A vueltas con el Protocolo de Irlanda del Norte
La situación en Irlanda del Norte es extraordinariamente compleja de resolver, pero relativamente sencilla de explicar. Desde 1921 en la Isla de Irlanda existen dos estados, la República de Irlanda, con capital en Dublín y miembro de la Unión Europea e Irlanda del Norte, con capital en Belfast y que forma parte del Reino Unido. Esta partición ha generado numerosos problemas entre los nacionalistas irlandeses, que reclaman que toda la isla forme parte de la República de Irlanda y los unionistas, que pretenden que Irlanda del Norte continúe bajo soberanía británica.

Estos problemas se han traducido en una guerra civil y violencia terrorista que costó más de 3000 vidas. La paz se alcanzó en 1998 con el acuerdo del Viernes Santo que, entre otras cosas, garantizaba la ausencia de frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, esto era posible dado que tanto Irlanda como Reino Unido pertenecían a la UE y los controles aduaneros eran innecesarios.
Esta situación cambia con el Brexit, siendo la frontera un tema tan sensible y de tanto calado que la prioridad tanto de la UE como del Reino Unido fue evitar erigir una frontera que vulnerara el acuerdo de Viernes Santo y pudiera provocar el regreso de la violencia. La solución que se encontró fue el Protocolo de Irlanda del Norte.
¿Qué dice el protocolo?
El protocolo garantiza la ausencia de frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte manteniendo a Irlanda del Norte dentro de la unión aduanera de la UE, lo que implica que, aun siendo parte de Reino Unido, seguirá las normas regulatorias de la UE. Estas normas se aplicarán por el Reino Unido, pero estarán supervisadas por la Comisión Europea y bajo la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia.

El lector perspicaz se habrá dado cuenta ya que, aunque en términos aduaneros Irlanda del Norte continúa formando parte de la UE, el resto de Reino Unido no, por lo que serán necesarios controles entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña. El protocolo no termina con la frontera en sí, sino que la traslada, en lugar de estar en la isla de Irlanda, está en el mar de Irlanda y afecta a los productos que van de Gran Bretaña a Irlanda del Norte. Esto garantiza la integridad del mercado único europeo ya que las mercancías pueden pasar libremente entre Irlanda e Irlanda del Norte y, por tanto, deben someterse a controles para evitar que los productos que no cumplen con la regulación europea entren en Irlanda y el mercado único.
El acuerdo fue firma doy aprobado por la UE y el gobierno británico y se incluyeron una serie de periodos de gracia en los que no se aplicarían los controles para dar tiempo a las empresas a que se adaptarán a la nueva situación. Uno de esos periodos termina el 1 de Julio y el Reino Unido está intentando boicotearlo.
Guerra de las salchichas
Como hemos dicho, el protocolo exige controles a los productos que viajan desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte, entre ellos estrictos controles sanitarios y fitosanitarios a productos vegetales y de origen animal. Aquí es donde reside el problema.

La Unión Europea, por razones de seguridad alimentaria, prohíbe que productos refrigerados de terceros países puedan entrar en el mercado único, sólo puede entrar carne congelada, esto deja fuera de Irlanda del Norte las salchichas refrigeradas británicas, que se han convertido en un símbolo de la lucha británica contra el protocolo. Reino Unido ha amenazado con no cumplir su obligación de aplicar los controles y extender unilateralmente el periodo de gracia, lo que vulneraría el derecho internacional. Por su parte, la UE ha advertido que tomará acciones legales si esto ocurre.
El Reino Unido afirma que no hay razón para prohibir sus salchichas y que la UE está tomando una posición purista extrema al querer cumplir cada parte del acuerdo a rajatabla y no mostrarse más flexible. La UE, por su lado, se remite a lo firmado, hay que cumplir el acuerdo que firmaron ambas partes por voluntad propia y lo demás es ruido.
Aunque la prensa británica está impulsando la narrativa de la guerra de las salchichas y posicionando a la UE como el demonio que no quiere que los norirlandeses coman salchichas, la realidad es que el problema de fondo tiene poco que ver con carne refrigerada o no.
La cuestión en realidades que tenemos un acuerdo suscrito por dos partes en la que una de ellas, el Reino Unido, está actuando de mala fe y quiere dañar intencionadamente la implementación del protocolo por los costes políticos que tiene aplicarlo. El Reino Unido ya extendió en Marzo los periodos de gracia de manera unilateral vulnerando el derecho internacional y se espera que lo vuelva a hacer. El gobierno británico está también contribuyendo a la campaña mediática contra el protocolo aduciendo que no funciona y que es necesario renegociarlo cuando es Londres quien sistemáticamente está boicoteando la implementación del protocolo.

La UE ha respondido a estas acciones unilaterales por los cauces legales correspondientes y si la actitud británica continua de esta manera no se descarta incluso la imposición de sanciones, además ya ha dejado claro que no van a renegociar ni una coma del acuerdo.
Opciones
Así las cosas ¿cómo podría salvarse el protocolo? Existen varias opciones, aunque ninguna de ellas es sencilla.
En primer lugar, Reino Unido podría firmar con la UE un acuerdo sobre productos alimentarios al estilo del que tiene la UE con Suiza. Este acuerdo obligaría a Reino Unido a incorporar exactamente los mismos controles y legislación que la UE de manera permanente y haría innecesarios los controles al haber armonización regulatoria por lo que las salchichas y cualquier otro producto podría pasar libremente a Irlanda del Norte, esta medida reduciría los controles totales en la frontera en un 80% aproximadamente. Sin embargo, esta opción está descartada por el gobierno británico ya que deberían estar sometidos a la legislación europea permanente lo que, bajo su punto vista, daña la promesa principal del Brexit, la de tomar el control sobre su propia legislación.
Otra opción menos ambiciosa es firmar un acuerdo de higiene alimentaria, como el que suscribieron Nueva Zelanda y la UE. Este acuerdo no eliminaría por completo los controles en productos alimenticios como la versión Suiza, pero los reduciría considerablemente y simplificaría el papeleo para los controles que sí se aplicarían, limitando así los costes para las empresas que quieran exportar sus productos. Además, permitiría a Londres mantener su soberanía ya que no requiere armonización regulatoria, simplemente el reconocimiento de los estándares de la otra parte. En cualquier caso, el gobierno británico tampoco parece por la labor de firmar este tipo de acuerdo.

La razón principal por la que Reino Unido no quiere firmar estos acuerdos con la UE es que le obligarían a tener los más altos estándares sanitarios e higiénicos para sus alimentos y eso podría lastrar la firma de tratados comerciales con otros socios británicos que tienen estándares más bajos como, por ejemplo, Estados Unidos. No obstante, Joe Biden ha desmontado esta excusa británica afirmando que la firma de un acuerdo de este tipo con la Unión Europea no impediría la firma de un tratado de libre comercio entre Reino Unido y Estados Unidos.
Otra opción más imaginativa y que no ataría a Reino Unido al corpus regulatorio de la UE es crear un sistema de gestión de la divergencia. No requeriría la firma de ningún acuerdo extra con cesión de la soberanía, simplemente el compromiso de ambas partes de que, mientras se cumplan los mismos estándares a ambos lados de la frontera, no habrá controles, pero con un plan de arbitraje y resolución de conflictos acordado por ambos para incorporar los sistemas necesarios en caso de que Reino Unido decida abandonar las normas comunitarias.
Un enfoque así ya existe en el acuerdo comercial que suscribieron Londres y Bruselas con respecto a la legislación laboral, que el Reino Unido se comprometió a mantenerla y no reducir derechos laborales. De esta manera Boris Johnson sería libre de separarse de la UE tanto como quiera y la UE tendría un mecanismo eficaz para poner los controles necesarios en caso de que lo haga y mientras eso no ocurra, no se aplicarán los controles.
Together we will #BuildBackBetter 🇬🇧🇺🇸 pic.twitter.com/HSn2EFVqeh
— Boris Johnson (@BorisJohnson) June 10, 2021
Desafortunadamente, para implementar esta solución necesitaríamos dos cosas de las que carecemos, tiempo y confianza. El periodo de gracia termina el 1 de julio y parece clara la intención de Reino Unido de extenderlo unilateralmente, vulnerando otra vez el acuerdo y deteriorando aún más la relación entre ambos. Reino Unido ha actuado con mala fe manifiesta durante todo el proceso y no ha dudado en vulnerar la legislación internacional y promover campañas mediáticas contrala UE, con pleno conocimiento de que estaban basadas en premisas falsas, así es comprensible la actitud de desconfianza y hartazgo de la UE con Johnson, lo que perjudicará cualquier acuerdo.
Conclusiones
El protocolo de Irlanda del Norte es problemático y continuará siéndolo, hoy son las salchichas y a finales de año bien podrían ser las medicinas, a pesar de la atención de los medios británicos en los productos en sí lo cierto es que el fondo de la cuestión reside en la incapacidad del gobierno británico de aceptar el Brexit como lo que es, un error histórico que no tiene ni puede tener ningún beneficio palpable para sus ciudadanos. Es difícil vender como positiva una decisión que de momento lo único que ha provocado es una reducción considerable de tu comercio exterior con tu mayor cliente, tensiones territoriales o los supermercados británicos llenos de carne hormonada.
Los brexiteers, de los que el presidente Johnson forma parte, han pasado años vendiendo las bondades de un Brexit que no existe, y ahora simplemente no pueden admitirla realidad de que cuanto más alineados estén con respecto a la Unión Europea, mejor resultado para sus ciudadanos.
Pleasure to meet @DUPleader today to discuss restoring and protecting the governance of Northern Ireland. If I become PM, under no circumstances will there be a hard border on the island of Ireland, nor will I accept a deal that sees NI taken out of the UK’s customs territory pic.twitter.com/TcQkDIkcFo
— Boris Johnson (@BorisJohnson) July 2, 2019
En este escenario cualquier solución de compromiso es realmente difícil, más teniendo en cuenta la figura de Johnson, un presidente que afirmó que para instalar una frontera entre Reino Unido e Irlanda del Norte habría que pasar por encima de su cadáver y semanas después firmó el acuerdo que instalaba la frontera. Aún existen opciones para salvar la situación y es posible llegar a compromisos, pero la desconfianza acerca del comportamiento británico aleja la posibilidad de cualquier acuerdo satisfactorio, deteriorando así la situación de la región sin final a la vista.