La UE vence la primera batalla de la guerra energética contra Rusia
La Unión Europea está sobreviviendo al invierno y lo está haciendo mejor de lo esperado. Las perspectivas que hablaban de una recesión profunda o cortes del suministro energético no se han producido. Estamos viviendo un invierno atípico y con enormes retos, pero muy lejos de poner de rodillas a Europa.
La UE ha tenido suerte y ha hecho las cosas bien y estos dos factores, combinados, han provocado que Bruselas gane la primera batalla de la guerra energética contra Moscú, pero la guerra aún está lejos de terminar y quedan muchas más batallas por librar por lo que desde las capitales europeas deberían evitar caer en la complacencia y seguir preparándose para los retos venideros.
El contador del gas: las reservas de la UE, al 77%https://t.co/D4DtqNhMCB
— RTVE (@rtve) January 25, 2023
Los pilares de la victoria
La UE ha conseguido en pocos meses lo que parecía imposible: Reducir su dependencia de Rusia. Lo ha hecho en tiempo récord y sin disrupciones de suministro, algo bastante meritorio teniendo en cuenta que en 2021 el 40% del gas que se consumía en la UE provenía de Rusia. Esta tarea ha sido posible gracias a tres factores:
· Diversificación: Con el inicio de la guerra y la imposición de sanciones comenzó una carrera contra reloj para la UE. El mandato de Bruselas era claro: había que desprenderse energéticamente de Rusia y había que hacerlo rápido. La UE decidió apostar decididamente por las renovables para aumentar la producción interna y firmar contratos con proveedores alternativos como Argelia, Azerbaiyán o aumentar el peso de las exportaciones de Noruega, que ayudaron a ir reduciendo la cantidad de gas ruso necesario para satisfacer las necesidades europeas.
La clave de este proceso no llegó a través de gasoductos, sino en barco. El Gas Natural Licuado ha sido la pieza central del proceso de diversificación de la UE hasta el punto de que sin el aumento significativo de GNL de países como EE. UU. (Por primera vez en la historia EEUU aporta más energía a la UE que Rusia) esta diversificación no hubiera sido posible. Estos proveedores alternativos permitieron a Europa llenar sus reservas para aguantar el invierno.
De hecho, durante el otoño la UE tenía tanto gas que cargamentos enteros de GNL tuvieron que esperar en los puertos porque estábamos operando a máxima capacidad. En este proceso Bruselas contó con un aliado inesperado, Pekín.
El GNL es limitado y la competencia para hacerse con él es feroz, lo que eleva los precios. Uno de los actores principales en este mercado es China que, debido a sus restricciones por la pandemia y el repunte de casos, redujo su demanda energética, liberando mucho GNL que hubiera ido a China, pero que acabó en manos Europeas. Así es como la UE ha pasado en unos de meses de importar más del 40% de su gas desde Rusia a menos del 15%.

· Reducción de la demanda: Tanto la UE como los Estados Miembros impusieron medidas para reducir el consumo energético y, aunque las más extremas como los planes de contingencia para enviar energía hacia los países más necesitados desde otros EEMM no tuvieron que aplicarse, se aplicaron medidas de ahorro energético tanto para empresas como para consumidores que en algunos lugares como Alemania han creado un alivio de la demanda significativo sin reducir su producción industrial.

· Altas temperaturas: El cambio climático ha sido el aliado más inesperado de la UE este invierno, las altas temperaturas durante el otoño y el inicio del invierno han permitido que la UE no solo no comenzara a desgastar sus reservas de gas, sino que siguió llenándolas ya entrado el invierno. Esto ha permitido que Europa tenga las reservas de gas un 20% más llenas de lo que las tenía el año pasado por estas fechas.

Estos factores han permitido que la UE no haya sufrido disrupciones del suministro energético y pueda sobrevivir al invierno con holgura incluso evitando una recesión que se daba por inevitable al inicio del conflicto bélico.
Mientras tanto, en Rusia
Al mismo tiempo que Europa logra evitar la recesión, la economía rusa se contraerá en un 2,3%. Ya hemos hablado aquí de los graves efectos que están teniendo las sanciones sobre su economía. El efecto de las sanciones es acumulativo, lo que quiere decir que cada día que pasa las sanciones hacen más daño a las bases económicas de Rusia en un goteo lento pero constante de las arcas rusas.
Además, Europa no sólo se ha sentado a esperar los peores efectos de las sanciones sino que ha ido progresivamente aumentando la presión y continuará haciéndolo en el futuro cercano. Los altos precios de la energía permitieron aguantar bien el impacto de las sanciones, pero con los precios descendiendo y las sanciones aumentando Moscú no tiene mucho más margen más allá de sus cuantiosas reservas de divisa extranjera.
El tope al precio del petróleo les está costando 160 millones de dólares al día y se espera que el coste aumente. Además para los países que no están imponiendo sanciones como China e India las sanciones occidentales significan rebajas pues la necesidad rusa aumenta su poder de negociación para conseguir cuantiosos descuentos provocando que Moscú gane cada vez menos con las exportaciones de hidrocarburos que son el pilar de su economía.

Primera batalla de una guerra larga
Putin aseguró en septiembre que Europa moriría de frio. Se equivocó. Europa no sólo no ha muerto de frío, sino que puede superar el invierno con holgura. Sin embargo, este invierno es solo la primera batalla de la guerra energética entre la UE y Rusia. Vendrán muchas más y más duras y la UE no debería cantar victoria sino prepararse en consecuencia.
El próximo invierno plantea nuevos retos para la UE. En primer lugar, Europa llegó a este invierno con las reservas llenas en parte gracias a que durante los seis primeros meses del año siguió disfrutando de exportaciones de gas ruso que este año no estarán disponibles.
Además, la reapertura de China supondrá un aumento de su consumo energético y, por tanto, ese GNL que “liberó” China durante el año pasado ya no estará disponible haciendo que la competición por el GNL sea más dura y, en consecuencia, más cara. Llenar las reservas en 2023 será más complicado que en 2022.
También debemos tener en cuenta que esto es una guerra a largo plazo, y para los países más dependientes de Rusia el proceso de desaprenderse completamente de la energía de Moscú puede tardar años. Por esto mismo el proceso será desigual según los países y algunos tendrán que verse obligados a tomar decisiones más duras que otros.

Por último, que la UE haya vencido en esta primera batalla no implica que la victoria se haya conseguido sin costes. Llenar las reservas de gas ha sido más caro que nunca, la inflación ha provocado una reducción generalizada del poder adquisitivo de los ciudadanos y los programas de estimulo y ayuda para hacer frente a la crisis energética (más de 705.000 millones) significan un aumento de la deuda pública que puede reducir el margen de maniobra en futuras crisis.
La industria europea, aunque ha podido mantener su producción usando menos energía, también se ha visto afectada en términos de competitividad pues los altos costes de la energía suponen un aumento de costes que puede llevar a empresas a deslocalizarse. Este miedo a la deslocalización ha llevado a la UE a replantearse su modelo de ayudas del estado para mantener la competitividad de su industria.
Si la estrategia de Putin era aumentar la presión energética de la UE para ponerla de rodillas y que desista en su apoyo a Ucrania, ya podemos decir que ha sido un atentico fracaso. La UE, por su propio acierto y algunas condiciones externas favorables, ha conseguido sobrevivir al invierno sin problemas al tiempo que redobla sus esfuerzos para apoyar a Kiev y aumenta la presión sobre las sanciones a Moscú.
Hay motivos para estar contentos en Bruselas, pero no hay que perder de vista el largo plazo, que es dónde vendrán más problemas. La UE ha vencido sí, pero sólo la primera batalla de una larga guerra. Esta victoria le otorga más tiempo a la UE, tiempo para seguir diversificando, para aumentar la producción propia y garantizar su seguridad energética independientemente de Rusia.
No podemos perder mucho tiempo con celebraciones, la próxima batalla, el invierno de 2023, se acerca inexorable y debemos, como mínimo, igualar el desempeño de este invierno en circunstancias más desfavorables para continuar estando por delante de Rusia.