Victoria de la oposición en Polonia, victoria de la Unión Europea
Es oficial: tras ocho años de gobierno el PiS ha perdido el poder en Polonia. Las recientes elecciones, cuyo recuento se prolongó durante dos tensos días, descartan cualquier posibilidad de que el actual gobierno repita mandato. En cambio, la oposición encabezada por el ex Primer Ministro Donald Tusk, quién también presidió el Consejo Europeo, asumirá el liderazgo del país.
Entre sus retos principales estarán reconstruir las relaciones con Bruselas, reforzar las instituciones democráticas del país y, en general, revertir las políticas ultraconservadoras de Ley y Justicia. En Bruselas respiran aliviados ante un resultado electoral que es la mejor noticia para la UE en los últimos años.

Elecciones libres, pero no justas
Aunque Ley y Justicia fue el partido más votado con un 35% de los votos, no han conseguido llegar a los 231 diputados necesarios para tener mayoría en el parlamento. Incluso con la adición de los 18 escaños de la Confederación, su único aliado potencial, solo llegan a 212, bastante lejos de sumar mayoría.
En cambio, la oposición liderada por Coalición Cívica consigue no sólo llegar a los 231 escaños, sino que los supera ampliamente ya que. en conjunto con Tercera Vía y La Izquierda, suman 248 diputados. Con estos números sólo hay un escenario posible, la oposición formará gobierno.
Cabe destacar que este resultado es todo un logro pues, de acuerdo con los observadores electorales, las elecciones fueron libres pero no justas. Esto se debe al férreo control de los medios de comunicación por parte del gobierno, que los utilizó para hacer campaña y limitar la exposición de los políticos de la oposición, especialmente Donald Tusk.
Esta inclinación a favor del PiS en los medios pudo verse claramente en el único debate que se celebró, dónde las preguntas de los presentadores estaban sesgadas para dañar a la oposición. Además, el PiS utilizó tácticas como aumentar el número de colegios electorales en las zonas rurales del país, dónde son más fuertes, pero no hicieron lo mismo en las ciudades, donde domina la oposición, haciendo así más difícil que sus contrarios ejercieran el derecho a voto.

El gobierno también prometió recompensas por una alta partición, aunque sólo en las ciudades pequeñas, por razones obvias. Por último, el PiS programó un referéndum para ese mismo día con la esperanza de movilizar a su electorado. La oposición llamó a boicotear el referéndum (y lo consiguieron, pues fue declarado invalido por no haber participación suficiente) pero más allá del efecto movilizador que pudiera tener, el referéndum tenía por objetivo burlar las reglas de financiación de campaña, ya que para los referéndums el gasto no tiene límite.
La oposición pudo ganar gracias a múltiples factores. Por un lado, cierto desgaste del PiS que venía observándose en los últimos días de campaña, pero sobre todo una participación récord del 74% que benefició principalmente a la oposición. Para entender el impacto de la movilización de la oposición baste un dato: en 2019 el PiS ganó las elecciones con un 43% de los sufragios, que suponían unos 8 millones de votos.
Esta vez, perdiendo solo 400.000 votos su porcentaje ha caído ocho puntos. La diferencia está en la movilización de la oposición, sólo Coalición Cívica ha ganado 1.600.000 votos respecto a 2019. Sin embargo, el factor más decisivo ha sido el buen resultado de los partidos pequeños, especialmente Tercera Vía.
La media de encuestas otorgaba a Tercera Vía en torno al 10% y finalmente han conseguido superar el 14%. Este buen resultado, junto con la Izquierda manteniéndose en el 8%, es lo que ha provocado que la oposición tenga los números suficientes para gobernar. A esto hay que unir el fracaso de Confederación, el partido de extrema derecha al que las encuestas llegaron a dar hasta un 14% y que finalmente obtuvo el 7%, borrando todas las opciones de gobernar del PiS.
En definitiva, las encuestas predijeron con bastante precisión el resultado de los dos mayores partidos pero un rendimiento por encima de las expectativas de los partidos pequeños de la oposición y un rendimiento por debajo de las expectativas del posible aliado del PiS ha sido lo que ha terminado decantando la balanza a favor del grupo opositor.
Aunque los resultados son contundentes y los tres partidos de la oposición ya dejaron claro, incluso antes de las elecciones, que pactarían para echar del gobierno al PiS, esto no implica que la formación de gobierno vaya a ser rápida. El presidente del país, Andrzej Duda, es favorable al PiS y podría utilizar su poder para retrasar la toma de posesión del nuevo gobierno.
En primer lugar, la constitución del nuevo parlamento puede demorarse hasta 30 días y, tras ellos, el presidente dispone de 14 días para elegir un candidato para la investidura. Duda ha declarado que propondría al candidato más votado, es decir, el candidato del PiS, a pesar de que no tiene ninguna opción de gobernar.
Si no se consigue investir Primer Ministro en la primera sesión, se abre otro periodo de 14 días para que el presidente presente un nuevo candidato. Si Duda quiere dilatar el proceso Tusk podría no tomar posesión hasta finales de año.

Consecuencias
La victoria de la oposición tendrá importantes consecuencias para la UE. Por un lado, la Comisión europea se libra de su mayor dolor de cabeza estos últimos años junto con Viktor Orbán, ya que el gobierno del PiS ha actuado como una fuerza disruptiva en Bruselas, utilizando sin miedo su derecho a veto cuando las propuestas europeas no satisfacían sus intereses.
Precisamente, uno de los pilares sobre los que se sustenta la coalición opositora es la reconstrucción de las buenas relaciones con la UE. Lo esperable es que Polonia se una ahora a la Fiscalía Europea, el órgano que investiga la corrupción y el fraude con los fondos europeos. Además, han prometido revertir las reformas judiciales antidemocráticas del PiS, lo que enterraría el conflicto con la UE y desbloquearía los fondos para Polonia.
El gobierno de Donald Tusk también tendrá un impacto significativo para Hungría, ya que aumentará su aislamiento e incluso haría posible la activación del Artículo 7, que dejaría a Hungría sin derecho a voto en el Consejo. El conflicto con Ucrania también debería pasar a un segundo plano, aunque el gobierno tratará de defender los intereses del campo polaco y el grano ucraniano, lo esperable es que se inicie un proceso de negociaciones que acabe desembocando en un acuerdo. A pesar de estas oportunidades de cambio, la oposición tendrá que superar grandes retos para implementar su agenda.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque veamos tres partidos opositores, lo cierto es que todos ellos son coaliciones formadas por agrupaciones más pequeñas. Coalición Cívica está formada por seis partidos, Tercera Vía es la unión de dos partidos y La Izquierda está formada por otros seis partidos. En este contexto, mantener la unidad del gobierno será difícil.

Más aun teniendo en cuenta que todos estos partidos tienen ideologías diferentes y sólo les une su oposición al PiS, su voluntad de reforzar las estructuras democráticas y su europeísmo. Estos tres pilares clave puede que sean suficientes para mantener un gobierno sin tensiones durante un tiempo, pero lo cierto es que la gobernanza diaria obligará a tomar decisiones que se escapan de esos tres campos y ahí habrá que hacer equilibrismos para mantener la unidad.
Además, las redes de poder que ha ido tejiendo el PiS estos años trataran de frenar las iniciativas legislativas del gobierno. Como hemos dicho, el presidente de Polonia es afín al PiS y tiene el poder para vetar legislación, y si bien es posible sortear dicho veto con una mayoría de tres quintos en el parlamento, la oposición no tiene esa mayoría. También puede referir proyectos al Tribunal Constitucional.
Este tribunal será otro obstáculo pues está conformado por personas alineadas con el PiS, que lo han convertido en una cámara partidista, lo que podría obstaculizar los esfuerzos de la oposición de reformar el sistema judicial.
En cualquier caso, el cambio de gobierno en Polonia, pese a sus previsibles dificultades, es una buena noticia para la Unión Europea que frena la deriva autoritaria de Polonia y permite aislar a elementos disruptivos como Orbán. Esto permitirá a la UE relajar su frente interno y mostrar más unidad en el plano internacional, algo que se ha convertido en fundamental en el contexto actual.