La grave crisis del Sahel en 2020
La situación de seguridad en el Sahel está empeorando muy rápidamente, con un incremento sobresaliente durante 2019 en el número de ataques y violencia sectaria que sobre todo en el centro de Mali, el norte de Burkina Faso y la frontera occidental de Níger.
La actual oleada de violencia ha forzado que se reunieran en Francia los integrantes del G-5 del Sahel (Mauritania, Mali, Burkina Fase, Níger y Chad) y el presidente francés, a fin de intentar coordinar políticas para que la situación no se salga completamente fuera de control, y se genere una situación aún más explosiva que la que provocó la intervención francesa con la Operación Serval en 2013.


Además, en medio de todo este marasmo, los EEUU están diciendo que comenzarán a retirar su presencia militar en el Sahel. Aunque con muchas menos botas sobre el terreno que Francia (unos 4.500 militares bajo la Operación Barkhane) o la ONU (unos 15.000 en Mali), la presencia de unos 800 norteamericanos es militarmente crucial.
Los EEUU proporcionan unos activos de vigilancia, inteligencia y ataques con drones, además de apoyo logístico, que Francia no puede igualar. Sin esos activos militares norteamericanos, las fuerzas yihadistas comenzarían a tener muchísima más libertad de acción en toda la región.

Las fuerzas francesas, de la ONU y de los países del G-5, están muy dispersas geográficamente, y sin apoyo logístico y de inteligencia, apenas podrán coordinarse y maniobrar contra las concentraciones de las fuerzas yihadistas. Los yihadistas con total libertad de acción, podrán concentrar esfuerzos contra fuerzas adversarias que pueden quedar aisladas.
El conflicto actual en el Sahel
La actual fase de violencia tiene poco que ver con la que motivó la intervención francesa con la Operación Serval en enero de 2013. Ese conflicto que se enmarcaba en los recurrentes agravios y rencillas de los tuareg con el gobierno y que tienen varias tribus tuareg entre sí, fue parcialmente resuelto o contenido con los Acuerdos de Argel de 2015.
La zona de operaciones de ese conflicto estaba en el norte de Mali y siguiendo esa línea de actuación se desplegó la MINUSMA de la ONU. España (con unos 300 militares) y la Unión Europea están presentes en el conflicto de Mali con una misión de entrenamiento de fuerzas locales (EUTM Mali).
Por contra, la violencia actual se desarrolla principalmente en la zona central de Mali, en la región de Mopti. Esta violencia se enmarca en los conflictos que de forma cíclica se daban entre la etnia de los fulani (musulmanes y estilo de vida pastoril) contra los Dogón (sedentarios y tradicionalmente cristianos o animistas), así como con los Bambara y otros grupos.

Los conflictos se han acentuado por el aumento de las sequías y la reducción de recursos disponibles. El gobierno, en lugar de intentar ejecutar políticas públicas para paliar esa escasez e instaurar un entramado institucional que canalice el conflicto de forma pacífica, ha usado su autoridad para que los funcionarios exploten las debilidades de los fulani.
Esta corrupción e ineficacia del gobierno, explotando a los fulani y apoyando milicias que se enfrentan a ellos, ha provocado que desde hace unos dos o tres años aproximadamente, los fulani tengan que recurrir a la resistencia armada como principal método para defender sus intereses. Es esta ineficacia del gobierno y la imposibilidad institucional de gestionar los conflictos (y los agravios que han venido con esa corrupción e ineficacia), lo que subyace a la actual escalada de violencia.
En este contexto, el yihadismo encuentra un perfecto caldo de cultivo, no tanto por convencer con su narrativa, sino que al ser grupos armados los fulani encuentran en los grupos yihadista protección, tanto contra el gobierno como frente a los otros grupos por los que luchan por recursos escasos.

La añoranza de los fulani de su anterior grandeza en los tiempos del Imperio Masina, hay que entenderla en esa perspectiva de agravios sufridos estos últimos años. Las principales fuerzas yihadistas en esa zona del Sahel son el ISGS (Estado Islámico en el Gran Sahara), Jamaat Nusrat al-Islam wal-Muslimin y Ansarul Islam.
Es muy importante entender que la situación actual en el Sahel es muy compleja y no puede reducirse, como se está haciendo desde la mayoría de medios de comunicación, a una simple lucha contra el terrorismo y el yihadismo.
En las dos imágenes siguientes, de febrero de 2019, se observa como en Mopti la mayoría de los actos de terrorismo y violencia los está ejecutando el Frente de Liberación de Masina y el JNIM. El Estado Islámico del Gran Sáhara opera en otras áreas más al este.


La clave que debe entenderse es que la violencia y conflictos reducirse a una campaña de yihadistas contra la comunidad internacional y los gobiernos locales; sino que es sobre todo una historia de luchas locales, en el que la pésima gobernanza de la autoridades creó el caldo de cultivo para el oportunismo de grupos terroristas.
La violencia interétnica está alcanzando grados significativos, como cuando en marzo de 2019 por lo menos 160 pastores fulani fueron asesinados en la masacre de la aldea de Ogossagou, probablemente a manos de cazadores dogon. Por su parte, los fulani en junio masacraron a docenas de dogon en Sobane Da.
Por otra parte, el incremento de la actividad yihadista se observa en las noticias noviembre de 2019, cuando más de 50 personas murieron en Malí por un ataque reivindicado por el ISIS contra un puesto militar; y un militar francés murió por un ataque contra un convoy que enlazaba Gao y Menaka.

El fuerte incremento en la violencia y la posible retirada de EE.UU. del Sahel, está llevando a la región a una situación crítica. Por ejemplo, Mali hace pocos días ha dicho que incrementará su ejército en nada menos que un 50%. Que sea capaz de alcanzar esas cifras está por verse, pero es un indicativo de lo grave que es la situación.

Dada la gran dispersión de la fuerzas francesas, sin el imprescindible apoyo logístico de los EE.UU., hace que incurran un grave peligro por la libertad de acción que podrían lograr las fuerzas yihadistas. Por ese motivo, cuando Macron se reunió en enero de 2020 con los presidentes del G-5 del Sahel, amenazó con retirarse antes de correr el riesgo de empezar a sufrir un constante y creciente goteo de bajas y reveses militares.
Francia también está pidiendo ayuda al resto de potencias europeas, hasta ahora con escaso éxito, para que apoyen con capacidades militares para cubrir al menos parcialmente la retirada de los norteamericanos. Especialmente los franceses está pidiendo a los países europeos que se unan a la Task Force Takuba, que sería un mando de operaciones especiales compuesta por europeos (checos y estonios parecen dispuestos a aportar militares).
En la Operación Barkhane, los estonios recientemente han incrementado su presencia de hasta casi 100 efectivos. El Reino Unido tiene desplegados helicópteros de transporte Chinook, dilatando en el tiempo su presencia por el agravamiento de la situación de seguridad. Dinamarca recientemente ha desplegado dos helicópteros Merlin. Portugal, Noruega, Bélgica y Dinamarca, mantienen en conjunto un transporte C-130 Hércules, rotándose un avión de cada país cada cierto tiempo.
Francia ha pedido a España el despliegue de helicópteros en la Operación Barkhane. La necesidad de helicópteros y aviones de transporte es fundamental en el Sahel, las unidades de maniobra son escasas, el territorio muy extenso y los puestos y bases avanzadas están muy dispersas.


Dada la crítica situación de seguridad, Francia acaba de aprobar el envío de 600 militares adicionales al Sahel para reforzar su presencia y compensar la retirada de EE.UU..
Es en ese contexto, en el que hay que encuadrar el primer vuelo de un UAV Reaper por parte del Ejército del Aire de España (enero de 2020) en un programa que viene por lo menos desde el año 2015. No olvidemos que sin los drones norteamericanos, Francia no tendrá más remedio que aumentar el despliegue de los suyos; mientras que el resto de países europeos con intereses en la zona deberían tener capacidades militares que, al menos parcialmente, imiten a lo que EE.UU. ha estado desplegando estos años.
Que esos esfuerzos franceses y europeos puedan igualar las capacidades que aportaba EE.UU. es imposible, pero quizás lo que puedan agregar sea suficiente para contener el grave deterioro de la situación de seguridad que se está viviendo en la zona.
No obstante, la reluctancia europea a implicarse más en el conflicto, o que el Ejército del Aire haya tardado 5 años en hacer su primer vuelo de Reaper (sin estar operativa ni una escuadrilla), no augura un desarrollo positivo de los acontecimientos, al menos en el corto plazo.