EL LEGADO DE TRUMP EN EL MUNDO ÁRABE
Por Laura Colomé Esquirol. Historiadora, máster en mundo árabe e islámico por la Universidad de Barcelona y posgrado en terrorismo yihadista, insurgencias y movimientos radicales por la Universidad Pablo Olavide.
Al mediodía del día 20 de enero del 2021 Donald Trump dejará de ser presidente de los Estados Unidos, de la nación más poderosa y más relevante a nivel mundial. Se cierran así cuatro años de política exterior.
La política exterior de Donald Trump en relación al mundo árabe y, por ende, al mundo musulmán se podría considerar como caótica y sin un objetivo fijo a largo plazo, pero hay dos hechos que podría clarificar las decisiones tomadas por éste presidente tan controvertido: el primero es la voluntad de terminar con las guerras denominadas eternas, es decir, conflictos enquistados que perduran a lo largo de los años y dónde no se ve prevé una solución ni a corto ni a largo plazo favorable a los Estados Unidos; y el segundo hecho, ha sido la voluntad de Trump de personarse, casi, como intermediario de Israel.

Antes de terminar su mandato ha decidido retirar las tropas norteamericanas de Siria, Irak, Afganistán y Somalia. La decisión de retornar los destacamentos de Siria e Irak fue muy controvertida, no a ojos de la opinión pública, sino para los analistas y asesores en política internacional. Como consecuencia de dicho movimiento, tanto en Siria como en Irak se ha producido un vacío de poder dejado por un aliado poderoso en la región y a la vez un garante de la estabilidad. La decisión de retirar las tropas en Afganistán y Somalia se ha anunciado recientemente y las consecuencias también son más inciertas.
Afganistán vive una situación muy delicada, se trata de un país dónde hay extrema pobreza y una necesidad imperiosa de ayuda internacional. El gobierno se encuentra en una posición inestable y el territorio está sometido a numerosos ataques y batallas internas entre las fuerzas del gobierno, los talibanes y los miembros de Wilayat Jorasan, filial del DAESH en la región. Estos tres actores están en competencia directa y en lucha por el poder, un poder que les permitiría imponer su ideología y su doctrina a la población.
El 29 de febrero de 2020 Estados Unidos firmó el pacto de Doha con los talibanes donde se comprometía a retirar unas 5.000 tropas en 135 días y para finales de abril del 2021 retirar completamente todos los destacamentos, también se comprometía a liberar presos militantes de los talibanes retenidos por el gobierno afgano, pero dicho gobierno no estuvo presente en las negociaciones ni en la firma del pacto. A cambio, los talibanes se comprometían a reducir las hostilidades hacia las tropas norteamericanas para facilitar su salida, pero en ningún momento se comprometieron a reducir las hostilidades hacía grupos rivales o el gobierno afgano.
Con la salida de Estados Unidos, es muy probable que Afganistán vuelva a sumirse en una insurgencia más activa y puede desembocar en una guerra endémica protagonizada por los talibanes, el gobierno y los partidarios de DAESH. Otra consecuencia, menos improbable, sería el inicio de un proceso de reconstrucción nacional, dónde el gobierno tomara las riendas y se convirtiera en el “hombre fuerte” del país.

Pero es muy improbable que ocurra debido a la situación que azota el país y el férreo control que tienen los talibanes sobre el territorio. Hay que tener una premisa presente, el 20 de enero de 2021 llegará un nuevo presidente al poder en los Estados Unidos y habrá que ver cuál es su decisión respecto a dicho país.
Somalia es el último país dónde Trump ha anunciado la retirada de tropas. La intervención estadounidense en este país quedó marcada por el incidente del Black Hawk derribado en el año 1993.
La decisión es retirar 700 tropas y relocalizarlas en países vecinos. Según The Wall Street Journal, Kenia y Yibuti serían los países elegidos para acoger a las tropas salientes de Somalia. La fecha elegida para la retirada, según The New York Times, sería el 15 de enero de 2021, cinco días antes a la investidura del nuevo presidente de los Estados Unidos Joe Biden. La misión de las tropas en Somalia es entrenar y asesorar a las fuerzas de seguridad en su lucha contra Al- Shabab, grupo terrorista ligado a Al Qaeda preponderante y más letal en el país.
Esta decisión llega en un momento delicado para Somalia. En primer lugar, porque se encuentra en un clima de inestabilidad originado por el proceso electoral. En diciembre de 2020 se celebraron las elecciones parlamentarias y en febrero de 2021 se celebrarán los comicios presidenciales.
En segundo lugar, hay que sumarle que Etiopía, aliado de Somalia en la lucha contra el terrorismo contribuyendo con sus tropas, está inmersa en una guerra civil. La falta de tropas en el territorio crea una oportunidad para Al-Shabab, que puede seguir expandiéndose y crear una mayor inestabilidad en la región. Además, la rama de DAESH en la región ha anunciado que declara la guerra a la organización a Al-Shabab. Este anuncio se enmarca en las pugnas y luchas que se están produciendo entre filiales de Al Qaeda y DAESH con el objetivo de obtener el poder y aumentar su influencia.

Las consecuencias del anuncio de Trump se prevén muy complicadas. Actualmente las fuerzas de seguridad no tienen medios propios para suponer una amenaza para Al-Shabab, por lo tanto, es de suponer que la marcha de Estados Unidos dejará un vacío de poder que será fácilmente aprovechable por grupos insurgentes y/o terroristas, pero también por países extranjeros con intereses en la región.
Como comentaba anteriormente, otro objetivo de la política exterior de Trump ha sido actuar como mediador de Israel para así aislar a Irán. Israel ha aprovechado esta oportunidad para llevar a cabo una política de aproximación en el mundo árabe.
El 15 de septiembre de 2020 se firmaron los acuerdos de Abraham entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin dónde se acordó la normalización de las relaciones diplomáticas. El pacto con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin trajo consigo el hecho de que a nivel internacional se reconociera de facto un pacto informal entre Israel y Arabia Saudita.
Este último país nunca podría firmar un pacto público con Israel sin perjudicar su imagen en el mundo árabe en relación con la cuestión palestina. Asimismo, se rumorea que a nivel informal Israel también mantiene diálogos con Turquía. Turquía es un país que en los últimos años ha llevado a cabo un giro en su política regional, acercándose cada vez más hacía los países árabes y musulmanes, rememorando las pretensiones del Imperio Otomano.

Recientemente, se han iniciado conversaciones entre Marruecos e Israel, auspiciadas y mediadas por Estados Unidos quién ha reconocido que el Sáhara Occidental forma parte de Marruecos con la condición de que este país pacte con Israel. De la misma manera, el pasado 6 de enero de 2021 Sudan también firmó un acuerdo con el país israelita.
Aislar a Irán es un objetivo compartido por Estados Unidos e Israel, quiénes así han visto reforzada su alianza. El aislamiento se está produciendo mediante dos vías: la primera a nivel diplomático; y la segunda con el asesinato de figuras importantes y significativas para el régimen. En enero de 2020, un dron estadounidense acabó con la vida de Qasem Soleimani, general de las Fuerzas Quds, y en noviembre del mismo año se cree que Israel asesinó a Mohsen Fakhrizade, padre del programa nuclear. Estos dos asesinatos mostraron la debilidad de Irán y aumentaron la escalada de tensiones. De momento, Irán no ha respondido a estos ataques.
A nivel de relaciones internacionales regionales, Israel ha rehabilitado su imagen en el mundo árabe con los pactos que ha firmado. Es por ello que Donald Trump era consciente de la necesidad de que una de sus últimas acciones en política exterior fuera auspiciar un pacto entre Arabia Saudita y Qatar.
Primero para solucionar la crisis del Golfo vigente desde 2017 y, en segundo lugar, porque un pacto con Arabia Saudita posiciona a Qatar fuera de la influencia iraní, su mayor aliado en el Golfo. El 4 de enero se firmó dicho acuerdo dónde se acordaba terminar con el bloqueo terrestre, marítimo y aéreo impuesto a Qatar por parte de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.

Con la retirada de las tropas y con un pacto entre Arabia Saudita y Qatar, a ojos de la opinión pública estadounidense, Trump dejaría la presidencia con unas buenas decisiones a nivel internacional, pero en realidad Trump deja una escena regional en Oriente Medio más caótica y con más incertidumbre que nunca. Sus políticas aparentemente erráticas han favorecido su imagen pública en Estados Unidos y han perjudicado la estabilidad de todos los países.