Yihadismo en Mozambique. ASWJ: de la marginación a la insurgencia
El 23 de enero un grupo yihadista en la provincia de Cabo Delgado asaltaba una base militar mozambiqueña y mataba a 22 soldados.
Los asaltantes subieron el vídeo del ataque a las redes sociales, donde posaban orgullosos del botín saqueado: un vehículo de las fuerzas mozambiqueñas, proyectiles y un pequeño arsenal.
Este suceso ha sido uno más de la larga serie de ataques protagonizados por células de radicales islámicos desde que a finales de 2017 una partida de decenas de jóvenes tomó varios puestos de la policía en la región, inaugurando el comienzo a la actividad terrorista de Ahlu Sunnah Wal Jammah (ASWJ).

Desde entonces, y ateniéndonos a los datos que da el gobierno ya que la prensa tiene vedado el acceso a la zona, se habrían sucedido unos 350 ataques en los que habrían muerto de forma extremadamente violenta mas de 600 personas, siendo muy superior el número de heridos y desplazados internos.
Para encontrar los orígenes de ASWJ hay que remontarse a 2015 cuando jóvenes de entornos marginales de Mocimboa da Praia entraron en contacto con los seguidores del difunto clérigo extremista Aboud Rogo Mohammed, que huían de la persecución de las fuerzas de seguridad de Kenia y Tanzania. Así se organizaron los primeros núcleos del nuevo grupo.
Tras una estrategia inicial de hostigamiento a las mezquitas de la región de credo sufí se dieron cuenta de que no podrían realizar el cambio social que anhelaban.
En este contexto procedieron a mezclarse con la delincuencia local a fin de conseguir fondos con los que financiar los viajes de militantes a Tanzania, Kenia y Somalia para recibir entrenamiento militar y adoctrinamiento religioso.

Pese a que ASWJ es una organización lo bastante hermética como para no hacer públicos sus postulados ideológicos, sus objetivos o incluso reivindicar sus ataques.
A lo largo de los meses se ha podido constatar que ha pasado por diferentes fases, evolucionando a una velocidad superior a otras organizaciones de corte similar radicadas al norte del continente.
Su opacidad ha permitido al gobierno mozambiqueño mantener ante la comunidad internacional y en especial al resto de los países que componen la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC) su discurso ilusorio de que los actos de violencia están generados por criminales comunes.
Para estos países, la existencia de ASWJ es una fuente de preocupación ya que, pese a que consideran que la misma es un fenómeno local fruto de las duras condiciones de vida de parte de los habitantes de Cabo Delgado, también sospechan que grupos terroristas internacionales, como Al Qaeda o Dáesh, intentan aliarse con ellos.
Los gobiernos regionales temen que la continua detención de militantes islámicos procedentes países de etnia swahili se deba, bien a la resurrección de las redes de reclutamiento del Centro de la Juventud Musulmana dirigido por el difunto Aboud Rogo o a la presencia de Dáesh en el norte de Mozambique.
Si la primera opción es poco probable debido a la nula publicidad que habría hecho Al Qaeda de su presencia en una zona tan meridional de África, tampoco es descartable que en un futuro varíe su postura y busque relacionarse con ASWJ, ya que de este modo podría presionar a Kenia y Tanzania desde dos frentes y evitar que Dáesh se extienda por la región.
Por lo que respecta a la presencia de Dáesh y su grado de vinculación a ASWJ, esta genera un mar de dudas ya que pese a que el vilayato de África Central (ISCAP) ha reivindicado cerca de una treintena de ataques en el ultimo año, poco se sabe del tamaño de la organización, donde se encuentran ubicadas sus bases o su relación con los yihadista locales.
El origen de la filial de Dáesh en la región se encontraría en la deriva fundamentalista islámica de una corriente dentro de la milicia insurgente conocida como ADF y que opera desde hace décadas en Uganda y la provincia de Kivu de la Republica Democrática del Congo, que al saberse minoritaria optó por vincularse a la organización yihadista global.
Tras realizar varios ataques a instalaciones militares congoleñas a inicios de 2019 decidieron trasladar la organización parcial o totalmente a la provincia mozambiqueña de Cabo Delgado para combatir a la compañía rusa Wagner.
Wagner había anunciado que enviaba a miembros de su empresa a luchar contra la insurgencia, entrenar al ejército local y proteger instalaciones industriales en el país.
El hecho de que las fuerzas de seguridad hayan detenido a una innumerable cantidad de tanzanos, congoleses y ugandeses que residían ilegalmente en el territorio no debería ser indicativo de la potencia de ISCAP en la región ya que muchos de ellos llegaron los años previos buscando un futuro laboral en una tierra rica en recursos.

Sin embargo, esto ha bastado para que Uganda y la Republica Democrática de Congo hayan enviado a agentes de inteligencia para valorar la peligrosidad de los detenidos, constatar el envió de voluntarios de estos países para recibir entrenamiento y ofrecer ayuda policial y militar para acabar con la insurgencia.
El gobierno mozambiqueño ha rechazado todos los ofrecimientos.
Por tanto, a tenor de los datos no se puede afirmar con rotundidad ni que ASWJ e ISCAP combatan en el mismo espacio geográfico a las fuerzas de seguridad de Mozambique, ni que Dáesh esté atribuyéndose ataques que ha realizado otro grupo yihadista para vender su presencia donde esta es marginal o que los insurgentes mozambiqueños estén usando la marca de Dáesh para atraer voluntarios de la región.
No obstante, en el ultimo año apreciamos un salto cualitativo tanto en la cantidad y calidad de las armas empleadas como en la habilidad para llevarlos a cabo, lo que nos hace suponer que los grupos que operan en la región, ya sean ASWJ o ISCAP están recibiendo ayuda del exterior.