Y el Moskva se fue a pique
Hace aproximadamente tres meses escribí un artículo de opinión en el que sostuve la posibilidad de un golpe de estado ultraderechista en Ucrania para proporcionar un casus beli a la Federación Rusa. Lo que nunca me pude imaginar (aunque en retrospectiva, por supuesto, debí de haberlo hecho) fue que Putin iba a abandonar sus postulados paternalistas/conservadores para dar un golpe de estado abiertamente fascista en Rusia (soy consciente del desgaste de esta palabra, pero creo que hoy, después de muchos años, volvemos a mirar al monstruo cara a cara).
Igualmente y por partida doble, fui incapaz de imaginar que Rusia iba a poner los bueyes delante del carro y que primero iba a atacar, después a declarar su casus beli y, al momento de escribir estas lineas, debatir públicamente si declara una guerra formal a Ucrania (con todo lo que esto conllevaría en términos de reconocer a su enemigo como un igual, anatema absoluto para Moscú ahora mismo).

Para terminar la autopsia de mi artículo anterior, puedo decir que el liderazgo de Zelensky y su capacidad de crear un nacionalismo ucraniano inclusivo y movilizador, sin perjuicio de la munición que el momento actual está dando y dará a la ultraderecha ucraniana, es un cisne negro que provee no pocas esperanzas para el futuro democrático de Ucrania. Con justicia me permito decir que, por el momento, Ucrania ha vencido al ultranacionalismo más tóxico.
Antes de proseguir, me permito advertir a los lectores que si bien soy politólogo por formación y trato de ser lo más neutral posible en mis análisis, mi neutralidad sobre el conflicto ruso-ucraniano fue seriamente mermada un 20 de febrero de 2014 y acabó saltando por los aires exactamente ocho años y cuatro días más tarde.
Sobre el aspecto militar y diplomático de la contienda iniciada el pasado 24 de febrero a las 05:00 hora local ucraniana, ya se han escrito ríos de tinta por gente más capaz y cualificada. No obstante, me permito dejar por escrito algunos apuntes.
1.- Al igual que en 2014, la posición rusa es insostenible. El despliegue de la OTAN en los Países Bálticos, Polonia, Eslovaquia y Rumanía nunca superó una ratio de 1/20 sobre las tropas rusas presentes oficial o extraoficialmente en la frontera o, en el suelo ucraniano internacionalmente reconocido.
2.- Las declaraciones rusas sobre sus motivos para ir a la guerra y en particular las de su Ministerio de Exteriores son indignas (vid. El comunicado que llama a la UE una potencia “militarista” y “nazi”). Por mucho que Moscú se empeñe, la adhesión de Ucrania a una alianza militar no habría hecho merma ninguna en su capacidad de defender su amplio territorio.
Lavrov asegura ante la ONU que el objetivo ruso es desnazificar Ucrania pic.twitter.com/KfiIgrITTo
— EL MUNDO (@elmundoes) March 1, 2022
3.- A título ilustrativo de lo anterior, Rusia, en su punto más estrecho (que hipotéticamente permitiría cortar el país en dos y aislar al eje industrial de Moscú-San Petersburgo de sus reservas de petróleo en el Caúcaso), desde Dibrova, Lugansk, Ucrania, hasta Kamysty, Kazajistán, mide 487,16 Km. Sin querer insinuar nada, su equivalente israelí (desde Reshef a Qalqilya) mide 14,06 Km. Asimismo, el arsenal nuclear ruso (aproximadamente 4.500 cabezas en perfecto estado) es capaz de volatilizar a cualquier fuerza que invada su territorio.
4.- Asimismo, las autojustificaciones rusas habrían tenido más peso si Putin no hubiese declarado sus intenciones irredentistas desde 2005 para con los rusófonos de los países poscommunistas.
5.- La debacle sufrida por el Ejército Ruso en Kyiv, que trató de maquillar mediante un supuesto pacto de retirada en la ronda de Ankara es en realidad una brillante victoria defensiva de las Fuerzas Armadas de Ucrania (e.g. Los cadáveres de los paracaidistas rusos abandonados a los cuervos en el Aeropuerto Antonov de Hostomel, tras más de un mes de “operación especial limitada”).

6.- Dichas Fuerzas Armadas NO han recibido el material que necesitaban hasta después de la hora cero e incluso entonces el suministro ha sido irregular y políticamente polémico. En los ocho años anteriores el suministro ha sido nimio (2014-16), saboteado por Trump (2016-20) y pagado a precio de mercado con el esfuerzo del Estado Ucraniano y de sus contribuyentes (2020-22).
7.- Las matanzas y otros crímenes de guerra llevados a cabo en Bucha, Irpin y otras localidades ucranianas, sobradamente demostrados por imágenes satelitales e interceptaciones telefónicas de los servicios de inteligencia alemanes (nada sospechosos de “rusofobia”), así como la deportación de poblaciones enteras por criterios étnicos (desgraciadamente habitual en la época soviética) tomados como parte del discurso imperante en el movimiento-Z ruso (al que le veo demasiadas similitudes con el fascismo histórico como para que sea una simple coincidencia), muestran a mi modo de ver una intención genocida (por supuesto, ver infra y siempre teniendo en cuenta el contexto de guerra recrudecida y resistencia partisana, que difumina las líneas entre combatiente y no combatiente y pueden llevar a acciones criminales por parte de las tropas invasoras).
8.- A pesar del whataboutismo imperante en algunos círculos, este conflicto no es una “pantalla de humo” para olvidar otros en su gravedad inherente, pero si es la primera vez que un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha decidido, con total desprecio para con sus obligaciones, invadir un país vecino con objetivos claramente neo-imperialistas y acciones que como mínimo constituyen crímenes de guerra horrendos e injustificables y como máximo (pendiente de su investigación y enjuiciamiento pertinente) podrían ser constitutivas de genocidio.
En los primeros días de la guerra, cuando las tropas rusas tomaron la Isla de las Serpientes y se posicionaron a tan solo 40 km de la costa rumana, tengo que reconocer que tuve pesadillas y momentos de ansiedad absoluta.
Vi pasar por delante de mis ojos imágenes de tropas de Infantería de Marina rusas desembarcando en Galati y Braila para “rescatar” a los lipovanos (rusófonos que abandonaron rusia hace dos siglos por motivos religiosos, pero que aún siguen hablando ruso en la intimidad), columnas blindadas rusas tomando la carretera de Chisinau a Bucarest y paracaidistas rusos a la “caza” de los refugiados en Suceava, ciudad donde aún tengo familiares.
A pesar de todo la esperanza nunca muere y, por eso mismo, me parece digna de elogio la oposición de viva voz que Roman Hrybov manifestó frente al Crucero Moskva (Moscú), en términos que, por cierto, serían prácticamente iguales traducidos al rumano. Lamento el fallecimiento de la tripulación del Moskva como seres humanos y el sufrimento causado a sus familias por la hibris imperial del Kremlin.
Rusia admite el hundimiento del Moskva, el buque insignia de su flota https://t.co/AnbkFBxRB8
— INFORMACION.es (@informacion_es) April 15, 2022
Creo que el hundimiento será el primer paso para acabar con el dominio ruso del Mar Negro. Ahora los cargamentos de trigo ucraniano que Perú, Sri Lanka, Egipto (este último tuvo la fortuna de contar con trigo francés de sustitución) y que otros tantos países esperaban con el alma en vilo podrán circular lejos del alcance de los piratas rusos. Igualmente, ya no tengo pesadillas con que Rumanía pueda ser atacada en el futuro próximo.
Desconozco como acabará esta guerra, pero desde el fondo de mi alma deseo que lo haga con una victoria ucraniana que debele a las Fuerzas Armadas rusas. Nadie, nunca más, debe de volver a sufrir la agresión del fascismo ruso.
Y acabo con la última corrección a mi anterior artículo.
Ucrania aún no ha muerto y sus días no están contados.