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INTRODUCCIÓN

La cultura japonesa ha enfatizado históricamente los roles de género, por lo que el grado de participación de las mujeres en la sociedad japonesa ha variado mucho a lo largo del tiempo y según las clases sociales.

Las cuestiones de género en el Japón actual muestran una relación con las épocas prehistóricas de Japón, donde el confucianismo enfatizaba la sociedad jerárquica y el dominio masculino. En todos los niveles, las mujeres se veían obligadas a depender de los hombres. Ellas "dominaban" el hogar, pero fuera de él, sus familias dictaban su comportamiento.

Japón sigue enfrentándose a problemas demográficos como el descenso de la tasa de natalidad y el envejecimiento de la población, la mayoría de ellos como consecuencia del estado de las familias japonesas contemporáneas y de las estrictas expectativas sociales para cada género en el hogar y en el trabajo.

Japón tiene una historia, aunque antigua, de mujeres fuertes y pioneras. En los siglos VI, VII y VIII, por ejemplo, Japón tuvo emperatrices como Suiko, quien ordenó la difusión del budismo por toda la nación.  Además, durante el siglo XI la primera novela japonesa, “El cuento de Genji”, fue escrita por una dama de la corte imperial. Igualmente, durante el siglo XII las mujeres japonesas podían heredar una propiedad a su nombre y administrarla por sí mismas.

Incluso en la tradición sintoísta, la religión originaria de Japón, encontramos a la diosa del sol Amaterasu, gobernante del universo, diosa de la creación, centro de la vida espiritual y sobretodo, Reina del resto de dioses.

Un dibujo de la diosa japonesa del sol Amaterasu saliendo de una cueva. Siglo XIX.

Mientras tanto, en 2022, a las mujeres de Japón se les sigue prohibiendo subir al trono y tienen que presentarse como "seres femeninos" en público, albergando atributos propios de las mujeres. Según el Foro Económico Mundial, la posición de Japón en el Índice Global de la Brecha de Género de 2020 fue el puesto 121 de 153 países, la mayor brecha de género entre las economías que se reconocen como avanzadas.

Por lo tanto, sólo cabe preguntarse ¿qué ha sucedido en Japón?

En resumen, la transición a la modernidad de las mujeres japonesas no fue un avance directo y unidireccional, sino que ganaron y perdieron. Y para entender cómo esto ha sido posible, vamos a recorrer el papel de la mujer japonesa a lo largo de sus épocas históricas más características para acabar en el Japón actual, y así ver cómo esa historia ha influido e influye a la mujer japonesa contemporánea.

EVOLUCIÓN DEL PAPEL DE LA MUJER A TRAVÉS DE LA CONVULSA HISTORIA DE JAPÓN

- ERA EDO/TOKUGAWA (1600-1868)

La jerarquía entre clases en Japón surgió en el periodo Tokugawa, y dicha jerarquía es indiscutible cuando se trata de las mujeres japonesas.

La creciente influencia del confucianismo y el "gobierno de los guerreros" condujo a una subordinación sin parangón de las mujeres. Una situación que no mejoraría en gran medida tampoco en los años venideros.

Las mujeres que vivían bajo el Shogunato Tokugawa (o Edo, nombres intercambiables) no existían legalmente, por lo que no tenían ningún papel, derecho o reconocimiento real durante el periodo Edo y pasaban la mayor parte de sus días siendo amas de casa y ejerciendo como madres.

“El cuarto mes” de Utagawa Toyokuni. Pintura que muestra la vida de las mujeres el hogar. Fuente: metmuseum.org

Además, el énfasis en la ascendencia masculina hizo que desde el periodo Tokugawa fueran discriminadas por su género más que por su matrimonio o rango social, por lo que eran tratadas como semi-esclavas por sus maridos, independientemente de la posición social de los cónyuges.

Debido a esto, el hombre en el escalón más bajo de la sociedad siempre estaría un peldaño por encima de la mujer más "poderosa".

Durante este periodo, alrededor del 10% de las mujeres japonesas (40% de los hombres), principalmente hijas de samuráis, sabían leer y escribir, pero sólo los caracteres japoneses más sencillos. Además, se les impedía leer obras literarias o ensayos políticos y económicos.

Las mujeres estaban muy limitadas ya que sus creencias y valores les enseñaban a ser una "buena esposa y sabia madre", siguiendo la máxima confucianista de las "Tres Obediencias". Esto es que una mujer en cada etapa de su vida debe obedecer a su padre como hija, a su marido como esposa y a sus hijos en la viudez.

Las ideas confucianas, además, exigen que las mujeres se casen, den a luz a herederos y se encarguen de los recados de la casa, así como de las tareas cotidianas. Por su parte, el marido de una mujer tenía derecho a matar a su esposa por ser perezosa, lujuriosa, celosa, por hablar demasiado, por robar o por no ser capaz de engendrar un "hijo"para engrosar las filas de guerreros samurai y proteger al país.

- JAPÓN MEIJI (1868-1912)

En 1889, Japón fue el primer país no occidental en promulgar una constitución de estilo occidental. La Constitución Meiji definió al pueblo japonés como súbdito, la industrialización y la urbanización redujeron la autoridad de los padres y los maridos y se consideró que para continuar la modernización de Japón había que promover la educación.

En 1872 se promulgó el Código Fundamental de Educación y, como resultado, se crearon más de 19.000 escuelas en todo el país. La Restauración Meiji, en este sentido, fue un auténtico cambio para Japón. La vida de sus mujeres también estaba evolucionando.

En su vida familiar, las mujeres japonesas tenían una libertad más amplia. Podían poseer tierras, aunque con el consentimiento de su marido, y divorciarse de ellos si eran violentos.

Promulgación de la Constitución Meiji, véase el papel de las muieres.

Sin embargo, el Código Civil Meiji de 1898 negaba los derechos legales de las mujeres. Asimismo, el código las subyugaba, de nuevo y aún más si cabe, a la voluntad de los jefes de familia. Los hombres seguían dominando a las mujeres y éstas no tenían ninguna autoridad en la sociedad japonesa ni en sus familias. Por supuesto las mujeres no tenían derecho a voto ya que el sufragio estaba limitado a un 1% de la población, todos ellos hombres.

Durante la restauración Meiji se animaba a las mujeres a recibir educación, pero sólo se les enseñaba artesanía, escritura básica y costura, ya que el mantra de "buena esposa y madre sabia"seguía siendo clave para la educación de una mujer porque debían pensar siempre primero en su familia.

Es más, por primera vez en la historia de Japón, la Ley de la Casa Imperial de 1889 definía el papel del emperador como masculino, una ley que sigue vigente a día de hoy, por lo que las mujeres ya no podían ejercer de emperatrices, como si podía ocurrir, y lo hacía, 13 siglos atrás.

Durante la primera industrialización, el trabajo en las fábricas textiles y el trabajo sexual siguieron siendo las principales ocupaciones de las mujeres, que constituían el 80% de la mano de obra de la floreciente industria textil.

Estas mujeres trabajaban en exceso en las fábricas y lo hacían en condiciones sanitarias muy precarias, hasta el punto de llegar a enfermar. Eran constantemente explotadas, mal pagadas y se les negaba toda libertad. Algunos incluso las encerraban dentro de las fábricas para que trabajaran todo el día y toda la noche. La exitosa transformación industrial de Japón en el siglo XIX se logró a costa del sufrimiento de sus mujeres.

Mujeres en fábrica de cestas. Fuente: Okinawa Soba - Flickr

Aunque la Restauración Meiji redujo la influencia del hombre, el Código Civil Meiji negó a las mujeres cualquier derecho legal. Más que describir la modernidad como el origen directo de la liberación de la mujer, la modernidad supuso un cambio en el funcionamiento del patriarcado.

- PERIODO DE GUERRAS Y ÉPOCA MODERNA.

Abrumadas por esta situación invariable y por el fenómeno de la "inferioridad de la mujer", las feministas empezaron a oponerse tanto a la concesión exclusiva de derechos civiles a los hombres como a la exclusión de las mujeres de la política, y en la década de 1920 surgió un apasionado movimiento por los derechos de la mujer en Japón.

El gobierno japonés reaccionó a las demandas de las mujeres con cierto recelo y publicó un manifiesto en el que se exponían los abusos que sufrían las mujeres japonesas y cómo se podrían corregir esos problemas.

En 1920 se concedió a las mujeres el derecho a elegir cónyuge y profesión, a heredar y poseer bienes a su nombre y a asistir a reuniones políticas, algo que estaba prohibido hasta entonces.

En 1925 se concedió el sufragio universal masculino y en 1930 se aprobaron proyectos de ley que concedían el sufragio femenino a nivel local. Estos años también vieron la creación de la Federación de Organizaciones Femeninas de Tokio (東京連合婦人会), uno de los grupos activistas femeninos más destacados de la época.

Pero como hemos visto a lo largo de la historia de Japón, los avances sociales de las mujeres japonesas nunca han seguido una línea recta y de progreso continuo, y en la década de 1930, cuando se inició la Guerra Sino-Japonesa y posteriormente la Segunda Guerra Mundial, el movimiento para conceder derechos políticos a las mujeres volvió, de nuevo, a quedar relegado a un segundo plano.

Encuentro por los Derechos de la Mujer en Tokio en busca del sufragio universal, 1940.

Sin embargo, las feministas seguían decididas a luchar por la igualdad política. En 1946 se concedió a las mujeres el derecho al voto como resultado tanto de las presiones internas de las feministas japonesas como de los grupos de presión estadounidenses durante la ocupación después de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la euforia de la posguerra, entre 1945 y 1946, salió elegido un número récord de legisladoras para el Parlamento japonés.

Aunque la constitución de 1946 y las reformas reforzaron los derechos legales de las mujeres japonesas, su condición social, política y económica mejoraba muy lentamente y, a mediados de la década de 1950, con el inicio de la Guerra Fría, surgió un nuevo orden político muy conservador y el repetido mensaje de que las mujeres debían volver al hogar y realizar las tareas domésticas volvió a arraigar.

LA MUJER JAPONESA CONTEMPORÁNEA

Más tarde, en el Japón actual, en 1979, se celebró la "Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer". En las últimas décadas, desde los años 80, se han dado pasos poco seguros hacia una sociedad más igualitaria. En 1985, el gobierno propuso una Ley de Igualdad de Oportunidades en el Empleo, pero en realidad no prohibía la discriminación por motivos de género en el lugar de trabajo, sino que simplemente exigía a las empresas que hicieran un "esfuerzo de buena fe", sea lo que sea que se entienda por ello, y acabó afectando solo a un pequeño número de mujeres con estudios.

El mayor problema de la ley fue que no cambió las expectativas sociales de las mujeres como cuidadoras de niños y ancianos.

Las mujeres japonesas siguen luchando contra la misoginia y la cosificación, e incluso las familias más "modernas",aquellas que intentan dividir de forma equitativa las obligaciones laborales y familiares, mantienen algunos de los roles tradicionales, ya que alejarse de los roles tradicionales expone a hombres y mujeres a problemas en la sociedad japonesa actual.

Treinta y nueve mujeres fueron elegidas por primera vez para la Cámara de Representantes en las primeras elecciones generales de la posguerra en Japón, 1946.

La estructura de las empresas japonesas tampoco ayuda, ya que crean una estricta división entre hombres y mujeres. Esperan que los empleados trabajen muchas horas y permanezcan en la empresa de por vida. Esta expectativa de extrema dedicación al trabajo hace que a los hombres les resulte muy difícil siquiera plantearse compaginar la paternidad y el empleo. Y, de hecho, impide que las mujeres se incorporen al trabajo en la misma medida que los hombres. Así que, incluso si las mujeres desean dejar su papel de ama de casa, los aspectos estructurales de la vida laboral en Japón lo hacen muy difícil y, en general, empujan a las mujeres a optar por no trabajar.

Todo ello sumado a que las empresas sean reacias a ofrecer puestos de alto nivel a las mujeres y a pagarles lo mismo que a los hombres, supuestamente todo ello en "buena fe".

Los padres que se dedican a la crianza de los hijos suelen ser fuertemente estigmatizados y criticados en el lugar de trabajo, por no ser lo suficientemente masculinos, e incluso su jefe les dice explícitamente que pedir una excedencia para el cuidado de los hijos afectaría negativamente a su carrera. Sin embargo, las mujeres que deciden seguir la trayectoria profesional masculina a menudo son consideradas como si hubieran perdido su feminidad y también son señaladas por ello.

El partido tradicional de gobierno, el Partido Demócrata Liberal (LDP por sus siglas en inglés), ha pedido que se aumente el número de mujeres en la población activa y que se construyan más guarderías para acoger a sus hijos.

Sin embargo, el mismo LDP se ha opuesto en general a las medidas que harían de Japón un país más igualitario desde el punto de vista de género, posicionándose como defensor de la "tradición"japonesa. Incluso ha declarado recientemente que sólo se invita a las mujeres a las conferencias políticas del partido con la condición de que "no hablen”. Lo que invita a pensar que las mujeres son solo bienvenidas en las fotos.

En la actualidad, sólo 46 de los 465 políticos del parlamente son mujeres, un 9%. Para tener la referencia, en las elecciones españolas de 2019 salió elegido un 44% de mujeres.

Gabinete de gobierno del primer ministro japonés, 3 mujeres y 22 hombres, 2021. Fuente: theguardian.com

Esta postura represiva adoptada por el gobierno japonés no es exclusiva de su ideología, sino que refleja las actitudes sociales hacia las mujeres japonesas, que durante mucho tiempo han sido apartadas de las funciones de liderazgo político, económico y empresarial.

Además, el gobierno ha estado proporcionando beneficios fiscales y de pensiones a las familias en las que el hombre es el principal trabajador y la mujer permanece como cuidadora, lo que va en detrimento de la Ley de Igualdad de Oportunidades en el Empleo y perpetua los roles tradicionales de género en el hogar.

Como dato, el objetivo del gobierno de alcanzar una cuota del 30% de "mujeres en puestos de trabajo de alto nivel" para 2019, fracasó con menos del 8% conseguido. Ahora se espera alcanzarlo en 2030.

Otro elemento clave a la hora de entender el trato hacia la mujer es la cultura del silencio, que caracteriza a Japón en muchos frentes. Según una encuesta gubernamental, el 95% de las víctimas de violaciones y agresiones sexuales deciden no denunciar la agresión a la policía.

Vagón de metro exclusivo para mujeres. Medida anti acoso sexual. Fuente: japantimes.co.jp

La falta de apoyo a las víctimas y su culpabilización a través de redes y policía son sólo dos de los factores que disuaden a muchas víctimas de decir nada en absoluto, lo que puede ser visto como muy irrespetuoso. No el abuso, sino el hecho de hablar de ello en público.

Si una víctima habla de una agresión, a menudo se le amenaza a ella y no al agresor.

Uno de sus máximos ejemplos lo encontramos en 2017, cuando la periodista Shiori Ito se convirtió en una de las pocas mujeres que habló públicamente sobre sus acusaciones de violación contra una prominente personalidad de la televisión. Después, se enfrentó a una reacción pública en la que tanto hombres como mujeres la tacharon de vergüenza pública, incluyendo amenazas de muerte. Finalmente buscó refugio en el Reino Unido. Este caso se puede ver en mayor profundidad en el documental Japan's Secret Shame.

Cartel del documental. Fuente: IMDB

Movimientos como #MeToo/#WeToo y Voice Up Japan están ganando fuerza y apoyo de forma lenta pero constante y, lo que es más importante, están enviando el mensaje de que la generación joven de Japón ya no acepta el silencio como norma.

CONCLUSIÓN

El sexismo en Japón no ha pasado desapercibido para la población japonesa, ya que existe la creencia entre los ciudadanos de que en la sociedad japonesa se favorece a los hombres en detrimento de las mujeres.

La discriminación de género en todo el mundo es un problema constante. Abarca desde la violencia de género hasta los retos de conciliar maternidad y trabajo, pasando por las diferencias salariales.

Las mujeres no siempre han estado subordinadas en Japón; algunas gozaban de influencia política y disfrutaban de considerables derechos legales y de propiedad, y la línea imperial no excluía entonces a las mujeres.

Las filosofías antiguas, como el confucianismo y el feudalismo, sentaron las bases de la situación de las mujeres haciendo hincapié en los roles de género, pero puntos de inflexión como la Segunda Guerra Mundial les permitieron romper el techo de cristal y desafiar las expectativas de género, aunque lentamente.

Sin embargo, teniendo en cuenta las estadísticas y las cifras, no se puede decir que las mujeres japonesas disfruten de un trato igualitario actualmente. La evolución de la comunidad japonesa ha hecho que las mujeres se aclimaten a costumbres y responsabilidades distintas.

Las mujeres japonesas han avanzado hacia la capacidad de equilibrar la carrera y la familia, pero sigue siendo una cuestión de elegir una o la otra en última instancia. La tradición seguirá siendo una influencia durante las próximas décadas ya que la actual generación de mujeres japonesas se encuentra entre los viejos y los nuevos valores.

Ahora es el momento crítico para que Japón adopte un camino nuevo, moderno e inclusivo que debe implicar una mayor representación femenina e incentivos empresariales para garantizar la igualdad en toda la economía. Los estrictos roles de género de Japón determinan el funcionamiento de hombres y mujeres en el trabajo y en el hogar y, si estos roles tradicionales continúan, Japón no podrá salir de su continua crisis demográfica.

Esto no ocurrirá de la noche a la mañana, incluso algunas predicciones sugieren que llevará décadas. Pero llamar la atención sobre la discriminación y otros problemas sociales es el primer paso para erradicarlos. Si siguen alzando la voz, las mujeres japonesas y sus aliados pueden garantizar que Japón sea tan seguro y progresista para las personas de todos los géneros como dice ser y quiere aparentar.

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