Violencia machista en la adolescencia y educación afectivo-sexual

Han pasado ya casi seis años desde el asesinato de Alba Martí, una adolescente de 14 años de Tàrrega (Lérida), a manos de su exnovio. El duro documental de Telecinco Amores que duelen —transmitido hace un par de años— detalla el control al que estuvo sometida la menor durante la relación sentimental con el que acabaría más adelante con su vida. Ella decidió terminar con ese control y, por ello, ocurrió ese fatal desenlace. Como demuestra este caso, la violencia de género no tiene edad y hoy en día —a pesar de todas las medidas educacionales en los centros de enseñanza— todavía hay muchas adolescentes que sufren violencia machista por parte de sus parejas o exparejas.
¿Dónde están los límites en la intimidad de cada persona? ¿Dejar que tu pareja pueda acceder a tu teléfono para revisar con quién mantienes conversaciones es violencia machista? ¿Tener que justificar dónde vas y con quién a tu pareja es violencia de género? La respuesta es afirmativa, aunque este tipo de prácticas pasan desapercibidas u ocultas bajo la etiqueta del “amor”. La violencia no se ejerce únicamente a través de agresiones físicas o sexuales, y muchas veces estas últimas ni si quiera se perciben como tal; una vez más, se califican de actos realizados por “amor”. Los comportamientos machistas dentro y fuera de una relación sentimental son muy habituales entre la población adolescente. Además, los datos demuestran que, con el paso de los años, se está dando más visibilidad a este tipo de actos machistas con el número de denuncias en aumento. Pero, pese a ello, preocupa que su número no haya disminuido. Y este, en la práctica, es el único objetivo que tiene el hecho de visibilizar y concienciar sobre este tipo de actos.
¿Qué es violencia machista o de género?
Lo primero de todo es aclarar el significado de este concepto porque, a pesar de que en los últimos años los medios de comunicación están dando difusión al pensamiento feminista, todavía sigue siendo necesario explicarlo una y otra vez. Según la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en el apartado “Exposición de motivos” la violencia de género se define como “violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
Sin embargo, en su artículo 1 la definición de violencia de género abarca un ámbito más limitado y únicamente especifica que la ley actúa sobre la violencia ejercida contra mujeres “por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. Es decir, la ley actúa únicamente y protege a mujeres víctimas de violencia machista siempre y cuando haya habido algún tipo de vínculo sentimental o afectivo con el agresor.
Las leyes autonómicas también varían en cuanto a la definición de este asunto y muestran discrepancias con la ley estatal. Por ejemplo, la Ley 5/2005, de 20 de diciembre, integral contra la violencia de género de la Comunidad de Madrid no hace alusiones específicas al entorno de la víctima y recoge bajo esta Ley “todas las manifestaciones de Violencia de Género, ejercidas sobre la mujer, como expresión de la discriminación, la situación histórica de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres”. Más adelante especifica que no es necesaria la calidad de cónyuge o del entorno familiar para que se considere violencia de género cualquier tipo de agresión física, psíquica o sexual ejercida sobre una mujer por un hombre. Agresiones sexuales, mutilación genital, explotación sexual o acoso laboral son otros ámbitos sobre los que actúa esta ley autonómica.
Otro ejemplo de aplicación autonómica, muy parecido al texto de la de la Comunidad de Madrid, es el de la Comunidad Valenciana. La Ley 7/2012, de 23 de noviembre, integral contra la violencia sobre la mujer en el ámbito de la Comunitat Valenciana recoge que “se entiende por violencia sobre la mujer todo comportamiento de acción u omisión por el que un hombre inflige en la mujer daños físicos, sexuales y/o psicológicos, basado en la pertenencia de ésta al sexo femenino”. Además, el texto contempla este tipo de comportamientos como violencia machista “tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.Un aspecto muy relevante que recogen estas leyes autonómicas es la especificación sobre el hecho de que la violencia machista no se ejerce únicamente dentro del ámbito privado.
Prácticas machistas dentro de la población adolescente
Volviendo al ámbito del ejercicio de violencia machista en la población adolescente, las discrepancias sobre la definición de este tipo de violencia también se reflejan dentro de este grupo. Según la encuesta publicada en 2017 por la Confederación Nacional de Mujeres en Igualdad, la población adolescente encuestada en centros escolares muestra diferencias en lo que entienden por violencia de género. Es muy alarmante observar que el 59,45% de las personas encuestadas entienden la violencia de género —tanto física, sexual o psicológica— aquella ejercida tanto a hombres y mujeres por parte de sus parejas o exparejas. Un 29,12% entiende que únicamente se ejerce por parte de los hombres hacia sus parejas o exparejas, y solo un 11,43% entiende que únicamente se ejerce por parte de los hombres y que no tiene por qué haber algún tipo de relación con la víctima.
Hay que precisar que un 54,62% de las personas encuestadas son mujeres y que, de estas, el 61% cree que la violencia de género también se puede ejercer por parte de una mujer hacia su pareja o expareja; es más, el porcentaje de chicos que opinan de la misma manera es menor. El informe también recoge que a la pregunta “¿Sabes cuál es la diferencia entre violencia de género y violencia machista?” solo un 13% respondió que significan lo mismo. Estos datos demuestran la todavía existente falta de concienciación por parte de las instituciones con la población infantil y juvenil.
Hay que dejar claro que la violencia de género abarca cualquier acto de discriminación, abuso o agresión física, psicológica o sexual por parte del hombre hacia la mujer a causa de su condición de ser una mujer, tanto en el ámbito privado como el público. Histórica y socioculturalmente la mujer ha sido discriminada por el hecho de pertenecer al sexo femenino y, a pesar de los avances de la lucha feminista en el último siglo y en los últimos años con las democracias modernas, todavía queda un largo camino por construir para que la igualdad sea real en todos los niveles. Por lo tanto, cualquier tipo de agresión o abuso por parte de una mujer hacia un hombre no se produce porque esta entienda una situación de superioridad del sexo femenino sobre el masculino. La violencia de género es únicamente violencia machista.
Volviendo al análisis del manual de la Confederación Nacional de Mujeres en Igualdad, este demuestra que hay ciertas prácticas sexistas que no son percibidas como tales por parte de la población adolescente. En esta encuesta se les pide a ellas que señalen si han pasado por determinadas situaciones sexistas y a ellos se les pregunta si las han realizado. Culpabilizar a la mujer por provocar a su pareja, insultarla o ridiculizarla en público, intimidarla con conductas sexuales, obligarla a realizar prácticas sexuales o la sospecha injustificada de infidelidades son algunas de las situaciones sobre las que fueron preguntadas tanto ellas como ellos.
El informe describe que el 56% de las chicas encuestadas afirma haber sido tratadas siempre con respeto por parte de sus parejas; sin embargo, un 29% de esas chicas señala a la vez que ha sufrido alguna o varias de las conductas sexistas referidas. Esto demuestra que no relacionan este tipo de conductas con la violencia de género; por lo que normalizan el comportamiento machista. En el caso de los chicos sucede algo parecido. Un 58% de los encuestados afirma haber respetado siempre a su pareja; por otro lado, como señala el manual, casi un 12% de esos alumnos admite haber realizado algún tipo de conducta que se considera violencia de género. Por lo tanto, ellos tampoco identifican el maltrato. A la pregunta sobre si son o han sido víctimas de violencia de género, un 20% de las chicas que afirma no serlo o no haberlo sido reconoce a la vez haber sufrido alguna de las prácticas señaladas más arriba.
Necesidad de una educación sexual y afectiva en las aulas
Un aspecto importante que revela el I Informe sobre Jóvenes y Género “La (in)consciencia de equidad de la población joven en España” —elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, y la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD)— es que existe una serie de machismos relacionados con los roles de género tradicionales en cuanto a las relaciones sexuales. A pesar de que los datos demuestran que según la mayoría de los y las encuestadas están medianamente o altamente de acuerdo con que tanto ellos como ellas pueden tener sexo desde el primer momento, más de la mitad opina que los chicos son más promiscuos o que las chicas suelen tener más dificultades a la hora de separar sexo y amor. Además, únicamente el 51,6% de la población encuestada está poco o nada de acuerdo con que una chica que tiene relaciones sexuales frecuentes sea considerada un “bicho raro”. Por lo que casi la mitad opina que sí lo es.
Estas asociaciones del amor romántico ligadas a las mujeres frente a la promiscuidad sexual de los varones no son más que estereotipos culturales que han servido y sirven aún hoy en día para ejercer una escala de opresión sobre la mujer. ¿Por qué se les enseña a las chicas que no pueden mantener una relación sexual sin amor y a los chicos a que las mantengan frecuentemente sin ningún tipo de vínculo afectivo?
En este respecto, la necesidad de una educación afectivo-sexual en las aulas se hace cada vez mayor. Sin embargo, el sexo sigue siendo en la actualidad un tema tabú que los adultos no quieren compartir con los y las más jóvenes. Una pregunta que se debería plantear en las aulas de los centros educativos es la siguiente: ¿cuál es el objetivo del sexo? El objetivo de una relación sexual es el de disfrutar; por lo que, si alguna de las partes implicadas no está disfrutando o no está de acuerdo con la práctica sexual sugerida, no debe llevarse a cabo. El machismo que afecta a todos los niveles de nuestra sociedad también se traslada al ámbito de la relación sexual y muchos chicos entienden que un “no” podría significar finalmente un “sí”. Un ejemplo de esto se demuestra con las distintas violaciones en grupo que han sufrido recientemente algunas jóvenes en España, y en las que, en algunos casos, han intervenido tanto agresores como víctimas menores de edad.
Recientemente, una joven de 17 años ha declarado en el juicio por la violación que sufrió en 2016 —cuando tan solo tenía 14— por un grupo de siete hombres en Manresa (Barcelona). Además, hace pocos días se conoció el caso de otra presunta agresión sexual en grupo por parte de cuatro hombres a otra menor de 17 años en la misma localidad. En marzo de este año también se conoció el caso de tres jóvenes menores detenidos —y un cuarto implicado por grabarlo en vídeo— por una supuesta violación a una compañera de instituto de 15 años en la Marina Alta (Alicante). Además, la controversia por la sentencia inicial contra la Manada de Pamplona —que no contemplaba agresión sexual, sino abuso a causa de que no había supuestamente una conducta intimidatoria por parte de los agresores— ha contribuido a abrir el necesario debate sobre qué se considera una violación. Finalmente, el Tribunal Supremo ha condenado a los acusados por agresión sexual, ya que considera que sí hubo intimidación y que “solo sí es sí”; por lo que declara que el consentimiento sexual siempre tiene que ser expreso. Sin embargo, el proyecto de Feminicidio.net para registrar datos sobre las agresiones sexuales en grupo muestra cifras muy alarmantes; por ejemplo, en lo que llevamos de año ya se han cometido 34.
Uno de los motivos principales por los que se producen este tipo de agresiones es precisamente la falta de una educación sexual en la igualdad y la falta de empatía que tienen los varones sobre las mujeres a causa de tantos estereotipos de género. Los chicos jóvenes de hoy en día se educan a través de la pornografía a la que pueden acceder libremente a través de Internet; por lo tanto, el porno tiene que convertirse en un tema de debate en las aulas. Los adolescentes tienen que comprender, grosso modo, que la pornografía retrata únicamente fantasías; que no es malo tenerlas, pero que no se pueden traducir a la realidad si no hay un consentimiento previo. Además, hay que hacer entender a la población adolescente que el consumo de pornografía —si no se entiende por lo que realmente es: un producto de consumo— puede afectar a las relaciones de pareja.
También es necesario abordar en las aulas que no únicamente una agresión sexual a una chica de la calle constituye una violación. El hecho de forzar, coaccionar o amenazar a tu pareja para que mantenga relaciones o prácticas sexuales con las que ella no se siente cómoda también constituye una violación. El gran problema es que, al estar encuadradas dentro de una relación sentimental, no se consideran como lo que realmente son, sino como un aspecto más de la vida en pareja. Como se ha indicado más arriba, muchas veces ellas acceden a este tipo de prácticas por “amor”; el maltrato se normaliza, aunque no se percibe como tal. Existe un problema a nivel institucional y se traduce en que la única educación afectivo-sexual que reciben los y las adolescentes durante su etapa escolar se reduce a hablar de la prevención de embarazos y enfermedades transmitidas a través de las relaciones sexuales. A pesar de que muchos centros educativos incluyen libremente en su currículum talleres sobre sexualidad, la educación afectivo sexual no está recogida en el currículum oficial educativo, por lo que depende de la decisión personal de cada centro el incluir o no este tipo de talleres.