¿Y si confiamos en la desradicalización?

El terrorismo es muy complejo y por ello debe abordarse desde distintas disciplinas. La psicología una de ellas, ya que estudia por qué el ser humano es capaz de acabar con vidas de terceras personas, inclusive con la suya propia, por una causa ajena.
Sabemos que el tema de la desradicalización es muy ambicioso, pero teniendo en cuenta que según el Ministerio del Interior en España había 396 presos radicalizados en 2018, y que muchos serán puestos en libertad en los próximos años, tenemos que darles un voto de confianza. Se trata de una oportunidad de intervenir sobre estos individuos para que cuando sean puestos en libertad sus actos e ideales sean lo más moderados y acordes con las normas sociales, para que causen las menores consecuencias negativas posibles.
Estas personas no solo suponen un riesgo por los actos que puedan llegar a cometer contra terceros, sino porque también pueden actuar como reclutadoras. Muchas veces se piensa que la solución puede ser que una vez que hayan cumplido condena sean expulsados a sus países de origen. Pero, ¿Qué ocurre con los españoles? Debemos investigar y creer en la desradicalización. Podemos decir que es nuestra “esperanza”.
Para intentar desradicalizar a estas personas, debemos antes entender cómo ha podido ser posible que lleguen hasta este punto. Existe una nueva forma de radicalizar a los jóvenes, amoldando el discurso e ideología a las inquietudes y preocupaciones del adolescente. Así, si una persona se preocupa por ayudar a terceras personas que lo necesitan, el discurso irá encaminado a proteger a la población a la que están asesinando y el viaje a Siria puede ser “humanitario”. Si son personas que no se sienten a gusto en el lugar donde viven, se les enseñará un camino en donde convivan con otros con gustos parecidos y que compartan sus mismos valores. De esta forma, el viaje puede ser a un lugar donde se encuentren comprendidos. Cuanto más se parezca el discurso a sus ideales y más sentido tenga en su vida, más fácil y rápida será la radicalización.
El primer paso que llevan a cabo los reclutadores es aislar al sujeto de sus familiares y de sus amistades. Les hacen ver que todos les mienten. La sociedad es su enemiga. Sienten que son perseguidos y observados y comienzan a tener una ruptura emocional, creyendo que las personas de su alrededor están en su contra.
El siguiente paso es conseguir la destrucción de la propia identidad para crear una única, la del grupo. La persona siente que solamente puede ser él mismo junto a este grupo, pues el resto de la sociedad no le entiende. Se refuerza la sensación de pertenencia al grupo y se implantan las normas, como el cambio de vestimenta o las costumbres religiosas. También se obliga al sujeto a que olvide los recuerdos. Así se consigue romper con el pasado y se intensifican el aplanamiento afectivo y la pérdida de identidad individual.
Aquí comienza la adhesión a la ideología radical. El sujeto siente que pertenece a un grupo que posee la verdad y tiene esperanza de poder satisfacer sus aspiraciones personales. De esta forma, se intensifica la fusión con el grupo. Por último, se produce la deshumanización, en la cual se infravalora la vida y se acepta el sacrificio de acabar con vidas humanas por una causa mayor.
Visto esto, la clave de la intervención psicológica está en presentar contradicciones entre sus creencias y la realidad para apartar a la persona de los radicalismos. La intervención comienza con la reactivación emocional, reflexionar sobre los elementos fundacionales de la vida del joven. En esta fase no debemos discutir ni refutar su ideología. Nuestro objetivo se centra en que el individuo reviva acontecimientos del pasado. Debemos evocar los recuerdos de la primera infancia y no plantear argumentos racionales. Nuestro objetivo debe ser el resurgimiento de la antigua identidad.
La siguiente fase abarca la actualización de las contradicciones. Es el momento de tomar conciencia de la brecha entre realidad y aspiraciones. Nos ayudaremos de testimonios de ex-reclutados y se tomará conciencia de los mecanismos de captación que sigue la red. Aquí crearemos la duda en el sujeto para que pueda desligarse del grupo.
La intervención concluirá con la reflexión y terapia de conversación entre distintos sujetos que se encuentren en la misma situación. Se hará una revisión crítica de las convicciones inculcadas por la red y se reflexionará sobre ello. A continuación, se reconstruirá la identidad de la persona y los roles sociales hasta llegar a la estabilización.
Durante el período que dura la terapia, los familiares cercanos a las personas radicalizadas han de mostrarles que siguen con ellos. La norma fundamental en la rehabilitación de las personas reclutadas por un movimiento fanático es comenzar a intervenir desde un plano emocional y una vez se haya sembrado la duda, debemos trabajar desde el razonamiento y la lógica para desmontar los esquemas mentales creados durante el proceso de radicalización.