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Mientras circulaba por Caracas en noviembre, no pude evitar frustrarme por los atascos. Apenas hace dos años, los conductores difícilmente conseguían gasolina. En 2020, incapaz de producir combustible, Venezuela tuvo que esperar que dos petroleros iraníes trajeran el producto refinado. En comercios a lo largo de la ciudad, los estantes rebosaban contrastando con las famosas imágenes de escasez de hace pocos años.

Los precios a menudo se anunciaban en dólares en vez de la moneda local, el bolívar. Los centros comerciales, supermercados y restaurantes estaban llenos de clientes. Estaba hasta desconcertado, ya que muchos podían permitirse 18$ por una hamburguesa y patatas fritas en la cadena de comida rápida Puerkos.

El cuatro es el instrumento típico y el más emblemático de la música venezolana, además de ser un bien de interés cultural de la nación. Autor: Wilfredor

Durante esta estancia, presencié el clásico local: los principales rivales de béisbol en Venezuela, los Leones y los Navegantes del Magallanes, jugaron ante gradas abarrotadas. Los hinchas energéticamente bebían cerveza y se la arrojaban entre sí. Mis amigos me dijeron que estaban contentos de ver las gradas llenas de nuevo. En lo peor de la crisis que hizo estragos por todo el país, pocos podían darse el lujo de divertirse en los estadios.

La recuperación es evidentemente desigual. En el este de Caracas, donde Ferrari abrió un nuevo concesionario en 2021, los locales construían nuevas viviendas y oficinas de lujo. Mientras, en el frente internacional también cambiaba. Mientras yo aterrizaba en Venezuela, Nicolás Maduro atendía la COP27 y tuvo una corta conversación con Emmanuel Macron. Entre apretones de mano y sonrisas, el presidente francés ofreció llamar a su homólogo después del encuentro.

La nueva normalidad

Desde que comenzó la crisis económica alrededor de 2014, entre 5 y 7 millones de personas han abandonado el país, muchas de las cuales están enviando remesas. El uso del dólar se ha generalizado, lo que ralentiza la inflación, ya que hay partes de la economía que no se ven afectadas por la caída de la moneda local. La producción del petróleo se ha recuperado de manera parcial.

Crucialmente, después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, EE.UU. y Europa están nuevamente interesados en comprarlo, luego de haber prohibido el petróleo venezolano como parte del bloqueo económico. El estado venezolano también ha buscado incrementar la producción nacional y, principalmente, incentivar otras exportaciones.

En este sentido, la minería se ha convertido en una importante fuente de ingresos por exportaciones. El suelo del país es abundante en oro, cobalto, hierro, bauxita y diamantes, pero con el descubrimiento del petróleo a principios del siglo XX, zonas del interior de Venezuela quedaron despobladas y gran parte de su vasta riqueza mineral quedó intacta. Si bien algunas corporaciones extranjeras estaban interesadas en explotar estos minerales, su valor era pequeño en comparación con los ingresos del oro negro.

Hablé con un funcionario del gobierno en Ciudad Guayana, en la cuenca del Orinoco, rica en minerales, y me dijo que desde allí se envía oro a una empresa minera congoleña, que fabrica lingotes, para pagar importaciones a falta de divisas. También se han hecho acuerdos con empresas turcas para procesar el oro venezolano. Aun así, dado que este comercio está ideado para combatir las sanciones es difícil conocer los detalles. Periodistas del Wall Street Journal, The Times y BBC han ofrecido cifras, pero no pueden darlas con certeza.

El gobierno de corte socialista de Maduro ha otorgado concesiones a capital privado local y extranjero. Se han eliminado muchos controles de precios y las empresas estatales ahora emiten acciones minoritarias en la bolsa de valores nacional. Se están preparando zonas económicas especiales, por ejemplo en la Isla Tortuga, en una apuesta por el turismo internacional.

Por otro lado, hasta agosto de 2022 el bolívar vivió un período sorprendente de estabilidad. Sin embargo, la mayoría de inversores desconfían de los riesgos y tienen un mal recuerdo de las expropiaciones, el incumplimiento de la deuda y la hiperinflación.

Aunque la economía se está recuperando, todavía está muy lejos de lo que llegó a ser. Con 82,15 mil millones de dólares, el PIB de Venezuela sigue siendo un 62% más bajo que en 2014, cuando comenzó la crisis, según cifras del FMI. Es cierto que la mayoría de las economías latinoamericanas aún no han vuelto a la abundancia consecuencia del “commodities boom” entre 2000 y 2014 (el auge de precios de las materias primas), pero ninguna otra ha caído tan profundo como la venezolana.

La tasa de inflación oficial para los primeros meses de 2022 es del 145%. En términos relativos, es una buena noticia para los que están acostumbrados a seis dígitos. Según la tasa de cambio oficial, el 1 de enero de 2022, 1$ equivalía a 4,60Bs, pero llegado el 1 de diciembre ésta había subido a 11,25Bs. Digamos que pagué 5$ por una arepa tradicional con una bebida. A principios de año, serían 23Bs. Sin embargo, cuando yo me sentaba a comer, el precio equivalía a 56,25Bs.

Muchos trabajadores, especialmente en el sector público, incluyendo maestros y médicos, reciben salarios en bolívares y pierden rápidamente su poder adquisitivo día a día. Por otra parte, los empresarios y autónomos pueden exigir cobrar solo en dólares y, por lo tanto, permitirse un estilo de vida más estable.

Los productos de multinacionales, desde Mars Incorporated y Nestlé hasta la mexicana Bimbo, llenan los estantes en supermercados y “bodegones” – comercios locales que florecieron vendiendo artículos extranjeros durante la escasez de la crisis económica. Aun así, los precios sólo son asequibles para aquellos con ingresos en dólares.

La mayoría más pobre depende de una cesta de alimentos subvencionada y compra en los mercados callejeros donde pueden adquirir frutas, verduras y la esencial harina de maíz. Los precios son diametralmente distintos para compradores diferentes; compré dos kilogramos de productos frescos por el equivalente a 1,5$. Esto fue barato para mí y para los venezolanos que ganan en dólares. No obstante, el salario mínimo mensual es de 130Bs, que al cierre de noviembre equivalía a 11,56$.

Apostando todo en el petróleo

La fortuna política de los presidentes de Venezuela ha dependido históricamente del mercado petrolero. Hugo Chávez, cuya presidencia duró de 1999 a 2013, se benefició enormemente del “commodities boom”. Bajo su presidencia, el PIB de Venezuela se cuadriplicó. En 1998, el año en que Chávez ganó sus primeras elecciones, el PIB se situaba en 91,8 miles de millones de dólares.

En 2012, el año anterior a su fallecimiento en el cargo, vio que la cifra alcanzaba su punto máximo con 372,75 miles de millones de dólares. Su proyecto, la “Revolución Bolivariana”, llevó educación, salud y vivienda a muchos de los más humildes, junto con otros servicios subsidiados. También ofreció combustible a países y comunidades pobres a precios reducidos.

En 2013, el precio estándar de la OPEP para el petróleo – Venezuela es un miembro de la organización – se situaba en 109$. Los precios cayeron en picado a partir de ese punto. Tras el fallecimiento de Chávez, el entonces vicepresidente Maduro tomó su lugar y recibió todo el golpe. En 2016, el mismo precio referencial era de 40,76$. El régimen que podía pagar todo lo que quería estaba repentinamente sin ingresos. Al principio, la respuesta fue imprimir bolívares para pagar la factura exorbitante, pero esto catalizó la famosa hiperinflación de Venezuela.

A partir de 2015, las sanciones lideradas por EE. UU. empezaron a caer sobre Venezuela. Éstas afectan tanto a individuos como al país, que fue bloqueado. Entre otras medidas, el gobierno fue aislado de los mercados de deuda y capital, el petróleo venezolano fue prohibido en los EE. UU. y los activos en el extranjero fueron congelados. Los bancos occidentales retuvieron las reservas y se negaron a procesar a los pagos. Citgo, una empresa subsidiaria clave de la petrolera estatal de Venezuela (PDVSA) en EE. UU., fue incautada y muchos de sus activos liquidados.

La historia resultaría irónica cuando las refinerías de Texas remplazaron el petróleo venezolano con el ruso, al ser de un grado similar. Las sanciones y los bajos precios del petróleo no solo afectaron las arcas del gobierno, sino también la capacidad de PDVSA para sostener sus operaciones. Durante años, tener las reservas de petróleo demostradas más grandes del mundo llegó a significar poco.

En 2019, la economía estaba en caída libre con apenas ingresos por exportaciones, hiperinflación y sanciones asfixiantes. La administración Trump reconoció al entonces jefe de la Asamblea Nacional y figura de la oposición Juan Guaidó como presidente interino hasta que se celebrasen elecciones libres y justas. Una coalición de países occidentales y latinoamericanos acompañó a los EE. UU. reconociendo a Guaidó y sancionando a Venezuela. Maduro ya no era el “presidente”, sino un ilegítimo “usurpador”. Aislado e impopular, parecía que los días de Maduro estaban contados.

El petróleo vuelve a estar sobre la mesa

Al tiempo de mi visita, la imagen de paria de Maduro parecía estar llegando a su fin. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos que alguna vez pidieron su destitución han sido derrocados por sus respectivos electorados. Entre los casos más notables se encuentran Brasil, Colombia y Argentina.

Aunque los nuevos presidentes no son aliados de Maduro, están reabriendo el comercio y las embajadas. En 2022, Emmanuel Macron pidió públicamente a EE. UU. que permita los combustibles fósiles venezolanos en Europa. En 2019, él mismo había reconocido a Juan Guaidó como presidente legítimo.

En 2022, la administración Biden envió al menos dos delegaciones para negociar con Maduro, quien vuelve a ser “presidente” en el relato occidental. El mandatario venezolano no fue invitado a la Conferencia de las Américas de 2022, aunque Guaidó también fue rechazado. Cuando se le preguntó sobre la ausencia del “presidente interino” en una conferencia de prensa, Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, preguntó: “¿Quién?” y no llegó a reconocerlo.

La administración Biden camina sobre una cuerda floja. Por un lado, no puede darse la vuelta y declarar a Maduro como amigo ahora que Rusia es el enemigo oficial. Por otra parte, las refinerías de Texas y los consumidores europeos necesitan que los yacimientos de petróleo y gas de Venezuela vuelvan a funcionar. A día de hoy, parece poco probable forzar un cambio de régimen. Al levantar algunas sanciones, EE. UU. ha reunido a los chavistas y la oposición en la mesa de negociaciones en México.

El objetivo es lograr elecciones “libres y justas”; EE. UU. podría juzgar que las condiciones no son adecuadas y reimponer las sanciones. Hasta ahora, la administración Biden se ha abierto en el frente energético. Chevron ha recibido permiso para extraer petróleo venezolano, y las empresas europeas Repsol y Eni para recibirlo como pago por deudas. Además, se han liberado activos congelados por valor de 3 mil millones de dólares en bancos occidentales para invertirlos en salud, educación e infraestructura bajo la supervisión de la ONU.

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