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El pasado día 3 de mayo de 2021 el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez llamó desde su cuenta de Twitter a resistir la Revolución Molecular Disipada. El concepto atrajo la atención de los medios, que descubrieron su autor original: Alexis López Tapia, un antiguo militante del movimiento neonazi chileno que dio a conocer el concepto durante el “Estallido Social” de 2017 y que desde entonces ha sido muy activo en redes sociales.

El marco en el que se presenta el concepto de Revolución Molecular Disipada tiene elementos de teoría conspirativa porque plantea que diferentes fenómenos sociales son el producto de un plan elaborado por entidades que se mantienen en la sombra. Asimismo plantea que algunos de los ciclos de protestas de los últimos años son parte de una estrategia de estas entidades para la toma del poder.

Además, el marco teórico en el que se presenta el concepto de Revolución Molecular Disipada considera a diferentes corrientes políticas e intelectuales de tradiciones muy distintas y alejadas, como parte de un mismo movimiento. Podríamos pensar que ya no se trata de una teoría de la conspiración, sino un caso de mala comprensión del contexto teórico al que estas ideas pertenecen.

Pero la idea de que corrientes políticas diferentes, y a veces enfrentadas en complejas diatribas académicas, están al servicio de un poder oculto sí lo sería. Precisamente una de las causas habituales de la aparición de las teorías de la conspiración es que ofrecen consuelo ante acontecimientos perturbadores de la paz social, eliminando la complejidad del mundo por la acción de una mano oculta que puede ser desvelada y señalada.

El Estallido Social chileno

El 1 de octubre de 2019 el panel de expertos encargado de determinar los precios del transporte público en Santiago de Chile decidió una subida de los billetes. La medida suponía una elevación de tan sólo el 4% de las tarifas pero no dejaba de ser una nueva subida en una red de transporte público que tenía el segundo precio más caro en relación a los salarios de toda Iberoamérica. Unas declaraciones del ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, de que era posible ahorrar dinero con el nuevo cuadro de tarifas viajando más temprano, ya que se extendía la tarifa valle de primera hora de la mañana, sólo ayudó a encrespar los ánimos.

Las nuevas tarifas entraron en vigor el domingo 6 de octubre a las 00:00 horas. El lunes 7 comenzaron las protestas en forma de salto por encima de los tornos de entrada a la red de metro, llamado allí “evasión”, por parte de alumnos de secundaria en el centro de Santiago de Chile. Los actos de protestas se fueron sucediendo y se fueron sumando más grupos sociales, más allá de los estudiantes de secundaria mientras el gobierno criminalizaba las protestas y las identificaba con un grupo minoritario y socialmente marginal mientras se ampliaba el despliegue de los Carabineros de Chile.

Carga a caballo de los Carabineros de Chile en Concepción. Foto vía Wikimedia.

El viernes 18 de octubre hubo una gran jornada de protesta en Santiago de Chile en el que fue incendiado el edificio de la eléctrica ENEL Distribución Chile y varias estaciones de metro, ardiendo vagones e instalaciones con un saldo de pérdidas materiales multimillonarias. Las protestas se extendieron ese fin de semana al resto del país, con numerosos saqueos y casos de exceso de uso de la fuerza por parte de Carabineros. En la madrugada del sábado 19 el presidente Piñera declaró el Estado de Emergencia, imponiendo un toque de queda y desplegando al ejército en el centro de Santiago de Chile.

Las protestas transcendieron las quejas por el aumento del transporte público en el Gran Santiago, celebrándose asambleas (“cabildos abiertos”) en las plazas. El martes 22 el presidente Piñera reconoció en un discurso no haber sabido entender el malestar social y anunció una “Nueva Agenda Social”. Sin embargo, las medidas no parecieron aplacar los ánimos y el ciclo de protestas continuó, sumándose sindicatos y otras organizaciones sociales, con la “marcha más grande de Chile” el viernes 25 de octubre.

Plaza Italia de Santiago de Chile el 25 de octubre de 2019. Foto: Felipe Castilla y Jairo Castilla vía Wikimedia.

Al menos dos iglesias y un edificio histórico fueron quemados. La sucesión de saqueos y actos violentos, pusieron sobre la mesa del gobierno la posibilidad de decretar el estado de sitio y lo llevaron a tomar medidas como la convocatoria del Consejo de Seguridad Nacional, un órgano a través del cual los militares habían ejercido una cierta tutela sobre el sistema político durante la transición a la democracia. Al frente de negocios y en barrios acomodados comenzaron a aparecer grupos de ciudadanos con chalecos amarillos para proteger la propiedad privada. Finalmente, la apertura de un proyecto constituyente mediante un “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución”, firmado el 19 de noviembre, marcó el declive del ciclo de protesta.

El presidente Sebastián Piñera anuncia en rueda de prensa el 12 de noviembre de 2019 que está abierto a acuerdos políticos para una nueva Constitución. Foto vía Wikimedia.

El Estallido Social en el contexto de las protestas del siglo XXI

El “Estallido Social” impugnó el relato de Chile como país modelo en Hispanoamérica. A pesar de la solidez de sus variables macroeconómicas, siempre se había destacado la enorme desigualdad como el punto débil del modelo chileno. Pero sobre todo, Chile vivía el mal de todos los países emergentes: vivir en una eterna promesa de ser algún día un país desarrollado. Precisamente las ciencias sociales nos enseñan que la privación relativa, el sentimiento de frustración entre las expectativas y la realidad, es un poderoso motivador de agitación social (Gurr, 1971: 51-53; Dowse y Hughes, 1986:508-511).

El malestar social chileno tuvo lugar en el contexto de un ciclo de protestas que sacudió Hispanoamérica en cadena, más allá de la orientación política de los gobiernos afectados: Ecuador, Argentina, Bolivia y Perú. Y como en otros ciclos de protestas en tantos otros países la razón original fue sólo el detonante que hizo aflorar el malestar social. Como algunos señalaron, la subida relativa del precio del transporte público había sido superior en tiempos de Michelle Bachelet.

El Estallido Social chileno presentó numerosas características que encontramos en fenómenos políticos de los últimos 25 años. Como sucediera con el movimiento antiglobalización (desde las protestas de Seattle de 1999 a las de Génova en 2001, pasando por las de Praga en 2000), participaron una multiplicidad de actores de la izquierda que ocupaban un espectro ideológico sin que fuera posible encontrar una estructura jerarquizada y vertical. En el caso chileno, por ejemplo, coincidieron sindicatos tradicionales, colectivos anarquistas y otros muchos de carácter identitario (feministas, movimiento LGTB, mapuches, etc).

Internet y las redes sociales ayudaron a propagar convocatorias y memes. Podemos encontrar ejemplos en España tanto en las protestas del 13-M de 2004 (Sampedro, 2005) como en el movimiento del 15-M de 2011 (Rovira, 2017). Precisamente en el contexto de este último también tuvieron lugar asambleas abiertas en las plazas, tal como sucedería luego con el movimiento Occupy en Estados Unidos y sus "asambleas generales".

A pesar de que el Estallido Social presentó el carácter transversal y de estructura no jerárquica articulado gracias a las redes sociales que ya había ocurrido en otras muchas ocasiones en todo el planeta y que había sido bien estudiado por think-tanks de Estados Unidos (Arquilla y Ronfeldt, 2001), intelectuales de izquierda (Negri y Hardt, 2004) y académicos (Castells, 2012). Para la derecha hispanoamericana el Estallido Social en Chile fue el resultado de la acción de fuerzas ocultas. Una primera explicación fue que se trataba de la opción nuclear del régimen chavista que desde Venezuela trataba de hacer arder Sudamérica antes de su propia agonía final. En ese contexto surge el concepto de Guerra Molecular Disipada.

[Continuará]

REFERENCIAS

ARQUILLA, David y RONFELDT, John: Networks and Netwars. The Future of Terror, Crime, and Militancy. RAND Corporation, Santa Mónica, 2001.

CASTELLS, Manuel: Redes de indignación y esperanza: los movimientos sociales en la era de Internet. Alianza Editorial, Madrid, 2012.

DOWSE Robert E. y HUGUES, John A.: Sociología política. Alianza Editorial, Madrid, 1986.

GURR, Ted Robert: Why Men Rebel?. Center for Interational Studies. Princeton University Press, Priceton, 1971.

NEGRI, Antonio y HARDT, Michael: Multitud: guerra y democracia en la era del imperio. Editorial Debate, Barcelona, 2004.

ROVIRA, Guiomar: Activismo en red y multitudes conectadas: Comunicación y acción en la era de Internet. Icaria Editorial, Barcelona, 2017.

SAMPREDRO, Víctor F.: 13-M. Multitudes online. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2005.

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