Nacionalismo y Estado
Por Marina Domínguez Bautista
El presente ensayo es una reflexión en torno a la clásica pregunta: "¿es la proliferación de doctrinas nacionalistas lo que causa la guerra o es la experiencia del estado de guerra la que lleva al desarrollo y expansión de los sentimientos nacionales a lo ancho de la población?" (Hall y Malesevic, 2013). El objetivo del mismo, dada la complejidad que arroja este tema y la breve extensión del ensayo, es realizar una simplificación de los conceptos que nos atañen para poder entender mejor su interrelación y así poder arrojar algo de luz a futuras incursiones.

En ese sentido, y es una advertencia metodológica, no podremos realizar una exploración profunda de los conceptos, sino que nos vamos a limitar a hacerlo de forma simplificada para poder poner el foco de atención en la relación entre ambos. La hipótesis que vamos a manejar es que el nacionalismo es la versión moderna del comunitarismo y que su difusión acaba por configurar una actividad esencial del estado moderno.
El pensamiento comunitarista se basa en que "ni los individuos conciben sus ideas de forma aislada, ni toman sus decisiones de manera estrictamente personal y objetiva, ni tampoco pueden abstenerse de adoptar una idea del bien" (Bustamante, 2015). Es decir, que el formar parte de una comunidad concreta influye sustancialmente en la formación de nuestra identidad como individuos. La apelación a la comunidad y al bien común de la misma ha sido durante siglos una herramienta para justificar decisiones políticas que han conllevado cambios en la estructura de poder.
Con estructuras de poder me refiero a las estructuras burocráticas y sociales que sirven para mantener unidades político-morales determinadas que se den por sentadas y se consideren norma (Gellner, 2001). En ese sentido, se trata de un concepto amplio en el que caben dentro numerosos tipos de organización de poder y que puede ser contemplado a lo largo de la historia. Como el comunitarismo, la guerra ha estado presente a lo largo de la historia en la realidad política. Pero como decisión intelectual, no vamos a darle el mismo peso o la misma fuerza condicionante en la historia.

Vamos a partir de que el comunitarismo es algo intrínseco en la naturaleza humana, y me sumo a Aristóteles, el ser humano es zoon politikon. Por otro lado, no vamos a sostener una postura biologicista de la guerra, sino que nos apoyamos en el prisma del situacionismo, es decir, que vamos a sostener que la guerra es fruto de una violencia social específica en un contexto determinado. Partiendo de dicha concepción de la guerra, y considerando la guerra como el acto de eliminar rivales y potenciales amenazas externas provenientes de fuera del estado (Tilly, 1992), la guerra generaría paz dentro del estado (Sumner, 1906; en Hall y Malesevic, 2013).
Esta paz generada que se produciría tiene su explicación en el principio comunitarista que soporta y justifica las decisiones políticas ante los ciudadanos. En la generación de dicha paz y sentimientos de unión en la guerra, lo que damos por hecho es la existencia de una comunidad para que se pueda dar esa identificación. "Los soldados pueden que no se preocupen por grandes abstracciones como la nación, pero ellos se preocupan de un gran pacto hacia sus más allegados, no es mínimo que su comportamiento pueda asegurar su propia supervivencia" (Hall and Malesevic, 2013).
A estas alturas del ensayo es necesario que recordemos la hipótesis que manejábamos para no perder el hilo: el nacionalismo es la versión moderna del comunitarismo y constituye una metáfora para justificar los cambios en la estructura de poder. De lo comentado anteriormente, también tenemos que recoger dos afirmaciones: (1) el ser humano es zoon politikon, es decir, que el pensamiento individual está influenciado sustancialmente por la comunidad a la que pertenece dicho individuo; (2) para que una guerra pueda producir sentimientos de unión es necesario que exista una comunidad previa.
Para Ernest Gellner "el nacionalismo es una teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a los políticos, y especialmente -posibilidad ya formalmente excluida por el principio en su formulación general -que no deben distinguir a los detentadores del poder del resto dentro de un estado dado" (Gellner, 2001) y asume que para que pueda darse el nacionalismo es condición necesaria pero no suficiente que exista un estado, entendido tal y como lo hemos planteado anteriormente.

Lo que supone una condición suficiente para que exista el nacionalismo es que se dé un contexto histórico determinado: la Modernidad. Es la propia estructura social, política y económica de la sociedad industrial lo que demanda el desarrollo de las ideas nacionalistas para poder legitimar sus cambios estructurales, teniendo en cuenta que uno de los rasgos fundamentales de la Modernidad es su autocomprensión y la consciencia de época. En ese sentido, el nacionalismo se convertiría en una doctrina de apelación a principios comunitaristas que pretende justificar política y moralmente la actividad del estado. Si bien como dice Gellner, el nacionalismo no tiene por qué circunscribirse a la realidad de un estado ya que existen sentimientos nacionalistas fundados en un espíritu ético universalista (Gellner, 2001).
Asimismo, también tenemos que tener en cuenta que la formación de los estados-nación se configura en la Modernidad. ¿Qué supone esto? Los estados según Gellner implican una especialización y concentración del mantenimiento del orden (Gellner, 2001). O como dice Charles Tilly, los estados son organizaciones militares, extractivas, administrativas e incluso productivas en una estructura central. Su cometido es hacer la guerra, mantener el estado, proteger a la población y realizar actividad extractiva (Tilly, 1992). Sitúa el nacimiento de los estados-nación en la necesidad de crear una estructura competitiva para las guerras. Al final "la guerra hace al estado y el estado a la guerra" (Tilly, 1992).
Pero recordemos que para que exista el nacionalismo ya debe existir una unidad político-moral organizada y asentada como norma. Pero esto no quiere decir que exista una comunidad previa que esté gobernada por sus propios miembros, puede haber nacionalismos sin que coincidan necesariamente sus aspiraciones políticas con las estructuras políticas en las que se encuentran. Por otro lado, en el caso de que se de esta coincidencia entre comunidad y estado, su forma moderna va a ser el estado-nación.
Esta coincidencia implica consciencia de la capacidad de recursos y como recoge Clausewitz acerca de la guerra y el desarrollo nacional: "Una fuerza apareció y mendigó toda imaginación. De repente la guerra se convierte en algo interno que concierne a todo el mundo - a una gente de 30 millones los cuales son considerados ciudadanos... la gente se vuelve participante en la guerra; en vez de gobiernos y armada como hasta ahora, todo el peso de la nación fue arrojado a la balanza. Los recursos y los esfuerzos entonces disponibles para su uso sobrepasaron los límites convencionales: nada impidió entonces el vigor con el que esa guerra podía ser recompensada" -(Clausewitz, 1976; en Hall y Malesevic, 2013).

En conclusión, para que pudiera existir tal autocomprensión de la propia capacidad de la comunidad se requería de concepciones más abstractas que la generada por el comunitarismo ante relaciones de proximidad. Los estados eran cada vez más grandes y el mantenimiento y creación de la cohesión social era cada vez más difícil. Por ello era necesario la transición a fórmulas cada vez más abstractas. Es la complejización de las estructuras de poder del estado, así como su extensión lo que genera la necesidad del desarrollo de las doctrinas nacionalistas.
Su razón de ser es ir más allá de principios étnicos comunitaristas y así poder abrazar principios políticos1. En ese sentido, el nacionalismo sería una versión del comunitarismo fruto de la Modernidad. Tengamos en cuenta que los principios nacionalistas no tienen porque coincidir dentro de la población de un estado, por lo que nos encontramos manifestaciones de apelación a la 'madre patria' si se trata de un nacionalismo de estado o a la 'madre tierra' si se trata de un principio nacionalista de corte universalista.

Ambas refieren al sentimiento de protección que brinda una madre en el seno de la familia. Porque como dice Smith: "la Nación es primero y ante todo una sagrada comunión de ciudadanos" (Smith, 2010 en Hall y Malesevic, 2013). Debido a ello el nacionalismo instituye símbolos y metáforas que permiten la instantánea identificación con el grupo: banderas, escudos, himnos, protocolos. Así el mantenimiento de la cohesión comunitarista se convierte en una actividad fundamental de los estados en la Modernidad. No sería por tanto la guerra la que genera el nacionalismo, ni la expansión del nacionalismo lo que causa la guerra, sino que es una relación compleja en la que media el principio comunitarista. El nacionalismo es, por tanto, una doctrina política propiamente moderna que busca articular políticamente principios similares a los comunitaristas con el objetivo de mantener el Estado.
1 En algunos casos acabarían por constituir un sujeto político indefinido que sostiene la legitimidad de una propia constitución que mantenga la estructura del estado a lo largo de la historia.
BIBLIOGRAFÍA
BUSTAMANTE, J (2015): "Laexpansión de las creencias en las comunidades virtuales",
Utopía y praxis latinoamericana, Volumen 20 ( nº 69), p. 67-82. Disponible en web: https://w w w . a c a d e m i a . e d u / 2 2 1 2 5 4 4 6 /La_expansión_de_las_creencias_en_las_comunidades_virtuales_The_spreading_of_believes_in_th e_virtual_communities_._2015_
GELLNER, E. (2001): Naciones y Nacionalismos, Madrid, Alianza Editoral.
HALL, J. y MALESEVIC, S. (2013): Nationalism and War, New York, Cambridge University Press.
TILLY, C. (1992): Coercion, capital and European states, Oxford, Blackwell editorial.