE. En este contexto, era aún más importante que Bruselas y Tokio aceleraran las negociaciones hacia un EPA y SPA efectivos.
La creciente preocupación provocada por una China más asertiva también es un factor de acercamiento, en particular, la implementación de la iniciativa china Belt and Road (BRI) en Europa, que resultó en una creciente presencia china en algunos sectores económicos estratégicos y una mayor influencia política. Esto disparó las alarmas en Europa: la UE y Japón no solo tienen intereses comunes en Asia-Pacífico, sobre todo en lo que respecta a China, sino que también comparten valores fundamentales: derechos humanos, democracia y una visión del sistema internacional basado en reglas comunes en lugar de en la fuerza bruta.
De un tiempo a esta parte, la percepción de China en Bruselas se ha ido acercando gradualmente a la visión japonesa de Pekín como un riesgo y amenaza para la seguridad. En este entorno internacional, la UE y Japón se dieron cuenta de que, a pesar de pertenecer a dos entornos estratégicos muy diferentes, se enfrentan a retos similares.
La UE formalizó su interés en la región en 2021, a través de la Estrategia de la UE para la Cooperación en el Indo-Pacífico, sentando las bases para un compromiso más amplio en la región y reflejando el entendimiento europeo de que el centro de gravedad se estaba desplazando hacia el Indo-Pacífico, tanto en términos geoeconómicos como en términos geopolíticos.
Ahora que el bloque trata de mantener y fortalecer su influencia política y su autonomía estratégica, necesita comprometerse activamente con la región. En esta estrategia, la UE demostró claramente que ve a Japón como un socio clave. Recientemente, ambos han dedicado mucho tiempo y energía a mejorar su relación formal.
A lo largo de las últimas dos décadas podemos encontrar colaboraciones siguiendo las máximas y valores anteriormente mencionados como son los proyectos de reconstrucción estatal después de los conflictos en Afganistán o Camboya, las consultas y esfuerzos conjuntos sobre el terrorismo, las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU, la cooperación transfronteriza, la gestión fronteriza entre Tayikistán y Afganistán, la lucha contra la piratería en la operación Atalanta de 2020 en Somalia, el ejercicio cooperativo entre las fuerzas de Autodefensa marítimas de Japón (JMSDF) y la EU NAVFOR, o en operaciones civiles de la Política Común de Seguridad y Defensa de la UE en Nigeria, Mali y República Democrática del Congo.

Dentro de esta asociación, Tokio ha estado presionando por un enfoque más duro hacia Pekín para equilibrar los intereses económicos y de seguridad, acercando así la postura europea (tanto de la UE o la OTAN, como de sus miembros individuales) a la del gobierno de Tokio. Ursula von der Leyen dijo una vez que el Indo-Pacífico es una región próspera pero también un "teatro de tensiones".
La Unión Europea quiere asumir un papel más activo en el Indo-Pacífico. Ambos gobiernos han advirtieron sobre la estrecha relación de China con Rusia, condenando los movimientos unilaterales para cambiar el status quo en cualquier región del mundo.
Como Japón depende en gran medida de las importaciones rusas de recursos naturales, particularmente de su energía, a algunos en Tokio les preocupaba que la intensificación de la cooperación en materia de seguridad con Europa pusiera en peligro el compromiso con Moscú. Además de los problemas en los Territorios del Norte.

Sin embargo, la política de Moscú hacia Japón se había endurecido mucho antes de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, y con ello, las esperanzas de resolver la disputa territorial se habían evaporado mucho antes de que Rusia suspendiera formalmente las conversaciones.
Las fricciones políticas eran recurrentes y las tensiones de seguridad aumentaban. Tokio se unió a la Unión Europea y al Grupo de los Siete para imponer sanciones comerciales a Rusia, obstaculizando la capacidad de Moscú para exportar su petróleo y gas. La participación de Japón en las medidas contra Rusia, incluidas las sanciones, fue bien recibida en Europa.