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Suecia es percibida como una sociedad tolerante con un generoso Estado del Bienestar. Sin embargo, si miramos más allá de la superficie, las estadísticas desvelan los aspectos sombríos del paraíso sueco: proporcionalmente hay más muertes violentas, tanto homicidios como suicidios, en los países nórdicos que en los países del sur de Europa.

La presente crisis de seguridad en Suecia tiene precedentes históricos. Durante los años 80 y 90 tuvo lugar entre Suecia y Dinamarca la llamada Gran Guerra Escandinava de Bandas de Moteros. Todo comenzó cuando bandas locales se aliaron con grandes bandas estadounidenses: los Bandidos y los Ángeles del Infierno. La rivalidad entre ambas se convirtió en una guerra abierta que se nutrió de numerosos robos de material de guerra en polvorines de los ejércitos suecos y danés.

Fuente: DPA

Hubo tiroteos con fusiles de asalto, explosiones de coche bomba y ataques con lanzagranadas anticarro AT-4 y RGP-22 contra locales de ambas bandas. Mientras las autoridades atribuyeron la guerra de bandas a una disputa por el tráfico de drogas, hay quienes apuntaron a la idiosincrasia de estos grupos y sus códigos de valores como responsables también.

Toda aquella violencia estuvo contenida dentro de las propias bandas. Y a pesar de los numerosos episodios de violencia el número total de víctimas mortales fueron doce, con tan sólo una persona ajena a las bandas de moteros entre los fallecidos. De tal forma que nunca hubo una percepción en la opinión pública sueca de que la vida diaria se viera afectada.

Por el contrario, en la actualidad Suecia se ha visto sacudida por la magnitud y la naturaleza de la violencia y los crímenes. Así en el verano de 2020, una niña de 12 años murió en un tiroteo entre bandas en Norsborg y dos adolescentes menores de 15 años fueron asaltados en un parque a las afueras de Estocolmo y conducidos contra su voluntad a un cementerio, donde fueron desnudados, torturados, violados y obligados a cavar su propia tumba. Pudieron escapar y los responsables fueron detenidos y recientemente condenados.

Los hechos delictivos mencionados y otros tantos que conmocionaron a la sociedad sueca llevaron al jefe de la Policía Nacional sueca, Anders Thornberg, a publicar un comunicado público donde calificaba la situación de “extremadamente grave” mientras señalaba que los policías debían hacer su trabajo en una situación “preocupante y muy agotadora” con recursos limitados. El nivel de resolución de los delitos violentos es bajo en Suecia e impera el miedo a las represalias entre los testigos.

Los acontecimientos del verano de 2020 eran el síntoma llamativo de una larga evolución de la violencia criminal en Suecia. En 2018, los periodistas Erik Wiman y Johanna Bäckström Lerneby del tabloide Aftonbladet recopilaron estadísticas sobre tiroteos y muertes violentas en las tres principales ciudades de Suecia: Estocolmo, Gotemburgo y Malmö. Contabilizaron 1.500 tiroteos desde 2011 con 131 muertos y 520 heridos. Precisamente aquel año fue publicado los resultados de un estudio académico encabezado por Joakim Sturup que recogía que para la franja de edad entre los 15 y 29 años, Suecia era el país de Europa occidental con mayor número de muertes violentas. Un fenómeno cuyas cifras se habían multiplicado por cinco en un intervalo de veinte años.

Fuente: Sturup et al., 2018.

Llamativamente, los niveles de otros delitos y los niveles de violencia para otras franjas de edad en Suecia son equiparables a los del resto de Europa, dándose el caso de la ciudad Malmö donde la tendencia de los delitos en general es incluso decreciente. Por tanto, lo que encontramos es que el problema de la violencia criminal en Suecia afecta principalmente a jóvenes delincuentes de áreas deprimidas. Esas áreas han sido identificadas por la policía sueca como “áreas sensibles” y suman un total de 60 en todo el país.

El problema en Suecia, por tanto, está localizado geográficamente y afecta a sectores socio-demográficos concretos pero se ha intensificado con crecientes niveles de violencia. Y es que una de las características de la violencia criminal en Suecia es el empleo de artefactos explosivos.

El empleo de granadas de mano en ajustes de cuenta y contra locales comerciales se convirtió en una seña de identidad de los grupos criminales suecos, con la proliferación de granadas M52 y M75 de diseño yugoslavo y procedentes principalmente de Bosnia. La conexión del mercado negro sueco con Bosnia es profunda. Según un fiscal bosnio, "Suecia es el mercado de armas más grande de los Balcanes”.

Granadas de mano destinadas a Suecia interceptadas por la policía bosnia. Foto: Policía de Bosnia vía TheLocal.se

En un comienzo, los delincuentes suecos empleaban artefactos pirotécnicos y granadas de mano en ataques contra vehículos y locales comerciales vacíos como advertencia. En los últimos años, el número y la complejidad de los artefactos explosivos empleados en Suecia ha aumentado. Si en el año 2018, hubo un total de 162 ataques con bombas, en el año 2019 esa cifra había aumentado a 257.

Unas de las razones que se plantea para la facilidad con la que están entrando armas y explosivos en Suecia es la inauguración del puente de Öresund, que conecta Suecia con Dinamarca. De hecho, un doble asesinato en Copenhague y un ataque con bomba contra una oficina de la agencia tributaria danesa en Copenhague atribuidos a bandas suecas llevó a las autoridades danesas en noviembre de 2019 a suspender la aplicación del Acuerdo Schengen.

La cuestión central de la violencia criminal en Suecia y que lo ha convertido en un tema políticamente radiactivo es que es un fenómeno en el que están implicados inmigrantes musulmanes. Si bien existía un problema previo con miembros de las comunidades exyugoslava y somalí, llegados como refugiados en los años 90, el problema se hizo más grave a partir de 2015 con la llegada de refugiados de Siria, Iraq y Afganistán. Suecia se convirtió entonces en el país europeo que proporcionalmente más refugiados acogió, desbordando las capacidades de los servicios sociales.

En un estudio del Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Crimen citado por una publicación del a Fundación Friedrich Erbert se concluía que había un sector de la población inmigrante en Suecia atrapada en un ciclo de pobreza, fracaso escolar y desempleo en el que tenía un peso importante las familias desestructuradas. Pero hay otros factores significativos, como el choque cultural por la llegada de hombres jóvenes de cultura mucho más sexistas que la sueca y que ha tenido su reflejo en el aumento de los delitos sexuales, especialmente los que afectan a menores. Junto con fenómenos como el matrimonio con menores, que en Suecia se tardó en abordar por miedo a las acusaciones de insensibilidad frente a otras culturas con valores diferentes. Y sin olvidar el auge del antisemitismo en Suecia.

En octubre de 2020, la cuenta oficial de Twitter del Partido Socialdemócrata sueco publicaba un mensaje que decía:

"La inmigración laboral descontrolada arroja los salarios suecos, saquea nuestro bienestar, explota la mano de obra extranjera y contribuye al financiamiento del crimen organizado. Es un sistema obsoleto que debe rehacerse fundamentalmente".

Los socialdemócratas suecos fueron los creadores del concepto de Hogar Sueco (folkhommet), la idea de un Estado del Bienestar robusto. Una vez alcanzado un avanzado nivel de desarrollo, la idea se hizo extensiva a refugiados para convertir el país en un refugio seguro para perseguidos políticos. Así, llegaron chilenos a Suecia en los años 70 huyendo de la dictadura de Pinochet.  

La actual crisis de seguridad política cuestiona el modelo sueco y ya abrió la oportunidad para la entrada en el parlamento de los Demócratas de Suecia, un partido populista de derechas que ha puesto en el centro del debate político el tema de la inmigración musulmana. La resolución del problema obligará a romper tabúes políticos en Suecia. Y debe servir de advertencia al resto de países de europeos.

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