Conservadurismo ruso como ideología
Tras el retorno de Vladimir Putin a la presidencia de la Federación Rusa en 2012, disfruta de notable difusión la idea de Rusia como una potencia políticamente “conservadora” y “realista” en términos de relaciones internacionales.
Según la nueva narrativa política del Kremlin, Rusia encabezaría un floreciente “giro conservador” (Karaganov, 2017; Robinson, 2020) en la historia política moderna, contrastando con el idealista y decadente progresismo liberal, imperialista pero simultáneamente auto-destructivo: la denominada “ideología del suicidio de Occidente” (Burnham, 1964).

Este giro conservador señalaría además el fin del "momento unipolar" sustentado en la hegemonía estadounidense tras la guerra fría, de las ilusiones democráticas sobre el "fin de la historia" y, trágicamente, de la llamada "larga paz" entre estados, como preámbulo a una buscada restauración del imperio perdido o “mundo” ruso.
Variedades del conservadurismo ruso
Makarychev y Yatskyk (2014) describen lo que podríamos llamar tres pilares del nuevo conservadurismo ruso: soberanía, unidad y normalidad.
En primer lugar, Rusia entiende que pertenece a un club mundial minoritario de estados con soberanía “real”, un recurso existencial básico y que “no puede ser intercambiado por ningún beneficio material, incluyendo una mejor calidad de vida”.
El segundo pilar alude a la idea de restaurar un “mundo ruso” (“Русский мир”) capaz de rectificar “errores históricos” como la transferencia de Crimea a Ucrania en 1956 o, la existencia misma de Ucrania como estado nacional legítimo -tal como pone de manifiesto la justificación publicada para la actual invasión rusa de Ucrania-. Todo ello, agravado a su vez por la percepción de un Occidente en expansión hacia el espacio post soviético.
El tercer pilar se asienta en la idea de “normalidad” moral, representada por los valores familiares y las actitudes tradicionales, en oposición a las “desviaciones” occidentales (como lo que llaman “agresiva propaganda del amor homosexual” fomentada por la UE), tal como recoge el documento para un Concepto de Política Cultural de 2014 (Romaskho, 2018).
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En conjunto, estos rasgos son compatibles con dos de las variedades básicas del conservadurismo como ideología identificada por Huntington (1956). El conservadurismo ruso presentaría aspectos permanentes en apariencia "autónomos" (principalmente en su apelación a los valores morales tradicionales), pero también "situacionales", más dependientes del contexto y las instituciones. En este sentido, Robinson (2020) diferencia entre cuatro tipos de conservadurismo histórico ruso: (1) Ortodoxo/Eslavófilo; (2) Civilizacional/Eurasianista; (3) Aislacionista y (4) Estatal.
El primer tipo está unido a la profecía religiosa de Moscú como “Tercera Roma” (sucediendo a esta y Constantinopla) atribuido al monje del siglo XVI Filoféi de Pskov y revitalizada tras la derrota de los ejércitos Napoleónicos y la creación en 1815 de una Santa Alianza, liderada por Rusia para librar Europa de las consecuencias de la revolución.
El conservadurismo ortodoxo presentaría desde este momento dos rasgos duraderos: la reclamación de una unidad espiritual cristiana, presuntamente olvidada por los apóstatas romanos y asediada por el racionalismo ilustrado, y la idea de más difícil traducción Собо́рность (“Sobornost”) en alusión a la afirmación de una fuerte comunidad espiritual como reacción al individualismo occidental. Rusia, de acuerdo a esta perspectiva mesiánica, se muestra como el “Katechon”, “aquello que se interpone entre el Anticristo y el mundo y no permite que el Anticristo entre en el mundo”.
El segundo tipo es el conservadurismo eurasianista y paneslavista cuyo origen se remonta al diplomático Konstantin Leontyev (1831-1891) o el político Nicolai Daniliesky (1822-1885), que enfatizan las diferencias de civilización entre Rusia y Europa, poniendo en duda el supuesto occidental de que la humanidad progresa de forma uniforme y ascendente. En contra del optimismo ilustrado, Leontyev argumenta que las distintas sociedades humanas atraviesan tres estadios de desarrollo orgánico, avanzando desde una “simplicidad primaria” hasta una “complejidad floreciente”, degradada al final como “simplicidad secundaria”.

Para los pensadores eslavófilos el liberalismo occidental con su ideal de homogeneidad universal, precipitaría justamente la caída en esta “simplicidad secundaria” o decadencia civilizacional. Este aspecto confrontacional del conservadurismo eslavófilo, tras el éxito de la revolución rusa y el afianzamiento de un paradójico imperio soviético, no disminuye tras la caída del telón de acero. Para Alexander Dugin, quizás el eurasianista contemporáneo más influyente en occidente, la globalización neoliberal sigue siendo “la creación de una gran parodia, el reino del Anticristo” (Citado por Robinson).
Un tercer tipo de conservadurismo, aislacionista, estaría representado muy singularmente por Alexander Solzhenitsyn, que propone a la Rusia post soviética abandonar aventuras imperiales y “concentrarse en sus tareas internas” y en su “desarrollo” o, por Vadim Tymbursky, creador de una “geopolítica conservadora” y defensor de la idea de una “Isla Rusia” -cuestionando justamente el expansionismo eurasianista.
Por último, el conservadurismo ruso de estado tendría su origen en el slogan “Ortodoxia, Autocracia, Nacionalidad” (“Православие, Самодержавие, Народность”) creado en 1833 por el conde Serguéi Uvárov, ministro de educación bajo el zar Nicolás I. Este conservadurismo “oficial” tendría en un principio características más “moderadas” y “pragmáticas” que las alternativas Ortodoxas/Eslavófilas y Eurasianistas/Civilizacionales.

Para Robinson, “pese a la creación de una Unión Eurasiática Económica, no parece que los gobernantes realmente crean que Rusia es una civilización euroasiática distintiva”, subrayando que Rusia se presenta internacionalmente, desde antes del “giro conservador”, como “defensora de la estabilidad”, frente a las tentativas de desestabilización occidentales, notablemente de los Estados Unidos y su “orden basado en reglas” cuyo verdadero propósito -según la nueva diplomacia rusa- sería en realidad “reemplazar los mecanismos e instrumentos legales universalmente acordados” desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (Lavrov, 2019).
El conservadurismo ruso frente a Europa
La estrategia global para la política exterior y de seguridad europea (2016) considera que la relación con Rusia es “un desafío estratégico clave” para la Unión Europea, en especial tras la anexión de la península de Crimea en 2014, unido a la desestabilización de Ucrania junto con la región del mar negro, considerada una violación de la ley internacional y un reto al orden de seguridad continental.
Un estudio en profundidad del Parlamento Europeo sobre la nueva doctrina estratégica rusa (2017) reconoce un aumento significativo en la intensidad de la confrontación con “Occidente” (“Zapad”) desde al menos 2007, en paralelo a los procesos de ampliación de la OTAN y el fomento por parte de la UE de una Asociación Oriental junto a 6 países del espacio post soviético.
Desde entonces, la respuesta rusa a estas percepciones de amenaza abarca tanto los llamados “desafíos híbridos”, basados en campañas de desinformación y propaganda hostil ”con el objetivo de provocar dudas, paralizar procesos de toma de decisión, desacreditar las instituciones de la UE a los ojos de sus ciudadanos y erosionar los valores occidentales y los lazos atlánticos” tal como analiza una resolución del Parlamento de 2016, como desafíos militares convencionales, incluyendo el recurso a la fuerza en Georgia (2008), Ucrania (2014), Siria (2015) y en la actualidad (marzo de 2022), Ucrania, desbaratando definitivamente las ilusiones de la diplomacia europea sobre la “interdependencia” con Rusia, como muestra el recrudecimiento de las sanciones económicas por la guerra, el aumento anunciado en los presupuestos de defensa nacional o la creación de un primer posible embrión de ejército europeo bajo la etiqueta de “brújula estratégica”.
Las camisetas de Salvini
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De Putin en el Parlamento Europeo pic.twitter.com/SrtrJddN6W
Uno de los aspectos que refuerzan la confrontación rusa es justamente la percepción entre los propios actores estratégicos de que existe una competición internacional creciente fundada en “sistemas rivales de valores y modelos de desarrollo social”.
Es decir, la confrontación con Occidente no se explicaría como un choque determinista entre bloques geopolíticos clásicos, a la manera de placas tectónicas ("Heartland" vs "Rimland"), o entre doctrinas estratégicas o militares libres de valores, sino también como una competencia alimentada por ideologías, percepciones y visiones morales de liderazgo, que tienen invariablemente una base histórica e incluso simbólica y psicológica, un argumento ya reconocido por los pensadores construccionistas (Wendt, 1992).
La Unión y sus aliados atlánticos son conscientes de que la comunicación estratégica rusa, formada por una visión particular del lugar de Rusia en las relaciones internacionales, tiene capacidad para interferir a través de “asaltos asimétricos” en los procesos democráticos europeos y en la estabilidad nacional de los Estados Miembros.
Una resolución del Parlamento aprobada este mismo año (2022) reconoce la realidad de la interferencia rusa en distintas figuras y movimientos políticos europeos recientes, entre ellos el partido austríaco Freiheitliche Partei Österreichs, el francés Rassemblement National, la italiana Lega Nord, los húngaros Fidesz y Jobbik y el partido del Brexit británico, aludiendo también a “contactos regulares entre gobernantes rusos y representantes de secesionistas catalanes en España”.
Los contactos de Puigdemont con Rusia tensionan al Gobierno catalán. Por @VMondelo https://t.co/wf6RH8sFDI
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La comunicación estratégica del Kremlin, por otra parte, es suficientemente flexible para desbordar el "conservadurismo de estado" y atraer audiencias de simpatizantes políticos externos (“Russian understanders”) que van de la izquierda (Die Linke en Alemania) a la derecha (Front National en Francia), y no se reduce a partidos políticos, sino que incluye figuras mediáticas, supuestos expertos en geopolítica popular y nuevos medios digitales de carácter "disidente", desde la "alt-right" angloprotestante a sectores del tradicionalismo católico, sin excluir España (De Prada, 2022).
¿El fin de la Casa Común?
Por más que los analistas tienden a restar importancia a la influencia de las variedades más agresivas del conservadurismo ruso en la toma de decisiones del Kremlin (“Dugin, el cerebro 39”), en favor de soluciones más “pragmáticas” y moderadas (Robinson, 2020), hechos como la invasión de Ucrania en febrero de 2022, el recurso sostenido de “mensajes nucleares” (Durkalek, 2015) o el progresivo alineamiento con las grandes potencias no occidentales, compatible con las ideas de Serguei Karaganov (López Miralles, 2022), cuentan una historia radicalmente diferente, una en la que Rusia, guiándose por doctrinas conservadoras neotradicionalistas, abandona el Espacio Europeo -que Mikhail Gorbachov llamó en un pasado que parece remoto “Casa Común”- para entrar en el Espacio Eurasiático, inherentemente inestable y bifurcado.
REFERENCIAS
(1) Durkalek, J. (2015). Little Green Men: Nuclear Messaging in the Ukraine Crisis. Center for Global Security Research https://cgsr.llnl.gov/event-calendar/2015/2015-08-28
(2) Huntington, S. (1956). Conservatism as an ideology. The American political science review https://www.jstor.org/stable/1952202
(3) Karaganov, S.A. (2017). A victory of conservative realism. Russia in Global Affairs https://eng.globalaffairs.ru/articles/2016-a-victory-of-conservative-realism/
(4) López Miralles, I. (2022). La destrucción constructiva: La nueva doctrina exterior de Rusia. The Political Room https://thepoliticalroom.com/la-destruccion-constructiva-la-nueva-doctrina-exterior-de-rusia/
(5) Makarychev, A. y Yatsyk, A. (2014). A new Russian Conservatism: Domestic Roots and Repercussions for Europe. Notes internacionals CIDOB
(6) De Prada, J.M. (2022). Rusia y Ucrania. ABC. https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-rusia-y-ucrania-202201232245_noticia.html
(7) EU strategic communication to counteract anti-EU propaganda by third parties. (2016). European Parliament. (2016) https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-8-2016-0441_EN.pdf
(8) (2022). REPORT on foreign interference in all democratic processes in the European Union, including disinformation. European Parliament https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/A-9-2022-0022_EN.html
(9) Robinson, P.F. (2020). Russia’s emergence as an International conservative power. Russia in Global Affairs
https://eng.globalaffairs.ru/wp-content/uploads/2020/03/010-037.pdf
(10) Romashko, T. (2018). Russian cultural policy: From European governance towards conservative hegemony En Thomas Hoffmann and Andrey Makarychev Eds., The EU and Russia: Spaces of Interaction in Times of Crisis. London: Routledge, p. 27-51
(11) Russia’s national security strategy and military doctrine and their implications for the EU (2017). European Parliament https://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/IDAN/2017/578016/EXPO_IDA%282017%29578016_EN.pdf
(12) Shared vision, common action: A global strategy for the European Union Foreign’s and security policy (2016)
https://eeas.europa.eu/archives/docs/top_stories/pdf/eugs_review_web.pdf
(13) Wendt, A. (1992). Anarchy is what States Make of it: The Social Construction of Power Politics. International Organization
https://www.jstor.org/stable/2706858
(14) (2018). Putin’s asymmetric assault on democracy in Russia and Europe: Implications for U.S. National Security. US Congress https://www.govinfo.gov/content/pkg/CPRT-115SPRT28110/html/CPRT-115SPRT28110.htm