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Hay guerra. La UE y la OTAN deben ser ahora más asertivas que nunca y tomar las decisiones correctas basadas en un análisis realista de la situación. Occidente ignoró y subestimó las intenciones rusas en 2014. Y Rusia ha subestimado las capacidades ucranianas ahora. Ya es demasiado tarde para cualquier solución buena; se trata de evitar lo peor.

Para entender la gravedad de la situación actual hay que ser plenamente conscientes de los intereses de los actores. Ucrania esta luchando por su supervivencia, se hace evidente y nada puede pedírsele. Así, su margen de negociación es cero, el problema reside en creer que Rusia sí lo tiene.

Putin y su confidente desde hace mucho tiempo, el ministro de Defensa, Sergei Shoigu. Fuente: Kremlin.ru

El Kremlin siempre ha ejercido como herramienta predilecta en su hinterland la diplomacia coercitiva, cuya esencia es el ultimátum, usualmente por necesidades internas e identitarias. El problema de tan agresiva herramienta es que, si no atemoriza suficiente a su víctima, la posibilidad de una guerra se hace cada vez más segura y Rusia solo puede amenazar con una guerra si está dispuesta a llevarla a cabo, de lo contrario dejaría de ser un actor respetable.

Llegados a este punto, cuando la diplomacia ha fallado, convine entonces comprender que Rusia, desgraciadamente, tampoco puede perder esta guerra. No se trata de una intervención militar reducida como pasó en Siria, se trata de una invasión en Ucrania, el peso geopolítico para los intereses de Moscú se ilustra perfectamente con la invasión misma; hasta este punto estaban dispuestos a llegar para que Kiev jamás abandonara su esfera de influencia.

El Kremlin persigue en Ucrania el solo objetivo de someterla a su voluntad y convertir Kiev en un satélite de Moscú. Esto no responde a los caprichos de un tirano, ni a la “expansión” de la OTAN, sino a la necesidad histórica de Rusia de someter a sus vecinos para crear una serie de estados tapón en Europa Oriental favorables a sus intereses. Podemos asumir con la tranquilidad que dan cerca de mil años de dinámicas regionales que, si la OTAN no se hubiera expandido al este, hoy no habría guerra en Ucrania, efectivamente, pero sí en Polonia.

Una derrota militar en Ucrania significaría el final irremediable del actual gobierno y el fracaso sin paliativos de la facción conservadora y nacionalista, que controla la política rusa desde la caída de la URSS. Potencialmente, sumiría Rusia en una crisis socioeconómica de la categoría del 91 y, quizás, en una guerra civil entre facciones nacionalistas ortodoxas cercanas al entorno del actual presidente y las elites económicas más liberales del antiguo entorno de Yelstin, enfrentamiento que recordaría a otro periodo aun más violento, como es el periodo de 1917 a 1923 de la historia rusa. Al mismo tiempo, no podemos descartar que este fin político de Putin llegue por otras vías, como es un golpe de Estado, a medida que Rusia acumula fracasos militares en Ucrania.

Putin ya ha recurrido al set de herramientas delatadoras del desespero: baños de masas, espectáculos y marchas progubernamentales. Es probablemente imposible saber qué nivel de control sobre elementos de la oposición fuera y dentro del ejercito tiene el circulo de Putin, pero es indudable que el fracaso militar por estancamiento en el frente acerca ese escenario: Putin también lucha contra el reloj.

Un conflicto civil que podría transformar Rusia en un estado fallido es algo que no es de interés no solo para Rusia, sino para el mundo. Para empezar, una guerra civil en un país de 150 millones de habitantes con arsenal nuclear debería hacer saltar las alarmas de todo el planeta por la magnitud del desastre pero, más allá de ello, Rusia acumula el 25% de las reservas mundiales de gas y el 5% de las de petróleo y, conjuntamente con Ucrania, el 29% de las exportaciones de trigo mundial.

La Europa Central y del Este no podrían calentarse en inverno, la industria se pararía en seco. Asimismo, Oriente Medio simplemente moriría de inanición ante una subida de precios en el mercado internacional inasumibles para los estados subsidiarios, y las consecuencias en revueltas civiles que ello brindaría. Una Rusia que implosione no interesa a nadie y debe evitarse si eso es una posibilidad real.

Es Rusia y no Putin o, una caricatura enloquecida de él, quien no puede perder esta guerra. Por ello, lamentablemente, que la OTAN arme la resistencia ucraniana solo sirve para una cosa: acercarse peligrosamente al punto en que Rusia se vea obligada a usar cualquier medida necesaria para asegurar la victoria y, es conocimiento público que las tiene. El uso de armas nucleares no estratégicas está contemplado en la doctrina militar rusa.

Se trata de armas de corto alcance para objetivos militares que ayuden a asegurar una victoria en el campo de batalla.  Sin embargo, su uso abriría una puerta que no se puede cerrar. Es difícil imaginar un escenario donde el uso de un arma nuclear no estratégica no resulta en una irremediable escalada con la OTAN. Hay que evitar este escenario.

La guerra suele estallar debido un fallo de cálculo. Rusia ha errado, no solo no ha conseguido una victoria relámpago como esperaba, sino que toda su estrategia de reconfiguración de la arquitectura de seguridad en Europa Oriental se ha venido abajo. La OTAN debe mostrarse firme y actuar con fuerza, sí, pero nunca dejando a una potencia nuclear entre la espada y la pared.

Si Suecia y Finlandia desean incorporase a la OTAN deberían ser aceptados de forma exprés, sin parpadeos. Eso mandaría un mensaje igualmente contundente a Moscú sobre la unidad de Occidente y consolidaría la derrota estratégica del Kremlin en su revisionismo sistémico. En otras palabras, Rusia no tiene herramientas para revertir su autoinfligida derrota política, pero Occidente debe dejar de buscar una derrota militar completa en Ucrania o nos acercaremos peligrosamente al uso de armas nucleares.

Ucrania debe ceder en algunos puntos, quizás en la mayoría para salvar el continente. Evidentemente, Kiev jamás aceptará tales sugerencias desde Occidente y nadie puede culparles por ello, pero la OTAN debe dejar de avivar este conflicto ya que puede acabar siendo un gran error.

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