Medio de comunicación independiente

Por Yago Rodríguez

Poco nuevo puede contar un medio como The Political Room sobre la terrorista decapitación de un profesor francés. Sabemos que fue un joven de 18 años de origen checheno y refugiado con su familia en Francia, que los datos del profesor fueron compartidos en la red por un padre "indignado" y que varios compañeros de clase ahora están detenidos.

Más que este último evento debemos fijarnos en la tendencia: Hace unos años, allá por 2015 y 2016 nos escandalizábamos ante este tipo de ataques, ahora en cambio se suceden de manera regular intentos de apuñalamiento, y atentados frustrados de los yihadistas y ni siquiera hay un debate político serio.

Estadísticamente hay dos verdades obvias: que la inmensa mayoría de los migrantes no cometen ningún tipo de crimen, pero que en comparación con los nacionales cometen un porcentaje superior de ciertos tipos de delitos.

Nos estamos acostumbrando al yihadismo como si siempre hubiera estado ahí...

Hay otras verdades obvias: no es normal que el Ministerio de Interior galo estime que hay 17.000 yihadistas y colaboradores de los mismos en suelo francés, una proporción de 4 por cada 1.000 musulmanes si asumimos una población de 4 millones de musulmanes franceses.

Ahora bien, esto no nos debe llevar a perder la cabeza y a criminalizar a todo el mundo, porque esa no es la manera de lidiar con los problemas de Estado. Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos son países musulmanes que sin embargo tienen amplios grupos poblacionales mucho más abiertos y que no apoyan el terrorismo.

En el fondo es un problema social, un problema de transmisión de ideas, de simpatías y de valores.

A mi entender, la pieza fundamental del terrorismo emergente en Europa Occidental pasa por unas precondiciones sociales sumadas a un fulminante:  ese fulminante, ese incendiario que arroja una cerilla a una pila de leña se llama Hermanos Musulmanes, se llama clérigo radical, se llama Al-Qaeda, y se llama red social.

En Telegram la propaganda de los yihadistas corre como la pólvora y permite a estos enviar su mensaje. En Ripoll (Cataluña) un clérigo de origen marroquí planea un atentado en Barcelona utilizando como altavoz una mezquita local y mientras países como Arabia Saudita o Qatar financian o financiaban a grupos de dudosa reputación.

Qatar apoya a los Hermanos Musulmanes, quienes cuentan con mezquitas en España, Francia o Alemania, y quienes emiten su mensaje fundamentalista escudándose en la libertad religiosa. Pero es su mensaje el que termina por laminar y penetrar en las mentes de muchos feligreses que reniegan de principios tan elementales como la libertad religiosa, la igualdad o la educación estatal.

No en vano la Fundación Eid (Sheik El Aid), fundada por la dinastía de los Al-Thani que gobierna Qatar, tiene enlaces con los Hermanos Musulmanes y con el terrorismo hasta haber sido considerada "la organización benéfica salafista con más influencia del mundo". De hecho en España Los Hermanos Musulmanes a menudo acuden a la mezquita de Abu Bakr en pleno Madrid, en Cuatro Caminos,  Tetuan.

Este tipo de organizaciones no actúan contra nadie directamente, pero propagan un mensaje dañino en extremo a largo plazo que impide no solo la integración, sino la convivencia, ya que la interpretación más radical del Islam no puede convivir con los valores de una democracia saludable.

Mucho más conocido es el caso de la mezquita de la M-30 asociada a Arabia Saudita, sobre la que ya han corrido ríos de tinta.

El General Al-Sisi en Egipto ha prohibido este tipo de organizaciones, y en Emiratos Árabes Unidos incluso han ilegalizado a los Hermanos Musulmanes. Si un país islámico ilegaliza ciertas organizaciones islámicas por su radicalismo, ¿a caso no deberíamos sopesar hacerlo aquí?

La alternativa a atajar las raíces del problema es dejar que este crezca, y hacer oídos sordos a una serie de problemas migratorios, económicos y de yihadismo que se retroalimentan.

Solo nos queda recomendar el artículo del analista Jesús Manuel Pérez Triana Europa: Lo peor está por llegar.

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