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Si hay un lugar donde la complejidad de una guerra alcanza su máxima expresión tanto en el terreno militar como en el diplomático, es en Yemen, ya que a la pluralidad de contendientes que se enfrenta sobre el terreno hay que sumar la divergencia de intereses de los países que apoyan a cada bando en liza.

Así pues, lo que comenzó en marzo de 2015 como la operación militar de una coalición de países árabes y musulmanes comandados por Arabia Saudí para reinstaurar en el poder al presidente del país, AbdRabbuh Mansur al-Hadi, al que la coalición entre hutíes y seguidores del expresidente Ali Saleh forzaron a dimitir ha desembocado en una caótica guerra a múltiples bandas.

Si ya de por sí es dura una guerra en la que se enfrentan los partidarios del Consejo Político Supremo (CPS), el gobierno de Yemen encabezado por Hadi, Al Qaeda en la Península Arábiga(AQPA) y la provincia yemení de Daesh, durante estos 4 años han sucedido enfrentamientos internos entre los seguidores de los 2 primeros, dándose un escenario en el que la crisis humanitaria está asegurada.

El rápido avance del Consejo Político Supremo llevó a sus milicianos (mayoritariamente hutíes y partidarios de Ali Saleh) a las puertas de Adén, ciudad en la que Hadi había instalado su capital tras recibir el apoyo de la coalición internacional cuya intervención militar evitó la caída de esta.

Sin embargo, pese a los esfuerzos militares de los de los diferentes grupos que apoyaban a Hadi y unas tropas de la coalición internacional que han sufrido cuantiosas bajas, no han conseguido avances sustanciales sobre el terreno contra una CPS que perdía el apoyo de los partidarios de Ali Saleh a finales de 2017 tras la captura y ejecución de este por los hutíes.

Con el tiempo los reveses militares y los conflictos diplomáticos en el Golfo Pérsico causaron tensiones en la coalición internacional provocando la salida de varios países miembros y la necesidad de suplir sus tropas con soldados de otros estados y tropas mercenarias.

Tensiones que con el tiempo han alcanzado a una Arabia Saudí y unos Emiratos Árabes Unidos que durante años han sido estrechos aliados en el contexto internacional por afinidad de intereses, siendo estas motivadas por diferencias tanto en la estrategia como en los objetivos a conseguir en esta guerra.

Unas divergencias en su mayor parte originadas por la ubicación geográfica de Yemen respecto a estos dos países. Para Riad es prioritario acabar con un movimiento armado que amenaza con expandirse dentro de sus provincias meridionales con el apoyo de sus rivales regionales y para ello dedica todos los esfuerzos militares y diplomáticos. Pero si los hutíes comenzaron la guerra con una falta de medios militares más que evidentes, con el tiempo (y el apoyo de los enemigos regionales de Riad) se han convertido en un peligro para la seguridad nacional de Arabia Saudí debido a los frecuentes ataques a sus bases militares, el lanzamiento de misiles sobre su suelo y los recientes ataque con drones a instalaciones petrolíferas y aeropuertos militares y civiles.

Sin embargo, la menor amenaza que para EAU suponen los hutíes hace que las tropas emiratíes y sus aliados puedan honrar con relativa tranquilidad su compromiso internacional de lucha contra el yihadismo combatiendo a una AQPA que había aprovechado el conflicto para expandirse con fuerza por el este de Yemen y a un Daesh que intenta implantarse en el país aprovechando el caos.

Otro punto de fricción se encuentra en los grupos armados sobre los que ambos países ejercen influencia, ya que, si EAU se apoya en independentistas sur-yemenitas, Arabia Saudi lo hace con el partido Al Islah compuesto de militantes salafistas y de la Hermandad Musulmana, organización que ambos países consideran como terrorista.

Esta política de alianzas dentro del bloque de la coalición internacional genera una obvia contradicción con la estrategia internacional de Arabia Saudí, mientras que para Emiratos Árabes Unidos su apoyo al autodenominado Consejo de Transición del Sur para que este logre la autodeterminación de Yemen del Sur le puede permitir controlar la entrada del Mar Rojo.

La inclusión de Al Islah dentro de las organizaciones terroristas a combatir por parte de EAU en Yemen ha enturbiado más, si cabe, las relaciones entre estos y Arabia Saudí, y ha sido ya aprovechado por el Consejo de Transición del Sur para hacerse con el palacio presidencial de Adén, partes de la ciudad y otras zonas del sur del país, pasando a constituirse en un quinto contendiente en esta guerra. De hecho, el avance independentista de los últimos días ha convencido a Abu Dabi de la falta de necesidad de continuar con el apoyo que mantenía al desastroso gobierno de un Hadi que incluso fue incapaz de abandonar Riad para instalarse con su gabinete en Adén y así ejercer un gobierno efectivo sobre el territorio que sus partidarios, en ese momento, controlaban.

En consonancia con este pensamiento, recientemente EAU ha aprobado la retirada de sus tropas de Yemen, decisión de la que se pueden extraer como conclusiones que los objetivos de Arabia y Emiratos sobre este país divergen ostensiblemente y que Abu Dabi considera, inteligentemente, que Yemen como país unido es por ahora una ficción.

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