Medio de comunicación independiente

2022 será recordado como un año capital en la historia europea. Es el año que Rusia decidió invadir Ucrania, obligando a la UE a moverse y cambiar. La UE ya se vio obligada a asumir debates que no quería asumir como la emisión de deuda conjunta durante la pandemia y, cuando esa crisis parecía superada, estalló la guerra que obligaba a la UE a reconsiderar de nuevo su posición. La guerra tiene enormes implicaciones en todos los frentes; militar, económico, energético, político, en términos de adhesión… ¿Cómo ha evolucionado Bruselas en este año de conflicto?

Energía

El mayor reto generado por la guerra para Bruselas era el energético. Putin pronosticó que Europa se moriría de frío y desde la UE trabajaron a contrarreloj para evitar ese escenario. La UE hizo algo que no suele hacer, actuar rápido y con contundencia. Se prepararon planes de contingencia, se hizo un enorme esfuerzo diplomático para diversificar el suministro, se promulgaron planes de ahorro, se aprobó el REPowerEU… En definitiva, la UE puso en marcha toda una sería de medidas que permitieron hacer lo que parecía imposible. En sólo unos meses la UE dejó de depender de la energía rusa.

Las importaciones de gas natural licuado, las medidas de ahorro y la apuesta por las renovables han permitido a la UE sobrevivir al invierno con holgura sin tener que aplicar medidas drásticas como racionamientos o apagones. Esto evidentemente ha tenido un coste significativo, los costes de la energía se dispararon y llenar las reservas de gas costó diez veces más de lo que lo habría hecho en circunstancias normales.

La UE sabe que la manera de garantizar la independencia energética es aumentando la producción propia mediante renovables y está haciendo un decidido esfuerzo en este sentido. Las instalaciones de placas solares subieron un 35% en 2022 y también aumentó significativamente la generación eólica o el almacenamiento en baterías.

Este es un proceso a largo plazo y los planes continúan, Alemania construirá ocho nuevas plantas de regasificación de las que algunas estarán operativas este mismo año, se mejorará la interconexión en Europa como con el proyecto del H2Med y se continuará apostando por las renovables.

Bruselas ha hecho un esfuerzo significativo en materia energética, un esfuerzo muy costoso y que está lejos de terminar, pero que ha permitido satisfacer las necesidades energéticas de la Unión sin energía rusa.

Economía

La economía europea ha resistido mejor de lo esperado a la crisis provocada por la guerra. Cuando estalló, rápidamente se difundieron los temores de una Europa helándose de frío, de manifestaciones masivas contra el apoyo a Ucrania y de una industria incapaz de continuar su producción sin energía rusa. Nada de esto ha ocurrido. De hecho, la UE incluso consiguió esquivar la recesión, algo que no pueden decir en Moscú. El desempleo también se encuentra en el mínimo histórico del 6,1% y la producción industrial, aunque ha descendido, lo ha hecho mucho menos de lo esperado.

Con todo, que la UE haya resistido bastante bien el impacto de la guerra gracias a sus políticas energéticas no implica que esta resistencia esté libre de costes. El coste de la energía, aunque ya se encuentra en niveles anteriores a la guerra, ha supuesto un enorme coste para muchas familias que han visto cómo se recrudecían sus condiciones de vida. Igualmente, la inflación generada está aquí para quedarse, con el propio BCE reconociendo que hasta finales de 2024 o principios de 2025 no bajará hasta el 2%.

Paradójicamente, la guerra ha presionado a la UE a integrarse y reforzar la cooperación entre los estados miembros, pero en el ámbito económico esta presión todavía no ha generado resultados. La tan necesaria unión fiscal ni está ni se le espera y la posibilidad de emitir más deuda conjunta está, por el momento, descartada.

La UE seguirá teniendo que hacer frente a los gastos ocasionados por la guerra durante 2023 y previsiblemente 2024, como mínimo. Estos gastos son imprevistos en el sentido de que no estaban recogidos en el marco financiero plurianual, el presupuesto de la UE, que se extiende hasta 2027.

Esto obligará a la UE a buscar nuevos recursos propios fuera del presupuesto comunitario, por lo que la presión sobre las capitales europeas para acelerar la integración económica más allá de la moneda única continuará durante los próximos años, siendo esperables algunas novedades en este sentido. En cualquier caso, los efectos de la guerra en términos de integración económica son, de momento, muy limitados.

Política

En el ámbito político el mayor reto que tenía que afrontar la UE era el de mantener la unidad. Los costes de la guerra podían provocar descontento ciudadano llevando a algunos gobiernos a reconsiderar su postura sobre la guerra para asegurar su posición de gobierno. De momento, este escenario no se ha producido.

La gran mayoría de ciudadanos ven favorablemente el apoyo a Ucrania, el 74% lo apoya según Eurostat y la percepción de la UE sigue siendo buena con un 72% de europeos que consideran que su país se ha beneficiado de pertenecer a la UE. Esto ha permitido que la UE mantenga la unidad incluso después de las elecciones italianas que preocupaban tanto en Bruselas. La llegada de Meloni, aunque critica con la integración europea, no ha supuesto cambios en su estrategia pro ucraniana debido a su férrea tendencia atlantista.

La nota discordante en este sentido es Hungría, pero no podemos considerar su posición como una novedad o como consecuencia de la guerra. Hungría lleva años en conflicto abierto con la Comisión por su vulneración del estado de derecho y forma parte de su estrategia habitual tratar de torpedear la acción de Bruselas y culpar a la UE de sus problemas internos.

En términos del estado de derecho, el gran debate europeo antes de que estallara la guerra, la UE ha decidido por fin utilizar su peso para forzar a sus miembros a cumplir sus normas mediante la retirada de fondos. Así los fondos a Polonia se encuentran congelados y se llegó a un acuerdo con Hungría para desembolsar los fondos a cambio de reformas judiciales que ataquen la corrupción y refuercen la independencia judicial, además Orbán también retiró su veto al acuerdo global para imponer un tipo impositivo mínimo del 15% para el impuesto de sociedades.

En términos políticos también debemos hablar del proceso de adhesión. Ucrania, Georgia y Moldavia solicitaron formalmente la adhesión en 2022 y se aceptaron la solicitud de Ucrania y Moldavia, convirtiéndose en países candidatos. Además, también se otorgó definitivamente el estatus de candidato a Bosnia-Herzegovina y se iniciaron oficialmente las negociaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte. Antes de la guerra el proceso de adhesión estaba completamente estancado, pero el conflicto puso en una posición incómoda a la UE.

Cuando Ucrania solicitó entrar formal y políticamente a la Unión se hizo muy complicado rechazar esta solicitud en medio de la invasión, más aun teniendo en cuenta que las aspiraciones europeas de Ucrania han jugado un papel fundamental en el conflicto.

Al mismo tiempo, si no se podía rechazar la solicitud de Ucrania, un país que a todas las luces no cumplía ni de lejos las condiciones para entrar, tampoco podía hacerse lo mismo con los países de los Balcanes que llevan décadas pidiendo su integración y se encuentran más avanzados que Kiev.

Así las cosas, la guerra cambió todo para no cambiar nada. Sirvió para sacudir el proceso de adhesión y aumentar el número de países candidatos o iniciar negociaciones, pero realmente ninguno de estos países está más cerca de entrar hoy que hace un año. La UE no puede seguir sumando miembros sin reformarse internamente, una UE con más de 30 miembros dónde existe la unanimidad simplemente no es operativa, pero para acabar con la unanimidad se necesita, efectivamente, unanimidad y aquí es donde encalla el proceso.

Son precisamente los estados más favorables a la adhesión de nuevos miembros como Polonia los que hacen imposible que se produzca por su negativa a acometer reformas que reduzcan su poder.

Lo esperable es que el proceso siga estancado en los próximos años y no sólo no entre Ucrania sino que no entre ningún nuevo país en el futuro cercano. Iniciativas como la Comunidad Política Europea son interesantes y pueden servir para cimentar la influencia europea en países fuera de la Unión, pero aún están en fases iniciales de desarrollo y les falta definición y recorrido para ser un mecanismo efectivo.

Estados Unidos - OTAN

Una de las consecuencias más evidentes de la invasión es la revitalización de la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea. Las relaciones no atravesaban su mejor momento, la administración Trump dejó la alianza transatlántica pendiente de un hilo y a pesar de la promesa de Biden de mejorar la relación con Bruselas lo cierto es que la retirada estadounidense de Afganistán sin consultar los aliados europeos hizo que volviera la desconfianza. A esto hay que añadir el acuerdo del AUKUS que dejó las relaciones entre Francia y EE. UU. al borde del colapso.

Sin embargo, con el estallido de la guerra a Estados Unidos no le quedó más remedio que volver a mirar a Europa en un momento en el que pretendía dedicar toda su atención al Pacífico, y a la UE no le quedó más remedio que mirar hacia Washington dejando de lado los debates sobre la autonomía estratégica. La guerra ha aumentado la dependencia de Washington no sólo en términos defensivos, dónde la dependencia ya era grande, sino también en términos energéticos.

Las exportaciones estadounidenses de gas natural licuado a Europa han aumentado un 137% en comparación con el 2021. La sintonía con Biden es buena e incluso parece que pronto se resolverán las inquietudes europeas respecto a la IRA. Sin embargo, esta creciente dependencia de Washington es una de las consecuencias de la guerra que supone un mayor amenaza para la seguridad de Bruselas. Las discusiones sobre la autonomía estratégica parecen haberse apagado más allá del plano energético y la dependencia de Washington parece aceptarse como una realidad inevitable.

Esto constituye un enorme riesgo para la UE a tenor de la inestabilidad interna de Estados Unidos. En 2024 se celebrarán elecciones y la posibilidad de que vuelva Trump es muy real, lo que sería un escenario absolutamente desastroso para la UE. Trump ya consideró sacar a EE. UU. de la OTAN y el Partido Republicano cuestiona abiertamente el apoyo a Ucrania. ¿En qué lugar quedará la UE si los Republicanos deciden cortar la ayuda a Ucrania? ¿Qué ocurrirá si Trump decide de nuevo imponer aranceles a los productos europeos?

La UE está asumiendo un enorme riesgo dependiendo tanto de Estados Unidos, desde Bruselas se lo están jugando todo a una carta, la de un segundo mandato de Biden. Si la jugada sale bien esto dará tiempo a Europa para aumentar su independencia, especialmente en términos energéticos, y quizá reforzar las defensas nacionales, sino las consecuencias para el continente serán devastadoras.

En términos militares se ha reforzado claramente la OTAN que ha pasado de estar en muerte cerebral a ser imprescindible, pero esto no significa necesariamente buenas noticias para la Unión Europea. Los estados miembros aumentan su gasto en defensa y han prometido reforzar sus capacidades al mismo tiempo que se pretende reforzar la industria de defensa europea. Son buenas noticias, pero en términos de integración no significan mucho, este nuevo impulso militar en el continente está liderado por la OTAN y por lo estados miembros individualmente sin grandes planes europeos.

Es cierto que la UE ha dado pasos significativos a este respecto como proveer armamento a un tercer país por primera vez en su historia o creando una misión de entrenamiento para soldados ucranianos. Pero lo cierto es que más allá de eso no hay ningún plan significativo para mejorar la integración en defensa, lo que nos hace preguntarnos que, si no se hace ahora, con una guerra en el continente, cuando será el momento de avanzar hacia una verdadera defensa europea.

Después de un año del inicio de la guerra en Ucrania la lectura es que Bruselas ha estado a la altura. La UE, aún con gran coste, ha demostrado mayor resistencia de la esperada. Esta época debería servir para recordar lo que es evidente desde hace mucho, que la UE cuando está unida y pone sus enormes recursos a disposición consigue ser un actor efectivo y afrontar los retos que tiene enfrente.

Sin embargo, precisamente por eso hay que reconocer la enorme cantidad de trabajo que queda por hacer y, aunque en algunos sectores como la energía la situación está impulsando una mayor integración, no lo está haciendo en otros como el económico o el militar.

Siempre se dice que la UE avanza de crisis en crisis y esto es porque, ante los retos externos, se hace evidente que la mayor debilidad de la UE no viene por causas exógenas sino desde dentro. La UE sigue siendo una Unión en construcción, incompleta, y mientras esto sea así tendrá dificultades para hacer frente a los desafíos mundiales. Esperemos que esta crisis, al igual que otras en el pasado, sirva para dar más pasos para completar la Unión.

Te has suscrito correctamente a The Political Room
¡Bienvenido! Has iniciado sesión correctamente.
¡Excelente! Te has registrado correctamente.
¡Éxito! Su cuenta está completamente activada, ahora tiene acceso a todo el contenido.