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El pasado 10 de marzo de 2023 tuvo lugar uno de los mayores hitos geopolíticos mundiales del año, especialmente para Oriente Medio: Auspiciado por la República Popular China, la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudí firmaban el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas en 2016 por parte de Riad.

Representantes de Arabia Saudí, China e Irán firman el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en Pekín. Fuente: SAUDI PRESS AGENCY/DPA/REUTERS

El episodio que desencadenó la correspondiente ruptura fue la irrupción de un grupo de manifestantes iraníes chiíes en la Embajada de Arabia Saudí en Teherán como acto de protesta por la ejecución saudita, bajo cargos de presunto terrorismo y sedición, del clérigo Nimir Al Nimr, considerado el principal líder de la minoría chií en el Reino Arábigo. Más allá de este incidente, señalar que ambas potencias regionales llevan años luchando por la hegemonía geopolítica y religiosa en Oriente Próximo: Arabia Saudí se erige como máximo defensor del sunismo, mientras que Irán se posiciona como el guardián del chiismo en el mundo islámico.

En cuanto al contenido, el documento suscrito por Beijing, Teherán y Riad consagra los principios de respeto de la soberanía nacional y no interferencia en los asuntos internos, adicionalmente expresa el compromiso de reactivar los acuerdos de cooperación en seguridad, economía, cultura, ciencia y otras materias relevantes.

La reconciliación diplomática entre la monarquía saudí y la teocracia de los ayatolás conllevará importantes consecuencias geopolíticas para la región. En primer lugar, se prevé una bajada de las hostilidades en aquellos conflictos armados dónde estos dos Estados se enfrentan indirectamente mediante el apoyo a bandos opuestos (proxy war), como es el caso de Yemen.

Recordar que en la guerra civil yemení (2014 – actualidad), mientras el régimen del príncipe heredero Mohamad bin Salman defienden a las fuerzas del Presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi, los ayatolás respaldan a los rebeldes hutíes. En este marco de optimismo diplomático, es factible que Irán acepté las llamadas de Arabia Saudí de presión a las tropas hutíes para la firma de un tratado de paz, puesto que los resultados cosechados por la coalición internacional liderada por los sauditas son muy negativos.

Mapa por zonas de control en la guerra civil yemení. Fuente: Evan Centanni y Djordje Djukic, Political Geography Now

Por otro lado, los sueños de Israel de normalizar las relaciones con Arabia Saudí se rompen a pedazos. Dicen que el enemigo de tu enemigo es tu amigo: Tanto para Tel Aviv como para Riad, Irán constituye una amenaza existencial desde la revolución islámica de 1979. El Ejecutivo de Benjamín Netanyahu creía factible la normalización de sus relaciones diplomáticas con el país árabe.

La coyuntura regional favorable dado los recientes acuerdos de Abraham (Israel, Baréin, Emiratos Árabes y Marruecos), la voluntad de crear un frente común anti iraní, además de las aspiraciones económicas y militares saudíes (potenciar el crecimiento económico fuera de la industria petrolífera y conseguir autosuficiencia militar, poniendo fin a la dependencia armamentística de EEUU), parecía indicar que la paz entre israelíes y sauditas era posible, desplazado a un segundo plano la causa palestina. Sin embargo, el reinicio de las relaciones diplomáticas entre la potencia chií y sunní sitúa en punto muerto el hipotético reconocimiento de Israel como Estado por Arabia Saudí.

Otro efecto del entendimiento entre la Casa real saudí y la teocracia iraní es la retirada de apoyo de los primeros a las protestas contra el actual régimen de Ali Jemenei, líder supremo de Irán. La muerte de la joven kurda Mahsa Amini en septiembre de 2022, a manos de la policía de la moral, provocó una avalancha de manifestaciones antigubernamentales que llegan hasta el día de hoy.

El Gobierno iraní acusó a los saudíes de alentarlas y financiarlas. Matizar que en ningún momento Riad ha deseado el colapso total de la República iraní por varios motivos: 1) Podría haber un efecto domino en territorio saudí no deseado (mujeres y minoría chií); 2) La caída del régimen teocrático podría llevar al país chiita a una dictadura de la Guardia revolucionaria iraní, mucho más agresiva con la Monarquía árabe; 3) Podrían aparecen nuevos grupos terroristas y/o producirse el descontrol de aquellos movimientos armados soportados por Irán, como Hamás o Hezbollah; y 4) Todo protagonista necesita un antagonista, es decir, la imagen de Arabia Saudí como protector de los sunníes desaparecería si Irán colapsará.

Why Saudi Arabia Doesn’t Want Iran’s Regime to Fall
Riyadh seeks to leverage ongoing anti-government protests to extract geopolitical concessions from Tehran—not effect regime change.

Este acontecimiento no sólo debe leerse en clave regional, sino también a nivel mundial. El acuerdo entre estas dos potencias regionales es fruto de la mediación de China, siendo el primer triunfo en materia de asuntos exteriores del tercer mandato de Xi Jinping. Los días en que los tratados internacionales se firmaban en Washington, París o Londres podrían haber llegado a su fin.

Lejos de buscar la paz en Oriente Medio, el régimen comunista persigue la consecución de sus propios intereses estratégicos: Tanto Arabia Saudí como Irán son países fundamentales para la Iniciativa de la Franja y la Seda, política exterior clave de Pekín.

Igualmente, destacar que Riad es el primer socio comercial de China y que el mandatario comunista se ha acercado recientemente a los iraníes, reclamando levantar las sanciones impuestas por Occidente al Gobierno ayatolá. Ahora bien, el mérito del acuerdo no puede ser atribuido completamente a China, ya que Irak y Omán llevaron a cabo las negociaciones iniciales.

Iniciativa de la Franja y la Seda. Fuente: European Council on Foreign Relations

El gigante asiático ha incrementado su presencia en la región MENA (Middle East and North Africa por sus siglas en inglés) como consecuencia de la retirada progresiva de Estados Unidos. Los fracasos en Irak, la guerra de Ucrania y la creciente influencia de China en el pacífico, entre otros factores, han hecho que Oriente Medio ya no sea una prioridad de la política exterior estadounidense.

A parte de Israel, Arabia Saudí ha sido uno de sus mayores aliados. No obstante, las relaciones entre Riad y Washington no están en su mejor momento: En comparación al Gobierno de Trump, la Administración Biden ha sido más crítica con las violaciones de derechos humanos en territorio saudita (teniendo como ejemplo por antonomasia el asesinato del periodista Jamal Khasoggi). En contrapartida, la monarquía árabe ha impulsado serios recortes de producción de petróleo en el seno de la OPEP.

En conclusión, la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí no traerá la paz a Oriente Próximo, aunque contribuirá sustancialmente a la estabilidad de la región. Por otra parte, el acuerdo deja a Israel como claro perdedor, los sionistas ya no podrán jugar la carta del enemigo común iraní como punto de encuentro con los saudíes.

Finalmente, puede verse como China se presenta como interlocutor válido en aquellos conflictos dónde Estados occidentales ya no lo son. Del mismo modo, es notable como la activa política exterior de Pekín en Oriente Medio se contrapone a la regresión estadounidense.

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